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El comienzo del Covid-19 en Michoacán
Si no hay suficiente dinero, que se suspendan las obras faraónicas y, si todavía no alcanza, que se pida prestado, se trata de la vida de los mexicanos que soportan bajo sus espaldas al país.
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Hasta el momento de redactar estas líneas (ocho de abril), la pandemia del Covid-19 todavía no ha empezado a hacer estragos en la salud y en la vida de la población de Michoacán. Tengo contacto muy frecuente con mis compañeros de los comités seccionales del Movimiento Antorchista en el estado, ellos están muy al pendiente de la situación y, afortunadamente, todavía no reportan ningún caso de contagio que conozcan en pueblos y colonias en los que hay trabajo antorchista; tampoco refieren que se sepa de infectados que sean familiares o simplemente conocidos de los antorchistas. Con esa referencia empírica, parece que los datos para el estado de Michoacán que manejan las esferas oficiales son verdaderos.

 Ello no quiere decir de ninguna manera que el virus no exista y no sea peligroso. Ya al día de hoy, la cantidad de muertes en el mundo es terrible, nada más en Estados Unidos ya han fallecido más de 10 mil personas, cantidad superior a los muertos que ha sufrido ese país en las guerras que últimamente ha librado. En nuestro país, la cantidad de infectados crece continuamente. Debe saberse que, según datos oficiales, los contagiados nuevos que aparecen cada día son cada vez más, que hay ya dos mil 439 casos confirmados en total y que la cifra de contagiados crece en un promedio de 13 por ciento diario, aunque la cifra de sospechosos brincó un 20.8 por ciento. Sí va a haber problemas graves de enfermos y muertos en este país, nadie debe confiarse. En la medida en que mi palabra tenga alguna credibilidad, llamo a todos los que lean este escrito, antorchistas y no antorchistas, a que traten de permanecer en sus casas.

El futuro inmediato es sobrecogedor. En las comunidades de la Meseta Purépecha tales como Quinceo, Comachuén, Turícuaro, Arantepacua, Cheranástico, Nahuatzen, Sevina, San Isidro, La Mojonera y en las comunidades de la ribera del lago de Pátzcuaro como Ajuno, Jarácuaro, Puácuaro, Tarerio, Cucuchucho, y Canacucho, la situación es alarmante, en algunas de ellas, solo en algunas, hay un doctor y no hay medicinas para atender las urgencias que se les presentan, en otras, ni eso. Hay casos como el de la comunidad de Pichátaro, de siete mil habitantes en la que, ya desde antes del coronavirus, la gente estaba muriendo por falta de médicos ya que solo hay una clínica con un doctor que con frecuencia no llega, los fines de semana no va y cuando llega a tenerse una receta en la mano, las medicinas se tienen que comprar. Jorge Víctor Arriaga Gallardo de 47 años murió en días pasados en la calle porque en la clínica no había doctor.

La sencilla medida de protección “permanecer en casa” es muy difícil de poner en práctica para mucha gente: no hay vivienda digna para millones de mexicanos y en la zona de la Cañada de los Once Pueblos, por ejemplo, existe un hacinamiento de hasta 18 y 20 personas en cada vivienda. Pero el problema no es solo de incomodidad y falta de condiciones sanitarias, el problema es que a muchos millones de mexicanos no les llegan las ayudas que proporciona el gobierno de López Obrador y, a los que les llegan, los enfrentan con graves problemas como el caso de Tangancícuaro en donde se tuvieron que concentrar más de 300 gentes sin ningún protocolo de sanidad y se les entregaron entre cinco y siete mil pesos, o en el caso de Tepalcatepec, en donde a los adultos mayores que tienen su tarjeta les depositaron solo dos mil 500 pesos y a los que les pagan en efectivo les cancelaron el día de pago y les informaron que les pagarían “hasta nuevo aviso”.

La señora CMM, cuyo nombre completo no necesito revelar, pero que, con la ayuda de Dios, existe, trabaja en la Central de Autobuses de Maravatío vendiendo nieve; sus ventas han disminuido a la mitad y le preocupa que digan que ya no puede vender. Su esposo, que la ayuda a completar el gasto diario, trabaja limpiando los autobuses de esa misma Central y tiene que comprar cubrebocas y gel antibacterial; como puede comprenderse, viven al día, si no trabajan no comen. La compañera MPM hace gorditas de maíz y las vende en Pátzcuaro, dice que “todas estamos en la ruina, no hay comercio, todo está cerrado, hasta las que trabajan en casa las están despidiendo”. PSS, que vive y trabaja en la comunidad de Jarácuaro, dice que está parada la entrega de sombreros, que es la artesanía que producen para sobrevivir más de seis mil habitantes de esta antigua isla del lago de Pátzcuaro.

A decir de comerciantes ambulantes que venden ropa, en el comercio de Ciudad Hidalgo, las ventas cayeron en un 90 por ciento y, además de que no tienen dinero para surtir, no han podido ir ni con dinero prestado porque sus proveedores de Toluca y Moroleón cerraron las plazas desde hace dos semanas; los vendedores de frutas y verduras, por su parte, reportan que sus ventas cayeron 40 por ciento. La situación de los transportistas también es muy preocupante, de un ingreso diario de entre 800 y mil pesos, con la suspensión de clases en todos los niveles escolares, ahora solo perciben entre 300 y 400 pesos diarios y muchos trabajadores de las galeras que fabrican tabiques fueron despedidos y ahora son desempleados.

Pero no es todo. El miércoles 1º de abril, a las 14 horas, un grupo de aproximadamente 70 cortadores de aguacate de la zona de Uruapan fueron violentamente desalojados cuando realizaban una colecta pública, solicitando el apoyo de los automovilistas en el Boulevard Industrial para sobrellevar un poco la desgracia del desempleo; los cortadores fueron despedidos porque las empacadoras de toda la región están trabajando al 30 por ciento, debido a que EE. UU. canceló los pedidos. La Policía de Michoacán llegó a desalojarlos; los colectantes se opusieron, hubo forcejeos; la policía hizo disparos al aire y se llevó a la Fiscalía Regional a 15 de los desempleados que pedían la solidaridad pública. Ahí no terminó el incidente. Indignados, los jornaleros decidieron apoderarse de varios camiones de carga, de una patrulla, de una pipa y un camión que colocaron en las vías del ferrocarril en la tenencia de Caltzontzin. La Policía Ministerial prometió liberar a los detenidos; una vez entregados éstos, la policía fue hasta donde se encontraban los manifestantes, que ya se retiraban; entonces los celosos guardianes del orden sacaron sus armas y dispararon sobre los manifestantes hiriendo a tres de ellos y a una reportera.

Estos mexicanos tienen que salir a trabajar todos los días, son lo más pobre, lo más vulnerable, son los átomos de la sociedad que la hacen funcionar y en los que nadie repara. Si nos atenemos a las estadísticas, en Michoacán, el 70 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) tiene empleo informal, sin protección ni prestaciones, precisamente como el de todas estas personas ¿De qué van a vivir tres meses (porque ya el doctor López-Gatell dijo que el pico de la pandemia en nuestro país podría ser entre la tercera semana de mayo y la primera de junio)? Toda esta gente, de Michoacán y de México entero, necesita un programa nacional, masivo, enérgico de entrega de despensas y, tan pronto como se pueda circular con seguridad, un gran programa de empleo emergente. Si no hay suficiente dinero, que se suspendan las obras faraónicas y, si todavía no alcanza, que se pida prestado, se trata de la vida de los mexicanos que soportan bajo sus espaldas al país. Estamos ante la amenaza muy real de una hambruna. Solo es el comienzo.

 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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