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La ONU: volver a servir de enlace para las acciones de naciones
Hoy, tal como durante la II Guerra Mundial, la comunidad mundial vuelve a enfrentarse con los retos más serios requiriendo que los países aúnen esfuerzos, y no confronten o ansíen la dominación global.
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Recientemente concluyó el debate político general de la 79ª temporada de sesiones de la Asamblea General de la ONU, en la que representé a la Federación de Rusia en nombre del Presidente ruso Vladímir Putin.

¿Tiene futuro el Pacto para el Futuro?

Durante la Semana de Alto Nivel de la ONU, que suele coincidir con la última semana de septiembre, se celebró un foro denominado Cumbre del Futuro. Rusia entendió la idea del Secretario General António Guterres de convocarla, ya que la crisis de la Organización se empeora y ha de hacer algo al respecto. Los diplomáticos rusos se involucraron honestamente en la preparación de la Cumbre, aunque no nos hicimos ilusiones. Sobre todo porque en la historia contemporánea de la ONU había muchos eventos ambiciosos que terminaron en declaraciones resonantes, y estas fueron rápidamente olvidadas.

Recordemos que la Cumbre del Milenio de 2000 proclamó como objetivo “liberar a los pueblos del flagelo de la guerra”. Al pasar un poco más de dos años, EEUU, encabezando la “coalición de los dispuestos”, bajo un ridículo pretexto y sin mandato del CS de la ONU invadió Iraq, el país que sigue siendo incapaz de recuperarse de las secuelas devastadoras de aquella aventura.

En la Cumbre Mundial de la ONU en 2005, los países manifestaron estar comprometidos con “establecer una paz justa y duradera en todo el mundo de conformidad con los propósitos y principios de la Carta”. Este “sagrado compromiso” apenas impidió a EEUU y sus aliados incitar al entonces líder georgiano Mijaíl Saakashvili a que lanzara en 2008 la agresión armada contra el pueblo de Osetia del Sur y las fuerzas de paz rusas. Dentro de tres años, la OTAN organizó la intervención armada en Libia, arruinando su institucionalidad y socavando la estabilidad de los países vecinos y de Oriente Próximo en su conjunto.

En 2015, la Cumbre de la ONU sobre el Desarrollo Sostenible refrendó unos planes grandiosos destinados a luchar contra la pobreza y la desigualdad. En realidad, resultaron ser promesas vacías, mientras que los países occidentales no quisieron renunciar a las prácticas neocoloniales encaminadas a extraer riquezas por todo el mundo en su beneficio. Basta con echar un vistazo a la estadística del cumplimiento de promesas relacionadas con el financiamiento del desarrollo en los países del Sur global y la entrega de tecnologías ecológicas.

Al igual que lo hicieron Kofi Annan y Ban Ki-moon en su momento, António Guterres presentó su iniciativa bajo la consigna del “relanzamiento” de la cooperación global. Es una bonita consigna, ¿quién podría negarlo? No obstante, de qué cooperación global se puede tratar, si Occidente ha pisoteado todos los “valores inmutables” de la globalización, los que fueron comentados durante tantos años desde todas las tribunas. Se persuadió que facilitarían para todos un acceso igual a los bienes de la civilización moderna. ¿Dónde está la inviolabilidad de la propiedad, la presunción de inocencia, la libertad de expresión, el acceso a la información, la competencia justa en mercados basada en reglas claras y estables?

¿Es este el momento adecuado para hablar de la cooperación global precisamente, cuando los países occidentales están librando una verdadera guerra sancionadora contra la mitad, si no la mayoría, de Estados del mundo, y el dólar, el que fue promocionado para nosotros como tesoro y bien de la humanidad entera, ha sido convertido en un arma contra los países objetables?

