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Antivacunas ponen en jaque a Canadá
El atraso ideológico-científico de la extrema derecha global y su afán por mantener su dominio económico alientan a el fenómeno de los antivacunas. ¿Qué efectos tendrá eso en el futuro? Están por verse en México y el mundo.
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Paradigma de bienestar, con el mayor ingreso per cápita mundial, buen gobierno y ciudadanos respetuosos de la ley, Canadá parecía una isla de paz y cordura. Pero bastó una orden de vacunación contra el Covid-19 para que los choferes de camiones de carga protestaran, propiciaran el surgimiento el negacionismo radical que puso contra las cuerdas al primer ministro Justin Trudeau y trastocó el ambiente de paz que prevalecía. El atraso ideológico-científico de la extrema derecha global y su afán por mantener su dominio económico alientan a este fenómeno. ¿Qué efectos tendrá eso en el futuro? Están por verse en México y el mundo.

Canadá está paralizado. Tal escenario, impensable al inicio de este año lo ocasionó un movimiento de organizaciones heterogéneas (antigubernamentales, antivacunas y otras fuerzas radicales), que lograron una perfecta coordinación y bloquearon al gobierno y la economía. Reunidas en el llamado Convoy de la Libertad, estas fuerzas borraron de tajo la atractiva imagen del país, pues captan simpatías y millones de dólares.

 

 

¿Qué hace falta para que algo explote desde dentro? Alguien que lo haga explotar. Eso sucede en Canadá desde hace tres semanas. El mundo atestigua la fuerza de transportistas comerciales que rechazan un requisito: tener el esquema completo de vacunación antes de ingresar al país. De lo contrario se someterán a pruebas y a cuarentena.

El boicot es multidimensional. En la Casa de los Comunes, Trudeau declaró que los manifestantes bloquean la economía y dañan las cadenas de suministros. Está en juego el 75 por ciento de las exportaciones canadienses que van diariamente a Estados Unidos (EE. UU.) por el puente Ambassador en unos ocho mil camiones. Es un intercambio de 325 millones de dólares (mdd) diarios, el cruce de unas 40 mil personas y afectaciones a negocios.

 

¿Por qué?

En unos días, la rabieta contra el decreto del gobierno se transformó en la ira que gestó a la Caravana de la Libertad. Este movimiento y sus acciones de desobediencia civil hicieron lo impensable: levantar el cerco más grande en la historia del país y poner en apuros a Justin Trudeau, porque exigen su renuncia.

Miles de detractores integran esta caravana y sus bulliciosos campamentos trastocaron ya la vida de la capital, Ottawa. Los habitantes critican a la policía por permitir el bloqueo del centro de la capital y el cierre de comercios; en reacción, las autoridades prohibieron llevar combustible a los vehículos que bloquean (más de 400) y suministros a los manifestantes.

El alcalde Jim Watson, quien declaró estado de emergencia alegando que las protestas estaban fuera de control, exigió que Trudeau designe a un mediador que dialogue con los inconformes y desactive el movimiento. Pero no hay indicios de que el premier accederá; incluso llamó a la Real Policía Montada para evitar nuevos bloqueos.

En Winnipeg, los cercos a oficinas administrativas y zonas comerciales son integrales; y en Toronto, la mayor ciudad del país, la caravana es apoyada por el alcalde populista, quien es hermano del premier de Ontario, Doug Ford. Su partido, el Reformista, respalda los valores conservadores.

En esta crisis inédita, los transportistas y sus aliados desoyeron al Primer Ministro, quien los exhortó a cesar el paro tras calificarlos como “pequeña minoría periférica”. Y es que estos manifestantes disfrutan la adulación que reciben de figuras provenientes del mundo: desde Donald J. Trump hasta el magnate Elon Musk.

 

 

Por eso escalaron sus actos: primero hicieron sonar las bocinas de sus camiones a toda hora, luego bloquearon avenidas y más tarde carreteras estratégicas. La prensa destaca esas acciones: Fox News entrevistó a estrellas y abogados republicanos que retrataron las protestas como un justo levantamiento contra los liberales “autoritarios”, mientras The New York Times ha acusado de todo al “trumpismo”.

En el corazón de esta crisis están 38.2 millones de habitantes. El 91 por ciento de ellos ha accedido a educación superior, el 73 por ciento tiene empleo y todos gozan de un sistema de salud eficiente y de calidad. Además, Canadá detenta el 8º puesto entre los países más seguros para vivir, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

 

El mito de la bondad

En su novela El cuento de la criada, la escritora canadiense Margaret Atwood describe una isla de cordura que acoge a los que huyen del totalitario Gilead. Y es que, por más de un siglo, se identificó a Canadá como país de plena seguridad, pero algo sucedió; y hoy parece “el país del kilómetro cero del negacionismo”, revela el periodista Ramón Lobo.

