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Los chupasangre
En México también tenemos sanguijuelas que están ganando al por mayor gracias al confinamiento sanitario y a la educación virtual: desde que quitaron la señal analógica, la única forma en que la gente puede estar comunicada es con la televisión de paga y
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En el argot engañoso de estos días es frecuente escuchar que, en los negocios y las relaciones humanas con otras personas, la gente busca el objetivo ganar-ganar. Los ejemplos de esto son muy pocos pese a que la sociedad actual está dividida en clases y polarizada por una competencia descarnada entre los capitalistas, que actúan como si entraran a un campo de batalla con sus “arsenales” de mercancías para derrotar a los contrarios, apoderarse del mercado y sacar sustanciosas ganancias a costa de lo que sea. Desde el Siglo XVIII, Adam Smith sabía que la finalidad de los empresarios no es el afán de resolver las necesidades humanas, sino la fría ambición de hacer dinero. Por ello, en la medida que el capital global ha llegado a su límite de crecimiento, observamos que el mundo sufre constantes crisis económicas y guerras inútiles, con las que se destruye lo que después hay que reconstruir. En este periodo histórico, sin embargo, a la vista tenemos un franco retroceso en el crecimiento económico de las naciones, que el Covid-19 ha agravado y las lleva, de acuerdo con algunos analistas, a la tercera guerra mundial, en la que se usan otro tipo de armas; porque para los grandes halcones del capitalismo, según The Financial Times, la crisis sanitaria les ha ofrecido la oportunidad de incrementar las ganancias mediante la expansión de sus mercados, como ocurre en el caso de las empresas gigantes de la farmacéutica o las de la tecnología de la comunicación. Netflix y Apple, por ejemplo, han aumentado el valor de sus acciones en más del 40 por ciento y Zoom en 100 por ciento.

En México, desgraciadamente, también tenemos sanguijuelas que están ganando al por mayor gracias al confinamiento sanitario y a la educación virtual; ya que desde que quitaron la señal analógica, la única forma en que la gente puede estar comunicada es con la televisión de paga y la Internet. Con ese cambio, se dio paso a las empresas privatizadoras de la señal digital y aun cuando en el país existen leyes y organismos para regular las prácticas monopólicas, a los consumidores no les queda otra opción que comprar los productos y servicios de mala calidad que les ofrecen a precio de oro. Por ello, de poco sirven la Ley de Competencia Económica (LCE), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Procuraduría Federal del Consumidor (PFC) porque, al final, los chupasangre como Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego terminan haciendo su voluntad. El primero, pese a la pandemia, sigue liderando el ranking nacional de multimillonarios y el otro, el favorito del Presidente, ha aumentado su fortuna en más de 5.4 por ciento. Ambos sortean la crisis económica derivada de la pandemia sobre los hombros de las clases populares. Por ejemplo, la contratación del servicio de Internet, que resulta indispensable en estos tiempos de pandemia, cuesta mil 500 y 400 pesos mensuales de un servicio con una velocidad de 10 megas, la mínima requerida para la ejecución de las actividades laborales de mucha gente. Sin embargo, el servicio que ofrece la compañía de Slim, solo en la primera semana funciona a esta velocidad y después se vuelve tan lento que el usuario se ve obligado a ponerle otra recarga si quiere seguir conectado. Si a esto agregamos que muchas de las clases virtuales son a través de la televisión de paga, la cuenta se incrementa con otros 300 pesos. Pero esto no es todo, porque para cumplir con el trabajo en casa y con las clases escolares, las familias requieren, por lo menos, dos televisores, dos computadoras portátiles, tres celulares y los gastos se incrementan mucho más; porque nadie puede evadirlos so pena de perder su trabajo o la escuela de sus hijos. Y si los consumidores suspenden los pagos, estos bienes y servicios pertenecientes a los “piadosos” magnates de los “abonos chiquititos”, cuentan con sus departamentos legales para acosarlos con amenazas y doblegarlos a pagar sus adeudos. Por ello, la pandemia les ha caído “como anillo al dedo”. Y mientras esto sucede, las autoridades guardan un silencio sepulcral dejando el campo libre a los chupasangre para que terminen de exprimir al de por sí explotado pueblo mexicano.

Por ello, informado lector, no se confunda con este tipo de relaciones, porque al pueblo siempre le ha tocado las de perder; y para que gane, es necesario que se eduque y forme una gran fuerza, no solo para que la sociedad sea más solidaria, sino también para que el comercio sea más justo.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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