Durante más de 60 años, continúa el bloqueo comercial de Cuba. La mayoría aplastante de los miembros de la comunidad internacional exigen que sea levantado. Anhelando alcanzar su efímero objetivo, que es preservar su dominación, Washington estorba el funcionamiento adecuado de la OMC en la solución de disputas, y la reforma de las instituciones Bretton Woods, la estructura de las cuales no refleja el verdadero equilibrio de fuerzas en la economía y las finanzas mundiales desde hace mucho tiempo. Todas las acciones de Occidente en este ámbito demuestran que EEUU y sus satélites simplemente temen la competencia leal.

Se ha llegado al punto de que Occidente quiere convertir la ONU en una herramienta para promover sus planteamientos egoístas también. Según puso de relieve la Cumbre del Futuro, aumentan las tentativas de desvaír la naturaleza intergubernamental de la Organización. Se ven contenidos los cambios largamente esperados en los métodos de formación de la Secretaría. Hoy en día, sus puestos clave están básicamente ocupados y son heredados por los representantes de la minoría occidental. Si el Secretario General invita a “relanzar” la cooperación global, la Secretaría debería promover las ideas de unificación, sugerir opciones de avenencias, y no inventar excusas para introducir en la labor de la ONU las narrativas que son ventajosas para Occidente.

No es tarde insuflar nueva vida a la ONU. Sin embargo, es posible hacerlo no mediante cumbres y declaraciones que están lejos de la realidad, sino restableciendo la confianza sobre la base de un principio de la Carta, la igualdad soberana entre todos los Estados. Hasta ahora, esto no está ocurriendo. La confianza es menoscabada, incluso por las acciones de Occidente, como la creación, eludiendo la ONU, estructuras de interacción pequeñas bajo su control para resolver las cuestiones graves e incluso fatídicas. Entre ellos, la gestión del internet o el establecimiento del marco jurídico para utilizar las tecnologías de inteligencia artificial. Mientras tanto, estos problemas afectan el futuro de la humanidad entera. Por lo tanto, deben adordarse sobre la base universal, sin discriminación ni determinación de conseguir ventajas unilaterales.

Es decir, cabe pactar de manera justa, con la participación de todos los miembros de la ONU, y no hacerlo tal como se elaboró el Pacto para el Futuro. No se mantuvo ni una sola sesión plenaria de negociaciones a que acudieran todos los países. En vez de esto, el trabajo se efectuó bajo la supervisión de los manipuladores occidentales. Como resultado, sin realmente haber nacido, el Pacto se sumó al panteón de las declaraciones elocuentemente redactadas en inglés. Por muy triste que sea, es el destino de todos los “productos” de tales cumbres mundiales.

Paz y seguridad

No van mejor las cosas en la implementación de las resoluciones del CS, que son vinculantes en virtud de la Carta de la ONU. Todos hemos sido testigos de la subversión de las resoluciones relativas al arreglo en Kósovo y los Acuerdos de Dayton para la paz en Bosnia y Herzegovina. El ejemplo más escandaloso sigue siendo el hecho de que son problematizadas desde hace ya 80 años las resoluciones aprobadas por consenso sobre la fundación de un Estado palestino independiente que coexista en paz y seguridad con Israel.

No hay y no puede haber justificación para los ataques terroristas en que los israelíes se tornaron víctimas el 7 de octubre de 2023. Al mismo tiempo, todos los que todavía son capaces de compadecer se indignan por lo que la tragedia es utilizada para castigar colectivamente a los palestinos, y esto se convirtió en una catástrofe humanitaria sin precedentes. Es imprescindible acabar enseguida con los asesinatos de los civiles palestinos con armas estadounidenses. Ha de enviar a la Franja de Gaza asistencia humanitaria y restaurar la infraestructura. Y lo que es más importante, garantizar el legítimo derecho de los palestinos a la libre determinación y dejarles, no de palabra, sino en la práctica, “sobre el terreno”, construir un Estado geográficamente continuo y viable dentro de las fronteras de 1967 con la capital en Jerusalén Este.

