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EE. UU. y la Unión Europea crean crisis artificiales contra Rusia
Mientras la realidad muestra a miles de migrantes padeciendo frío y siendo atacados con gas lacrimógeno por las fuerzas polacas, tras bambalinas, Washington atiza una campaña contra Moscú para distraer al mundo de su juego sucio en el este europeo.
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Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE) reactivan a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) mediante una estrategia de presión geopolítica contra Rusia, con la que primero crearon la artificial crisis migratoria entre Polonia y Bielorrusia, y luego incitan a Ucrania contra un inexistente amago proveniente del Kremlin. Entretanto, miles de migrantes padecen frío y ataques con gas lacrimógeno por las fuerzas polacas, cuyo gobierno denuncia una “guerra híbridaˮ y el gobierno de Washington atiza, tras bambalinas, la campaña de miedo y cólera contra Moscú para distraer al mundo de su juego sucio en el este europeo.

La actual crisis en esta región de Europa está diseñada para crear animosidad contra el Kremlin. Hoy, como durante la Guerra Fría (1945-1991), hay dos bandos, aunque algunos actores cambiaron posiciones. Los aliados europeos, en su afán por servir a los intereses de EE. UU., repudian las normas sociales de la UE, pero no rechazan su ayuda.

Dos son los frentes de ataque contra Moscú desde Washington y Bruselas. Uno es la llegada de miles de inmigrantes que huyen de Medio Oriente, África Subsahariana y Asia Central, víctimas de las voraces guerras de Occidente por los recursos naturales de la región.

El otro es la pretendida “invasión” rusa a Ucrania que, sin evidencias, denuncia EE. UU. En esa ecuación se debe considerar que a Joseph Robinette Biden le urge una confrontación fuera de sus fronteras para mostrarse fuerte y borrar la percepción de debilidad que la retirada de Afganistán creó en no pocos estadounidenses.

 

Cobardía moral

Contra toda norma del derecho internacional, la UE niega asilo a esas mujeres y hombres, cuyo drama se convierte en arma política contra sus adversarios políticos: Bielorrusia –incapaz de albergar esa ola masiva de inmigrantes– y Rusia, el estratégico objetivo final de agresión occidental.

Con este rechazo, los europeos olvidan que se les puede revertir, pues ni Rusia ni Bielorrusia son causantes de esa crisis humanitaria que exhibe la cobardía moral y política de Europa, al no estar a la altura de sus responsabilidades por culpar a otros, dice el analista Finian Cunningham.

Otra expresión de xenofobia consiste en que 10 Estados se han blindado con muros, vallas de hormigón y alambradas en más de mil kilómetros. Estas murallas antiinmigrantes se construyeron en España, Hungría, Bulgaria, Austria, Eslovenia, Letonia y Estonia, y otras se edifican en Grecia, Polonia y Lituania.

Esto sucede a más de 30 años del derrumbe del Muro de Berlín, cuando Occidente aplaudió la nueva era de “libertad” en el este europeo. Hoy, los muros de la UE sextuplican la longitud del muro alemán y unas cuatro mil personas intentan traspasar los 418 km de frontera entre Bielorrusia y Polonia para llegar a otros países de Europa.

A nadie preocupa la crisis humanitaria que estos hombres y mujeres viven este otoño en los improvisados campamentos, cuando todo se congela en la zona boscosa y les faltan comida, atención médica, ropa apropiada y comunicación con sus familias.

Desesperados, aunque desarmados, esos inmigrantes intentaron cruzar la frontera en 33 mil ocasiones, pero encontraron golpes y la muerte. Impedirles el paso es un acto contrario al derecho de asilo y los valores democráticos que tanto vociferan EE. UU. y la UE. Tan ominosa es esa acción xenófoba, que atrajo la condena del Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados, Filippo Grandi.

 

OTAN ad hoc

El destinatario final de esta crisis artificial es el Kremlin; de ahí que la estrategia occidental se encamine a crear con mentiras falsas percepciones de temor y cólera contra Moscú y sus aliados. Una es que Polonia plantea una invasión provocada por Bielorrusia, cuando este año solo unas ocho mil personas han cruzado su frontera; mientras que, en 2015, fueron más de dos millones, de los que Alemania recibió a un millón.

Para enviar un fuerte mensaje de fuerza al mundo, así como ganar adeptos entre republicanos, demócratas y euroescépticos, el presidente estadounidense Joseph Robinette Biden solo confía en la OTAN. Su plan para desplegar esa alianza y “controlar” la zona, ya tiene la sumisa adhesión de Polonia, Hungría y Ucrania.

 Por la colosal capacidad de la OTAN, se estima que una ofensiva suya sería capaz de pasar de lo local a lo internacional al involucrar a naciones de Asia, Asia Central, Asia-Pacífico y Medio Oriente.

Cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se desintegró, Europa absorbió a varios países del Pacto de Varsovia. Los sedujo con promesas sobre pluralidad política, inversiones, bienestar y los espoleó para adherirse a su alianza. Así se formó un cerco cada vez más apretado sobre Rusia.

 

La guerra híbrida

El objetivo de una guerra híbrida consiste en derrotar al adversario mediante campañas de erosión a la confianza ciudadana en sus instituciones; y de actos que socaven la cohesión social para convencerlos sobre la decadencia en su sistema político. Ése ha sido el objetivo de guerra híbrida durante décadas en Cuba, Bolivia, Venezuela, Palestina, Yemen, entre otros países. Pese a su denuncia ante la comunidad internacional, persiste esta variante de acoso.

La guerra híbrida es una forma nueva de conflicto que combina la fuerza militar dosificada con otras formas de ataque: manipulación mediática, presión económica, terrorismo ciberataques e incluso sabotaje y desconocimiento de elecciones.

Los perpetradores, generalmente Estados, se valen de actores no estatales (mercenarios, ONGs y grupos de presión) a los que financian subrepticiamente para multiplicar las amenazas en el espacio y variedad.

Al apropiarse del vocablo usado por varios Estados para denunciar las salvajes operaciones de rapiña del capitalismo imperial, perpetradas por EE. UU. y sus aliados, se reeditan la tensión y las mentiras de la Guerra Fría. Ante ello, la comunidad internacional reclama a la UE su falta de solidaridad con los desplazados.

 

EE. UU. tenía otra intención al deslumbrar a esos Estados: allegarse las valiosas estructuras militares de la era soviética (infraestructura física, planes de inteligencia estratégicos y secretos militares).

Los países que se postraron ante la OTAN fueron Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, Hungría, República Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Rumania, Montenegro, Macedonia, Eslovenia, Croacia y Albania.

La alianza dispone de 10 mil tanques (contra dos mil 600 del Ejército ruso); moviliza a 3.48 millones de militares (contra 771 mil de Rusia), cuenta con tres mil 800 aviones de combate (contra mil 200 rusos) y una flota de 13 portaaviones contra uno de Rusia, según la Rand Corporation.

Este poder de fuego difiere del que la OTAN tenía cuando cayó el Muro de Berlín, que entonces tenía apenas 16 miembros. En 2004, tras los atentados del 11-S, sus socios aumentaron a 26; y menos de 20 años después suma 30 miembros, incluidos Estados nucleares como EE. UU., Reino Unido y Francia.

En esta crisis, el Secretario General de la OTAN, Jens Soltenber, pretendió mostrarse diplomático y expresó que es importante mantener las consultas entre los aliados antes de actuar.

 

Crisis artificial

Acorde al guión de los estrategas de Washington y sin respetar el acuerdo de notificar a autoridades locales y regionales, la OTAN ya desplegó a 15 mil militares, tanques y vehículos blindados entre Polonia y Bielorrusia, así como helicópteros y aviones artillados, advirtió la editora del centro de análisis Europa Estratégica, Judy Dempsey.

No obstante, ni Rusia ni Bielorrusia están ansiosos por iniciar un enfrentamiento con sus vecinos europeos. Solo en reacción a los amagos de Occidente, el 12 de noviembre, ambos iniciaron maniobras de desembarco aéreo en Grodno, próximo a Polonia.

La acumulación de fuerzas armadas en ambos lados de la frontera podría llegar al fuego cruzado. “Hay riesgo de escalada por esta crisis artificial y de algo peor que una guerra híbrida”, advirtió el analista Lukasz Olejnik.

El Reino Unido también interviene en esa insensata campaña anti-Rusia, a pesar de que ya no es miembro de la UE. El primer ministro británico, Boris Johnson, envió a Polonia un comando de élite para ayudar en la “ingeniería militar” en la zona de crisis.

Este respaldo de Johnson es raro, pues en octubre declaró que denunciaría a la UE por “guerra comercial”. Todo quedó atrás el 17 de noviembre, cuando visitó Polonia el ministro británico de Defensa, Ben Wallace, en su paso hacia Ucrania para concluir un acuerdo de compra de armas. Dos días después EE. UU. reactivó el conflicto entre Kiev y Moscú.

La crisis migratoria que se escenifica en la frontera de Bielorrusia y Polonia muestra la hipocresía del humanismo europeo, acusó el investigador político Cyryl Ryzak. Europa acusa de “extorsión” al presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko y presionarla para obligarla a pactar con él.

El partido gobernante polaco Ley y Justicia (PIS) se muestra como la única fuerza para garantizar el orden y mantiene su implacable política antiinmigrantes. El 11 de noviembre, día de la independencia, el presidente polaco Andrzej Duda y el líder del PIS anunciaron que “la patria estaba en peligro” y había que defenderla.

