“Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener” (Miguel de Cervantes).
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Iniciaré el trabajo del día de hoy con una cita profética y muy aclaradora: “Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no se tiene memoria de ninguna guerra que, por evidentemente agresiva que pudiera parecer al historiador desapasionado, no se presentara ante las gentes que eran convocadas a la lucha como una política defensiva necesaria, en la que estaba en juego el honor y hasta la misma existencia del estado” (John Atkinson Hobson en Imperialismo, publicado en 1902).
En efecto, 112 años después, en 2014, en la Plaza Maidan de la ciudad de Kiev, en Ucrania, se reunieron algunos cientos de personas convocadas, supuestamente, a defender la patria amenazada, también supuestamente, por Rusia. Ahora se sabe bien que durante años se había estado atizando el odio de la población contra Rusia echando mano de fascistas financiados por Estados Unidos (EE. UU.) y por los países capitalistas de Europa. A los manifestantes se les disparaba desde edificios cercanos por parte de francotiradores contratados por los mismos convocantes a la concentración con el fin de enardecerlos y aventar a la opinión pública mundial contra el gobierno ucraniano acusado de proruso y, se supo en su momento, asimismo, de la activa presencia de Victoria Nuland, una alta funcionaria norteamericana que repartía emparedados entre los manifestantes.
Se trataba de derrocar a un gobierno que no obedecía pronto y bien las órdenes del Occidente colectivo, es decir de EE. UU. y los países capitalistas de Europa, que pretendían “limpiar” el oriente de Ucrania de rusos, de descendientes de rusos y de ruso parlantes, que desde hacía mucho tiempo vivían pacíficamente ahí, cerca de la frontera con Rusia. ¿Para qué? Para poblar con ucranianos adoctrinados como antirusos la región y posibilitar que la temible OTAN, una alianza militar encabezada por EE. UU., se ampliara hasta la frontera con Rusia para avanzar en el diabólico plan de destruir y repartirse ese país y apoderarse de sus inmensos recursos naturales.
Cabe tener presente que cuando cayó la Unión Soviética, más específicamente, cuando se discutía el problema de la reunificación de Alemania, el nueve de febrero de 1990, James Baker, el entonces Secretario de Estado de EE. UU., se reunió con Mijaíl Gorbachov, entonces líder de Rusia, y le dijo: “¿Preferiría ver una Alemania unida fuera de la OTAN, independiente y sin tropas estadounidenses, o prefiere ver una Alemania unida vinculada a la OTAN, con la garantía de que la jurisdicción de la OTAN no se extendería ni una pulgada hacia el Este más allá de su límite actual?”; la respuesta de Gorbachov fue que cualquier expansión de la OTAN era “inaceptable”. Baker replicó: “Estamos de acuerdo con eso”. El hecho inmensamente trágico de que el señor Gorbachov le haya creído o haya fingido que le creía al funcionario norteamericano, debería analizarse aparte.
El hecho es que después de esta solemne promesa, 15 países del Este de Europa se incorporaron a la OTAN, tratando, en efecto, de llevar a cabo el cerco de Rusia. La amenaza era y sigue siendo muy grave y peligrosa, ya que la OTAN es una alianza militar en la que todos sus integrantes están comprometidos a defender militarmente a cualquier miembro que sea agredido por un país que no sea miembro de la alianza. Así de que sólo bastaría con simular una agresión cualquiera contra uno de ellos y culpar a Rusia para que toda la OTAN se lanzara contra ella. Son ya famosas las agresiones que a la postre se ha demostrado que no fueron más que inventos para desatar guerras, cito ahora el Incidente del Golfo de Tonkín para la embestida a Vietnam y la existencia de armas de destrucción masiva para invadir a Irak.
Sólo faltaban en el cerco Georgia y Ucrania. Se decidió que Ucrania era un territorio decisivo y, mediante la agresión armada, incluso de batallones abiertamente fascistas, se procedió a iniciar ahí la “limpia” de los habitantes rusos, descendientes de rusos, ruso parlantes y prorusos que, como queda dicho, mayoritariamente poblaban el oriente del país. El número total de víctimas mortales atribuidas a la agresión, desde abril de 2014 hasta la entrada del Ejército de la Federación Rusa en defensa de los pacíficos habitantes y los territorios históricamente poblados por ellos, en febrero de 2022, aunque está todavía por definirse con precisión, suma casi 30 mil.
