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Jesús Rodríguez, pescador de toda la vida, estuvo durante más de tres horas en su canoa con el temor de ser devorado por las turbulentas aguas de una laguna agitada por los fuertes vientos y la intensa lluvia de un ciclón que asoló la Costa Chica de Guerrero.
Como todos los días, una tarde salió de su vivienda en busca del sustento familiar. “El cielo estaba nublado. Me subí a la canoa y remé durante casi una hora para llegar al punto donde realizaría mi trabajo. Repentinamente, el cielo se obscureció, había ráfagas muy fuertes, relámpagos y mucha lluvia que me impedían ver. No tuve tiempo de regresar a casa y lo único que hice fue enterrar una vara de trasmallo a la que me aferré durante más de tres horas con todas mis fuerzas para evitar que la canoa se hundiera o fuera arrastrada. En esas más de tres interminables horas pensé que había llegado mi fin, que moriría en medio de la Laguna de Chautengo; aproveché un momento en que se calmaron la lluvia y el viento y, extenuado, comencé a remar hacia la orilla, logré salir y hoy puedo contar esta mala experiencia que estuvo a punto de quitarme la vida”.
Rodríguez es uno de los 600 habitantes de la comunidad Los Tamarindos, municipio de Florencio Villarreal, en la Costa Chica del estado de Guerrero, donde la mayoría se dedica a la pesca de autoconsumo y venta, con excepción de tres o cuatro familias que son ganaderas.
La aldea se ubica en la orilla de la carretera Acapulco-Pinotepa Nacional, luego del paso de cinco retenes de la policía comunitaria y Cruz Grande, la cabecera municipal de Florencio Villarreal, considerada la “cuna del son de artesa” (danza tradicional), donde hay que desviarse hacia la derecha sobre un camino de terracería, que se cubre durante casi media hora.
En la comunidad no hay una sola calle pavimentada; no tienen servicio de drenaje, alumbrado público, la vigilancia está a cargo de la policía comunitaria; los niños van a las escuelas preescolar Amado Nervo y primaria Plan de Ayala; los adolescentes y jóvenes se ocupan en la pesca y, si quieren continuar la preparatoria o una carrera profesional, se trasladan a Cruz Grande, a media hora de Acapulco.
Desde hace unos días tienen servicio de agua potable y se ahorran su acarreo en canoa, el cual tenían que hacer bajo los ardientes rayos del Sol en tambos que llenaban con el líquido vital de un río cercano. Ahora también disponen de transporte público terrestre: tres camionetas que cubren la ruta Cruz Grande-Los Tamarindos, que prestan servicio de las 8:00 a la 16:00 con salidas cada hora.
La mayoría de las casas son de madera y varas; solo dos o tres están construidas con tabique y cemento y pertenecen a personas que emigraron a trabajar a Estados Unidos (EE. UU.).
Los “chiquitillos”, como nombran a los niños, corren descalzos sobre la candente arena de los caminos, con sus rostros alegres cubiertos de polvo y quizás inconscientes de la desoladora realidad que los rodea.
El pescado, su alimento básico, está escaseando; sus padres están preocupados por la falta de producción y por verse en la necesidad de emigrar hacia otros estados del norte de México o a EE. UU. en busca de trabajo, abandonando a sus numerosas familias pues, por lo regular, cada pareja tiene entre siete y 10 hijos.
La pandemia agravó la situación
Por muchas décadas, la laguna de Chautengo dio oficio y sustento a hombres, mujeres, jóvenes y niños que, desde sus portabebés en las canoas o cuando comenzaban a caminar, debieron aprender a remar o a pescar a las orillas del área lacustre.
Consumen diariamente algunas variedades de pescado y camarón. Actualmente es la temporada de jaiba y cada pescador va a la laguna de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde para capturar tres y cuatro tambos que se venden en 100 pesos cada uno.
La mayoría de las especies extraídas de la Laguna de Chautengo son robalo, siniquito, lisa, mojarra, cuatete, camarón chacal o camarón de Castilla. Para pescar jaiba necesitan carnada hecha con cuatete chico, que cuesta 200 pesos “la gruesa”, equivalente a 12 docenas. Los pescadores se asocian con personas que no tienen dinero para comprar la carnada y al final se reparten el producto.
Sus prácticas de pesca son artesanales y con muy poco desarrollo tecnológico. Cada día suben a sus canoas con remos, carnada, cuando se requiere, tarrayas y trasmallos en busca del sustento familiar, la mayoría con horarios diferentes.
