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JULIO CORTÁZAR
Considerado como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de Rayuela, valorada como su novela más importante.
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JULIO CORTÁZAR. Nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, Bélgica, debido a que su padre era funcionario de la embajada argentina en Bélgica. A finales de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron regresar a Buenos Aires. En 1932 se graduó como maestro de la Escuela Nº 10 de Banfield; tres años después se tituló como profesor en Letras de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta. Ejerció como docente en varias ciudades argentinas y escribió sus primeros cuentos, dos novelas y una obra dramatúrgica en revistas nacionales. En 1951 recibió una beca para trabajar como traductor en París, lugar donde fijó su residencia definitiva por su inconformidad con el gobierno de Juan Domingo Perón.

Es considerado como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de Rayuela, valorada como su novela más importante, porque rompe los moldes clásicos de la linealidad temporal. Su actividad política se reactivó con el triunfo de la Revolución Cubana, se sumó a los movimientos de izquierda donando los recursos de sus derechos de autor a liberar presos políticos en diversos países de América Latina y narrando, en artículos y libros, el triunfo de las clases marginadas sobre las dictaduras de Somoza y Pinochet. Los libros Dossier Chile: el libro negro; Nicaragua, tan violentamente dulce; el cuento Apocalipsis en Solentiname y el poema Noticia para viajeros son ejemplo de su compromiso literario. Como poeta publicó tres libros: Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) y Salvo el crepúsculo (1984).

En 1983, al terminar el gobierno peronista, Cortázar hizo un último viaje a su patria, donde fue recibido cálidamente por sus admiradores, aunque las autoridades nacionales se negaron a recibirlo. Al poco tiempo, regresa a París donde, se le otorga la nacionalidad francesa. Falleció el 12 de febrero de 1984 debido a una leucemia.

 

NOTICIA PARA VIAJEROS

Si todo es corazón y rienda suelta

y en las caras hay luz de mediodía,

si en una selva de armas juegan niños

y cada calle la ganó la vida,

no estás en Asunción ni en Buenos Aires,

no te has equivocado de aeropuerto,

no se llama Santiago el fin de etapa,

su nombre es otro que Montevideo.

Viento de libertad fue tu piloto

y brújula de pueblo te dio el norte,

cuántas manos tendidas esperándote,

cuántas mujeres, cuántos niños y hombres

al fin alzando juntos el futuro,

al fin transfigurados en sí mismos,

mientras la larga noche de la infamia

se pierde en el desprecio del olvido.

La viste desde el aire, ésta es Managua

de pie entre ruinas, bella en sus baldíos,

pobre como las armas combatientes,

rica como la sangre de sus hijos.

 

Ya ves, viajero, está su puerta abierta,

todo el país es una inmensa casa.

No, no te equivocaste de aeropuerto:

entra nomás, estás en Nicaragua.

 

GANANCIAS Y PÉRDIDAS

Vuelvo a mentir con gracia,

me inclino respetuoso ante el espejo

que refleja mi cuello y mi corbata.

Creo que soy ese señor que sale

todos los días a las nueve.

Los dioses están muertos uno a uno en largas filas

de papel y cartón.

No extraño nada, ni siquiera a ti

te extraño. Siento un hueco, pero es fácil

un tambor: piel a los dos lados.

A veces vuelves en la tarde, cuando leo

cosas que tranquilizan: boletines,

el dólar y la libra, los debates

de Naciones Unidas. Me parece

que tu mano me peina. ¡No te extraño!

Solo cosas menudas de repente me faltan

y quisiera buscarlas: el contento,

y la sonrisa, ese animalito furtivo

que ya no vive entre mis labios.

 

BOLERO

Qué vanidad imaginar

que puedo darte todo, el amor y la dicha,

itinerarios, música, juguetes.

Es cierto que es así:

todo lo mío te lo doy, es cierto,

pero todo lo mío no te basta

como a mí no me basta que me des

todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca

la pareja perfecta, la tarjeta postal,

si no somos capaces de aceptar

que solo en la aritmética

el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito

que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,

quiero decir que para verme tenía que mirarte.

 

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor

los engranajes del reflujo

los cuerpos que abandonan las almohadas

las sábanas, los besos.

 

Y de pie ante el espejo interrogándose

cada uno a sí mismo

ya no mirándose entre ellos

ya no desnudos para el otro

ya no te amo,

mi amor.

 

ENCARGO

No me des tregua, no me perdones nunca.

Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.

¡No me dejes dormir, no me des paz!

Entonces ganaré mi reino,

naceré lentamente.

No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;

tállame como un sílex, desespérame.

Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.

Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.

Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.

No me importa ignorarte en pleno día,

saber que juegas cara al sol y al hombre.

Compártelo.

Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,

lo que nadie te pide: las espinas

hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,

oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.

 

UNA CARTA DE AMOR

Todo lo que de vos quisiera

es tan poco en el fondo

porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,

esas cosas de nada, cotidianas,

espiga y cabellera y dos terrones,

el olor de tu cuerpo,

lo que decís de cualquier cosa,

conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco,

yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,

que me ames con violenta prescindencia

del mañana, que el grito

de tu entrega se estrelle

en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos

sea otro signo de la libertad.

 

MANUAL PARA SALVAR EL ODIO

Cuando ella o él te dejen, no perdones,

niégate a comprenderlo.

Cultiva bien tu odio, nunca seas

generoso en palabras o en olvido.

Cuando ella o él te dejen, nunca digas

adiós, o qué vamos a hacerle.

Maldice cada letra de su nombre.

Y júrale odio eterno mirándole a los ojos.

Cuando ella o él te dejen, nunca creas

ni justificaciones ni promesas

y busca las palabras más hirientes

el insulto más infame que conozcas.

Cuando ella o él te dejen, nunca juegues

a ser Rick perdido en Casablanca.

Provoca llanto, dolor, remordimientos

y que el adiós te corte igual que una cuchilla.

Porque cuando ella o él te dejan, habrá alguien

tarde o temprano esperando en otra esquina

y volverán a gozar en otros brazos

y dirán “te amo”. Y “ven, dámelo todo”.

Y olvidarán. ¿Para qué, entonces,

mentir? Que ella o él se lleven

–aunque dure bien poco– nuestro odio

igual que una bandera. Para siempre.


Escrito por Redacción


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