Se habla de una “ira nueva”, por lo que la politóloga Janice Stein reflexiona: “mitologizamos nuestra bondad”. En el Convoy de la Libertad hay canadienses fuera del estereotipo de personas afables y respetuosas de la ley; los impactaron la intensidad de la crisis por la pandemia y las medidas gubernamentales.

Este trasfondo alentó el populismo, de ahí que se considere que éste es un momento de ruptura. “Ésta es una catarsis para que muchos canadienses narren lo que han padecido estos 24 meses”, opina el analista Paul Summerville.

La pregunta flota: Tarde o temprano, los camiones se irán, pero ¿seguirá creciendo el movimiento? Algunos lo dudan.

 

El país posee los índices más altos de vacunación de Norteamérica: más del 83 por ciento de la población de más de cinco años ha recibido, al menos, dos dosis. En cuanto a los actores de las protestas, se estima que el 90 por ciento de conductores canadienses están vacunados y que el 81 por ciento de la población tiene esquema completo.

De ahí que, ante la crisis actual, los canadienses se pregunten: ¿es un mito que esta sociedad es moderada y respetuosa de las normas? Lo cierto es que a los habitantes de Ottawa les molesta la ocupación intimidante de su ciudad a la que diario llegan miles de personas atraídas por esa política.

En los campamentos, muchos se abrazan sin cubrebocas; una mujer con un cartel en brazos exhorta a la gente “a mostrar los dientes”. En todo caso el hartazgo es general: los antivacunas rechazan al gobierno y casi el 90 por ciento de los residentes de Ottawa quiere que se vayan a casa, según el sondeo Abacus Data.

 

Provocación y dinero

Muchos intentan explicarse el auge del movimiento antivacunas en Canadá. Para el asesor político de Trudeau, Gerald Butts, el aislamiento por la pandemia impactó a los radicales del país y de EE. UU., pues hizo a millones de personas consumidoras de la guerra ideológico-cultural en el país vecino.

El éxito de la caravana antivacunas podría extenderse a EE. UU., advierte Pablo Scarpellini. Tal preocupación coincide con el análisis de Calb Ecarma, de que detrás de los antivacunas en Canadá está la influencia político-cultural del Partido Republicano estadounidense.

La visión negacionista de Trump, quien en un principio rechazó la existencia de la infección, influyó en un país como Canadá, donde el centro político ha sido tradicional. Los analistas ven cómo el Partido Popular se alinea con los manifestantes. Ese grupo de extrema derecha, liderado por Maxime Bernier, podría sorprender con su auge en el futuro.

 

 

Con este viraje político sorprende la capacidad del movimiento para allegarse recursos y mantener su presión contra el gobierno. A dos semanas de las protestas, la inteligencia canadiense informó que las coordinan extremistas con grandes recursos.

Hoy se sabe que grupos de “libertarios” reunieron casi 650 mil dólares en una plataforma de criptomonedas; la página GiveSendGo, anunciada como Sitio #1 de financiamiento colectivo Cristiano, amasó más de 7.7 mdd. La Caravana de la Libertad reportó donaciones por casi 7.9 mdd en la página de captación de fondos GoFundMe.

Esta plataforma desmanteló luego el sitio porque la policía reportó “violencia y otros actos ilegales”. Más tarde anunció que trabajaría con los manifestantes bajo normas creíbles y verificables; pero los donadores optaron por pedir reembolsos.

El surgimiento de esta controversia fue criticado por republicanos de alto perfil en EE. UU., entre ellos el gobernador de Florida, Roy DeSantis, quien acusó a GoFundMe de intento de robo y fraude. El senador republicano Ted Cruz acusó al sitio de caer bajo presión del gobierno canadiense para suprimir las protestas y “robar 10 millones de dólares”.

El legislador por Texas urgió a la Comisión Federal de Comercio (CFC) a investigar si la plataforma cometió prácticas engañosas y afirmó que los oligarcas de las grandes tecnológicas “retrocedieron cuando la furia pública fue muy grande para ignorarla”.

Según pesquisas periodísticas, ese dinero paga gastos diarios que no se rastrean en las plataformas comunes. Los republicanos intentan mostrar las protestas canadienses como una “revuelta con fuerte apoyo” y que se extiende a todas partes. Sin embargo, los gobiernos de Canadá y EE. UU. advierten que esa captación demostró lo fácil que sería lavar dinero sucio.

