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Álvaro Yunque, poeta argentino, lunfardo y comunista
Arístides Enrique José Roque Gandolfi Herrero es el nombre real de este escritor y revolucionario argentino; Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”.
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“Al escritor social revolucionario se le admira en silencio, se le tributan loas en baja voz; pero se le cierra el acceso a las colaboraciones, se le desconoce en el movimiento bibliográfico, se le niegan las editoriales, se le excluye de los textos escolares, se le destierra de las antologías. A su alrededor, silencio. Para comer de la pluma, ¡doblar el lomo!”, dice en el prólogo a su libro Poetas sociales en la Argentina (1943) el poeta, dramaturgo, narrador y crítico platense Álvaro Yunque (1889-1982).

Arístides Enrique José Roque Gandolfi Herrero es el nombre real de este escritor y revolucionario argentino; Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”, como señala en sus autobiográficos Versículos a un líder obrero desterrado (1945). Descendiente de inmigrantes europeos, entregado a la causa de los obreros, que habitan en los suburbios, escribe para ellos y, abonando al tópico renacentista de las armas y las letras, transforma el heredado puñal criollo de su abuelo, símbolo fascinante de la barbarie y la conquista, en instrumento al servicio de la lucha ideológica.

 

El puñal de mi abuelo

Puñal que fuiste de mi abuelo, antaño

brillaste en aventuras de amores o de guerra;

hoy, desde que eres mío, yaces, sucio de herrumbre

y en un cajón con libros, papel y lapiceras...

¡Vaya qué compañía para ti, acostumbrado

al febril puño que te hace presa

y, ciego, busca un corazón en donde

tu hoja, como el instinto dura y fría, florezca!

Yo no salí a mi abuelo semi gaucho.

Yo no tengo aventuras de amor, y en mis peleas

no corre sangre humana,

tan sólo corre tinta, puñal; pero tú en ellas

de nada servirías, que siempre los puñales

en vano han pretendido pelear con las ideas.

¡Vaya, y qué pensaría de mí el abuelo criollo

puñal, si ahora te viera!

Pero yo soy un gringo. Yo trabajo a lo gringo,

arando el alma humana como si arase tierra.

Y yo, puñal, contigo saco punta a los lápices       

con los que escribo páginas que predican y ensueñan,

la paz entre los hombres –¡entre todos los hombres!–

Puñal: tú fuiste arma, yo te he hecho una herramienta.

(de Poemas gringos, 1932)

 

Pero dejemos que el poeta haga la semblanza de sí mismo en Álvaro Yunque (1890): “Soy un ciudadano del mundo, argentino por accidente. La editorial Claridad me publicó Versos de la calle. La editorial Campana de Palo: Zancadillas (cuentos). La editorial El Ateneo: Barcos de Papel (cuentos de niños). Estrené una comedieta satírica: Los cínicos. Tengo algo más escrito. Entre ello, dos libros de versos: Nudo corredizoCobres de 2 centavos. Otros dos en preparación: Poemas GringosVoz de Hombre. De mi vida nada tengo que decir. Es puramente interior. Choque de creencias y de dudas, espectáculo sin curiosidad para el público. Mi destino es ser un escritor útil: un divulgador de sentimientos e ideas nuevos, para colaborar así en la evolución de la humanidad, en cuyo porvenir creo”.

Célebre es, en la historia de la literatura argentina, la polémica entre dos grupos de escritores, todos pertenecientes a la vanguardia; de un lado estaban los integrantes del Florida, también conocido como Martín Fierro, por la revista en la que escribían; del otro los integrantes de Boedo, que publicaban en la revista Claridad. Aunque en esencia ambos defendían la idea de una renovación en las letras, los primeros se limitaban a plantear una transformación en la literatura, mientras que los segundos enarbolaban la bandera de la creación literaria al servicio de la transformación revolucionaria de la sociedad.

En La poesía dialectal porteña. Versos rantes (o versos lunfas) (1961), Álvaro Yunque pone sus letras al servicio de las causas populares, privilegiando, sobre la ornamentada poesía académica, el habla y la poesía popular argentina con sus inconfundibles giros lingüísticos, el tango y el dialecto lunfardo; retratando los arrabales donde habita la sufrida clase obrera de su patria, fuente de inspiración y destinataria de sus versos. Desde la forma hasta el contenido, Retruque a un poeta de Florida es una defensa apasionada de la poesía y el habla popular; escrito en verso octosílabo, es un bien logrado revire literario en el que rechaza la poesía destinada a las élites ilustradas, reivindica el “canyengue”, o lunfardo, como la forma en que se expresa el pueblo, que no requiere la aceptación de los letrados y es fruto de la colectividad. Su título puede entenderse en más de un sentido: ya como réplica, ya en sentido figurado, al movimiento de una bola de billar que regresa golpeando a la primera tras chocar con la banda.

 

¿Pa´vos es una blasfemia

que yo afile versos rantes?

Seguí vos con tu Academia

yo me junto con Cervantes.

¿Vos le negás tu versada

A las chusmas del suburbio;

vos sos un agua filtrada

y ellos son arroyo turbio?

No esperaré que apadrines

nuestro canyengue, es bastardo;

vos seguí con tus latines,

yo me quedo en mi lunfardo.

Veremos, a fin de cuentas,

quién de los dos era el turro,

si vos con tus ornamentas

o si yo con mi champurro.

Ya alumbraremos la vida

si nos da fósforo el genio;

vos, poeta de Florida,

yo del arrabal porteño.

 

En Coplas a la poesía de la calle defiende su posición estética, decantada por el verso libre de trabas académicas y clichés metafóricos, que es al mismo tiempo la posición política de un poeta revolucionario, identificado al principio con el anarquismo, habiéndose integrado luego al Partido Comunista Argentino y opuesto a todo lo que considerara contrario a los intereses populares; su activa militancia antifascista durante la Segunda Guerra Mundial lo llevaría a la cárcel y al exilio. Su obra fue censurada y quemada en 1977 por la prolongada dictadura militar de su país, cuyo final no alcanzaría a ver.

 

Poesía de la calle,

cosa de todos, sin dueño;

yo te aprisiono un segundo,

sólo un segundo en mi verso.

Poesía de la calle,

torna a la calle de nuevo;

de todos sé y de ninguno,

como una ramera, verso.

 

El pueblo, ese anónimo y longevo organismo colectivo que tras cada catástrofe se regenera a sí mismo y es fuente creadora de todo bien es el único superviviente de la historia y discurre como un río interminable cuyo movimiento refleja Yunque en el poema Todo pasa:

 

Todo pasa: Glorias, muertes,

revoluciones, miserias,

líderes, credos, proclamas,

martirios, héroes, poetas,

odios, fracasos, victorias,

fes, entusiasmos, ideas,

desolaciones, tiranos,

hazañas, cruces, banderas,

maquinarias, tradiciones,

gritos, puños, sables, fechas,

ruegos, himnos... ¡Todo pasa!

Todo pasa, el pueblo queda.


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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