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Nació en Camboya en 1936. Fue miembro del Parlamento camboyano y delegado en la ONU. Sobrevivió durante cuatro años en seis campos de concentración bajo el régimen de Pol Pot, fingiendo ser analfabeto y destruyendo los manuscritos de su obra literaria. Durante ese periodo perdió a la mitad de su familia. Criado en una granja, donde pastoreaba búfalos de agua y trabajaba en arrozales en la exuberante campiña de su país, logró adaptarse al trabajo agrícola forzado. Junto a Ken McCullough, coescribió su autobiografía Crossing Three Wildernesses, en la cual explora tanto la rica tradición cultural y mítica de Camboya como su experiencia atravesando las selvas de la enfermedad, el hambre y la brutalidad de la guerra. En la década de 1960 estudió Literatura en Estados Unidos, donde reside actualmente. Devoto budista, en 1996 publicó Sacred Vows, un libro de poesía que no sólo lamenta el genocidio en Camboya, sino también expresa una conmovedora esperanza.
En mayo del 75 escondí la preciosa riqueza,
empaqué arroz blanco en las maletas
y ropa vieja, un pequeño horno de hierro,
ollas, sartenes, platos, cucharas, un hacha, un azadón,
un poco de pescado curado en pequeños recipientes de plástico:
lo puse todo en una carreta y la arrastré hacia el este
bajo la luna llena.
“¡Ah, el hogar, el hogar! el suelo sagrado donde vivíamos felices,
el patrimonio construido, poco a poco, por mi padre,
¡Oh, la fuente de Naga con sus siete veneros,
preservando nuestras tradiciones de antaño!
¡Oh, Monumento de la Independencia!
¡Oh, biblioteca! ¡Oh, libros de poesía!
¡Nunca podré cantar de nuevo los poemas de inspiración divina!
¡Oh, palabras quintaesenciales de los poetas!
¡Oh, artefactos que nunca podré tocar o ver de nuevo!
¡Oh, Phnom Penh! ¡Oh, pagoda donde adorábamos!
¡Oh, Angkor Wat, sublime monumento a
las aspiraciones de nuestros viejos antepasados jemeres!
¡Ah, puedo ver a través de estas tres selvas!
No estaré en ninguna parte,
no tendré noche,
ya no tendré días,
seré un hombre sin identidad.
“Dolor por las camboyanas
que fueron fieles a sus amados;
ahora vagan insomnes,
en cualquier rincón de sus hogares.
¡Oh, árboles rang, campos de desove,
convertidos en zancos quemados por la conflagración del Pot-Sary.
Aniquilen los árboles rang, las palmas de azúcar,
la República Jemer!”
No hay más intelectuales, no más profesores:
todos se han ido de Phnom Penh, llevándose los niños,
desposeídos, engañados hasta la última persona,
desde el culí hasta el rey.
3:00 a.m. –es tiempo de levantarse
y pararse en las filas para que el jefe
del campo cuente nuestras cabezas;
para él, no somos más que fuente de ingreso.
4:00 a.m. –aún oscuro, el trabajo comienza;
en el frío, cosechamos el campo de arroz.
Nuestros dientes se entrechocan, nuestras manos tiemblan.
Después de cosechar, arrastramos los manojos para trillarlos.
De noche, después de la colada,
tenemos un encuentro de “vida”
para confesar y permitir que Angkar nos corrija:
“Yo he trabajado duro…si incurro en más faltas,
puede samohapheab castigarme
y ponerme ¡en la senda recta!”.
Después de la reunión trillamos el arroz.
El jefe nos ordena acabar en una noche;
la medianoche pasa sin advertirla,
empero los atados parecen multiplicarse.
Después del trillado, me siento exhausto.
Una vez que mi espalda está en tierra, me desmayo.
Mi alma camina al este hasta una diminuta cabaña
desciendo hasta el suelo donde dos hombres de mediana edad
se sientan frente a frente. Deben ser dioses del bosque.
Un hombre toca una guitarra de largas cuerdas,
el otro canta melodiosamente.
Mientras permanezco escuchando, siento desesperación
de que mi pueblo nunca haya encontrado paz.
