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Entrevista a Andrea Morán Rosales
La prohibición del aborto legal en Estados Unidos (EE. UU.) por parte de la Corte Suprema puso en evidencia que México va unos pasos adelante al respetar este derecho de la mujer, pues en ocho de las 32 entidades federativas es legal. Sin embargo, la violencia en contra de la mujer persiste en el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el feminicidio va al alza y los derechos se violentan desde el propio mandatario.
La activista en temas de género, Andrea Morán Rosales, comenta en entrevista sobre la problemática que enfrenta la mujer. Deja en claro que no se trata de un problema exclusivamente de este Gobierno, sin embargo, sí es con AMLO cuando más se ha atacado a los grupos feministas, al señalarlos como “enemigos de la transformación”. “Es muy difícil empatizar con alguien que te llama enemigo”, afirmó. Entre las soluciones destaca que es necesario la integración entre la sociedad, el gobierno y las mujeres para frenar la violencia contra la mujer.
La también conferencista desde 2013 en temas de conciencia social sobre violencia de género y feminismo, y moderadora de Red Ana Bella México, la asociación civil en apoyo a mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia, pone sobre la mesa que en México la ley únicamente se encuentra en el papel y no en la realidad.
buzos (b): ¿Cómo repercute el hecho de que, en EE. UU., la Corte Suprema revocó la sentencia del aborto legal y dejo en manos de los estados la decisión final?
Andrea Morán Rosales (AMR): Es un problema grave, cuando un país como EE. UU., que además es el representante del capitalismo, del mundo libre y de los derechos mundiales, la mujer no tiene derecho sobre su cuerpo, el ejemplo que está poniendo sobre el mundo entero es de retroceso cuando EE. UU. retira; además, desde los años 70 se determina que, desde el primer trimestre del embarazo, toda mujer puede interrumpir su embarazo, hace 30 o 40 años. Que este país que había dado el paso adelante antes que cualquiera ahora diga, no, no puedes, y no solo eso, con el riesgo de no permitirlo fuera de las fronteras, porque en este momento todavía se está hablando de controlar el derecho de la mujer sobre su cuerpo, incluso fuera de EE. UU.; es decir, sería muy sencillo acudir a México, o incluso a Canadá, pero se quiere empezar a tratar de controlar eso.
Tal decisión abre la brecha para que la mujer acuda a lugares clandestinos. Es decir, quien tiene dinero para ir a una clínica privada, con una mejor seguridad y salubridad, recibirá un mejor procedimiento; mientras quien no tiene esa capacidad económica lo hará en una clínica clandestina, con métodos naturales, con métodos no seguros, en lugares no tan sanos, no tan saludables; y creo que en EE. UU. de por sí hay una gran división social, una división económica, de clases; con esto se va a marcar más esta gran división, tal cual sucedió en México; las que tengan posibilidades de viajar a otro país, mientras no se prohíba viajar a Canadá, a México, podrán hacerlo de manera segura y salubre; pero quienes no puedan lo harán quién sabe cómo, quién sabe dónde, poniendo en riesgo su vida y, por supuesto, esto será un punto más a la diferencia de clases sociales que ha habido en el mundo.
b: Diversas organizaciones han alzado la voz. Las implicaciones legales en contra de las mujeres están ahí, en la parte política y económica, ¿qué mensaje dan a otros países?
AMR: En este momento, el mensaje que está recibiendo el mundo es que EE. UU. promueve una política conservadora, más fuerte y potente que hace muchos años; el mensaje que se le está mandando al mundo es “somos de derecha, somos conservadores” con todas las características que nosotros le hemos ido agregando y que se va aderezando a esta posición política; porque además tenemos problemas de misoginia y machismo que ahondan la división social.
