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La llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca ha generado un sin número de polémicas, expectativas (tanto positivas como negativas), como así también reacomodamientos en el plano de la geopolítica.
En este contexto, por supuesto que los BRICS+ no podían ser una excepción, ya que, incluso antes de asumir la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.), Trump se refirió al importante grupo de países emergentes, liderados por Rusia y China, advirtiendo que impondría aranceles del 100 por ciento a los productos de los países BRICS, en caso de que pretendieran implementar una moneda para el comercio internacional que intentase competir con el dólar estadounidense, cerrándoles, en la práctica, el mercado del país norteamericano para el comercio de sus exportaciones.
De estas “amenazas” del magnate neoyorkino y otras advertencias proferidas a varios países, incluso históricos aliados de EE. UU., podemos realizar algunos análisis que considero de interés.
En primer lugar, las expresiones de Donald Trump acerca del grupo BRICS y en particular sobre la relación de éstos con la moneda estadounidense, puesta en contexto, sería un apercibimiento suave, si consideramos que, por esos días, ya había manifestado su intención, real o ficticia, de que Canadá se convirtiese en el Estado número 51 de la unión americana, arrebatar a sus socios daneses la soberanía de la isla de Groenlandia, tomar medidas severas, incluso de carácter militar si Panamá no le brindaba ventajas competitivas en el uso del canal, frente a China, además de una escalada verbal y amenaza de aplicación de aranceles del 25 por ciento a México, su principal socio comercial, en caso de no controlar la migración ilegal y el tráfico de drogas a través de la frontera sur de EE. UU. A todo esto podríamos agregar el enfriamiento de las relaciones con Europa, tal como quedó reflejado en las palabras del vicepresidente J.D. Vance, durante la cumbre de seguridad de Múnich, así como una posible disminución del papel central de EE. UU. dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Tomando en cuenta, tan solo, las declaraciones y acciones más impactantes de la nueva administración republicana, podemos entender que, en comparación, los dichos acerca de los BRICS fueron casi una expresión de la más clásica diplomacia. Sin embargo, lo expresado por Trump al grupo de países emergentes deja en claro algunos aspectos muy importantes acerca de las líneas rojas que marcará Washington durante los próximos cuatro años, por lo menos.
En este punto, queda claro que la defensa y fortalecimiento del dólar como moneda para el comercio internacional es una de las prioridades del nuevo inquilino de la Casa Blanca, debiendo afrontar las consecuencias de las desastrosas políticas de su predecesor, Joe Biden, al utilizar esta divisa como un arma, a través de las sanciones, socavando la confianza internacional, no sólo en el billete verde, sino incluso en el sistema financiero global. De este modo se entiende la “amenaza” a los países que intenten crear una alternativa al dólar. Sin embargo, Donald Trump, además de estas advertencias, también deberá aplicar las correcciones necesarias en las políticas estadounidenses para que los países no se vean en peligro de sufrir sanciones que les impidan el uso de la moneda del país norteamericano, afectando su comercio internacional. Esta situación fue expresada claramente por el presidente Vladimir Putin al decir que los rusos no tenían nada en contra del dólar, sino que era EE. UU. quien no les permitía usarlo.
De las palabras del líder republicano hacia los países BRICS+, además de la importancia del dólar en su futura estrategia geopolítica, también se puede vislumbrar, sin que lo haya mencionado, que sus relaciones internacionales serán preferentemente de país a país, soslayando los tratos o negociaciones con bloques, haciendo prevalecer de este modo una ventaja para Washington, la cual perdería ante un grupo sólido y fuerte como el de los BRICS+.
Por otro lado, cabe preguntarse cuál será el posicionamiento del grupo liderado por Rusia y China ante lo que parece ser una postura totalmente nueva de la administración estadounidense respecto a lo que caracterizó a la geopolítica de EE. UU. por lo menos durante las últimas tres décadas.
