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Según la Universidad Johns Hopkins, van ya 61 mil 450 muertes por Covid-19, con una mortalidad de 48 fallecidos por cada 100 mil habitantes. En marcado contraste, en China, con cuatro mil 711 defunciones y mortalidad de 0.3, controlada pronto la emergencia, sus escuelas iniciaron desde junio el retorno a clases presenciales. Aquí, en plena pandemia, se simula, proclamando, en aparatoso como caro despliegue publicitario, el “exitoso” arranque del nuevo ciclo. Cuando el semáforo esté en verde, nos dicen, reanudaremos clases presenciales. He ahí el contraste entre gobernar para el pueblo o ignorarlo.
En educación nos frena el rezago en infraestructura: hacinamiento, escuelas sin agua, carentes de electricidad, talleres, laboratorios, mobiliario, etc. Cuatro de cada diez alumnos no tienen Internet para fines educativos (Endutih, Inegi 2019). Impera la desigualdad. “De acuerdo con EY-Parthenon, el 94 por ciento de los estudiantes de universidades privadas tienen conexión a Internet de banda ancha, mientras que en las universidades públicas solo el 72 por ciento...” (Factor Capital Humano). También, “... para al menos 40 por ciento de alumnos que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad de acuerdo al Coneval, la suspensión de clases implica menores oportunidades de aprender en casa, mayores costos para sus familias por razones de cuidados, mayor riesgo de abandono escolar una vez superada la pandemia debido al retraso escolar e, incluso, significa una alimentación deficiente en ausencia de desayunos y demás alimentos escolares. La educación en línea para estos estudiantes no es una opción” (Nexos, 1º de abril).
En lugar de usar los recursos para consolidar las instituciones existentes, el gobierno improvisó sus desangeladas universidades Benito Juárez. El magro incremento al presupuesto educativo apenas si compensa la inflación. Pretendió reducir recursos a la UNAM y los centros Conacyt. Desapareció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). La CFE subió el precio de la electricidad. Se quitaron recursos a los municipios, incapacitándolos para atender las escuelas.
Ahora, sin mayor averiguación, la SEP dio por concluido el ciclo escolar y promovió a todos los alumnos, y este lunes reanudó por televisión en el nivel básico, con el programa (“Aprende en Casa II”), improvisando grabación de contenidos. Especialistas en pedagogía advierten, sin embargo, de la ineficiencia del esquema operado por las televisoras, con exclusión de los profesores. Por ejemplo, se igualan la forma y la velocidad de aprendizaje, ignorando los casos con necesidades especiales o discapacidades (624 mil en total), o con rezago educativo.
En los hogares de los trabajadores, los padres no están en casa y los niños quedan al cuidado de personas sin el conocimiento necesario para ayudarles. Casi uno de cada cinco hogares son monoparentales. Faltará además la interacción maestro-alumno, indispensable para aclarar dudas y complementar. Muchas familias tienen un solo televisor para dos o tres hijos en diferente grado. ¿Qué pasará con los que no puedan conectarse? Además, “10 por ciento de los hogares a nivel nacional no tienen televisión (2.5 millones de alumnos), y 50 por ciento [...] no tienen computadora con conexión a Internet (12.5 millones de estudiantes) (Eduardo Backoff, Métrica Educativa). Cuatro de cada cinco alumnos tienen problemas para conectarse y seguir las clases (Unicef). De estudiantes indígenas y de zonas rurales, 15 por ciento de los hogares no tienen televisión. “... estas condiciones de aislamiento harán más pobres los aprendizajes y agrandarán sus brechas, ya de por sí lastimosas. El INEE demostró que, al término del tercer grado de primaria, cerca del 70 por ciento de alumnos que asisten a escuelas indígenas (los más vulnerables) no logran adquirir las competencias básicas de aritmética, mientras que solo 13 por ciento de los alumnos que asisten a escuelas privadas (los más privilegiados) padecen del mismo problema. Es decir, la brecha entre ambos grupos de estudiantes es superior a 500 por ciento” (Eduardo Backoff).
La deserción aumentará: en las escuelas privadas se estima un incremento de 173 por ciento, por desempleo de los padres de familia (Asociación Nacional de Escuelas Particulares). A nivel general, “La primera baja masiva ya se dio en el primer semestre del 2020, la Secretaría de Educación Pública (SEP) reportó que durante el ciclo escolar recién concluido cerca de 305 mil estudiantes universitarios desertaron de sus carreras, una disminución de ocho por ciento de la matrícula” (Factor Capital Humano). Y 640 mil estudiantes en México abandonarán sus estudios universitarios y de posgrado (PNUD).
Aunque es imposible cuantificar por anticipado y exactamente su alcance y magnitud, el deterioro educativo acarreará consecuencias lógicamente previsibles. Se ampliará la brecha educativa a favor de los países con mejor dotación de infraestructura y servicios, como ya se ve: 65 por ciento de los estudiantes de países desarrollados pudo tomar clases en línea, contra 18 por ciento en los países en desarrollo (OIT). En la economía del conocimiento, éste juega un papel fundamental en la productividad, en creación de nuevas tecnologías y preparación laboral, y ahora operará como factor de freno al crecimiento y el desarrollo, y ahondará la dependencia tecnológica, con la consecuente pérdida de competitividad. Es esperable también una caída aún mayor en el nivel de ingresos, estrechamente asociado con la educación; más pobreza y también delincuencia. Asimismo, aumentará la desigualdad educativa entre las clases sociales. En fin, igualmente grave, en contenidos educativos y formas de enseñar se deja un amplio margen a la influencia de Televisa y TV Azteca (muy ligada esta última al secretario de Educación). Para ponerse a temblar.
Evidentemente, el manejo del problema educativo no es el requerido; desatiende la problemática de fondo. Una respuesta eficaz, para todos, implica la inmediata dotación a las escuelas públicas (primordialmente de regiones marginadas), de infraestructura y equipamiento: electricidad, Internet, computadoras, mobiliario, laboratorios, acervo bibliográfico, plataformas, etc. En convenio con proveedores, el gobierno debe proporcionar a todos los estudiantes un plan gratuito de datos para actividades educativas, como han hecho otros países. La CFE debe reducir los precios de la energía para permitir en escuelas y hogares el acceso a las nuevas tecnologías.
En resumen, indolencia y austeridad perjudican la enseñanza. Urge revertir esto. Debe atenderse con esmero, sin regateos de avara austeridad (en el programa televisado, el costo por niño es de 15 pesos), que niega a la educación recursos por otra parte desperdiciados en inversiones locas. El problema exige una solución integral, que implica atender las escuelas y también las necesidades de orden socioeconómico. Pero esto no ocurrirá en la 4T. Mientras el país se cae a pedazos, el gobierno dedica tiempo, atención y recursos al escándalo mediático electoral; a ejecutar venganzas (tema obsesivo de las mañaneras). No cumple su deber, da la espalda a los problemas reales, deja un gran vacío de liderazgo institucional, y está arruinando no solo el presente sino el futuro de México.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.