Otro ejemplo clamoroso de los métodos terroristas que son usados para alcanzar objetivos políticos es el ataque contra Líbano, cuando tecnologías civiles fueron convertidas en armas letales. Es necesario investigar inmediatamente este crimen. Ahora ya es imposible guardar silencio sobre las múltiples publicaciones en los medios, incluso en Europa y EEUU, probando que Washington estuvo, en cierta medida, implicada o, como mínimo, enterada de la preparación del atentado terrorista.

Entendemos que los estadounidenses siempre lo niegan todo, y harán todo lo posible para silenciar los hechos emergentes. Y esto es exactamente lo que hicieron en respuesta a las evidencias irrefutables de que fueron involucrados en los atentados terroristas en los gasoductos Nord Stream. Por cierto, estos gasoductos simbolizaron maravillosamente la “cooperación global” con la que sueña el Secretario General de la ONU. Su destrucción resulta en que la capacidad competitiva de la UE en la economía mundial permanecerá socavada para muchos años en beneficio de EE. UU. Además, Occidente también es responsable de ocultar la verdad sobre los autores intelectuales de muchos otros crímenes repugnantes, incluida la provocación sangrienta en las afueras de Kiev, en Bucha, producida en abril de 2022, y varios envenenamientos de ciudadanos rusos en el Reino Unido y Alemania.

La Secretaría de la ONU no puede mantenerse alejada de los esfuerzos por desvelar la verdad en los casos que influencian explícitamente en la seguridad global. Debe cumplir inmaculadamente con el artículo 100 de la Carta, actuar de manera imparcial y evitar la tentación de hacerle el juego a algunos Estados, en particular, a los que exhortan en público no a cooperar, sino dividir el mundo en el “jardín” floreciente y la “jungla”, o en los que comen “en la mesa democrática” y los que “están en el menú”.

No está de más recordar otra vez el historial de quienes exigen que el resto del mundo siga sus “reglas”. La invasión de Afganistán y la ignominiosa estancia allí de la coalición bien conocida fueron acompañados por la creación de Al Qaeda. La agresión contra Iraq desembocó expresamente en el establecimiento del ISIS. Desatada la guerra en Siria, se fundó Jabhat Al-Nusra (ahora se denomina Hayat Tahrir al-Sham). La coalición occidental sigue atacando el territorio sirio, inspirando de hecho al régimen de Kiev para una actividad terrorista similar en regiones rusas, cuando golpea a ciudadanos e infraestructuras civiles, por cierto, con la ayuda directa del mismo Occidente. Además, en territorio sirio, el régimen de Zelenski, en coordinación con los estadounidenses, está entrenando a terroristas de Hayat Tahrir al-Sham en nuevas tecnologías para la producción de UAV con el fin de realizar operaciones de combate contra las FF.AA. rusas en la RAS.

A su vez, la destrucción de Libia por Occidente ha abierto las compuertas a la infiltración del terrorismo en la región del Sáhara y del Sahel y ha provocado la llegada de millones de emigrantes ilegales a Europa. Todos aquellos que piensan en el futuro de sus países y pueblos deberían estar extremadamente atentos a las nuevas aventuras de los inventores de esas mismas “reglas”.

También provocan ansiedad extrema los métodos de asesinatos políticos que se han vuelto casi habituales, como ocurrió el 31 de julio en Teherán y el 27 de septiembre en Beirut. Después de que Israel lanzara su invasión terrestre del Líbano en la noche del 1 de octubre, no hubo ni una sola palabra de condena por parte de la administración estadounidense sobre este acto de agresión contra un Estado soberano. De este modo, Washington está alentando de hecho a su aliado de Oriente Próximo a ampliar su zona de guerra.

El desarrollo de eventos trágico e inaceptable en el conflicto árabe-israelí, en Líbano, Yemen, las zonas del Mar Rojo y el Golfo de Adén, Sudán y otros puntos calientes en África reflejan el hecho indiscutible: la seguridad puede ser igual e indivisible para todos, o nadie la tendrá.