Entonces me uno al canto:
“Oeuy. Bajen su vista hasta nosotros,
¡oh dioses de la tierra!
Mi pueblo, hombres y mujeres,
sufre más allá de toda expresión.
Ellos trabajan duro día y noche,
ellos sorben colada, empero ellos todavía cargan faltas.
¡Abre tus mágicos ojos, Dios-Padre!
¡Mira a Camboya! ¡Libera a mi pueblo!
Están en el infierno: niños, ancianos, hombres, mujeres.
¡Oh, Dios, libéranos de la agonía y el miedo!”
Yo canto y canto en voz alta, hasta que
un cerdo asado con su frente abierta
se levanta temblando, se pavonea sobre sus
patas traseras y salta de la bandeja.
Canto para invocar a los poderosos dioses
que salven a mi pueblo de la extinción.
Y justo entonces
un rinoceronte irrumpe desde el lejano sur
de donde me paro a cargar el cerdo asado.
Canto más alto y más alto,
haciendo eco entre las junglas.
El cerdo asado y el rinoceronte pelean ferozmente.
Canto hasta que el rinoceronte
lanza por los aires de una embestida al cerdo.
Él aterriza sobre el lomo, patas arriba.
Cuando despierto, es mediodía.
“¡A dormir nieto, a dormir!
No llores, nieto.
No tengas miedo. Los tigres no tienen garras
y los elefantes africanos no tienen colmillos.
Abuelo les dijo que no escaparan,
pero todos ustedes, nietos, se fueron,
pusieron velas a través del Río Mekong,
caminaron a través de los bosques.
Ustedes, nietos, descansaron a la sombra del fresal.
Luego, nietos, se fueron de nuevo.
Entonces descansaron bajo las hojas del cocotero,
durmieron bajo las frondas de la palma
sin ninguna preocupación.
“Oh, nieto, te convoco a la cúspide de la montaña.
Dices que el Abuelo miente,
luego te arrastras ribera abajo
hasta el lecho seco, donde suplicas ayuda”.
Su obra ha sido interpretada por la crítica como una cartografía de la crisis del individuo árabe y un registro particular de la epopeya moderna palestina; ha cobrado la forma de voluminosas novelas que se reeditan año tras año.
Es una de las voces femeninas más importantes en la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del Siglo XX.
En 1902, a causa de su inquietud literaria, dejó sus estudios y se trasladó a Tokio con la idea de independizarse como poeta, pero no halló el respaldo y bienestar económico que esperaba. En 1905, publicó su primer libro de poesía, "Anhelo".
En esta edición escogimos dos poemas para honrar la memoria del político y revolucionario aplicando la teoría a una acción práctica, más que loas y cantos, recordar a Lenin implica una constante labor por la liberación de los oprimidos del mundo.
Roberto Santoro era un poeta emanado del pueblo.
Es poetisa, narradora, novelista Y autora de libros para niños. Sus poemas reunidos en "El nombre del pájaro" abordan la vida del pueblo con crudeza y franqueza, sin la romantización habitual de este tema.
A los 13 años, el poeta cubano Regino Pedroso (1896-1983), abandonó los estudios para trabajar en una fábrica de acero, en un taller ferroviario y como jornalero en la zafra.
Es traductor y autor de varios poemas en japonés. Actualmente es profesor asociado de la Universidad de Surugadai, y secretario general del Club de Poetas de Japón.
Escritor autodidacta, su poesía, cuyo motivo central es la ocupación israelí, goza de gran popularidad especialmente entre los árabes-israelíes y en los territorios ocupados.
Su cuarta recopilación, No queda mucho tiempo para amar fue un punto de inflexión en la carrera del poeta, como análisis de la aceptación de la vida, y las maravillas de la naturaleza.
Poeta inglés que figura entre los más emblemáticos representantes del romanticismo europeo.
En la década de 1960 estudió Literatura en Estados Unidos, donde reside actualmente.
Los versos agudos reproducen el léxico de los afrodescendientes y de unas cuantas pinceladas plasma una escena del submundo nocturno y decadente del Panamá de principios del Siglo XX.
El accidente acabó con la vida de uno de los más destacados representantes del indigenismo en la literatura latinoamericana.
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Escrito por Redacción