Conforme se ha ido imponiendo el ejército de Rusia en la región, con su Operación Militar Especial, el apoyo de EE. UU. que proporcionaba la administración del presidente Joseph Biden (que no eran más que préstamos que tendría que pagar el pueblo ucraniano con su trabajo y con sus recursos), se ha ido desvaneciendo, hasta el grado de que solamente los debilitados países capitalistas de la Unión Europea claman porque sigan los gastos para la conquista de Rusia, “la defensa de Ucrania”, le dicen ellos. Acaban de ir en comisión conjunta a Washington para pedir a Donald Trump que siga enviando dinero y armas, pero EE. UU. ya no quiere ni puede; y como muestra inolvidable de la molestia que le causan sus viejos aliados, que pretenden que otros gasten y se mueran en la guerra para ellos recoger los beneficios, los hizo esperar audiencia en una pequeña sala, sentados en fila y luego les negó la ayuda solicitada.
Por su parte, las familias y los ucranianos que tienen que morirse o resultar heridos para beneficio de una pandilla de plutócratas se han dado cuenta que no se trata de una guerra de defensa de la patria ni de ninguna de esas zarandajas. Su resistencia, con diferentes grados de conciencia, como tiene que ser, pero oposición al fin, merece ser mencionada y reconocida, pues ayuda poderosamente a la denuncia de imperialistas trasnochados que no sólo creen que pueden apoderarse de territorios, sino que todavía sueñan con hacerlos producir riqueza durante generaciones para su beneficio personal. A los ucranianos en edad de combatir se les tenía estrictamente prohibido salir del país porque, votando con los pies, se marchaban en masa.
Ahora, ante el conocimiento mundial de la violencia y las golpizas que han descargado sobre los jóvenes que se tienen que reclutar en la vía pública, el gobierno corrupto de Volodymir Zelenski, que se viste de verde, pero no va al frente de guerra, ha tenido que permitir a los hombres de entre 18 y 22 años salir de Ucrania e, inmediatamente, se han formado enormes colas en todos los puestos de control en la frontera con Polonia. Mi reconocimiento sincero a todos ellos pues, aunque sea, como queda dicho, con diferente grado de conciencia, contribuyen a denunciar al régimen corrupto de Ucrania que libra una guerra suicida que no es en beneficio de sus ciudadanos.
Algo similar ocurre en Israel. Hacía muchos años que el imperialismo angloamericano ambicionaba las ricas tierras del Medio Oriente. El debilitamiento del Imperio Otomano en la zona de Palestina, a fines del Siglo XIX, hacía posible su ocupación aunque fuera lenta y paulatina. Los imperialistas se aprovecharon, pues, de la vieja y cruel discriminación y represión que sufrían muchos judíos en el mundo y procedieron a fortalecer con dinero y propaganda a quienes, desde hacía tiempo y sin muchos resultados, pugnaban por “la vuelta a Sión” para establecer ahí la patria que no tenían los judíos. Enviaron voluntarios a la zona, colonos les llamaban, que se establecían pacífica o violentamente, según la resistencia que encontraban de los habitantes locales. La famosa declaración imperialista de Arthur James Balfour, en noviembre de 1917, en el sentido de que el gobierno inglés favorecería la instalación de un “hogar judío” en Palestina, la derrota final del Imperio Otomano y el reconocimiento de la zona de Palestina como un “protectorado” británico, impulsaron la emigración, siempre bien financiada por los imperialistas.
La horrenda matanza de judíos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial fue aprovechada por los imperialistas para justificar la creación del Estado de Israel por la Organización de las Naciones Unidas el 14 de mayo de 1948, cuando la respetable ONU entregó tierras y personas que nunca le habían pertenecido. Aparentemente, al final se había conseguido un “hogar judío” en el que los judíos del mundo pudieran vivir en paz. Sólo que ésos no eran los planes de los poderosos imperialistas, muchos de ellos judíos, que lo habían patrocinado. Las guerras de conquista, como dijera Hobson, presentadas “como una política defensiva necesaria, en la que estaba en juego el honor y hasta la misma existencia del Estado”, no se hicieron esperar y, hasta ahora, no han tenido pausa. La camarilla que ha estado a cargo del gobierno de Israel ha mantenido un estado de guerra permanente con vecinos cercanos y no tan cercanos e, incluso, cuando parecía que alguien lograba un atisbo de paz que permitiera a los habitantes vivir ya con cierta tranquilidad, su autor en Israel, el Primer Ministro Isaac Rabin, fue asesinado en Tel Aviv en 1995. La Guerra de conquista ha seguido y, ahora, el Primer Ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, grita que se desarrolla en siete frentes.
