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Inflación, tiro de gracia a la población empobrecida
Los mexicanos estamos pagando las consecuencias de un mal gobierno, uno que despilfarra millones de pesos en una consulta de "revocación" que no expresa la voluntad mayoritaria y sigue en campaña en lugar de ponerse a gobernar.
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El Presidente desdeña las cifras de los organismos oficiales a los que representa, entre ellos el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la Secretaría de Educación Pública (SEP). Pero lo mismo sucede con “la gente de a pie”, que también desconfía de las cifras que el gobierno proporciona; es decir el pueblo, al igual que el Presidente, tiene “otros datos”, sobre todo en lo relacionado con los problemas sociales y económicos, en los que no sale bien librado porque los padece a diario, porque sabe que están agravándose y porque su medición contrasta con la de las fuentes oficiales. Por ello, el Presidente recurre a contar cuentos, chistes y a cualquier disparate para distraer a la gente de la realidad que hoy prevalece en México.

Por ejemplo, la forma como el Inegi mide el empleo es incorrecta, ya que considera empleadas a las personas que trabajan unas horas a la semana, lo que queda al descubierto con sus mismas cifras, pues ubica en la informalidad a subocupados y desempleados que suman más de 35 millones de personas, que representan más del 60 por ciento de la población económicamente activa (PEA). La misma precariedad hay en los ingresos, ya que 35 millones de mexicanos perciben entre menos de uno y dos salarios mínimos. Otro dato importante es la pobreza: el Inegi reporta que ésta aumentó más de cuatro millones durante la pandemia; pero antes de la contingencia sanitaria, investigadores serios revelaron que la pobreza afectaba a más del 80 por ciento de la población. Si a estos datos agregamos los empleos perdidos y la quiebra de negocios, el escenario resulta devastador. La pauperización en que viven las familias mexicanas profundiza la violencia en los hogares, en las calles y la migración laboral.

Por ello, los excesos del Presidente, allegados y parentela son como un balde de agua fría para quienes confiaron en ellos. Para la mayoría de los mexicanos a quienes hoy el hambre está apretando el estómago, el circo de la llamada “Cuarta Transformación” (4T) está perdiendo el efecto embaucador que llegó a tener en 2018, porque observan que mientras los funcionarios públicos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se despachan con la cuchara grande del presupuesto; en sus hogares, la inflación actúa como una enfermedad silenciosa que contagia su endeble economía y llega a niveles intolerables. Las personas que todavía no logran reponerse del duelo de la pandemia y que sufren otros males como el desempleo, los bajos ingresos y la violencia, tienen que lidiar con precios excesivamente altos en prácticamente todos los productos.

Si bien las autoridades pueden argumentar que la inflación se mantiene todavía en un dígito, para la gente que no dispone del dinero para comprar los productos de la canasta básica –en los que prácticamente se va todo su ingreso junto el pago de servicios indispensables como el transporte, la luz y el agua– ese dato no sirve de mucho consuelo porque, con espanto, observa cómo no puede acceder siquiera a los alimentos más nutritivos como leguminosas, verduras y huevo, ya que estos productos registran aumentos de más del 14 por ciento. Por ejemplo, el precio de las tortillas se ha elevado 20 por ciento; el limón y aguacate en más del 100 por ciento; el huevo, 40 por ciento y el pollo más del 150 por ciento. ¡Qué difícil para las familias mexicanas acceder a una alimentación suficiente y balanceada a la que tienen derecho! Y si así estamos en marzo, cuando se pagan muchos de los impuestos, lo que ha agravado la situación, lo más lamentable de todo es que así seguiremos durante el resto del sexenio.

Los mexicanos estamos pagando las consecuencias de un mal gobierno; un gobierno garnachero que juega con la economía; que despilfarra y malgasta los recursos públicos en obras improvisadas como el aeropuerto de Santa Lucía; que tira a la basura inversiones como la realizada en el cancelado aeropuerto de Texcoco; que sigue en campaña político-electoral, en lugar de ponerse a gobernar y que, en el colmo de la desfachatez, gasta miles de millones de pesos en una consulta de revocación de mandato que no expresa la voluntad mayoritaria. Es lamentable que las elecciones se ganen con dinero; que este gobierno haga uso de nuestros recursos para comprar el voto y que ponga en riesgo la estabilidad social porque, tarde o temprano, las masas fanatizadas verán el engaño; y entonces sí, como afirmara el Presidente, todo puede irse al diablo. Al tiempo.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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