Entretanto, Donald J. Trump escribió: “Por suerte, el Convoy de la Libertad podría venir a Washington y unirse a camioneros estadounidenses que quieren protestar contra las ridículas políticas Covid-19 de Joseph Biden”. Su exsecretaria de prensa, Kayleigh McEnany, caracterizó a los choferes como luchadores que “resisten ante su orwelliano gobierno dictatorial”.

 

Negacionismo global

La desconfianza masiva que hoy se apoderó de la Caravana de la Libertad en Canadá es la misma que se viralizó hace tiempo en redes sociales. Es la materia prima de la desinformación, las teorías conspirativas y los movimientos antigubernamentales contra medidas anti Covid-19, que nutren el recelo contra gobiernos que van de España a Malta, de Dinamarca a Países Bajos, de Portugal a Alemania, Croacia y Austria, y cruza hacia otros continentes.

Preocupa a expertos en conducta social el auge de las teorías negacionistas, sobre todo cuando provienen de personas con influencia entre la sociedad. Cuando Donald John Trump se quitó la mascarilla en señal de victoria se infectó y pasó a defender la vacuna; lo mismo hizo Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, quien afirmó que no quería la vacuna “ni para mi hija” y se quitó la mascarilla frente a un grupo de periodistas.

 

 

Respaldan esta desconfianza figuras como Robert de Niro, Brigitte Bardot, Eric Clampton y Emilio Estévez, quien por ello perdió su contrato con la empresa Walt Disney. La influencia de sus mensajes alienta las teorías conspirativas, como las del movimiento QAnon; tan descabelladas que afirman que, en su gestión, Trump enfrentó a un “oscuro grupo de pedófilos del Partido Demócrata”, declaró Kevin Roose en The New York Times.

 

La tormenta perfecta

Marzo de 2020. Trudeau tuitea: “Canadá, vamos a cuidarnos unos a otros en tiempos de necesidad”. Es el primer líder del G7 en aislarse.

Diciembre de 2021. Presión en hospitales de Montreal por falta de personal y alza en contagios, se postergan cirugías de enfermos graves. En 40 días, el país suma más contagios que en todo 2020.

Diciembre-enero de 2022. Quebec impone toque de queda, cierre de escuelas, bares y restaurantes; valora la creación de un impuesto para no vacunados (10 por ciento), por los altos costos de reanimación. Opositores denuncian “guerra psicológica”.

29 de enero. Inician protestas en el oeste de Canadá. Bloquean puente Ambassador entre EE. UU. y Canadá.

7-15 de febrero. Alcalde de Ottawa declara estado de emergencia; dimite el Jefe de la policía de Ottawa. Trudeau convoca al gabinete de crisis. Ontario declara estado de emergencia.

En Alberta, la policía arresta a 11 personas e incauta armas. Juez Geoffrey Morawetz ordena a los camioneros retirarse.

 

Marginal al principio, la información falsa se extendió por redes sociales de EE. UU. sobre asuntos de importancia: la pandemia, el movimiento Black Lives Matter y la elección presidencial. Este fenómeno penetró en sectores medios, bajos y de muy precaria escolaridad; y antes de la elección de 2020 les hizo creer desatinos como que tropas chinas se instalaron entre la frontera con Canadá “para apoderarse de Estados Unidos” e imponer el socialismo si ganaba Biden.

Mientras el Covid-19 se extendía, los creyentes de QAnon –que multiplicó a sus miembros– se opusieron al confinamiento y las mascarillas. La situación empeoró entonces, pues pasar largas horas en Internet hizo que millones de jóvenes sumidos en el aislamiento, la ansiedad e incertidumbre adoptaran esas ideas conspiracionistas, refiere el experto en opinión pública de la Universidad de Delaware, Dannagal Young.

 

 

En este público influyen los desplantes de Trump, el fiscal de Texas, el senador Rubio y grupos “libertarios” de Canadá y EE. UU. Se atribuye al multimillonario propietario de Tesla y Space X, Elon Musk, haber escrito en Twitter: “Los camioneros canadienses son los mejores”, lo que se interpretó como su apoyo tácito.

El inspirador del Convoy de la Libertad sería el conspiracionista James Bauder, quien afirma que la pandemia es “la mayor estafa política de la historia”. Afirma que el decreto de vacunación forzosa es anticonstitucional y viola el Código de Nuremberg (contra la experimentación en personas). Estas mentiras constatan que el país sufre un colapso nacional, como lo calificó la columnista política Susan Delacourt.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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