Pero los judíos, trabajadores muchos de ellos, que han sido invitados a cambiar su domicilio e instalarse en Israel, van en busca de estabilidad y paz y, salvo excepciones, no van reclutados al ejército. Asimismo, los que ya tienen algunos años de vivir en Israel y que mandan a sus hijos a las guerras “defensivas”, se han dado cuenta de que sólo son un instrumento de la política rapaz del imperialismo, que quiere expandirse indefinidamente en el Medio Oriente y esclavizar a sus habitantes originales. Líbano, Jordania, Siria, Irán, Cisjordania, Yemen y la Franja de Gaza sufren, sobre todo esta última, lo indecible por la agresión del gobierno imperialista-sionista de Israel.
En la Franja de Gaza se lleva a cabo una auténtica limpieza étnica, un genocidio, un delito reconocido por el Derecho internacional que consiste en actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, sin que se permita la entrada de testigos o periodistas extranjeros. No obstante, sólo como referencia, debe decirse que, en la Franja de Gaza, según cifras oficiales del Ministerio de Salud de Gaza y de las propias autoridades israelíes, hasta el 18 de agosto de este año, en poco menos de dos años, más de 64 mil personas habían muerto asesinadas.
Cito, por muy ilustrativa, una nota del Vatican News del pasado dos de agosto: “Gaza, el horror denunciado por UNICEF: 18.000 niños asesinados. En la Franja, la gente sigue muriendo de armas y hambre. La alarma del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia: el promedio es de 28 niños que mueren cada día, el equivalente a una clase escolar. Una de cada tres personas en Gaza pasa días sin comer y el indicador de desnutrición ha superado el umbral de la hambruna”.
Otra más de la BBC Mundo: “Desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido ningún caso de hambruna tan minuciosamente diseñada y controlada como la de Gaza”: experto en hambrunas Alex de Waal… La hambruna, le dijo Waal a BBC Mundo, no es sólo “la experiencia individual del cuerpo consumiéndose”, también es una “experiencia colectiva de deshumanización”. “Quienes infligen una hambruna son conscientes de ello; saben que lo que hacen es, en realidad, desmantelar una sociedad”. Al menos 154 personas han muerto de hambre hasta el momento en Gaza, incluyendo 89 niños, según las autoridades sanitarias del territorio”.
Una matanza horrenda. No hay manera de exagerarlo.
La reacción del pueblo en Israel ante la guerra es similar a la que se lleva a cabo en Ucrania. Si bien es cierto que el gobierno de Israel se cuida muy bien de publicar datos de la salida de ciudadanos al extranjero de manera definitiva, diversos testimonios sostienen que se han incrementado significativamente y, cuestión imposible de ocultar, se llevan a cabo manifestaciones cada vez más concurridas de hasta cientos de miles de asistentes que exigen el derecho de vivir en paz. “Al menos 350 mil manifestantes israelíes protestaron este martes en la Plaza de los Rehenes para exigir que su gobierno acepte el acuerdo para liberar a los rehenes cautivos en Gaza y un alto al fuego al conflicto contra Palestina, informó The Times of Israel”. (La Jornada, 27 de agosto). Ojo: el gobierno sionista de Israel retrasa deliberadamente un acuerdo para liberar a los israelíes secuestrados por Hamás con el fin de prolongar la guerra.
