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Para nuestro país, gobernado hoy por la morenista Claudia Sheinbaum, el triunfo electoral de Kamala Harris o de Donald Trump en noviembre próximo tendrá las mismas consecuencias en los complejos problemas generados por la migración, el narcotráfico, la aplicación del Tratado México-EE. UU.-Canadá (T-MEC) y la reforma judicial, entre otros heredados por el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Sheinbaum deberá mostrar capacidad política para pasar la prueba, aunque al margen de esto y del resultado en el país vecino del norte, México permanecerá como un país sometido, sin soberanía y con las mismas deficiencias económicas, políticas y sociales.
Especialistas en asuntos internacionales coinciden en que EE. UU. puede tener su primera presidenta y que las cosas pueden “pintar” bien para México. Incluso se atreven a afirmar que el “entendimiento” entre mujeres gobernantes puede ser favorable para ambas naciones. Sin embargo, ésta es sólo una hipótesis y habrá que esperar hasta el cinco de noviembre para saber si México estará mejor con un presidente republicano o una demócrata en un país que sigue creyéndose el amo y señor del mundo.
Mientras tanto, en días pasados hubo un incidente político que, a pesar de su insignificancia, podría desencadenar cierta acometida más directa y aun brutal de EE. UU.; porque el primer mensaje que Sheinbaum envió a su embajador en el país, Ken Salazar, fue que en adelante deberá tratar con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER) y no directamente con ella en Palacio Nacional. Este desplante no contribuye a una sana relación diplomática con el próximo inquilino de La Casa Blanca.
Esta actitud, por ejemplo, resulta poco propicia para solventar el problema migratorio, cuya complejidad exige ser abordado delicadamente porque genera mucho “ruido político” y ha obligado al gobierno morenista a tomar decisiones de alto nivel, como el uso de las fuerzas armadas en las fronteras norte y sur del país. Harris ha dicho que si gana la elección ponderaría las causas de la migración; es decir, atacaría la pobreza y la violencia en México y América Latina (sic); aunque no precisó cómo lo haría ni mencionó las implicaciones futuras; lo más probable es que sólo quiera reforzar la seguridad fronteriza o, para hablar en buen español: tapar la entrada al país vecino.
Si la postura de Sheinbaum fuera “pacífica” y siguiera la misma línea de su mentor, se pondría entre la espada y la pared y tendría que adoptar una decisión similar a la que éste tomó a finales de 2022, cuando cedió a las presiones estadounidenses, desplegó 46 mil 916 militares en la frontera sur y detuvo a 345 mil migrantes. Si llegara a ganar Donald Trump, su postura sería más agresiva con los migrantes, buscando detenerlos a como dé lugar, además de la imposición de aranceles a las mercancías mexicanas.
El narcotráfico es otro asunto delicado en la agenda bilateral entre México y EE. UU.; y Harris ha advertido que impulsará una estrategia dual para atacar a los cárteles mexicanos para que minimicen su oferta de drogas y la demanda de éstas se reduzca en territorio gringo. ¿Esto es posible? ¿Los consumidores gringos van a aceptar que su Presidenta les imponga dosis menores? Esto luce improbable. Y por el lado mexicano cabe preguntar si Sheinbaum romperá los acuerdos de AMLO con los principales cárteles de “no tocarlos ni con el pétalo de una rosa”. Aquí también, los pronósticos son reservados y la situación podría empeorar en EE. UU., porque Trump ha sugerido que la alternativa es realizar operaciones militares en territorio mexicano para “eliminar a los cárteles de la faz de la Tierra”. De ser así, la soberanía territorial de México sería violentada y ultrajada una vez más.
El contenido del T-MEC también ha sido criticado por Harris, específicamente el que posibilita la salida de empleos gringos hacia México, mismo que Sheinbaum defiende porque lo considera un pilar para el crecimiento de la economía. Por sus diferencias de enfoque no sería fácil que la mandataria mexicana se ponga de acuerdo con Trump, quien ha acusado a México de aprovecharse de los trabajadores estadounidenses y ha difundido la posibilidad de abandonar el T-MEC o imponer aranceles. Esto pondría de rodillas al gobierno de Sheinbaum, como sucedió con AMLO.
En EE. UU. el dinero desempeñará un papel determinante en los últimos días de la contienda electoral; William Gates, uno los hombres más ricos del mundo, ha decidido apoyar a Kamala con una donación de 50 millones de dólares. En EE. UU., igual que en México, el pueblo es el que pagará los platos rotos, porque los gobernantes siempre pertenecen a una clase social que no es ni representa los intereses de los trabajadores. Por el momento, querido lector, es todo.
Antes de iniciar el nuevo gobierno en Estados Unidos (EE. UU.), ya estaba claro que las decisiones tomadas por Donald Trump representarían una amenaza para México.
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Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).