La realidad es que la prohibición no evita que haya abortos; lo que evita es que sean seguros. Las mujeres siguen abortando, sea o no legal; la diferencia es que quien tiene dinero para ir a una clínica privada con cuidados, con una mejor seguridad y salubridad, pues recibirá un mejor procedimiento, mientras que quien no tiene esa capacidad económica lo hará en una clínica clandestina. Y creo que si en EE. UU. existe una gran diferencia social con esto se va a marcar más; tal como ha sucedido en México, quien tenga las posibilidades de viajar a otro país, mientras no se prohíba, podrá hacerlo de manera segura y salubre; mientras quien no pueda lo hará quién sabe cómo, quién sabe dónde, poniendo en riesgo su vida; esto aumentará la división de clases que desde siempre ha habido en EE. UU.
b: ¿Cómo puede impactar esta decisión en México?
AMR: Durante mucho tiempo, la influencia política de EE. UU. sobre México ha sido clara en muchas cosas: en política exterior, desde las presiones que se reciben hasta la visión como el país más cercano a la potencia. Sin embargo, para abordar esta influencia política hay que hablar de la filiación política del Presidente, su gabinete, los gobiernos de cada uno de los estados, y el Congreso. En México aún está dividida la postura frente al aborto y el derecho a decidir de las mujeres, y con la prohibición del aborto en EE. UU. la presión sobre cada una de las entidades federativas y del propio Gobierno Federal puede ejercer un cambio de dirección. En cuanto al tema del aborto, AMLO nunca ha dicho estoy de acuerdo, estoy en desacuerdo o estoy en contra; pero en realidad es una persona un poco más conservadora, por lo tanto, aunque no se haya manifestado, creemos conocer su postura.
b: ¿Cómo está México comparado con otros países respecto a la aplicación de políticas públicas en favor de la mujer?
AMR: En el papel tenemos una cosa muy estructurada, que se escucha muy bien; pero la realidad es que México tiene un grave problema de violencia de género; y aunque se han lanzado alertas en muchos estados, en la práctica aún no hemos logrado que los gobiernos hagan gran caso; por el contrario, la violencia de genero va en aumento, no solamente en la capital, sino en todo el país. Históricamente, México ha tenido problemas de violencia de género antes de que se llamara así; estamos hablando de que desde 1993 empezamos a llamar a las “Muertas de Juárez” de esta forma, aunque quien vive en Juárez dirá que no es cierto, que hay desaparecidas desde finales de los 80, la realidad es que tenemos problemas graves que no hemos podido resolver en cuanto a seguridad pública para las mujeres, incluso cambios que eran necesarios y que, hay que reconocer, no han sido poca cosa.
Hace una o dos décadas, si se iba a denunciar un asunto de violencia física y doméstica, se tenía que llevar pruebas, es decir, moretones; se tenía que ir después de 15 días, era mucho más complicado. Hoy es menos difícil, pero no significa que no lo sea. En segundo lugar, tampoco se ha erradicado la violencia; en el papel tenemos unas cosas maravillosas, el problema es la práctica, desde lo más pequeño hasta lo más general; es decir, desde la denuncia, cuando el policía pregunta “en serio, en serio, ¿no se le insinuó?”, hasta la postura del Gobierno Federal, que por un lado dice que apoya a las mujeres, pero de repente hace unas declaraciones que uno dice: ¿en serio nos apoya? En papel se ve precioso, pero en la práctica seguimos teniendo graves problemas y siguen existiendo unos huecos tremendos.
b: ¿Qué está pasando?, ¿cómo entendemos la situación tan drástica y qué políticas debe aplicar el Gobierno Federal para atender esta problemática?
AMR: Ha incrementado el problema de violencia de género. Si bien es cierto que la violencia contra la mujer no es algo nuevo, no viene de este sexenio ni del pasado ni del anterior, esto viene arrastrándose históricamente desde hace varios; pero en el actual hay una proliferación de situaciones violentas; cuando nos enteramos que oficialmente se comete una violación cada cuatro minutos; que alrededor de 10 mujeres mueren asesinadas cada día; que la violencia contra las mujeres aumenta a diario; mientras en la pandemia hubo un aumento de casi el 50 por ciento en la violencia doméstica porque todos estábamos encerrados y todo era más propicio, creo que en este momento ya no deberíamos detenernos a pensar cuándo empezó todo esto, cuándo empezó a empeorar; creo que tendríamos que empezar a resolver, porque es una situación en la que cada día hay alrededor de siete desapariciones. Estamos en 2022, se supone que las desapariciones deberían de estar, si no erradicadas, por lo menos controladas; pero estamos descontrolados. El problema nos ha rebasado, necesitamos utilizar nuevas políticas y ofrecer soluciones a problemas que, si bien existían antes, han aumentado: todos los días hay una mujer desaparecida, hay un nuevo cuerpo encontrado, hay un nuevo feminicidio; diez mujeres desaparecen y a los dos días esas mismas diez mujeres aparecen muertas, torturadas, pero nunca sabemos en estos casos qué pasó con los culpables, dónde están los culpables; y hay una gran impunidad. Para el Gobierno era un caso más, un número más, un nombre más.
