Comunidades incomunicadas y cultivos arrasados tras el desbordamiento del río Vinazco.
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Durante la madrugada del 9 de octubre, se desataron en la Huasteca torrenciales lluvias que provocaron inundaciones, deslaves, destrucción de caminos y viviendas. “Varias regiones del este del país, principalmente las de los estados de Hidalgo, Puebla, Querétaro y Veracruz, tuvieron unas 60 horas de lluvia” (UNAM). Oficialmente se reportan más de 72 muertos y 65 desaparecidos.
En Hidalgo (la entidad con más comunidades dañadas) hay 111 poblados aislados, incluidas cabeceras municipales, sin acceso a alimentos, medicinas, agua o electricidad. Incontables son las viviendas dañadas o destruidas, y también las personas que perdieron sus casas. En esa entidad, entre los municipios más afectados destacan Huehuetla, Tianguistengo, Zacualtipán. Junto con Veracruz es el estado con más escuelas afectadas, inundadas o con daño estructural.
En esta última entidad el gobierno reconoce 16 mil viviendas dañadas y 300 mil personas afectadas; 47 comunidades de la Huasteca están incomunicadas. Más de 10 mil personas siguen sin acceso a energía eléctrica. En Poza Rica la gobernadora echa sal a la herida minimizando el problema. En Puebla, la catástrofe se concentra en la Sierra Norte, limítrofe con Hidalgo y la Huasteca veracruzana, particularmente en Huauchinango y municipios circunvecinos.
Las autoridades pretenden salvar su imagen, aunque sea mintiendo, afirmando que era imposible científicamente prever el siniestro y dar la alerta preventiva, lo cual no es verdad. Al respecto, BBC News publicó el 14 de octubre un artículo de Darío Brooks que deja claro que las autoridades tuvieron conocimiento con anticipación sobre la formación de la depresión atmosférica, causa de las lluvias torrenciales. La publicación recoge declaraciones de Arturo Quintanar (investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM).
El científico calificó las precipitaciones como un hecho fuera de lo común, no ocurrido desde hace 25 años. Pero dejó claro que eran previsibles, a pesar de que “Sheinbaum aseguró el lunes que: no había ninguna condición científica, meteorológica, que pudiera indicarnos que la lluvia iba a ser de esta magnitud. "Difícilmente se hubiera podido haber tenido, con mucho tiempo de anticipación, conocimiento de esta situación. Es diferente a como ocurre con los ciclones o los huracanes, que con tiempo se puede ver su formación" [cursivas mías, APZ]. Quintanar, sin embargo, señala que no era imposible saber que habría precipitaciones en rangos extraordinarios. De hecho, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emitió alertas desde antes de las tormentas […] el SMN fue capaz de sacar boletines alertando a la población […] sí era como para tomar medidas unos días antes, como desalojar a la población [dijo]. La oficina federal de Protección Civil había probado con éxito el 19 de septiembre un nuevo sistema de alerta vía celulares […] Sin embargo, los pobladores de ciudades inundadas como Poza Rica o Huauchinango aseguran que no recibieron alertas por celular” (BBC News, 14 de octubre).
Asimismo, el periodista Joaquín López Dóriga publicó el 14 de octubre su artículo titulado “Les valió madre”, que dice: “Ahora que el oficialismo repite, como una excluyente de responsabilidad ante la tragedia huasteca […] que no tenían avisos, voy a documentar que eso es falso. Desde el pasado lunes 6 de octubre [3 días antes de la tragedia, APZ], el coordinador del Sistema Meteorológico Nacional, de CONAGUA, Fabián Vázquez Romaña, dio en Grupo Fórmula, la primera alerta: un sistema en El Caribe llegaría al Golfo de México con riesgo de pegar en Veracruz. El martes 7, ya anunció lluvias intensas para el norte de Veracruz, sur de Tamaulipas, Hidalgo, San Luis Potosí y Puebla, la Huasteca, y ahondó la alerta por los muchos ríos, que podrían desbordarse. Ya el miércoles 8 confirmaba las primeras bandas de esa baja depresión, con lluvias torrenciales por encima de los 250 milímetros, que son 250 litros por metro cuadrado. El jueves 9, confirmaba las lluvias torrenciales de la víspera y desbordamiento de ríos y advertía que continuarían las descargas pluviales severas, lo mismo que para el día siguiente, viernes 10, cuando me dijo: son condiciones meteorológicamente adversas y muy peligrosas para la población. Ahí va a seguir lloviendo muchísimo. Volvió a centrar el desastre en la Huasteca y llamó a la población a resguardarse en lugares seguros, sobre todo por el desbordamiento de ríos [...] Así que, avisos, hubo”. Mas no así intervención previa del gobierno, que terminó dejando en el abandono a los humildes habitantes de la región.