En principio, cabe recordar el enorme crecimiento que, en los últimos años, ha experimentado el grupo BRICS, con la solicitud de ingreso de una gran cantidad de países de los cinco continentes, consolidado el 1º de enero de 2024, con la invitación a formar parte de la organización, como miembros de pleno derecho, a Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Argentina, aunque los dos últimos, finalmente, no concretaron su ingreso. Poco tiempo después, en octubre de 2024, durante la cumbre de la organización en la ciudad rusa de Kazán, se hicieron importantes anuncios sobre varios temas trascendentes, entre los que destacaron la planificación para la implementación, en un futuro próximo, de sistemas de pagos y transferencias electrónicas internacionales, denominados BRICS Pay y BRICS Bridge, mecanismos que, en buena parte, están pensados como respuesta a las medidas arbitrarias y coercitivas del llamado Occidente colectivo, como por ejemplo, la marginación de la Federación Rusa del sistema internacional de pagos interbancarios SWIFT.
En Kazán también se prosiguió con las conversaciones entre los socios, acerca de la posibilidad de la creación de una moneda para las transacciones del comercio exterior entre los países miembros y los mecanismos posibles para su implementación en el futuro. Por último, entre los hechos más destacados, se anunció el ingreso de Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajstán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán, Vietnam e Indonesia en carácter de Estados asociados a los BRICS+, y poco tiempo después se confirmó el otorgamiento de la membresía de pleno derecho a Indonesia.
El impresionante crecimiento del BRICS+, que hoy ya representa más del 40 por ciento del total de la riqueza producida a nivel global y el 51 por ciento de la población mundial, ha sido, sin lugar a dudas, una gran lección y un claro mensaje al prepotente y decadente Occidente colectivo encabezado por EE. UU. sobre la finalización de la hegemonía que venía ejerciendo desde la disolución de la Unión Soviética y la imposibilidad de detener a un mundo multipolar que ya ha nacido.
A mi modo de ver, Donald Trump ha entendido esta nueva e irreversible realidad, y como el empresario realista y pragmático que es, buscará posicionar a EE. UU., de la forma mejor y más competitiva dentro de este nuevo orden multipolar, seguramente buscando delimitar áreas de influencia con las otras dos superpotencias, Rusia y China. Así se explica la importancia que Trump le da a la demarcación de sus zonas de interés, como Groenlandia, con sus riquezas en tierras raras y su posición estratégica en el ártico, sus dos vecinos del norte y del sur y su influencia en el canal de Panamá, además de defender la hegemonía del dólar como moneda para el comercio mundial y reserva de valor, fomentando la demanda global de su divisa, lo cual es vital para la supervivencia de la economía estadounidense.
Dadas las presentes circunstancias geopolíticas, el tiempo dirá si las nuevas medidas tomadas por la administración Trump-Vance, son sólo pasajeras o se consolidan para generar un cambio de fondo al interior de EE. UU., atacando el corazón del Estado profundo y, al exterior, poniendo en jaque al poder globalista financiero; sería lógico esperar que los BRICS+, por lo menos durante el presente año, ralenticen su crecimiento como grupo, consolidando su cohesión interna y afinando sus mecanismos de ingreso, para evitar futuros fiascos, como los protagonizados por Argentina o Arabia Saudita. También se puede esperar que la cumbre de este año, a realizarse en Brasil, país que ostenta la presidencia pro tempore de la organización, tenga una menor intensidad política que la celebrada en Kazán. Finalmente, tampoco sorprendería que el grupo BRICS+ posponga, por lo menos por un tiempo, cualquier proyecto tendiente a promover una moneda alternativa al dólar, como muestra de buena voluntad hacia la Casa Blanca, recalcando lo dicho por el presidente Putin acerca de no tener un problema con esa moneda, mientras no sea usada como una herramienta de presión y cohesión política contra los países que pretenden defender su soberanía e independencia.
Esto también sería una señal clara de que los verdaderos enemigos del proyecto soberanista y desarrollista de Donald Trump no se encuentran entre los BRICS, sino que están entre los cabecillas de la Unión Europea, los burócratas de Bruselas, los capitostes de la OTAN, el Estado profundo y la progresía liberal globalista; aunque todo esto ya lo sepa el magnate neoyorquino.
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Escrito por Christian Lamesa
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro La paternidad del mal. Los cómplices de Hitler.