 

Inmigrantes por guerras de occidente

Miles de kilómetros separan a las víctimas de los conflictos en África subsahariana, Libia, Sudán, Irak, Siria, el Cáucaso y los Balcanes de su destino final: cualquier país rico de Europa. Por décadas, el saqueo de EE. UU. y Europa ha provocado olas de migrantes.

2002. Segunda guerra y ocupación de Irak. Flujo de inmigrantes hacia Turquía, Irán, Líbano y Siria.

2011-2021. La UE, OTAN y EE. UU. se alían para derrocar y asesinar al presidente de Libia, Muammar al Khadafi; y el país cae en ingobernabilidad. Migrantes van hacia Italia y Turquía

2013-2019. Occidente crea conflicto en Siria. Surge el Estado Islámico (EI) y millones huyen a Turquía, Líbano y Europa.

1º de junio de 2021. A 30 años del fin del bloque socialista, la OTAN realiza masiva operación trasatlántica para “reforzar a Europa en caso de crisis”. Europa cierra su espacio a aviones bielorrusos.

21 de junio de 2021. OTAN y Ucrania inician maniobras Sea Breeze en el Mar Negro para aumentar su capacidad de disuasión.

20 de agosto de 2021. Miles de inmigrantes se reúnen en la frontera de Bielorrusia y Polonia. La mayoría proceden de Irak, Siria y Yemen para asentarse en la UE.

15 de noviembre de 2021. La UE aprueba la quinta ronda de sanciones contra Bielorrusia. El foco son las aerolíneas y agencias de viajes (Aeroflot y Turkish) acusadas de trasladar a migrantes desde Medio Oriente a Bielorrusia.

16 de septiembre de 2021. Fuerzas polacas rocían gas lacrimógeno en el rostro de migrantes que intentan cruzar su frontera.

 

A esta visión semifascista polaca se sumó la UE cuando afirmó que Minsk, al subir la tensión migratoria, pretende un pacto para que Bruselas le pague por recibir a los inmigrantes, e impida que pasen a territorio europeo, tal como hizo con Turquía. Además, pide que se levanten las sanciones contra Lukashenko por su reelección en 2020.

Con esa idea, Occidente explota la versión de que Lukashenko libra una “guerra híbrida” contra Polonia y la UE. No obstante, el analista Ryzak sostiene que la adicción europea a su represivo régimen fronterizo es lo que originó tal crisis migratoria. Al dar la espalda a miles de refugiados, Varsovia y Bruselas pretenden eludir su responsabilidad en los conflictos ocasionados por su ambición.

Lukashenko –irónico– desafió a sus adversarios al preguntar: ¿qué pasaría si cortamos los flujos de gas natural?, aludiendo al gasoducto Yamal-Europe que transporta el 20 por ciento del gas ruso desde Bielorrusia hacia Alemania.

En todo un año, la UE rechazó la diplomacia y optó por las sanciones, lo que trajo efectos negativos. “Debe haber adultos en la sala, incluso por parte de la UE”, explicó el director del Diálogo de Minsk, Yauheni Preiherman.

 

Rusia, el objetivo

Occidente creó en Ucrania otra crisis artificial para hostigar a Rusia. El jefe del estado mayor británico, sir Nick Carter, afirmó que el conflicto migratorio y el avance a Ucrania son la “clásica distracción” que por años ha desplegado el presidente ruso Vladimir Putin.

Carter agregó que Londres debe prepararse para una guerra abierta con Rusia; lo secundó la ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, al emplazar a Putin a intervenir en Bielorrusia. El medio italiano Gli Occhi della Guerra tituló: “Occidente avanza al este con la mira puesta en la guerra contra Rusia”. 

Rusia ha alertado contra la expansión de la OTAN hacia sus fronteras. “EE. UU. y la OTAN actúan con planes militares no en un punto lejano del Atlántico o el Caribe, sino a 20 o 30 kilómetros de nuestras fronteras”, denunció el jefe de la Delegación de Control de Armas de Rusia, Konstantin Gavrilov, ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Consciente de que estas crisis artificiales tienen a Rusia como destinatario final, el presidente ruso Vladimir Putin acusó a Europa de crear las condiciones para atraer a cientos de miles de migrantes “y ahora busca a culpables para eludir su responsabilidad”.

Putin, a través del canal Rossiya, insistió en que Moscú no es actor en la crisis; e instó a la UE a discutir la crisis con Bielorrusia. Advirtió que está dispuesto a facilitar la solución si fuese el caso, y propone que la UE financie un sistema racional de asilo y reasentamiento.

La eficaz vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, respondió, a su vez, a la británica Liz Truss: “Lo que sí fue planificado a detalle fue la invasión de 45 mil soldados británicos para ayudar a EE. UU. a ocupar, matar a sus ciudadanos y saquear las riquezas del subsuelo de Irak. Londres también es responsable del interminable flujo de refugiados por la aparición del Estado Islámico”.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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