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En los albores de la humanidad, ¡tal vez dentro de una cueva oscura y fría!, los primeros humanos se preparaban para cazar y recolectar comida, con la finalidad de alimentarse y sobrevivir. Seguramente, los grandes cazadores tenían que pelear cara a cara con grandes bestias, mientras que los recolectores tenían que recorrer grandes distancias hasta encontrar una fuente de alimento.
La obtención de comida debió haber sido un proceso exhaustivo y agotador, que seguramente requería de mucha destreza, pero también de gasto de energía. Las necesidades energéticas tan grandes que seguramente necesitaron los primeros humanos, provenían de una alimentación calórica rica en nutrientes, grasas y proteína que permitía la generación de músculos y la formación de un cerebro más grande y especializado a lo largo de la evolución. La acumulación, movilización y utilización de las reservas de grasa corporal representó también una ventaja durante este transcurso.
La acumulación de grasa corporal se lleva a cabo en células especializadas llamadas adipocitos. Estas células forman el tejido adiposo o graso que se encuentra presente debajo de la piel, en la región abdominal, intramuscular, etc. Diferentes estudios científicos señalan que a lo largo de la evolución la utilización de las reservas de grasa permitió la sobrevivencia de los primeros humanos en periodos de escasez de comida, y la acumulación de grasa en mujeres favorecía la reproducción y la lactancia.
Los estudios han demostrado que la acumulación de grasa dependía de múltiples factores como: la ingesta calórica y las actividades de subsistencia. A lo largo del tiempo y de la evolución, el tejido adiposo y la acumulación de grasa se ha conservado, sin embargo, en comparación con nuestros antepasados hemos sustituido la caza y la recolección por las compras en supermercados y cambiamos las largas caminatas por el uso de transportes para desplazarnos entre lugares lejanos. Esto ha traído como consecuencia un exceso en la acumulación de grasa corporal que no utiliza nuestro cuerpo. Esta sobreacumulación puede derivar en problemas de salud como el sobrepeso y la obesidad, generalmente asociadas a la aparición de enfermedades inflamatorias, la generación de diabetes y problemas cardiovasculares.
Por otro lado, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, los malos hábitos alimenticios y la poca actividad física que propician el sobrepeso y la obesidad (y en general otras enfermedades) también se encuentran asociados a cambios ambientales y sociales, la falta de políticas en la salud, la agricultura y el medio ambiente, entre otros. Diferentes investigaciones han señalado que el uso prolongado de agroquímicos genera una acumulación y persistencia de los mismos en el medio ambiente, en los animales y en los alimentos que consumimos.
Como consecuencia de esto, se ha identificado la acumulación de agroquímicos dentro del tejido adiposo, implicando un riesgo de salud pública debido a la toxicidad que presentan estos productos utilizados en la agricultura. La acumulación de estos productos trae como consecuencia el deterioro de nuestro organismo y, en combinación con muchas otras causas, puede ser un factor de riesgo para que nuestro cuerpo sea más susceptible a enfermedades tanto existentes como emergentes, tales como la Covid-19.
Los esfuerzos en materia de regulación de alimentos procesados (como el nuevo etiquetado mexicano en alimentos), la regulación o prohibición de los productos que se aplican en la agricultura (como la prohibición del glifosato en México), en combinación con otras acciones resulta particularmente importante, sin embargo, es tarea de todos generar un cambio en los paradigmas actuales que permita crear una conciencia y comprensión de lo que consumimos y la manera en que lo hacemos.
Ahora que conoces como se relaciona la grasa corporal, la evolución y nuestra vida actual ¿Qué vas a hacer para cambiar tu estilo de vida y ser un agente de cambio?
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Escrito por Luis Alfredo Herbert Doctor
COLUMNISTA