Durante años, las clases dominantes de Occidente han atiborrado a los pueblos de drogas, alcohol, sexo exacerbado, consumismo, individualismo e ignorancia, hasta creer que su control y sumisión estaban garantizados para muchas generaciones. Pero, como ha sucedido ya antes, el pueblo termina por hartarse, ahora vuelve a expresarse masivamente, le vuelve la espalda a la guerra, sale a la calle, comienza a tomar la iniciativa. Cito ahora las conmovedoras palabras de un joven deportista que bien pudieran estar siendo repetidas a su manera por muchos trabajadores y sus hijos del Occidente agresivo a los que se quiere arrastrar a nuevas guerras de conquista: “No tengo ninguna disputa con el Vietcong. Mi conciencia no me permite ir y disparar a mi hermano, o a alguien más oscuro que yo, o pobre gente hambrienta en nombre de la poderosa América. Y dispararles, ¿por qué? Ellos nunca me han llamado negro, nunca me han linchado, no me han echado a los perros ni me han robado mi nacionalidad, violado o matado a mi madre y mi padre… ¿Cómo puedo disparar a esa pobre gente? Sólo llévenme a la cárcel”. Mohammad Alí. Campeón del mundo de peso completo. Palabras que pronunció cuando se negó a ir a la guerra de Vietnam. Y se lo llevaron preso, pero sólo duró diez días en la cárcel, los poderosísimos capitostes del imperialismo norteamericano no se quisieron arriesgar al descrédito y a las muy posibles protestas que tendrían que enfrentar. En conclusión: Ante las guerras imperialistas, el pueblo tiene la última palabra.
“Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener” (Miguel de Cervantes).
Muchas de las mediciones que se emiten obedecen, en más de una ocasión, a un carácter subjetivo, es decir, dependen del planteamiento mostrado por el investigador para interpretar tal fenómeno de la realidad.
La teoría marxista entiende al capitalismo como un modo de producción caracterizado por la crisis. Las crisis económicas no son un error en el funcionamiento del sistema, el resultado de una mala decisión o un fenómeno que el gobierno en turno pueda evitar vigilando.
Recientemente, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza para 2024 en nuestro país.
En el contexto económico global, nuestra agricultura se hunde en una profunda crisis que se manifiesta en dependencia alimentaria, control total de las trasnacionales y del capital extranjero, desempleo rural, constante reducción de la superficie sembrada.
El dos de septiembre de 1984 iniciaron los trabajos del Tecnológico en Tecomatlán para ofrecer una opción educativa de nivel superior a la región Mixteca Baja de Puebla.
Si bien el gobierno morenista festeja una supuesta reducción de la pobreza, no anuncia ninguna reducción de las llamadas ayudas para el bienestar.
El capitalismo, al menos desde que inició su fase degenerativa, a partir de la Segunda Guerra Mundial, ha buscado instrumentos de legitimidad que hagan pasar su política económica belicista como presentable e incluso necesaria para la humanidad.
La 4T no ha resultado tan convincente como aparenta.
Siempre que me encontraba en Tecomatlán con don Albino Rivera Morán, antorchista de profunda convicción, respondía de broma a la pregunta de cómo estaba, haciendo la siguiente enumeración: “Más pobre, más viejo, más jodido”; pero siempre estaba de buen humor.
En un barco al que envolvió una peligrosa tormenta, llevó personalmente Carlos Marx su manuscrito inmortal de Inglaterra a Alemania, portaba quizá la obra más importante que hasta ahora se ha escrito para explicar lo que es el ser humano y la sociedad que ha formado.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) era la institución encargada de medir la pobreza y el impacto de la política social en México, pero a mediados de este año sus funciones fueron transferidas al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
A parte de que cae la oferta de empleos formales, con empresas e instituciones públicas, la calidad misma del empleo empeora.
El 18 de agosto del año 2000, un grupo de mercenarios encabezados por Guadalupe Buendía, alias La Loba, atacó brutalmente a los antorchistas frente a la presidencia de Chimalhuacán.
Ahora es más difícil para los países del llamado Occidente colectivo, encabezados por Estados Unidos, obtener, no se diga, las ganancias que obtuvieron después de la Segunda Guerra Mundial, sino simple y sencillamente, las ganancias.
Alistan jornada nacional frente abuso sexual y maltrato infantil
Comerciantes alistan movilización para eliminar programas de abasto
Profeco advierte a usuarios por “llamadas fantasma”
Lorena se degrada a ciclón tropical, pero habrá lluvias torrenciales
“La 4T miente sobre cifras de pobreza”: Julio Boltvinik
¡Confirmado! En rancho de Teuchitlán había restos humanos
Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".