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La transición entre el viejo orden unipolar y el nuevo orden multipolar abrió decenas de conflictos de tal intensidad que algunos prevén el caos. Frente a esta tensión, gobiernos y corporaciones se blindan con oro; ese metal que originó la compresión de una supernova y cuyo acceso reactiva una fiebre global de altos precios.
Crece la ansiedad por choques entre potencias. El veto de Estados Unidos (EE. UU.) sobre China para que acceda a tecnología avanzada introdujo la prohibición de Beijing contra las exportaciones de minerales críticos a semanas de que Donald Trump inicie su presidencia. En tal escenario, 70 países reacomodan su política tras las elecciones, Francia se vuelve ingobernable y la Fiscalía investiga a Dina Boluarte.
Ese complejo escenario, que dificulta vislumbrar el futuro, revela una realidad: el poder político tiene enorme apetito de oro; gobiernos, corporaciones y bolsas responden mal a la polarización; y para protegerse, se refugian en una certidumbre: el oro.
Ese metal es hoy el medio esencial para preservar valor y generar confianza internacional, describe el Reporte Global de Estabilidad Financiera del Fondo Monetario Internacional. Así lo vemos en estos días, cuando el capitalismo financiero, en su intento por responder de inmediato a tales desafíos, dio una señal: el bitcoin escaló y el dólar bajó.
Así como tras la crisis financiera de 2008 el oro tuvo ese efecto tranquilizador, hoy los inversionistas buscan ese metal por su relativa resistencia ante la inflación, recesión e inestabilidad. Paradójicamente, las guerras en curso y alta demanda de materias primas repercuten en el precio del oro.
También impacta en ese precio la fuerte demanda del metal sobre los países emergentes y economías en desarrollo (EMD′s). Por el contrario, cuando las economías desarrolladas bajan su actividad industrial, decrece la demanda –y precios– de metales como la plata y el platino.
Así, al primer trimestre de 2024 escaló al siete por ciento, un incremento que coincidía con el periodo al alza iniciado en 2020. En abril de 2024, el oro alcanzó un precio nominal histórico: dos mil 331 dólares por onza troy (31.1034768 gramos).
Y ya en octubre, el precio del metal amarillo, dúctil, brillante, maleable y el más codiciado sobre la Tierra, subió hasta situarse en los dos mil 700 dólares la onza, y superó 40.38 por ciento su nivel del mismo periodo en 2023.
Para analistas del mercado de metales, esos incrementos obedecen a la fuerte demanda consecutiva, por 17 meses, de bancos centrales, y a la mayor actividad cambiaria en China. Ese récord en compras mensuales de oro es el más largo nunca antes registrado.
Desde una visión geopolítica, ello se explica por el curso paralelo de dos conflictos armados regionales que escalaron internacionalmente, frente a un contexto de elecciones en Rusia, EE. UU. y países periféricos. La conclusión es que nada garantiza la percepción de seguridad como poseer ese bien financiero, o adquirirlo en bancos centrales, apunta el experto financiero Rick Kanda.
El año 2024 presenció el desarrollo de seis crisis políticas y sucesos críticos que impactaron en el precio del oro. Aquí se describen:
1.- Se cumplían dos años del conflicto OTAN-Rusia que ha causado inestabilidad económica no sólo regional, sino internacional. Ante las turbulencias en los mercados por las sanciones de Occidente a Moscú, los inversionistas recurrieron al metal precioso como refugio seguro.
En marzo, dos factores impactaron en el alza del metal: se confirmó la falacia de la contraofensiva ucraniana y Vladimir Putin era electo para un nuevo mandato, ese efecto se prolongó hasta abril, cuando la onza marcó máximos históricos al subir 1.5 por ciento.
2.- Tras los sucesos del siete de octubre de 2023, en Palestina –la prolongada ofensiva israelí– los inversionistas buscaron estabilidad frente a tal escenario, por lo que el precio del oro subió.
