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Hace tan solo unos pocos días pudimos escuchar atentamente los discursos e intervenciones de varios líderes mundiales y de algunos representantes de la política del viejo continente durante la Conferencia de Seguridad de Múnich. La edición 2025 de este evento anual seguramente pasará a la historia como la segunda más memorable, tan solo por detrás de la conferencia de 2007, durante la cual, el presidente ruso Vladimir Putin, para asombro de todos los oyentes, marcó claramente la imposibilidad de la continuación del orden unipolar y hegemónico encabezado por Estados Unidos y sus vasallos, en desmedro del resto de los países, y lo que sería el nacimiento de un nuevo mundo multipolar más justo, en los próximos años, tal como ocurrió.
En esta ocasión, en Múnich, lo que quedará grabado en la memoria de los participantes y de los que pudimos escuchar las diferentes intervenciones, será el histórico discurso que dio el vicepresidente de Estados Unidos (EE. UU.), JD Vance, en el cual dijo unas cuantas verdades, directamente a la cara de la élite de los delegados de las corporaciones globalistas, disfrazados de políticos, cuyos rostros se iban transformando, a medida que el joven republicano ponía a Europa y a muchos de sus mandatarios en su justo lugar, destacando mucha de su hipocresía y doble discurso. Pero tampoco serían menos memorables las reacciones de aquellos que se sintieron aludidos, llegando, algunos de ellos, a una actitud semejante a la de un niño caprichoso que, ante un regaño merecido, se ofende y comienza a sollozar.
Pero comencemos por el principio. ¿Qué fue lo que dijo Vance que ofendió e hirió tanto a los socios europeos? Comenzó señalando, acertadamente, que los mayores peligros de seguridad a los que se enfrenta hoy el viejo continente no son ni Rusia ni China ni ninguna otra potencia extranjera, sino que es la propia Europa ante la caída que evidencia en su calidad democrática y en los valores que dice defender, de los cuales, sin embargo, se aleja cada vez más. En resumen, no hizo más que enumerar una serie de hechos y situaciones que vienen siendo normalizadas en Europa, e impuestas bajo coerción, a los países de la Unión que se oponen a las mismas, como son las políticas de censura a la libertad de expresión, bajo el eufemismo de defensa ante la “desinformación”, la represión a la disidencia política con la agenda única que lleva adelante Bruselas, la represión de la libertad de conciencia religiosa, incluso en el seno mismo del hogar o persecuciones judiciales por cuestionar o insultar a políticos en las redes sociales. También JD Vance criticó con dureza la actitud antidemocrática que se fomenta desde la misma Unión Europea, ejemplificándolo con la grosera anulación de las elecciones en Rumania, debido al triunfo de un candidato que no era del gusto del globalismo que dirige al viejo continente, y hasta hace poco, al propio EE. UU., tal como el mismo vicepresidente lo reconociera, resaltando que con la llegada de Donald Trump, “en Washington, había llegado un nuevo sheriff a la ciudad”. Del mismo modo destacó el descaro del excomisario europeo Thierry Breton, quien no sólo admitió el bochorno democrático en Rumania, sino que amenazó con que si en Alemania la gente votaba mal, deberían hacer lo mismo en el país germano. También se reservó un capítulo para las famosas “injerencias extranjeras”, minimizando su influencia en democracias sólidas, lo cual es cierto, dejando en evidencia el doble rasero, una vez más, con el que operan estas élites, destacando cómo EE. UU. y sus instituciones debieron soportar una década de regaños de Greta Thunberg mientras en Europa se escandalizan con las opiniones y preferencias sobre determinados candidatos por parte de Elon Musk durante unos pocos meses.
En definitiva, las palabras de Vance no hicieron más que dejar en evidencia un estado de cosas más que lamentable y hacer un llamado a que pueda renacer y prevalecer entre los líderes europeos, el sentido común. Muy por el contrario, las reacciones de los políticos europeos, congregados en la conferencia, fueron desde airadas protestas por tal atrevimiento (evidentemente no están acostumbrados a que se les contradiga), hasta escenas dignas de un melodrama barato.
El ministro de defensa alemán Boris Pistoriuscalificó de inaceptables las palabras de Vance, dándole la razón, paradójicamente, al número dos de Trump respecto a la intolerancia que impera entre los europeos para con las opiniones que no se apegan al discurso único. Por su parte, la guerrerista estonia y jefa de la diplomacia de la Unión Europea Kaja Kallas declaró que, con sus palabras, JD Vance parecía querer iniciar una pelea con los aliados de EE. UU. Evidentemente, para la rusófoba báltica, el disenso o que simplemente se les señale un posible error, no puede llevar a otro resultado que una pelea. Mientras tanto, el ya derrotado canciller alemán Olaf Scholz se escandalizaba porque “países extranjeros amigos interfieran tan intensamente en una campaña electoral”, en clara referencia a Vance, Musk y las elecciones germanas, olvidando la innumerable cantidad de líderes europeos que no ahorraron esfuerzos, de manera descarada, en favor de las candidaturas de Biden y luego de Kamala Harris, cosechando hoy algunos de sus frutos.
Para sumar más elementos hilarantes a este absurdo, no podía faltar el comediante de éxito modesto y dictador sin elecciones, Volodímir Zelensky, tal como lo calificara el presidente estadounidense. El ucraniano declaró: “debemos crear las Fuerzas Armadas de Europa para que el futuro de Europa dependa sólo de los europeos y las decisiones sobre Europa se tomen en Europa”, durante un discurso encendido, arengando a sus patrocinadores, que se hallan cada día más desorientados, al punto que un presidente con mandato vencido, cuyo país no forma parte de la UE y mucho menos de la OTAN, les da las instrucciones acerca de los pasos que deben seguir.
Y si algo faltaba para marcar como histórica a esta Conferencia de Seguridad de Múnich 2025, tanto por el discurso frontal y contundente del vicepresidente Vance, como por las respuestas carentes de reflexión y sin la más mínima autocrítica por parte de los aludidos, llegó al cierre de la misma, por parte de su presidente, el alemán Christoph Heusgen, cuando durante sus palabras finales expresó que: “Vladimir Putin huele la debilidad, sólo entiende la fuerza”, agregando: “después del discurso del vicepresidente JD Vance tenemos que temer que nuestra base de valores comunes ya no sea tan común”, no consiguiendo concluir su discurso entre lágrimas y sollozos. Parece ser algo casi imposible de superar para estos líderes europeos que alguien se atreva a contradecirlos y señalarles sus errores y los llena de congoja y tristeza la perspectiva de un entendimiento entre Washington y Moscú que conduzca al fin de un derramamiento de sangre innecesario, en una guerra contra Rusia que ellos mismos ayudaron a comenzar.
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Escrito por Christian Lamesa
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro La paternidad del mal. Los cómplices de Hitler.