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AMLO: un recuento de su administración
En su libro 2018, La Salida, Decadencia y Renacimiento de México, publicado por editorial Planeta en 2017, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nos relata en palabras llanas su visión de país y de gobierno.
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En su libro 2018, La Salida, Decadencia y Renacimiento de México, publicado por editorial Planeta en 2017, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nos relata en palabras llanas su visión de país y de gobierno. En ese texto se muestran prístinamente sus planes de gobierno, sus metas y objetivos concretos en caso de ganar la presidencia. Han pasado seis años desde la publicación de aquel libro y hoy ha finalizado ya su mandato presidencial. Estamos, pues, en posibilidad de hacer un balance objetivo y completo de su administración para determinar si cumplió con las promesas de campaña que hizo al pueblo de México tal como quedaron rubricadas en el mencionado texto. 

Su libro está dividido esencialmente en dos partes. La primera, Decadencia, se compone de cinco apartados en los que, a modo de relato histórico, articula su visión del pasado mexicano para evidenciar, a su juicio, la “descomposición” de la clase política en nuestros tiempos. Para él, el problema clave es la pérdida de la dirección moral de los políticos que ha desencadenado la corrupción, el enriquecimiento a cualquier costa, la codicia y el hambre excesivo por lo material. Esto, en un país donde la inmensa mayoría se debate en la miseria y la extrema pobreza.

La segunda parte, llamada Renacimiento, AMLO delinea su programa de trabajo y enumera las promesas que habrá de cumplir en caso de llegar a la Presidencia, lo que finalmente logra al vencer a los candidatos del PRI y del PAN. Pasemos a analizar más a detalle algunos de sus planteamientos y ver si estos se han materializado. Agruparé estas formulaciones en tres apartados: corrupción, crecimiento económico y una conclusión general.

Corrupción

Quizá la principal promesa de campaña de AMLO fue el combate a la corrupción. Sin embargo, cuando habla de este término, no se refiere sólo a los “contratos voraces” o a los moches, también incluye lo que llama el proceso de privatización de empresas públicas y reducción del Estado durante el neoliberalismo. En este artículo sólo me referiré al primero.

AMLO empieza haciendo referencia profusamente a la asignación de obras y servicios por contrato y sin licitación a “amigos” o aliados del gobierno de Peña Nieto. Menciona destacadamente el caso de la empresa Higa, de Juan Armando Hinojosa, a quien se otorgó un contrato por 23 mil millones de pesos para la construcción del Hospital de Zumpango a sobreprecio.

El mayor caso de corrupción, a decir de AMLO, fue en el sector energético donde diversos contratistas han saqueado las arcas de Pemex. Aquí también afirma que no se ha construido una sola refinería desde 1979. En el caso de la reconfiguración de la refinería de Minatitlán, arguye que ésta debía realizarse en cuatro años, pero que se finalizó en diez con un sobrecosto de dos mil millones de dólares. Para él no hay razón para importar gasolina porque aún representa un negocio para el Estado.

El problema del expresidente es que para acabar con la corrupción sólo ofrecía su palabra y su moralidad y no describió ningún método concreto para acabar con este mal público. Y la realidad así lo constató. Veamos. Sobre los contratos ineficientes y voraces, basta señalar un ejemplo, la obra insigne de AMLO: la Refinería de Dos Bocas. Prometió inaugurarla a mitad de sexenio, es decir, en 2021, pero hasta 2024 aún no refina ni un litro de gasolina. Según la IAE, el organismo de energía mundial, la refinería empezará a operar en 2025. Además, el sobre costo de la obra se ha disparado más del 100 por ciento. Así, ha pasado de un presupuesto inicial de ocho a 16 mil millones de dólares. Y hablamos de la obra más importante de su sexenio a decir de él mismo, donde estuvo a cargo del proyecto una de sus más incondicionales compañeras de batalla: Rocío Nahle. Esto demuestra que el programa de AMLO fue una lista de improvisaciones, guiadas por resentimiento, impulsividad y mesianismo. Siendo un político de toda la vida, salido de las filas del PRI, no puede ser tachado de ingenuo; sabía y sabe que la tarea de gobernar no es sencilla, no es sólo perforar un pozo como si fuera a extraer agua, por eso engatusó al pueblo de México. Por otro lado, el Tren Maya, otra de sus megaobras, también ha tenido sobrecosto, en este caso de 200 por ciento. Además, un caso de corrupción muy sonado en su gobierno fue el de su propio amigo y protector, Ignacio Ovalle, director de Segalmex. En esta institución hubo un desfalco de 50 millones de pesos. AMLO se equivocó al creer que con su moralidad era suficiente para compensar años de estudio especializado y profesionalización, ambos productos de la ciencia y el conocimiento científico.