Ya este año surgió una sorpresa geopolítica: el bloqueo de los hutíes Ansaralá al tránsito de navíos occidentales por el Mar Rojo. Ese imprevisto escenario incrementó la tensión geopolítica conforme se mantuvo y, por tanto, elevó la demanda y precio del oro.
3.-La incertidumbre política en EE. UU. prevaleció todo el año y se acentuó cuando Joseph Biden declinó a su reelección y designó a Kamala Harris. Aunque históricamente ningún resultado electoral en la superpotencia militar ha modificado drásticamente los precios del oro, sí animó un ligero repunte.
Ya en octubre, la incertidumbre ante la apretada contienda en EE. UU. contribuyó a aumentar la demanda de oro. Bolsas e inversionistas esperan que Donald Trump emita sus políticas económico-financieras y despliegue su política exterior para que los mercados reaccionen.
4.- El efecto geopolítico del diferendo China-Taiwán se proyecta en el precio del metal. Progresivamente, el coloso asiático ha elevado sus reservas, lo que el mercado interpreta como previsión ante un eventual conflicto con la isla o mayor presión estadounidense ahí.
Los analistas no descartan que con la llegada de Donald Trump, su política exterior suba la tensión contra China. Por tanto, la situación regional escalaría al grado de que los inversionistas podrían demandar más oro para protegerse contra tal escalada, y el precio subirá.
5.- La pasada Cumbre de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), en Kazán, evidenció que Rusia y China consideran especialmente a sus socios de economías emergentes que son tanto productores como compradores de oro.
El bloque avanzó con su plan de sustituir al dólar como divisa (desdolarización) en sus intercambios. En espera de crear una moneda común, ya utilizan monedas propias, respaldadas con oro. Al sumar a nuevos socios, los BRICS dieron un salto cualitativo, pues amplían las perspectivas geopolíticas del bloque.
En ello va implícito el binomio oro-petróleo para abandonar la moneda estadounidense, convertida en reserva desde 1944 con los acuerdos de Bretton Woods, que cimentaron la arquitectura económica mundial de la Segunda Posguerra.
6.- Los efectos negativos del cambio climático influyen en los precios del oro. Así lo confirmó la catástrofe en Valencia, por el fenómeno climático Dana, que dejó pérdidas humanas, materiales e infraestructura equivalentes al uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
A la vez, países productores de oro son potenciales víctimas de desastres ambientales; de modo que si se consuma ese riesgo, se interrumpirá el suministro del metal y su precio aumentará.
No se puede desvincular la importancia geopolítica del oro de Rusia, segundo productor mundial (difundido por el Consejo Mundial del Oro) y tercero (conforme datos del Servicio Geológico de Estados Unidos) antecedido por China (primer productor mundial), y EE. UU.
Con más de 16 mil sanciones multidimensionales (políticas, económicas, financieras y culturales), sometida hace dos años y 10 meses a un conflicto multidimensional de fachada bélica por Occidente, Rusia ha superado esas medidas que pretendían descarrilar su proyecto de nación. Una clave de ese éxito es el oro.
Expertos como Robert Huish califican ese logro como “la estrategia del oro de Vladimir Putin”. Con ese concepto intentan explicar cómo creció 3.6 por ciento la economía rusa en 2023 y por qué se prevé que en 2024 logre otro 2.6 por ciento.
Esa hazaña es sorprendente, a pesar de que Rusia elevó sus gastos militares a casi seis por ciento de su PIB y destinó recursos para garantizar los niveles mínimos de bienestar acostumbrados por su población antes de emprender la operación antifascista en Ucrania.
A la vez, Moscú destina recursos para proteger a su población fronteriza del régimen de Kiev, que la somete a múltiples daños en infraestructura y constantes incursiones armadas y sabotajes de mercenarios. Pese a esos desafíos, Rusia ha sido eficiente y hoy su economía se presenta sólida.
Analistas occidentales insisten en que el Kremlin ha evadido exitosamente las sanciones que EE. UU., Reino Unido y la Unión Europea diseñaron para aislarlo sellando su comercio con el exterior. La presión de Londres por ese bloqueo no fue casual, pues cortó todas sus importaciones de oro ruso, aunque posee una de las mayores reservas del metal (según el Consejo Mundial del Oro).