Creo que en este momento se necesita aplicar las leyes que ya existen y que en papel están bonitas; pero necesitamos empezar a aplicarlas. En segundo lugar, necesitamos que la justicia sea mucho más frontal, expedita, eficiente; que desde que se llega a denunciar sea más sencillo, que llevar el caso sea más fácil, conseguir un buen abogado que pueda llevar el caso a término, que además esté preparado y sea sencillo de conseguir. Que se pueda empezar a tratar el problema como social, que no sea un enfrentamiento entre las feministas y el Ejecutivo, la policía o el Congreso; porque impartir justicia es obligación del Estado y demandarla es un derecho de la sociedad, no algo personal.
b: ¿Es tiempo de hacer una alianza entre los grupos feministas y la sociedad civil?
AMR: Es justo el problema, en el momento en que nosotros seccionamos, en el momento en que segregamos, y entonces hablamos de una lucha feminista, como si fueran ellas y la sociedad civil, o el ejecutivo, ellas pidiendo para ellas, estamos haciendo esta separación en la que no estamos tomando en cuenta a las desaparecidas, las violadas cada cuatro minutos, las que denuncian cada 40 minutos, el 90 por ciento de la población que sale y dice que ha sido forzada, los casi 10 feminicidios al día, no es una cuestión de un grupo, es un problema de toda la sociedad.
Justamente como se ha ido segregando, muchos sienten que no es su problema; ellas son las que están pidiendo, habrá quien las apoye, habrá quien no; pero en realidad esto es una cuestión social, no se está pidiendo para unas, se está pidiendo porque deberíamos, tanto a nivel local como mundial tener libertad y la seguridad de que vamos estar protegidas y podemos ser mujeres sin correr el riesgo de sufrir violencia.
A nombre propio, yo creo que en el momento en el que un líder, ya sea político, religioso o de opinión hace la diferencia entre las feministas y la sociedad, se establece la lucha de las mujeres como una causa ajena; y entonces se forman porras, tal cual: el equipo azul, contra el equipo violeta; y entonces a ver quién gana, quién tiene más porra, quién atrae más gente. De antemano nos compete a todos, y hasta que no consigamos hacer valer nuestros derechos a la protección y a la seguridad, hasta ese momento vamos a poder hacer un frente común; porque es muy complicado, por ejemplo, que antes de la marcha del 8M, el Ejecutivo diga en su mañanera que “ya se habló con estos grupos porque se sabe que traen bombas molotov, pero lo están haciendo porque no quieren el cambio, porque no quieren a este Gobierno, a esta 4T” porque en ese momento se le pone un nombre enemigo y es muy difícil tratar con alguien que te llama enemigo y, viceversa, es muy difícil empatizar con alguien que te llama enemigo, con alguien que te dice enemigo.
Yo pienso que uno de los grandes problemas radica en la visión de la sociedad civil hacia el movimiento feminista y hacia cualquier movimiento. Si el Gobierno y la sociedad no entienden las particularidades, como si fueran ajenos, porque nunca los han violado, no han padecido violencia física o económica, por lo tanto, dicen “no es mi problema”; qué bueno que no les haya pasado, pero eso no implica que los problemas no existan. Hasta que todos tomemos como propio este problema y lo atendamos, vamos a salir adelante; esto no es personal contra los hombres, contra el Ejecutivo, no es en contra del partido que gobierna, no es en contra de nadie, es a favor de todos.
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Escrito por Trinidad González .
Reportero. Estudió la maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.