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Mil 200 delegados de 95 países se reunieron en Caracas, Venezuela, para crear el Frente Internacional Antifascista (FIA) para enfrentar a las organizaciones integradas por gente que se autodenomina “normal”, pero que ataca con violencia homicida a socialistas, musulmanes, judíos e inmigrantes pobres de todos los continentes.
Los centenares de congresistas se comprometieron a derribar las modernas estructuras de odio que tales agrupaciones políticas ultraderechistas operan mediante el uso de la tecnología algorítmica que hace aún más eficiente su discurso y más agresivas sus actividades.
Hace más de 20 años que el neofascismo está activo en Venezuela; y no lo hace por casualidad, ya que el país sudamericano producirá nada más que 303 mil millones de barriles de petróleo (bdp) crudo de reserva probada (25 por ciento mundial), 200 mil millones de pies cúbicos de gas natural (el octavo productor mundial y el mayor de América Latina) y grandes reservas de oro, diamantes, hierro, bauxita, níquel, coltán, cobre y otros minerales estratégicos.
De ahí la urgencia del capitalismo corporativo de apropiarse de esa riqueza, en particular las trasnacionales de Estados Unidos (EE. UU.), que alientan el odio neofascista de las élites oligárquicas locales contra gobiernos como el de la Revolución Bolivariana para que recuperen su control sobre la energía y los minerales estratégicos.
Por ello, después del triunfo electoral del candidato presidencial del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Nicolás Maduro, el neofascismo y sus múltiples expresiones clasistas-racistas reactivaron su vocación homicida.
Esta tendencia criminal es inmediatamente advertida por el extranjero cuando llega a Caracas; en un gran espectacular se lee: “Los apellidos quieren privatizar la educación”. Esta frase revela la profunda lucha de clases que libran la avaricia capitalista de las élites locales y un gobierno revolucionario que defiende los intereses de la población mayoritaria en Venezuela.
Son los influencers que nombran héroe al tránsfuga Raymundo González Urrutia y acusan de ignorantes a los defensores de la soberanía y la autodeterminación. Desde el pasado 28 de julio, Los Apellidos han sido los autores intelectuales y materiales de la muerte de 27 personas en Caracas, Aragua, Bolívar, Yaracuy, Miranda y Zulia, según registros oficiales.
En las horas que siguieron a la elección presidencial, grupos reaccionarios con armas de fuego, punzocortantes y bombas incendiarias dejaron heridas a 192 personas y causaron innumerables muertes. El 58 por ciento de estas víctimas pertenece a la Policía Nacional Bolivariana, a la Guardia Nacional Bolivariana, a la Policía Estatal y al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas. El 68 por ciento de los homicidios ocurrieron entre las 6:00 a.m. y las 10:00 p.m. del lunes 29 de julio.
Los perpetradores de esta ola de terror también simularon ante las cámaras mediáticas que habían tenido numerosas víctimas, mientras se difundía el triunfo de Maduro.
Desde el Congreso Mundial contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares, y en singular demostración de congruencia política con los valores de respeto al otro, la República Bolivariana de Venezuela anunció la creación de un frente mundial que luchará contra la exclusión sociopolítica alentada por el capitalismo corporativo.
El fascismo es la etapa superior de la violencia. Así lo constató la venezolana Maira Pulido, cuyo hogar en Guanare, estado de Portuguesa, fue destruido a 24 horas del triunfo electoral de Nicolás Maduro. Una expresión mayor de la furia opositora ocurrió el 30 de agosto, a las 4:40 a.m., cuando 24 estados del país (80 por ciento) sufrieron un apagón que duró 12 horas.
En ambos casos, esas fuerzas fascistas antigubernamentales, patrocinadas y provistas logísticamente desde el exterior, evidenciaron la depuración de sus métodos violentos a más de dos décadas de existencia. En su obsesión por desestabilizar al país no respetaron la vida de civiles inocentes.
Así lo confirma el recuento de los daños. En 2014, mientras cruzaba con su motocicleta la avenida Rómulo Gallegos, el joven Elvis Durán murió degollado por los alambres de púas (guayas) que la oposición había colocado ahí estratégicamente a modo de barricada.
En 2017, Orlando Figuera, de 22 años, murió apuñalado y quemado por manifestantes opositores que llaman “asesino” al presidente Maduro. Su madre, Inés Esparragoza, reveló que aún recordaba a su hijo agonizante cuando le murmuró: “Bendiciones, mami”, y puso la boca para que lo besara; pero ella no encontraba dónde porque estaba todo golpeado: la cara hinchada y el cuerpo quemado.
Los autores de ésos y otros ataques son guarimberos fascistas. No son los tradicionales skinheads ni ostentan la cruz gamada nazi o el haz de los fascios; son bandas del lumpenproletariado organizadas por la oligarquía local y la del exterior para desestabilizar a Venezuela.