Crecimiento económico

En el rubro de crecimiento económico de su libro, AMLO prometió un crecimiento de cuatro por ciento anual, y de seis por ciento en 2024. Sin embargo, el promedio de crecimiento real en su sexenio fue de 0.8 por ciento anual; y si descontamos el crecimiento poblacional fue de cero prácticamente. En 2024, se estima un crecimiento apenas real de dos por ciento y para el próximo ya se pronostica recesión, es decir, crecimiento negativo. Este nivel de actividad económica es el más bajo desde hace más de 20 años.

Después de toda su retórica sobre el bienestar de las mayorías, llega la hora de la verdad. ¿Cómo reducir la pobreza de las mayorías? La respuesta grandilocuente de AMLO es: igual que los gobiernos del PRI y del PAN, con transferencias monetarias a los pobres, se crearán nuevos programas para los pobres y se les dará dinero de manera directa, sin intermediarios. ¿Qué de novedoso había en esta solución de AMLO? Ninguna. En ningún país del mundo, los programas sociales de transferencias monetarias directas han sacado de la pobreza a nadie. Lo que sí han logrado es crear un base clientelar, o como él mismo afirma, que sólo sirve como “mecanismo perverso de control y manipulación con fines electorales”. Ahora se puede explicar la victoria arrasadora de Morena en las últimas elecciones, aprendieron bien la lección de los antiguos dinosaurios de la política: los programas sociales no son más que un arma de control electoral.

Subjetivismo radical y redención social

Ciertamente, AMLO no planteó nunca un cambio radical dentro de la tradición marxista, sino un cambio dentro del mismo marco neoliberal. Su visión de gobierno fue, al final de día, un intento frágil de keynesianismo que no es sostenible en el mediano plazo. Los cambios que requiere el país son de carácter estructural, no débiles políticas de demanda agregada. Aparentemente buscaba una maquinaria estatal bien aceitada que opera de manera eficiente, sujeta rigurosamente a las leyes y guiada por principios morales explícitos, particularmente el de no robarás, pero en los hechos la intervención estatal se limitó a poner en marcha un plan de desarrollo económico que se redujo a ahorros por “combate” a la corrupción, los ahorros por austeridad en el gasto público y los recortes de personal burocrático, además de empoderar al Ejército al usar esa institución en propósitos que no le competen. Pero al mismo con estos míseros ahorros, que alcanzaban la cifra de 500 mil millones de pesos, imaginaba revolucionar las fuerzas productivas y acelerar la profundización de las relaciones capitalistas en el país para ahora sí crecer al seis por ciento y derramar el pan y el vino sobre el pueblo.

Al Estado le corresponde atemperar las desigualdades sociales, decía la frase hueca de AMLO, pero el mecanismo probado, cuando menos en el capitalismo, para la redistribución del ingreso es un sistema impositivo progresivo, es decir, tasar más a las capas ricas que a las pobres, pero de eso no habló AMLO, que buscaba moderar la opulencia y la miseria con la “simple moralidad y unas cuantas reformas”. Está fraseología significaba, en los hechos, el despido de trabajadores públicos, recortes a importantes programas e instituciones, pero dejando intocadas a las grandes fortunas.

AMLO nos regresó otra vez a las teorías liberales, morales y subjetivistas del Siglo XIX que ya fueron ampliamente debatidas y superadas científicamente. Lo que se requería era un diagnóstico científico y un riguroso programa para combatir de manera efectiva los males nacionales. Sin embargo, su estrechez de miras redujo su margen de acción y lo incapacitó para familiarizarse con los avances universales sobre desarrollo económico y florecimiento humano. El país entero asumió las consecuencias. 


Escrito por Arnulfo Alberto

Maestro en Economía. Candidato a doctor por la Universidad de Massachusetts Amherst, EE.UU.


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