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Ecos de Rafael Ramírez y su escuela rural en Baja California Sur
Se avecina una fuerte lucha por los intereses más inmediatos de los mentores a partir de fines del presente mes.
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Los entendidos en la política magisterial de Baja California Sur coinciden en que se avecina una fuerte lucha por los intereses más inmediatos de los mentores a partir de fines del presente mes. El lector podrá encontrar en el reportaje Maestros de BCS luchan por mejoras salariales, de Rocío Casas, publicado por la revista buzos, edición 1145, del cinco de agosto del presente, abundante información sistematizada acerca de este proceso social. Pero, más allá de los intereses inmediatos de los maestros sudcalifornianos están sus intereses históricos y su inevitable vinculación con la opresión que sufren todos los trabajadores mexicanos, incluidos los propios maestros.

Al respecto, urge que el magisterio sudcaliforniano tenga presente la labor y la actualidad de la labor y pensamiento del maestro fundador de la escuela rural mexicana Rafael Ramírez Castañeda.

Puede afirmarse que por el grado de ignorancia e incultura, de insalubridad, falta de higiene y de salud, por la falta de servicios, de sana recreación, por la decadencia espiritual de enormes masas de nuestro pueblo, por la injusticia social, etcétera, miles de colonias populares de las ciudades contemporáneas de la patria se hallan en un grado de desarrollo similar o peor al de las zonas rurales de los años 1910 a 1940, pobreza contra la que combatió Rafael Ramírez y, por tanto, que sus ideas específicas son totalmente aplicables a nuestra época, no se diga los ideales superiores que motivaron las medidas concretas que el educador artífice de la escuela rural propuso para México.

Aunque formalmente estén dentro de una ciudad, muchos asentamientos sufren casi los mismos males de atraso y aislamiento que las viejas zonas rurales. Por ello, el sistema capitalista ha ruralizado las colonias populares dentro de la ciudad, sólo que con proletarios, ya no con campesinos. En verdad que el capitalismo es un virtuoso al concentrar en el poco espacio de las ciudades la pobreza del campo: así la tiene a la mano a su disposición en el momento que requiera pobres. En el capitalismo, la pobreza, con toda su cauda de ignominia, sólo se reubicó y multiplicó a niveles mayores y ello hace que la única vía posible y real para salir de tal atraso esté en manos del propio pueblo, de la propia comunidad que lo sufre.

La auténtica institución educadora de la comunidad –decía Rafael Ramírez– la natural, la legítima, la que realmente levanta y dignifica al conjunto del poblado (la colonia, el barrio, diríamos hoy), la que en verdad eleva y ennoblece a los moradores del lugar tomados por entero, es la comunidad misma” (Rafael Ramírez, por Ángel J. Hermida Ruiz, pág. 20, 1979).

De allí la necesidad de que la comunidad adquiera la conciencia de organizarse y permanecer así, organizada, mientras lucha y estudia. En otras palabras, los maestros sudcalifornianos necesitan voltear hacia sus comunidades, no sólo como organización de padres de familia, que puede ser un buen paso adelante, por supuesto, sino a “los moradores del lugar tomados por entero” y jugar su papel de mentores de todo el pueblo para que éste pueda, a su vez, jugar su papel histórico de institución educadora, revolucionaria.

Sólo con este tipo de participación ciudadana podrán los maestros poner fin a su opresión y a la vil manipulación de la que son objeto constante; y es la comprensión de esta concepción y tarea la que el Estado se ha encargado de hacer olvidar al magisterio, presentándola incluso como de imposible realización y, por lo mismo, risible y repudiable. Al respecto, la actitud consecuente del héroe de la educación en México le llevó a condenar el cambio de rumbo que condujo gradualmente a la educación mexicana a abandonar esta esencia revolucionaria de incorporar al pueblo a las transformaciones educativas de sus hijos.

