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Nazik al Malaika
Nació el 23 de agosto de 1923 en Bagdad, durante la ocupación británica de Irak. Fue una poetisa iraquí, pionera en el verso libre, considerada una de las más importantes e influyentes poetisas árabes del Siglo XX.
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Nació el 23 de agosto de 1923 en Bagdad, durante la ocupación británica de Irak. Fue una poetisa iraquí, pionera en el verso libre, considerada una de las más importantes e influyentes poetisas árabes del Siglo XX. Creció en una familia acomodada y liberal cuya actividad giraba en torno a la literatura; su madre era poetisa y su padre, profesor de gramática; ambos le inculcaron el apego por el uso correcto de la lengua árabe. Estudió en la Facultad de Pedagogía de la Escuela Superior para la Formación de Profesorado de Bagdad, simultáneamente adquirió una formación moderna y avanzada, estudió inglés en el Colegio Británico y música árabe contemporánea e interpretación en el Instituto de Bellas Artes.

Entre 1954-1956 obtuvo una beca para estudiar crítica literaria en la Universidad de Princeton y graduarse en literatura comparada en la Universidad de Wisconsin. En 1958, con la caída de la dinastía hachemita y la proclamación de la República de Irak, se autoexilió en Beirut huyendo del ambiente dictatorial y militar. Con la llegada al poder del Partido Baath y un ambiente social más positivo, regresó a su país y, junto a su marido, fundó la Universidad de Basora; abandonó nuevamente su patria tras la Guerra del Golfo y se instaló definitivamente en El Cairo hasta su muerte, acaecida el 20 de junio de 2007.

Pionera del verso libre junto con Badr Shakir Al Sayyab, en 1947 publicó su primer libro de poemas: Enamorada de la noche, con influencia de poetas árabes clásicos y occidentales como Shakespeare. En 1949 publicó Chispas y cenizas usando el verso libre, que continuó desarrollando en sus siguientes poemarios: El hueco de la ola (1957), El árbol de la luna (1967), y Cántico de la gloria (1968), convirtiéndose en una de las principales figuras del modernismo y ejerciendo gran influencia, tanto en la crítica literaria como en numerosos poetas del mundo árabe. Entre los distintos temas que aborda destaca su defensa de los derechos de las mujeres, víctimas de una sociedad anclada en costumbres ancestrales.

 

Lavar la deshonra

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura.

La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla,

el pelo ondulado se ensucia de barro.

¡Mamá! Solo se oye al verdugo.

Mañana vendrá la aurora,

las rosas se despertarán

a la llamada de los veinte años

y la esperanza fascinada.

Las flores de los prados responden:

se ha marchado... a lavar la deshonra.

El brutal verdugo regresa y dice a la gente:

¿La deshonra? –limpia su puñal–

hemos despedazado la deshonra.

De nuevo somos virtuosos, de buena fama, dignos.

¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos?

Llama a esa indolente belleza de aliento perfumado

por cuyos ojos daría Corán y destino.

Llena tu vaso, carnicero,

la muerte ha lavado la deshonra.

 

Al alba, las chicas preguntarán por ella:

¿Dónde está? La bestia responderá:

la hemos matado. Llevaba en la frente

el estigma de la deshonra

y lo hemos lavado.

Los vecinos contarán su funesta historia

y hasta las palmeras la difundirán por el barrio,

y las puertas de madera, que no la olvidarán.

Las piedras susurrarán:

“Lavar la deshonra”,

“lavar la deshonra”.

 

Vecinas del barrio, chicas del pueblo,

amasaremos el pan con nuestras lágrimas,

nos cortaremos las trenzas,

nos decoloraremos las manos

para que sus ropas permanezcan blancas y puras.

No sonreiremos ni nos alegraremos ni nos giraremos

porque el puñal, en la mano de nuestro padre

o de nuestro hermano, nos vigila

y mañana, ¿quién sabe en qué desierto

nos enterrará para lavar la deshonra?