Son su ejército de reserva, liderado por los “comanditos” que activa la lideresa de extrema derecha María Corina Machado para vandalizar los espacios públicos y privados, quemar camiones, saquear comercios y armar barricadas. Uno de estos grupos cortó la cabeza a la estatua de Hugo Chávez en el estado Mérida.
Estos guarimberos son la vanguardia de las protestas opositoras, enfrentan a la Guardia Nacional Bolivariana y ante medios extranjeros claman contra “la represión”. Nunca les faltan máscaras antigás, tenis, gorras y playeras cuando desencadenan la violencia; cubren su rostro y usan escudos al lanzar piedras, palos y gomeras (armas portátiles).
Después de la elección del 28 de julio, fueron movilizados para desatar su furia fascista. En el estado Lara golpearon con saña a una veintena de trabajadores; otros difundieron, en redes sociales, noticias de un supuesto muerto a manos de la fuerza pública, que más tarde confesó: “Simulamos que me habían asesinado”.
A estas acciones se suman los sabotajes. El apagón del 17 de agosto afectó a 16 estados; y dos semanas después vino otro mayor acompañado con ataques cibernéticos y electromagnéticos. La reactivación eléctrica se complicó porque debieron cambiarse las piezas del sistema de transmisión y distribución.
Diariamente se difunden a los venezolanos mensajes, a través de los dispositivos electrónicos, cuyo contenido distorsiona la realidad nacional o amenaza a miembros de las fuerzas armadas y los simpatizantes del gobierno. Por ello, el cinco de agosto, Nicolás Maduro pidió el retiro “voluntario, progresivo y radical” de WhatsApp.
Entretanto, medios de prensa foráneos desarrollan la zapa contra el gobierno del pueblo. El enviado de la cadena BBC en Venezuela, Norberto Paredes, sin confirmar la veracidad de lo difundido por los opositores, publicó la mentira de que los “perseguían disparándoles como en un safari”.
Entretanto, las élites locales de cuello blanco lograron que los empresarios de República Dominicana subsidiaran sus manifestaciones en Venezuela; así lo denunció el Movimiento Izquierda Unida (MIU), ya que los grupos fascistas de este país pretenden usar a Santo Domingo como “vertedero”.
La necesidad de articular la fuerza de gran parte de la humanidad para que haya paz y democracia en el mundo, impulsó a unas mil 200 personas a cruzar océanos, valles y cordilleras y asistir al Congreso contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares.
Caracas, la capital venezolana proclamada Territorio de Paz, se transformó en el cuartel general de la ofensiva anticolonialista. A ella llegaron víctimas del neocolonialismo, líderes de batallas por la autodeterminación e independencia y combatientes de las guerras “congeladas” por el imperialismo occidental.
Conferencistas y delegados de 95 países provenientes de los cinco continentes participaron en ese inédito encuentro. Unos viajaron 11 mil 972 kilómetros para representar a Rusia; otros recorrieron siete mil 400 km para llevar el mensaje de la Cataluña independentista y unos más salvaron 14 mil 769 km para transmitir la solidaridad de China.
Durante el congreso se denunciaron los perversos efectos del neocolonialismo en Malí, Senegal y Costa de Marfil; se escuchó la denuncia del neofascismo oficial en Argentina y se acogió la alentadora mirada de Cuba a través de la ponencia El papel de la juventud y los movimientos estudiantiles en la resistencia al neofascismo y al imperialismo tecnológico.
En la ceremonia de inauguración del Congreso, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez reveló que, durante la pasada campaña de odio, con “la anuencia y mandato” del gobierno estadounidense, se invirtieron más de mil millones de dólares (mdd) para financiar el derrocamiento del gobierno bolivariano.
Justo cuando Israel bombardeaba a personal humanitario en Gaza y sus criminales operadores explotaban los radiocomunicadores de los miembros de Hezbolá en Líbano; en el escenario del Congreso multinacional pululaban decenas de kufiyyas –la simbólica prenda de resistencia‒ en abierta solidaridad con Palestina.
Muy cerca del presidium, manos fuertes sostenían la independentista bandera de Cataluña y otras exhibían el banderín del Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y la enseña de la valiente Honduras.
Más allá, la insignia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) simbolizaba a Nicaragua, con la que exige respeto a su soberanía. Muy próxima a ésta flotaba, la bandera de la República Islámica de Irán (RPII), cuyos delegados habían viajado más de 12 mil km para hacer presente su batalla contra el terrorismo sionista.
Brazos y voces de activistas veteranos charlaban con los de las nuevas generaciones y todos celebraban su estancia en un país que ya cumplió dos décadas como tribuna antiimperialista. En las mesas se analizaban las múltiples facetas asumidas por el neofascismo; y en los costados del recinto, enormes carteles exhibían didácticas reflexiones sobre tal peste social y política.