El entendimiento de esta verdad aparentemente sencilla en el contexto de la seguridad europea Rusia la trató de implantar durante años en la conciencia de Washington, Londres y Bruselas que padecen los complejos de excepcionalidad propia e impunidad. Como sabemos, Occidente prometió inicialmente no expandir la OTAN, y en 1999 y 2010 los Estados miembros firmaron documentos oficiales de las cumbres de la OSCE, comprometiéndose a no garantizar su seguridad a expensas de los demás. En realidad, desde hace tres décadas la OTAN efectúa la expansión geopolítica y militar en Europa, se empeña en aferrarse a Transcaucasia y Asia Central, creando claras amenazas a la seguridad de nuestro país. En la actualidad, la misma cosa ocurre en la región Asia-Pacífico, adonde está “colando” la infraestructura de la OTAN, y donde, para contener a la RPC y Rusia, se instituyen pequeños bloques políticos y militares que socavan la estructura de seguridad inclusiva bajo los auspicios de la ASEAN.

Al mismo tiempo, Occidente, lejos de acordarse de la “cooperación global”, por la que aboga nuestro Secretario General de la ONU, en sus documentos doctrinales acusa expresa y duramente a Rusia, China, Bielorrusia, la RPDC e Irán de generar amenazas a su predominio. En cuanto a Rusia, el objetivo declarado es infligirle una “derrota estratégica”, igual que planearon hacer Londres y Washington en mayo de 1945, elaborando (y fue incluso antes de terminar la II Guerra Mundial) la Operación Impensable para destruir la URSS.

Causas subyacentes de la crisis ucraniana

A mediados del siglo XX los estrategas anglosajones guardaron sus planes agresivos en secreto absoluto. Sin embargo, su generación actual no oculta sus designios. Por ahora, apuestan por vencer a Rusia con las manos del ilegítimo régimen kievita que es nazi por su naturaleza. Hay bastantes hechos que lo prueban. Kiev promovió y sigue promoviendo agresivamente las ideas neonazis, revisa la historia de la II Guerra Mundial y cultiva sentimientos nacionalistas entre amplios sectores de la sociedad ucraniana, perpetuando la memoria de los nazis y sus secuaces. Es obvia la reproducción exacta de los símbolos nazis. Ha de recordar sobre los crímenes cometidos durante muchos años por los “batallones de voluntarios” irregulares que consisten de los seguidores ideológicos del nacionalismo ucraniano. Ni siquiera pudieron hacer caso omiso a sus atrocidades las estructuras internacionales que se muestran indulgentes hacia Kiev, incluido la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Ucrania se ha convertido en un Estado terrorista que lleva una década aterrorizando a los ciudadanos tanto en su país como más allá de sus fronteras. A pesar de esto, Occidente permite a la junta kievita hacer lo que quiera, e invierte dinerales en la misma. Con este telón de fondo, son muy ilustrativas las enunciaciones de la Jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acerca de que Ucrania defiende los valores que importan mucho a la UE. El Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, trazó un paralelo entre Ucrania y los valores europeos también. Es difícil interpretar las revelaciones de esta índole de ninguna otra manera que una manifestación de la esencia profunda nazi de la clase política en Europa que está literalmente a un paso de lanzarse ella misma en la suicida aventura antirrusa. ¿Acaso deberíamos mencionar lo inútil y peligrosa que es la idea de esforzarse por “guerrear hasta la victoria” contra la potencia nuclear, que es Rusia?

Son igual que desatinadas las insistentes afirmaciones de los dueños occidentales de Kiev sobre la “falta de alternativas” de las negociaciones basadas en la notoria fórmula de paz de Zelenski. Reivindicando este ultimátum abocado a fracasar, Occidente apela sin vergüenza a la Carta de la ONU, exigiendo garantizar la integridad territorial de Ucrania.