 

La bailarina apuñalada

Baila, con el corazón apuñalado, canta

y ríe porque la herida es danza y sonrisa,

pide a las víctimas inmoladas que duerman

y tú baila y canta tranquila.

 

Es inútil llorar. Contén las ardientes lágrimas

y del grito de la herida extrae una sonrisa.

Es inútil explotar. La herida duerme tranquila.

Déjala y venera tus humillantes cadenas.

 

Es inútil rebelarse. Nada de cólera contra el furioso látigo.

¿Qué sentido tienen las convulsiones de las víctimas?

El dolor y la tristeza se olvidan

y también uno o dos muertos, y las heridas.

 

Convierte el fuego de tu herida en melodía

que resuene en tus labios anhelantes

donde queda un resto de vida

para un canto que no callan la desgracia ni la tristeza.

 

Es inútil gritar. Repulsa y locura.

Deja al muerto tendido, sin sepultura.

Cualquiera muere... que no haya gritos de tristeza.

¿Qué sentido tienen las revueltas de los presos?

 

Es inútil rebelarse. En la gente, los restos

de venas no dejan circular la sangre.

Es inútil rebelarse mientras algunos inocentes

esperan ser inmolados.

 

Tu herida no se diferencia de las demás.

Baila, ebria de tristeza mortal.

Los insomnes y los perplejos están abocados al silencio.

Es inútil protestar. Descansa en paz.

 

Sonríe al rojo puñal con amor

y cae al suelo sin temblar.

Es un don que te degüellen como una oveja,

es un don que te apuñalen el corazón y el alma.

 

Es una locura, víctima, que te rebeles.

Es locura la cólera del esclavo cautivo.

Baila la danza del fuerte, del feliz

y sonríe con la felicidad del esclavo a sueldo.

 

Contén el dolor de la herida: es pecado gemir,

Y sonríe complacida al asesino culpable.

Regálale tu corazón humillado

y déjale cortar y apuñalar con placer.

 

Baila con el corazón apuñalado, canta

y ríe: la herida es danza y sonrisa.

Di a las víctimas degolladas que duerman

y tú baila y canta tranquila.

 

Calendario

Para nuestros pasos había un pasado; está muerto

desde hace cientos de años.

Los años han borrado su recuerdo

y lo han colocado entre los muertos.

 

Durante mucho tiempo hemos buscado

sus astros desaparecidos,

hemos recurrido al imposible

para devolverle la vida.

 

Hemos intentado, traspasando los siglos,

hacerle volver a sus comienzos,

esperando recobrar nuestros sentimientos,

y hemos regresado con las manos vacías.

 

Hemos atravesado las tinieblas,

franqueado lo impasible, inmóvil,

excavando los huesos amontonados,

y no hemos encontrado lo extraviado.

 

Hemos visto, allí, frentes

que no veían porque estaban ciegas,

ojos ensimismados en la vida

silenciosa, porque estaban mudos.

 

Hemos visto restos de corazones

embalsamados con el recuerdo.

En vano habían intentado encontrar

el sentido... eran restos.

 

Hemos visto labios vacíos

que no emitían quejas ni sentían hambre

y manos marchitas, plegadas,

cuya desgracia no provocaba lágrimas.

 

Nos preguntamos por nuestro pasado

y tropezamos con un ataúd.

Allí, sobre la tumba, yacía el tiempo descolorido.

 

Regresamos al calendario:

¿se puede engañar a los días?

Y oímos gritar a los restos

tras el sarcasmo de las cifras.

 

Vimos el mañana esperado

arrastrando su mitad paralizada,

arrastrando su mitad despreciada,

su mitad congelada, inerte.

 

Allí, un libro se cerraba

y finalizaba el antiguo canto.

Mañana, la vida germinará

sobre las heridas del doloroso tiempo.

 

La voz del ayer se perderá

en el torbellino profundo del tiempo

y sentiremos en nuestras copas

la palpitación del sueño que se despierta.


Escrito por Redacción


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