Literalmente los dejaron morir solos, como en Poza Rica, hoy bajo el agua. Aquí, se conocía desde hacía tiempo el riesgo de inundación. Dice Sputnik: “… las autoridades reconocieron en 2007 que se debía aplicar una estrategia de planeación más precisa, con el fin de evitar inundaciones, señaló Milenio […] el crecimiento urbano se había extendido hasta ríos y zonas no aptas para habitar. Desde 2020 se propuso construir muros para contener el río, pero la obra nunca se realizó…” (Sputnik, 16 de octubre). A mayor abundamiento, leemos en El País: “Poza Rica advirtió desde 2019 de la necesidad de acabar el muro de contención contra el desbordamiento del río Cazones. El alcalde morenista denunció en 2023 que no se había terminado la construcción de dos tramos, pero ni el municipio ni la Conagua asignaron contrato alguno para terminar la obra” (El País, 18 de octubre).
Por lo tanto, las autoridades de los tres niveles de gobierno deben asumir su responsabilidad; pero esta no es atribuible solo a la indolencia y a la sorprendente estulticia de los gobernantes, que hoy sale a flote con la inundación. Lo que vemos es un fenómeno natural, sí, pero solo en la superficie. No puede ser catalogado como un incidente fortuito y aislado. En su esencia y magnitud tiene un contexto, determinantes sociales y políticas añejas: concretamente, la política de abandono de la construcción y modernización de la infraestructura por este régimen y los anteriores gobiernos. Realmente las inusuales precipitaciones encontraron una infraestructura en un lamentable estado de abandono por falta de inversión pública, misma que López Obrador destinó fundamentalmente a las obras que él consideraba importantes, sacrificando, literalmente, las necesidades sociales reales. Hoy solo presenciamos las consecuencias obligadas de la autocracia obradorista.
La prensa ha dejado sobrada evidencia al respecto. “Reportan reducción en la inversión destinada a la prevención de inundaciones en México. En el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador se destinaron 25,094 millones de pesos, según consignó El Universal. Esta cifra representa una disminución del 44% [cursivas mías, APZ] con respecto a lo ejercido durante la Administración de Enrique Peña Nieto (45,062 millones). Este monto también resultó un descenso con respecto al periodo de Felipe Calderón (50,280 millones), según indica el medio. En lo que respecta a la actual Administración, [según el] Primer Informe de Gobierno, de enero a junio de 2025, el monto invertido para la prevención de inundaciones fue de 16.7 millones, inferior a los 44 millones ejercidos para el mismo propósito en el mismo lapso del sexenio anterior” (Sputnik, 15 de octubre). Conque, ¿todo se debe a la naturaleza? ¿El gobierno no tiene culpa? Y solo será cuestión de tiempo para que veamos de nuevo estos mismos desastres, en Tabasco, por ejemplo. Para la Cuarta Transformación es más redituable, para efectos de control político, usar el presupuesto para la compra de votos.
Y el futuro no luce muy tranquilizante para los habitantes de la región. El fenómeno meteorológico provocó la devastación de miles de hectáreas cultivadas, que traerá consigo una drástica caída en las cosechas. De hecho, en algunos lugares de la Huasteca ya el maíz se vende al doble de su precio normal. Esto augura hambruna en los meses próximos, agravada por los cientos de derrumbes y por la lentitud del gobierno en la rehabilitación de los caminos. En fin, de lo expuesto solo puede concluirse que el pueblo no debe seguir confiando en la Cuarta Transformación, cuyos gobernantes no saben, ni quieren ni pueden ayudar a los más necesitados. Su dolor les es ajeno. El pueblo debe confiar solo en sus propias fuerzas.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.