Me encantaría reiterar que el primer artículo de la Carta estipula la obligación de respetar el principio de la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos. Esto sirvió como base jurídica internacional para la descolonización (a propósito, habrá que ultimar este proceso, por mucho que se opongan a esto los franceses, ingleses y otras metrópolis anteriores). En 1970, la Asamblea General dictaminó unánimemente en su Declaración sobre los principios de Derecho Internacional que se observa la integridad territorial de los Estados, cuyos Gobiernos respetan el derecho de los pueblos a la libre determinación y, en consecuencia, representan a la población entera que habita en el territorio correspondiente. Fue la decisión unánime de la Asamblea General después de largos años de debates complicados. Huelga probar que los neonazis ucranianos, los que usurparon el poder en Kiev tras el golpe de Estado sangriento de febrero de 2014 respaldado por EE. UU. y sus aliados, no representaron y no representan a la población rusa de Crimea, Donbás ni Novoróssiya.

Los líderes occidentales, obsesionados con el tema de los Derechos Humanos por cualquiera razón, demostrativamente guardan silencio sobre estos Derechos en lo relativo a las acciones racistas de sus clientes kievitas. A la luz de su propensión a olvidar cosas, cabe recalcar otra exigencia prevista por el mismo primer artículo de la Carta de la ONU: respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión. Efectuado el golpe de Estado en Kiev, los derechos de los rusos y las personas que se identificaron con la cultura rusa fueron metódicamente erradicados. En Ucrania el ruso es prohibido legislativamente en todos los ámbitos, o sea la educación, los medios, el arte, la cultura, incluso en la vida cotidiana. Hace un rato se aprobó otra ley prohibiendo la canónica Iglesia Ortodoxa Ucraniana. El régimen kievita lucha contra todo lo relacionado con el “mundo ruso”. En Ucrania, durante muchos años, el grupo de población más discriminado sigue siendo los ciudadanos rusohablantes. En este contexto, son una verdadera burla las afirmaciones de Zelenski sobre lo necesario que es respetar la Carta de la ONU.

Precisamente las flagrantes violaciones de los derechos de los rusos, consagrados en la Carta de la ONU, así como las amenazas a la seguridad a Rusia, y Europa entera en general, provenientes del régimen kievita y los que lo arrastran en la OTAN, son las causas subyacentes de la crisis ucraniana corriente. Eliminarlas es precisamente el objetivo de la operación militar especial, la que Rusia lleva a cabo para defender su seguridad, el presente y el futuro de la gente en su tierra ancestral.

Acogemos con beneplácito el hecho de que muchos de nuestros socios estén sinceramente determinados a promover con las mejores intenciones las iniciativas de mediación. Respetamos su empeño constructivo en alcanzar un resultado, en contraste con la fórmula de paz de Zelenski que es un punto muerto. Exhortamos a los amigos a que, en sus futuros esfuerzos, tengan plenamente en cuenta los hechos mencionados sobre las razones subyacentes de la situación actual. Sin eliminarlas, no se podrá conseguir la paz justa que se base en la Carta de la ONU. El plan de arreglo realista lo expuso el Presidente Vladímir Putin el pasado 14 de junio. El líder ruso volvió a mostrar persuasivamente la buena voluntad de Rusia de alcanzar los acuerdos en las negociaciones. Las perspectivas de estos fueron desbaratadas por Kiev y sus patrocinadores tras el golpe de Estado de 2014, la frustración de los Acuerdos de Minsk en 2015 y los Acuerdos de Estambul en 2022.

Hacia un orden mundial más justo

El nivel de arrogancia y agresividad sin precedentes de la política occidental contra Rusia no simplemente reduce a la nada la misma idea de la “cooperación global” promovida por el Secretario General, sino que obstruye cada vez más el funcionamiento del sistema de gobernanza global, incluido el Consejo de Seguridad. No es nuestra decisión, y no seremos nosotros los que responderán por las consecuencias de la política tan peligrosa. Sin embargo, si Occidente no se detiene, todos experimentarán las graves repercusiones.