Sin embargo, el cálculo británico fracasó, pues soslayó una realidad fundamental: Rusia es el segundo mayor productor de oro con 324.7 toneladas en 2023 (contra 374 toneladas de China) y su producción podría aumentar en cuatro por ciento anual hacia 2026.
Con esa capacidad generadora del bien geopolítico más confible, Rusia logró vincular el rublo al oro en 2022. Con esa medida aisló su economía de los intercambios basados en el dólar; en resumen: de forma magistral, Rusia convirtió a su moneda en sustituto creíble del oro.
Todo indica que el coloso euroasiático también va por la recolección del oro. En junio, la Duma Estatal estudiaba una iniciativa para abolir el 20 por ciento del IVA a la importación del metal destinado a ser procesado en plantas locales, según medios rusos. Al año, Rusia procesa unas 300 toneladas; aunque puede aumentar a 600 toneladas si importa ese metal de África, Asia y América Latina.
En “el juego del oro” resultan fundamentales las reservas. EE. UU. es el país con mayores reservas del mundo (unas ocho mil 133 toneladas) y aunque no ha comprado desde 2006, ahora pretende incrementarlas. Le siguen: Alemania (tres mil 352), Italia (dos mil 452), Francia (dos mil 437), Rusia (dos mil 336) y China (dos mil 264). México apenas tiene unas 120 toneladas, muy por debajo de Brasil (con 130), aunque arriba de Qatar (106) y Argentina (61.74).
Otro país con grandes reservas de oro es China; ya es el principal productor mundial del valioso metal y el segundo mayor comprador; y así estabiliza al yuan. Con visión estratégica, Beijing lo destina a la fabricación de tecnologías que serán importantes en el futuro, sobre todo en la exploración espacial, describe Omar Kardoudi.
El 29 de noviembre, Beijing anunció el hallazgo del mayor yacimiento de oro del planeta, que podría contener hasta mil toneladas de oro de alta calidad (unos 83 mil millones de dólares). Con ese descubrimiento, el país sería el actor principal en el mercado del oro.
Otro caso digno de atención es Venezuela, cuya reserva aurífera es de 161 toneladas, la mayor de toda América Latina. En medio de sus fuertes desafíos económicos, esto le ha permitido sortear el enorme peso de las sanciones a su sector petrolero y una relativa estabilidad.
En ese conteo no se incluyen las 31 toneladas de oro –estimadas en mil millones de dólares– depositadas por Venezuela en el Banco de Inglaterra como una estrategia convencional de muchos gobiernos; caudal que, desde 2018, en complicidad con el gobierno británico, este banco retiene ilegalmente, alegando que no reconoce al gobierno del presidente Nicolás Maduro y sí en cambio, al títere de Washington, Juan Guaidó.
Aunque el gobierno necesitaba ese recurso en la pandemia, por el duro efecto de las medidas coercitivas, EE. UU. y Reino Unido se negaron a devolverlo al pueblo venezolano. Para obtener la asistencia técnica requerida por su sector energético para producir petróleo, Caracas pactó con Irán el envío de lingotes de oro a cambio.
Sin embargo, desde 2020, el gobierno bolivariano diseñó una atinada estrategia para estimular su reserva de oro y superó a Brasil, México y Chile como una aguda medida para priorizar el fortalecimiento financiero del país, estima el análisis de Trading Economics. Esa visión tiene connotaciones de alta geopolítica que México debía imitar.
Brasil es otro país del continente con la mira puesta en el oro; tanto en la presidencia de Jair Bolsonaro como en la de Lula da Silva, ha aumentado sus reservas: de 67.36 en 2020 a 129.65 a finales de 2022. Eso refleja una estrategia de fortalecimiento de sus reservas internacionales.