Para cualquier tipo de pescado, por ejemplo, entran a la laguna de las 4:00 a las 8:00. Para el robalo toda la noche; para el camarón de 7:00 a las 22:00; y en tiempo de lluvias aumenta considerablemente su actividad, lo que les permite hacer un pequeño ahorro, aunque enfrentan un grave problema: casi todo el pueblo se inunda con el agua acumulada en la laguna y deben suspender las actividades, incluidas las escolares, pues los planteles también se anegan. El agua sube unos 30 centímetros en las casas; pero como ya se acostumbraron a vivir así, solo cuando hay ciclones o huracanes y el agua sube más de un metro, se refugian en los albergues municipales.
Hombres, mujeres y niños salen a pescar, incluso algunas mujeres llevan a sus pequeños en portabebés a la laguna; por eso, a los tres años nadan muy bien.
Una niña de tres años, delgada, de mirada vivaracha, piel obscura y cabello crespo, a sus tres años nada a la perfección. “Es una popoyota”, dice su madre, en alusión al pez llamado popoyote, especie de teleósteo endémica de estados del sur de México.
La pandemia de Covid-19 afectó bastante a este pueblo pesquero –fundado hace unos 100 años– debido a que no podían salir a Cruz Grande a vender sus productos; ya que el temor a infectarse los indujo a colocar un retén en la entrada de Los Tamarindos para impedir el ingreso de personas extrañas.
Aseguran que, precisamente en Cruz Grande, “se morían todos los días entre tres o cuatro abuelitos. Ahora ya estamos más relajados y hasta hay bodas”, reveló María de los Ángeles, madre de siete niños, y uno más que está por nacer, durante una plática con buzos bajo una fresca enramada, a solo unos metros de la laguna que parece no tener fin.
María de los Ángeles, de 37 años, asegura que la Laguna de Chautengo cada vez produce menos pescado, pero que da para sobrevivir; y se queja de que el actual Gobierno Federal solo en una ocasión brindó un apoyo de siete mil pesos a los pescadores.
“Anteriormente las mujeres recibíamos apoyo del programa Prospera, además de atención médica gratuita. Ahora, el Gobierno Federal que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quitó el apoyo a las madres de familia; y da becas a los estudiantes que utilizan el dinero para ponerse borrachos. Sin duda alguna estábamos mejor con el gobierno anterior”.
Cuenta que el pescado capturado en la Laguna de Chautengo es el más rico de la Costa Chica, porque es una combinación de río y mar; además, en la laguna no hay contaminación. Su vaso abarca tres mil hectáreas y su potencial pesquero nutre a un gran número de comunidades, entre las que también se encuentran Pico del Monte, Llano la Barra, Las Barras, Las Ánimas, Boca del Río, El Médano, Cuatro Bancos, de la cabecera municipal y varias localidades del municipio de Copala.
El municipio al que pertenece la Laguna es regado casi en su totalidad por el río Nexpa que, desde su nacimiento entre los municipios de Ayutla y Tecoanapa, cruza diagonalmente el estado hasta la Laguna de Chautengo, donde recibe el nombre de Tecualuya.
Urge el apoyo oficial
Los pescadores de Los Tamarindos cuentan que anteriormente había una cooperativa, pero que se desintegró por falta de apoyo. Por ello, ahora “de manera separada es difícil que las autoridades nos brinden la ayuda que necesitamos para aumentar la producción, que son herramientas de trabajo como lanchas con motor, trasmallos, atarrayas, estanques para almacenar el producto que se extrae de la laguna; recursos económicos para carnadas y otros enseres necesarios para la pesca”.
Además, advierte uno de ellos, es necesario que se les capacite en la preservación del sistema ecológico del cuerpo de agua, que está rodeado de manglares y grandes poblaciones de garzas, pelícanos y gaviotas. La Laguna se encuentra entre el mar y una pequeña barra natural.
Los pobladores realizan sus actividades sin ninguna ayuda de los tres niveles de gobierno, el Federal encabezado por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena); el estatal, a cargo de Evelyn Cecia Salgado Pineda, también de Morena y el municipal, presidido por el alcalde perredista Rodrigo Pavón Gallardo.
Además de la actividad pesquera, los habitantes de Los Tamarindos no tienen ninguna otra forma de emplearse y sobrevivir. Además de apoyo para la modernización de la pesquería, demandan ayuda para construir sus viviendas con material sólido para que, en las temporadas de lluvias, no deban abandonar sus hogares, “pues, en tiempo de lluvias, hasta los niños están pescando desde las ventanas de sus casas. Ya nos acostumbramos a vivir así, pero claro que queremos vivir en mejores condiciones”.
En varias ocasiones han intentado obtener apoyos tanto para mejorar sus condiciones de vida como las laborales, pero “es difícil encontrar ayuda. No nos atienden o nos piden regresar una y otra vez; al final no obtenemos nada y sí perdemos tiempo porque vivimos al día”.