Está obvio para la mayoría mundial que la confrontación y el hegemonismo no solucionarán ningún problema global. Simplemente contienen artificialmente la objetiva vertebración de un orden mundial multipolar que se basará en la igualdad de derechos de las naciones grandes y pequeñas, de hombres y mujeres, respetará el valor de la persona humana, y el derecho de los pueblos a determinar su propio destino. Todo ello son citas de la Carta de la ONU también. Así como lo es el principio de la no injerencia en los asuntos interiores de Estados soberanos. Para la vergüenza de los miembros de la ONU, EE. UU. y sus satélites bloquearon su confirmación en la mencionada Cumbre del Futuro aprobando el Pacto correspondiente.

El pasado 18 de septiembre, al dar el discurso ante los participantes del IV Foro Euroasiático de Mujeres en San Petersburgo, el Presidente Vladímir Putin subrayó la necesidad de aunar los esfuerzos para el desarrollo sostenible y la seguridad común igual e indivisible. Se puede solucionar los retos más difíciles que encara la humanidad entera solo juntos, teniendo en cuenta los intereses recíprocos. Occidente debería asumirlo a nivel de conciencia y prescindir de sus modales neocoloniales.

El Sur global y el Este reclaman con mayor vehemencia sus derechos a plenamente participar en la toma de decisiones en todas las cuestiones de la agenda internacional, lo que va cobrando relevancia mientras que Occidente está arruinando de forma gradual el modelo de globalización que creó el mismo.

Se fortalece el papel de las uniones interestatales en Asia, África y América Latina. Entre ellas están la Organización de Cooperación de Shanghái, la Unión Económica Euroasiática, la Unión Africana, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños, la Liga de los Estados Árabes, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y muchas otras.

Se normalizan los contactos de las estructuras de integración regionales tanto entre sí mismas como con la unión global BRICS, lo que crea oportunidades para armonizar los enfoques para concordar los mecanismos de cooperación mutuamente beneficiosa y desarrollo que no sean sujetos a la influencia negativa desde el exterior y el dictado. Habrá que tener presentes todos estos procesos objetivos en las actividades del G20, en el que el G7 ya no puede llevar la voz cantante.

Estructura de seguridad en Eurasia

Hoy queda por revaluar las formas de garantizar la seguridad en distintas regiones, aprendiendo de la triste experiencia del funcionamiento de los modelos de la seguridad euroatlántica, los que Occidente puso al servicio de sus designios expansionistas.

Rusia presentó la iniciativa de forjar una estructura inclusiva de la seguridad igual e indivisible en Eurasia. Es abierta para todos los Estados y organizaciones de nuestro continente común que están listos para trabajar juntos y buscar soluciones universalmente aceptables, utilizando la interconexión y las ventajas competitivas naturales del espacio euroasiático único. A este tema se dedicará la conferencia internacional en Minsk que se celebrará entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2024.

La vertebración del espacio de la seguridad igual e indivisible en Eurasia es la necesidad apremiante ante los amplios procesos que se desarrollan en la macrorregión. Se trata no únicamente de que no puede ser aceptable para los Estados euroasiáticos responsables la degradación del entorno militar y político la que causó la determinación del Occidente colectivo de socavar el desarrollo soberano de las potencias principales en el continente. Otra causa es que, al multiplicarse los riesgos de que los focos de tensión se transformen en un conflicto a gran escala, se pone en duda el futuro desarrollo progresivo de Eurasia entera que facilita, en gran medida, el crecimiento de la economía mundial. Solucionar los retos de la seguridad es la condición indispensable para que sigan evolucionando dinámicamente los países del continente y se aproveche el potencial de los proyectos multilaterales en los que participan.