Estados muy ricos también se interesan por el oro ruso, como Emiratos Árabes Unidos (AEU), que tras las sanciones británicas sobre Moscú importó de Rusia unas 96.4 toneladas de oro (estimadas en seis mil 200 mdd), lo que superó 15 veces sus importaciones de 2021 (unas 1.3 toneladas).
Suiza es otro cliente del oro ruso, que importa de Emiratos Árabes Unidos y Uzbekistán –exrepública soviética y vecino–; eso demuestra que miles de mdd en oro ruso circulan por el mundo y se cotizan a precios altos. De ahí el éxito de “la estrategia dorada” de Putin para lograr su sobrevivencia económica y aumentar el valor del oro, no del dólar.
Y conforme crezca la demanda, el gran beneficiario será la Rusia de Vladimir Putin. Por ello, Washington y sus aliados desalientan las compras de oro ruso e instan a adquirirlo en otros países, como Australia y Canadá, también importantes productores.
En su contraofensiva, el imperialismo estadounidense promueve la moneda quebequense-canadiense de 50 dólares “Hoja de Arce de Oro” entre bancos y Gobiernos con reparos para adquirir oro eslavo. El gobierno la emite con pureza de 99.97 por ciento, como medio de ahorro e inversión de bancos centrales.
En todo caso, es difícil que Occidente logre frustrar la estrategia áurea del presidente Putin; tendrían que interrumpir el suministro y flujo de ese oro, lo que trastocaría los intereses de China, Emiratos Árabes Unidosy no pocos estados europeos.
México expoliado
Históricamente, México ha sido gran proveedor de minerales valiosos, y hoy es el noveno productor mundial de oro, con unas 71.1 toneladas en 2023, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Por la pandemia de Covid-19, su actividad minera sufrió un impasse en 2020, lo que significó menor producción, y hoy el sector anuncia su recuperación. El oro se extrae de minas en Sonora –mayor productor–, Chihuahua, Guerrero, Zacatecas, Durango, Oaxaca, Guanajuato, Sinaloa, Baja California y Estado de México (Edomex), según el Servicio Geológico Mexicano.
La perla aurífera es la mina La Herradura (Sonora), con gran producción. Es explotada por la empresa Penmont, que libra una campaña legal con los ejidatarios que exigen sus derechos sobre ese territorio.
Entre diversas fuentes, el estudio sobre concesiones a mineras extranjeras del Centro de Análisis e Investigación Fundar revela que, sólo entre 2000 y 2010, esas firmas extrajeron del país unas 380 toneladas de oro, lo que equivaldría a más del doble de lo extraído en el periodo colonial (unas 182 toneladas).
Mineros, oro y conflicto
El seis de diciembre, la minera canadiense Torex Gold Resources Inc. confirmaba la muerte de dos trabajadores y un contratista, al exponerse fatalmente a la inhalación de monóxido de carbono en la mina de oro El Limón Guajes, Guerrero. El caso revivió los cuestionamientos sobre las múltiples concesiones otorgadas a firmas extractivas foráneas.
El 17 de noviembre, el mundo se enteraba de que unos cuatro mil mineros llevaban atrapados casi un mes –desde el 18 de octubre– a casi 1.8 kilómetros bajo tierra en el pozo de oro de Stulfontein, Sudáfrica, lo que impedía ayudarlos. Esos trabajadores son zamas, mineros clandestinos que para vivir extraen algo de mineral en minas cerradas.
En su ofensiva contra la minería ilegal, el gobierno sudafricano les negó ayuda para obligarlos a entregarse. Por semanas, miles de hombres sufrieron calor extremo, respiraron polvo tóxico, no comían, bebían ni veían la luz para evitar ser arrestados al salir, tal como ocurrió con otros mil compañeros que ya salieron.
Sudáfrica, con 30 por ciento de yacimientos de oro del planeta, intenta evitar el robo del oro de unos seis mil pozos abandonados o cerrados (de 100 mil en total). Las corporaciones se benefician al comprar oro en el mercado negro, que reporta hasta 776. 44 mdd anuales, contra una centésima que reciben los mineros.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.