La Laguna de Chautengo es somera, se halla en avanzado proceso de evolución geológica, se ubicada entre los municipios de Florencio Villarreal y Copala, de Costa Chica de Guerrero; a una altura promedio de 30 metros sobre el nivel del mar y a orillas del océano Pacífico. Al Norte colinda con los municipios de Ayutla de los Libres y Tecoanapa; al Este con Cuautepec y Copala; al Oeste con San Marcos y al Sur con el Pacífico.
Al principio de este año se lanzó la convocatoria Recursos Genéticos Acuícolas 2022, a través del Programa de Fomento a la Agricultura, Ganadería, Pesca y Acuacultura; los pescadores de Los Tamarindos y de otros municipios de Guerrero buscan acceder a ellos para mejorar su productividad; han solicitado que los Servidores de la Nación lleguen a sus comunidades para que constaten sus carencias y apoyen sus demandas.
La Laguna de Chautengo es la única fuente de empleo para miles de personas que viven en pueblos cercanos y es el hogar de cientos de especies, muchas de ellas endémicas y en peligro de extinción; por lo que es urgente que las autoridades de los tres niveles de gobierno atiendan sus demandas de apoyo.
En 2018 aparecieron cientos de peces muertos flotando sobre las aguas de la laguna y la población se alarmó por este fenómeno inusitado. Chautengo, con Tecomate y la bahía de Puerto Marqués, se caracteriza por ser uno de los mejores sitios para desarrollar la pesca, ya que en sus aguas se encuentran especies marinas como los peces dorados, vela, gallo, sábalo, pargo, marlín de diversos colores, jureles, atún de aleta amarilla y las variedades zorro, martillo y sarda de tiburón.
Su belleza y magnitud atraen a turistas de entidades mexicanas y de muchos países, especialmente en las temporadas de invierno, porque sus aguas permanecen cálidas.
Sin embargo, los pescadores de la Laguna han advertido que, en ocasiones, sus aguas se quedan sin oxígeno y deben abrir las compuertas de la barra para unirlas con las del mar para que los peces no mueran, como al parecer ocurrió en 2018.
Las compuertas también se abren cuando sube el nivel de agua en la laguna; pero entonces se inundan las viviendas, algunas de las cuales inclusive están situadas a ocho metros sobre el nivel del cuerpo de agua.
“La gente se guía con la luna para saber con exactitud cuándo habrá buena pesca; pero en los meses de mayo y junio el agua de la laguna se calienta demasiado, provocando que a los peces y camarones les empiece a faltar oxígeno, que buscan en las contracorrientes y prácticamente suben por la corriente del río que se utiliza para llenar los pocos estanques camaroneros que aún funcionan”, revela otro pescador.
Este fenómeno es aprovechado por los pobladores –incluidos los niños que desde que cumplen un año aprenden a atarrayar (lanzar la red al agua para pescar)– porque donde se juntan las aguas de la laguna con las del río los camarones, debido a la falta de oxígeno, brincan como si huyeran de algún depredador y son atrapados con mayor facilidad.
Pedro Rendón, productor camaronero, contó a buzos que, en 1992, una empresa especializada se instaló en Los Tamarindos y construyó, sobre tres o cinco hectáreas, 73 estanques bien equipados. Un tailandés capacitó a pescadores del lugar, Pico del Monte, El Médano, entre otros, quienes por espacio de tres o cuatro años tuvieron trabajo seguro, pero la compañía, que llevaba camarón a Tampico y a EE. UU., quebró y cerró.
En la actualidad solo quedan algunos estanques y el área está infestada de cocodrilos, que no causan ningún daño a la población pero sí a los pocos animales que se acercan a la laguna, entre ellos perros, chivos, puercos, gallinas y reses.
Los pescadores esperan que algún empresario o las mismas autoridades apoyen a Los Tamarindos con la recuperación de estos espacios que requieren mucha inversión y haya empleos para que sus familias tengan ingresos, que han descendido entre un 30 y 50 por ciento.
Además, los índices de matrimonios y embarazos a edad temprana han aumentado; las mujeres tienen, en promedio, entre siete y 10 hijos; la mayoría de los niños y los adolescentes solo pueden estudiar el preescolar y la primaria, en detrimento de su calidad de vida.
Por ello, a pesar de la belleza y riqueza naturales de la laguna y su excelente clima tropical, el futuro es incierto para esta comunidad pesquera y gran parte de sus habitantes solo tiene como opción vivir en la pobreza o emigrar.
A pesar de sus extensos litorales, en México solo unas 250 mil personas trabajan en la actividad pesquera, que ocupa el séptimo lugar en la producción nacional.
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Escrito por Olivia Ortíz
Reportera