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El mundo invisible de los virus
Estos virus tienen una gran capacidad para realizar mutaciones en su código genético, facilitando la adaptación en diferentes ambientes y hospederos.
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A finales del Siglo XIX, el bacteriólogo Luis Pasteur demostró al mundo científico que las enfermedades infecciosas de las plantas y animales se debían a la presencia de bacterias; sin embargo, otras enfermedades apuntaron a la existencia de otros tipos de agentes infecciosos, más simples que las bacterias conocidas. Estos patógenos se conocieron como “virus”, más tarde se demostró que eran los causantes de diversas enfermedades humanas, como el Sida, poliomielitis, influenza, sarampión y algunos tipos de cáncer. Según algunas hipótesis, éstos se originaron a partir de pequeños fragmentos de ácido nucleico que se liberaron de los organismos celulares; animales, vegetales y algunas bacterias, con estos diversos orígenes se podría explicar la alta especificidad que tienen para atacar a cierto tipo de organismos.

La literatura define al virus como un parásito intracelular obligado, es decir, necesita de una célula huésped para poder replicar su información genética y pueden llegar a medir entre 28 y 300 nanómetros. El biólogo André Michel Lwoff de origen ruso-polaco, introdujo en 1992 una taxonomía de los virus y utilizó las siguientes características para definirlo; poseen un solo tipo de ácido nucleico ADN (ácido desoxirribonucleico) o ARN (ácido ribonucleico); no pueden crecer ni dividirse por sí solos, para ello hacen uso de la maquinaria del huésped para multiplicarse; no tienen la facultad para realizar el ciclo de Krebs y obtener energía; utilizan los ribosomas del huésped para sintetizar sus proteínas.

La estructura general de estos pequeños microorganismos consta de paquetes moleculares llamados Capsómeros, que constituyen una cubierta conocida como Cápside; conjunto de proteínas que rodea al ácido nucleico y su función es dar estructura, protección al genoma vírico, posteriormente se encuentra la nucleocápside; lugar donde se encuentra el material genético del virus. Algunos han adoptado estructuras geométricas, en donde los capsómeros adoptan la forma de un icosaedro (figura geométrica de veinte caras); cada cara forma un triángulo equilátero, por ejemplo, los adenovirus. No obstante, también podemos encontrar las siguientes formas: helicoidal, esférica, filamentosa, entre otras.

En el mundo de estos microorganismos se han descrito tres mecanismos para el proceso de infección: fase de iniciación: hace referencia a la unión específica de la proteína viral a la superficie membranal del receptor (célula huésped); fase de contracción: la cola se contrae y el ácido nucleico se empieza a inyectar; y, por último, la fase de penetración: la información genética entra al citoplasma mediante la endocitosis o a través de los poros de la membrana nuclear. Una vez que entra a la célula huésped, el proceso de infección puede durar aproximadamente 30 minutos, en donde los primeros cinco a 10 minutos, el ADN del huésped comienza a desintegrarse e inicia la síntesis del ADN vírico; posteriormente, entre seis a 15 minutos, inicia la síntesis de las proteínas presentes en el virus; a los 20 minutos, los fagos ya están maduros; por último, entre los 20 a 30 minutos, la célula se rompe y los fagos maduros son liberados.

Este proceso de infección puede desarrollar dos tipos de estrategias de reproducción: el primero se refiere al ciclo lítico, proceso que ocurre al instante después de infectar a la célula sana, una vez que el ADN bacteriano fábrica las proteínas víricas y copia su ácido nucleico promueve el ensamblaje de la proteína, para luego liberarse al medio, produciendo la muerte o lisis celular. El segundo corresponde a la fase lisogénica, que consiste en incorporar el material genético al DNA cromosómico de la célula hospedante, actuando, así como un agente de la variabilidad genética, pero estos genes víricos no se expresan, hasta que se exponen ante un estímulo que activa el ADN viral latente.

Estos virus tienen una gran capacidad para realizar mutaciones en su código genético, facilitando la adaptación en diferentes ambientes y hospederos. Lo que promueve también diversos mecanismos de transmisión viral: por vía aérea, a través de los alimentos, por las picaduras de insectos, a través del sistema respiratorio y reproductivo. Se ha descubierto que las enfermedades virales surgen en su mayoría por el contacto entre animales y humanos, término que se conoce como zoonosis. Tal es el caso de la pandemia que estamos atravesando, el Covid-19 (Coronavirus Disease y año en que surgió); una vez que se transmite al humano, el virus sufre mutaciones en su genoma para transmitirse de persona a persona, generando un problema de salud grave, ya que nuestro sistema inmunológico no está preparado para combatir el nuevo agente patógeno, es decir, no contamos con anticuerpos específicos que ataquen a la enfermedad. En los días que corren a nivel mundial ha habido 248 mil decesos y en el caso particular de México se han reportado más de cuatro mil muertes. Si bien es cierto que existe un método para el diagnóstico de esta enfermedad que requiere de aparatos sofisticados, personal calificado para laborar, no todos tiene acceso a estas pruebas, ya que son tan costosas que el pueblo mexicano difícilmente podría pagarlas.

Además, el problema se agrava porque nuestro sistema de salud pública ha sido muy deficiente en medicamentos y equipos sofisticados; ahora, si le agregamos los recortes presupuestales que ha sufrido el sector salud y no contar con instalaciones adecuadas para tratar a los pacientes infectados, el problema se agrava.

Por ahora solo nos queda seguir las recomendaciones que hacen la Organización Mundial de la Salud y la Secretaría Salud: lavarse las manos con agentes desinfectantes, no tocarse los ojos, usar cubrebocas, estornudar en el ángulo interno del codo o usar un pañuelo desechable, no entrar en contacto con personas infectadas. Sin embargo, apreciable lector, aunque parezca incongruente, no todos los virus son dañinos; pues en la actualidad estos microorganismos se han utilizado como herramienta de investigación médica para la creación de vacunas, como vehículos para introducir genes a la célula humana y curar enfermedades (terapia génica), y en el nivel biológico para controlar las plagas por insectos o patógenos bacterianos a través de la Biología Molecular. 


Escrito por Daniel Mendoza

Colaborador


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