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La historia de la filosofía está llena de grandes nombres, pero sin duda Sócrates ocupa un lugar privilegiado, pues desempeñó un papel crucial en la forma en que entendemos y practicamos actualmente la filosofía.
Casi todo lo que se sabe de Sócrates es a través de otros pensadores, como Platón, Jenofonte, Antístenes, Diógenes Laercio o Plutarco. Sabemos que nació en el 470 o 469 a.C., en Atenas; hijo de Sofronisco, un cantero, y de Fenárate, de profesión partera. Se casó con Jantipa, quien pasó al anecdotario filosófico porque constantemente interrumpía las discusiones de Sócrates exigiéndole que se ocupara de los asuntos prácticos del hogar (dinero) en lugar de perder el tiempo con discusiones etéreas.
Dicen que Sócrates se veía, siguiendo los pasos de su madre, como un partero de ideas. ¿Cómo las alumbraba? Cuestionando. Sócrates se acercaba a sus conciudadanos atenienses con preguntas sobre temas variados, que en un primer momento tocaban aspectos cotidianos de la vida, pero que eventualmente desembocaban en el cuestionamiento de las bases que sostenían dicha cotidianeidad, bases que muchas veces resultaban desconocidas para sus interlocutores. Según el testimonio de Platón, Sócrates preguntaba, por ejemplo, sobre la Belleza / lo Bello, la Justicia / lo Justo, lo Bueno, entre otros temas, y lo hacía tan insistentemente que su presencia recordaba a los tábanos, una especie de insecto persistente que constantemente se encuentra entre el ganado, picándolo y obligándolo a moverse para deshacerse de él. Sócrates, con esta forma de cuestionar, estaba creando la mayéutica, un método que, a través de preguntas, contribuye a la clarificación de cuestiones fundamentales para la vida, las cuales muchas veces se dan por sentadas y no forman parte del conocimiento consciente de las personas. Este método ayuda a que quien participa en el ejercicio pueda llegar a sus propias conclusiones.
Sócrates y sus preguntas se volvieron incómodos. Contribuir a la formación de una postura crítica sobre la vida y la sociedad en que se vive no es una actividad que desde el poder se vea con buenos ojos. Sócrates fue condenado a muerte, a beber cicuta, un veneno extraído de una planta. Las razones por las que se le condenó fueron: 1) corromper a la juventud, pues se le acusó de influir negativamente en los jóvenes atenienses al cuestionar las normas y creencias tradicionales, llevándolos a dudar de las autoridades y valores establecidos; y 2) no reconocer a los dioses de la ciudad y proponer deidades nuevas, ya que supuestamente introducía nuevas divinidades y no rendía culto a los dioses atenienses, lo que era considerado una amenaza a la religión y cohesión de Atenas. Platón tiene dos textos sobre este proceso: en uno de ellos relata el juicio, las acusaciones y la defensa que Sócrates hace de su actividad, y en el otro habla sobre el momento en que Sócrates, rodeado de sus alumnos, toma la cicuta. Se dice que Sócrates pudo haber aprovechado algunos medios de escape que le ofrecían ciertos alumnos relativamente pudientes, pero que, siendo congruente con su principio de respeto a Atenas y a sus leyes, obedeció la sentencia, aunque injusta, que se le había dictado.
La actividad socrática fue muy incómoda en su tiempo, pero de ella surgieron las escuelas filosóficas helenísticas más importantes: el platonismo, el cinismo, el cirenaísmo y el estoicismo son algunas de las corrientes que siguieron los pasos socráticos en la teoría y en la práctica, y a su vez, fueron fuente de otras corrientes filosóficas posteriores igualmente importantes. Sócrates es, así, uno de los referentes filosóficos más importantes y un manantial de enseñanza y reflexión para las personas que, con preguntas agudas y cuestionamientos profundos, se vuelven incómodas para ciertos intereses políticos o económicos.
Este volumen se integra con 30 artículos en los que José Antonio Ruiz aborda asuntos políticos, ideológicos, económicos y sociales.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.