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Condición indispensable para cambiar, mejorando, una realidad, es conocerla; no hacerlo causa más daño que el que se pretende curar. El diagnóstico riguroso permite formular estrategias de solución; y la ciencia es la forma más exacta del conocimiento, sin descartar otras como el arte mismo, tan poco valorado. Decía a este respecto Louis Pasteur: “La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de todo progreso”; desdeñar esta sabia enseñanza es como caminar en una noche oscura sin lámpara que nos ilumine; es tantear en la oscuridad, tropezar y caer, errar sin rumbo; así, sin su guía, la humanidad marcha a ciegas y no aprende de sus propios errores, y si renunciamos al modo científico de razonar, prevalecen el oscurantismo, el prejuicio y la magia. La noche se hace más negra.
La ciencia descubre las esencias ocultas de las cosas, cuya expresión superficial son los fenómenos, pero éstos normalmente la enmascaran y distorsionan; si la esencia fuera accesible a los sentidos, la ciencia perdería su razón de ser. Además de descubrir y sistematizar los conocimientos, aplicada a la producción se convierte en tecnología. Ciertamente, no basta interpretar al mundo: hay que transformarlo mediante la acción social, pero esta resulta estéril si no la guía el conocimiento científico. Los pueblos armados con la ciencia construyen futuros. Pensaba Bertrand Russell: “La ciencia en ningún momento está totalmente en lo cierto, pero rara vez está completamente equivocada, y tiene en general mayores posibilidades de estar en lo cierto que las teorías no científicas”. Además de su función transformadora práctica, política, médica, agrícola, etc., el saber científico es un invaluable mecanismo de liberación humana: libera la mente; hace al hombre reflexivo; le enseña a exigir pruebas fuertes de lo que se afirma, y a verificarlas. “El mundo del hombre contemporáneo se funda sobre los resultados de la ciencia: el dato reemplaza al mito, la teoría a la fantasía, la predicción a la profecía”, decía Mario Bunge.
Lamentablemente, la práctica gubernamental hoy está peleada con esta idea. El presidente López Obrador ha manifestado reiteradamente su profunda aversión a la ciencia. En junio del año pasado, en Ecatepec, declaró: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar (...) la política tiene que ver más con el sentido común, con el juicio práctico”. Al mes siguiente volvió a la carga, diciendo que “no es posible dejar el manejo de la economía a un economista”. Y pasa del dicho al hecho, desdeñando olímpicamente el parecer de respetados economistas (en la visión estrecha de la 4T, la ciencia económica es sinónimo de neoliberalismo), que han desaconsejado muchas acciones gubernamentales que a la postre han conducido al desastre económico; como ejemplo, en abril doce millones de personas perdieron su fuente de ingreso, y mientras, el Presidente afirma que... gobernar no tiene ciencia, no deja títere con cabeza, a los médicos los califica de neoliberales, de anteponer sus intereses económicos al ser humano y su salud. En fin, aduciendo que no tiene sentido, ignora tozudamente la insistente recomendación de la OMS de realizar pruebas de Covid-19.
Y lo más reciente. En el decreto “de austeridad” publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de abril, ordenó un recorte de 75 por ciento en los gastos operativos de las dependencias de la Administración Pública Federal, medida que incluye a las 27 entidades paraestatales que integran el Sistema de Centros de Investigación Conacyt. Entre ellos: el de Innovación Aplicada en Tecnologías Competitivas, el de Tecnología Avanzada, el Centro de Investigación en Matemáticas (CIMAT), el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, el de Investigación en Alimentación y Desarrollo, El Colegio de la Frontera Sur, el Instituto de Ecología, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), El Colegio de la Frontera Norte y el Instituto Mora. El recorte afectaría también al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), del IPN, donde laboran 600 científicos y se preparan en posgrado tres mil 100 estudiantes (el año pasado a los investigadores les fue retirado el seguro de gastos médicos mayores). En opinión de varios investigadores, el recorte aplicado a la ciencia sería el más drástico “en la historia” .
Esta política instrumentada en el decreto, argumentando carencia de recursos por la crisis, no es de ahora. El Presidente, en su propuesta de primer Presupuesto de Egresos de la Federación, 2019, que finalmente no quedó en sus términos originales, pues la Cámara de diputados introdujo cambios, proponía recortar 13.6 por ciento a Ciencia y Tecnología, por la “austeridad republicana”. A la UNAM le reducía seis por ciento; obviamente, ésta protestó y revirtió la medida. Aplicaba también recortes al Cinvestav y a El Colegio de México.
Siguiendo con el decreto actual; este causó preocupación y protestas de la comunidad científica y, finalmente, ayer lunes 1º de junio trascendió que luego de las negociaciones, los centros quedan exentos del recorte, si bien todavía el jueves pasado, el Presidente declaró que “los recortes a centros educativos se verán caso por caso”, y para argumentar su decreto reiteró su prejuicio: “A veces no todos los que se dedican a la ciencia, no todos los que se dedican a la cultura, a la investigación, a la academia son gentes conscientes...”. Pero como alguien dijo, no estamos hablando de eso: ¿qué tiene que ver que “algunos no sean conscientes” con recortar el gasto en ciencia y tecnología? Sencillamente no se ve la lógica.
Y como remate espetó: “Los científicos apoyaron siempre a Porfirio Díaz y al conservadurismo” (sic). Aquel era un grupo político, pero en su ofuscación el Presidente lo iguala a la comunidad científica actual. Esto no es pensamiento de izquierda, y aunque la 4T se cobija con la figura del general Emiliano Zapata, olvida que él dijo alguna vez: “La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía”. Y tenía razón; a las tiranías la ciencia les estorba porque esclarece las mentes y forma ciudadanos críticos para la democracia.
El decreto presidencial de aplicar los recortes no prosperó, pero con ese intento el gobierno de la 4T ha dejado claro que la ciencia no es una de sus prioridades; y si dio “marcha atrás” fue por la inconformidad manifiesta de las instituciones y la comunidad científica, y el riesgo de agregar un foco más de conflicto con una comunidad tan importante (recuérdese la intentona con el Fidecine). Pragmáticamente consideró que la pérdida de votos y simpatías superaría con mucho el ahorro económico obtenido; las elecciones de 2021 están cerca. Ya buscarán en otro lado. Así pues, la vida cura ilusiones y deja enseñanzas que debemos aprender.
La frontera norte de México vive, una especie de duelo y la sensación de “sentimientos contradictorios” provocados por los cambios en las políticas migratorias lesivas para el tránsito y estancia de connacionales en ese país.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.