En la carta que dirigió a la Conferencia Pedagógica convocada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el 1º de diciembre de 1945, Rafael Ramírez asestó un mazazo, que aún resuena, a la traición que hoy todavía pesa sobre los maestros de México: “Fui generosamente invitado para participar en el desarrollo de esta Conferencia Pedagógica y, al aceptar, he procurado día tras día colaborar fervorosamente por su feliz éxito. Estaba muy lejos de pensar que no hubiese sido convocada con el sincero propósito de estudiar nuestros problemas educativos. Ahora que me he dado cuenta de que nuestro Sindicato no se libra todavía de la insana tendencia de subordinar los más altos valores a los mezquinos intereses, lamento con dolor haber participado en una conferencia que tuvo de Pedagógica sólo el nombre” (Op. cit. P. 49).

A los mezquinos intereses se refiere 10 años después, en 1955, al lanzar la acusación al entonces secretario general del SNTE, Sánchez Vite, quien “no sólo sabe lo que está pasando, sino también sabe que tiene una gran responsabilidad en esta crisis de la educación, pues se ha abstenido de evitar el derrumbamiento no recomendando a los maestros que metieran fuertemente el hombro para apuntalarla. No lo hizo cuando hacía alarde de virilidad y de independencia; no lo hará ahora que ha amarrado una diputación. Lo que hará será declararse defensor del régimen” (Op. cit. P. 32).

Amarres de diputaciones, regidurías y carteras sindicales y gubernamentales, “huesos”, le llamó el pueblo. De eso bien saben los maestros de Baja California Sur, nadie les va a contar. El reportaje de Rocío Casas es preciso: “El anterior secretario general del SNTE, según los maestros inconformes, obtuvo una candidatura para diputada local por mayoría, tres plurinominales, tres suplencias de diputaciones locales y cuatro regidurías en Los Cabos, La Paz y Comondú”.

Pero eso no es exclusivo de Baja California Sur. Es la misma insana tendencia nacional que denunció Rafael Ramírez desde 1945. Y sus resultados siguen siendo los mismos, ahora agravados por el traslado de la pobreza rural a las ciudades, por el afán desmedido de riqueza del capital, por la malversación de presupuestos, por los destructivos recortes federales de Morena a los mismos. Y el remedio sigue también siendo el mismo por el que dedicó su vida Rafael Ramírez: la incorporación de la comunidad al proceso educativo.

El capitalismo en desarrollo en el México de los años 40 debía renunciar a sus propios postulados revolucionarios; por ello, en la reforma educativa de 1946, el presidente Ávila Camacho hizo ley la aspiración burguesa de dejar al pueblo, a la comunidad, a un lado, temerosa de su participación, para empezar el proceso que hoy continúa: una educación mínima para el pueblo, la suficiente para ser debidamente explotado y una educación superior para quienes garantizarán el crecimiento sin contratiempos de la ganancia capitalista; y entre ambos extremos, la educación proporcionada con gotero para los estratos intermedios.

Desilusionado de ese proceso ya iniciado, Rafael Ramírez se opuso desde Coyoacán en 1947 a ser parte de la traición al negarse a continuar colaborando en los cursos de verano de la Universidad (Op. Cit. P. 47).

Son casi ocho décadas ya de huesos y más huesos, de cambios y recambios de dirigencias, de la inútil estrategia de “hacer ganar al bueno”, al que “ahora sí defenderá al Sindicato”, etc, etc. Ya va siendo tiempo de que los maestros de México, incluidos los sudcalifornianos, vean más allá de su salario y prestaciones y retomen el espíritu de Rafael Ramírez Castañeda, que le hagan caso a su historia y, si no la conocen, que la busquen: el que busca encuentra. Y no hay duda que deberán reencontrarse con la comunidad, toda, tomada por entero y que tal completitud requiere una estructuración organizativa independiente, viva y en lucha. Sólo con esa comunidad resolverán los maestros definitivamente la opresión que cada año les aprieta más. En la página 32 de la obra citada, Rafael Ramírez remata así su denuncia al SNTE de aquel tiempo: “¿Qué piensa usted de esto, mi querido profesor?”. 


Escrito por Luis Miguel López Alanís

Periodista y escritor. Autor del libro “Ecos de los organizadores”.


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