Para Mahatma Gandhi, el fascismo era “un estado de mente envenenado por el odio” y para Martin Luther King Jr. “la negación de la diversidad y la pluralidad”; el líder sudafricano Nelson Mandela lo describió como la “negación de la democracia y de los derechos humanos”; en tanto que Erich Fromm, con su enfoque de psicólogo social, no solamente lo calificó como una ideología política maligna, sino como una “enfermedad del alma”.
Los excesos de violencia física en que ha incurrido la oposición venezolana confirman la sentencia del filósofo francés Jean Paul Sartre: “El fascismo no es definido por el número de sus víctimas, sino por la manera en que los mata”; y la puntual caracterización de “enemigo de la solidaridad humana” planteada por el escritor alemán Bertold Brecht.
Quizás la definición más reveladora de esa lacra social fue escrita por el entrañable médico y político argentino-cubano Ernesto Che Guevara, quien puntualizó: “El fascismo es la etapa superior de la violencia”.
En el discurso de clausura, el presidente Nicolás Maduro recordó que su país no sólo debe enfrentar a la derecha reaccionaria de las guarimbas y el desabasto, sino también a los ataques del sistema cambiario y la manipulación mental de los medios de comunicación masiva.
Aludió igualmente a la violencia poselectoral con la afirmación de que “Venezuela le vio la cara horrorosa al demonio del fascismo” y denunció que la verdad del país no está en Miami, sino en las calles y barrios de Venezuela.
El presidente reclamó a la derecha extremista local que siga “el cronograma dictado por el norte” y que una vez más esté pidiendo “la intervención militar gringa” contra su propio país.
Maduro recordó, además, el constante intento de destruir el modelo revolucionario venezolano y lo comparó con la embestida sufrida por la Segunda República Española y con la voz en alto declaró: “Si yo hubiera nacido en España, hubiera sido republicano”, expresión que arrancó un emotivo aplauso de la asamblea, pero sobre todo de los delegados españoles.
Como colofón de un encuentro rico en experiencias y lecciones históricas recientes, el victorioso candidato, que asumirá un mandato más el seis de enero de 2025, anunció la creación de la Primera Internacional Antifascista que, en el futuro, se mantendrá estrechamente unida por el compromiso irreversible de los mil 200 delegados asistentes al Congreso de Caracas.
Capital y extrema derecha 2.0
El fascismo no necesita elecciones, dirige a las masas sin oposición. En el Siglo XXI, sus seguidores estigmatizan toda disidencia porque la privan de expresión y la condenan con falsos delitos. Éste fue el caso del dirigente de la Liga Norte de Italia, Matteo Salvini quien, en el 80 aniversario de las leyes raciales de Benito Mussolini, propuso un censo de gitanos –como el de judíos y otros extranjeros de 1938 en Alemania– y describió a los inmigrantes como “carne humana”.
Hoy, la derecha radical cobra fuerza porque ya no se apoya en los skinheads (cabezas rapadas) o en el saludo romano, sino que viste de traje y usa expresiones cultas que se difunden mediante dispositivos electrónicos con información falsa.
Como una nueva versión, el populismo fascista se disfraza de democrático para penetrar en el espacio digital y adquirir más peso en las instituciones de todo tipo. Su mayor peligro reside en el hecho de que sus miembros pasan desapercibidos, explica el investigador Steven Forti.
Alcanza su auge en el contexto de una subordinación masiva de la población hacia el capitalismo; y cuando se inculca en el imaginario la desesperanza en el futuro y que únicamente lo inmediato es válido. La cultura del fracaso se arraiga, observa Beñat Aldalur.
Cuando su crisis se agrava, el capitalismo encuentra fuentes idóneas en las nuevas tecnologías para mercantilizar los bienes. Y para lograr sus objetivos, la derecha radical se vale de ellas y aprovecha los algoritmos, el discurso, los espacios de reunión, el enojo de la gente y de las expresiones de combate contra la izquierda, explica el filósofo André Gorz.
El “tecnofascismo” representa la versión 2.0 de la derecha, que se oculta en los vacíos y en las deficiencias de la izquierda. Por ello, las grandes empresas tecnológicas censuran el discurso como quemar libros, apunta Forti.
Resulta alentador que el Instituto Rutherford de EE. UU. haya pedido a la Corte Suprema del país vecino la protección para foros de libertad de expresión en redes sociales contra la pretensión del “tecnofascismo” en torno a la prohibición y negación de la igualdad de acceso o visibilidad.
Para el presidente de ese Instituto, John W. Whitehead, la “organización comunista es la única propuesta viable para oponerse al fortalecimiento del fascismo”.
El capitalismo corporativo usa actualmente su estructura mediática para encerrar a la verdad y al conocimiento científico; difamar, censurar, manipular a las audiencias; dividirlas, paralizarlas e informar únicamente lo que beneficie al lucro de las élites.
Los defensores del libre mercado, que han impuesto el neoliberalismo en muchos países, hoy están perdiendo la batalla en su propio terreno.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.