Nuestra iniciativa se basa en el entendimiento de que es indispensable que los Estados y las estructuras multilaterales de la región euroasiática asuman la responsabilidad por garantizar la seguridad propia según el principio “problemas euroasiáticos – soluciones euroasiáticas”. De este modo, los fines estratégicos de la estructura que sugerimos son arreglar las contradicciones existentes en el continente por los mismos países euroasiáticos, prevenir conflictos en el futuro, así como eliminar la presencia militar desestabilizadora en Eurasia de los actores extrarregionales. Estamos seguros de que los Estados interesados en estabilizar la situación política y militar a largo plazo participarán enérgicamente en la resolución de las cuestiones de la seguridad acordando los enfoques comunes. Desde nuestra óptica, la parte integral de la labor en la seguridad euroasiática son las cuestiones de la economía, el bienestar social, la integración y la cooperación mutuamente beneficiosa, así como la solución de problemas comunes.

Al mismo tiempo, no nos aislamos y no excluimos del diálogo a los países europeos, si están sinceramente interesados y no se involucran en las acciones destructivas contra otros Estados de Eurasia, el continente que se extiende desde Lisboa hasta Vladivostok, desde Moscú hasta Riad, Nueva Delhi, Pekín y Yakarta.

Reforma del Consejo de Seguridad de la ONU

En julio pasado, por sugerencia de Rusia, se celebró el debate abierto del Consejo de Seguridad dedicado a la vertebración de un orden mundial más justo y sostenible. Es esencial continuar la discusión iniciada tanto en la ONU como en otras plataformas. Al mismo tiempo, es totalmente obvio para nosotros que un orden mundial más justo prevé que sea ampliada la representación del Sur global y el Este, es decir, África, Asia, América Latina, en el Consejo de Seguridad de la ONU. Corroboramos nuestro apoyo a las candidaturas de Brasil y la India, al tiempo que se toman decisiones positivas en muchas iniciativas de la Unión Africana. Es ilógico y hasta absurdo respaldar la idea de facilitar puestos adicionales para los países occidentales y sus aliados que ya están excesivamente sobrerrepresentados en el Consejo de Seguridad.

Sin embargo, no todos comparten nuestra visión de lo que consideramos justo. Son pronunciadas muchas opiniones sobre la reforma del CS de la ONU. Nos sorprendió más que todos António Guterres. Dijo que Europa está sobrerrepresentada en el CS de la ONU, porque la representan en el organismo como miembros permanentes Francia, Gran Bretaña y Rusia. Este panorama geopolítico del mundo no simplemente no refleja la realidad actual, sino que la distorsiona por completo, en particular, después de que Londres abandonó la UE y nosotros nos negamos a incorporarnos a los proyectos euroatlánticos y paneuropeos.

* * *

En mayo de 2025 se celebrará el 80º aniversario de la Victoria en la II Guerra Mundial. Decenas de millones de personas, incluidos los 27 millones de todas las naciones de la Unión Soviética, se tornaron víctimas de la política genocida del Tercer Reich. Tales crímenes son imprescriptibles, y no existe justificación moral para los que, en la actualidad, se empeñan en disculpar a los verdugos nazis, colaboracionistas y sus secuaces actuales, sea en Ucrania, los países bálticos, Canadá u otros países.

Hoy, tal como durante la II Guerra Mundial, la comunidad mundial vuelve a enfrentarse con los retos más serios requiriendo que los países aúnen esfuerzos, y no confronten o ansíen la dominación global. Rusia siempre estará a favor del trabajo colectivo, la verdad y el Derecho, la paz y la cooperación con miras a recuperar los ideales cimentados por los padres fundadores de la Organización de las Naciones Unidas. Esto es el objetivo del trabajo que hace el Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU establecido por iniciativa de Venezuela. Sus fines y principios siguen siendo plenamente pertinentes. Lo principal es que todos sin excepción se guíen por estos principios no de manera selectiva, eligiendo “del menú” solo varios principios, sino en su totalidad e interrelación, incluido el principio de la igualdad soberana de los Estados. Entonces, esforzándonos por establecer un justo equilibrio de los intereses legítimos nacionales de todos los países, podremos poner en la práctica la misión de la ONU proclamada en la Carta. “Servir de centro que armonice los esfuerzos.


Escrito por Serguéi Lavrov

Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia


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