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Cumbre Celac-UE Presente el gran ausente
A ocho años de haberse visto, los pasados 17 y 18 de julio se reunieron dos importantes comunidades económicas: la Celac y la UE., a la que faltó el actor principal: EE. UU., y en este artículo demuestro por qué.
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Los pasados 17 y 18 de julio del año en curso, en Bruselas, Bélgica, se reunieron dos importantes comunidades económicas: la Celac, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que incluye a 33 países de la región; por otro lado, la Unión Europea (UE), que incluye a 27 países. Estas comunidades dejaron de verse hace ocho años; sin embargo, las condiciones económicas y sociales mundiales desde entonces han cambiado significativamente y llama profundamente la atención que se haya realizado esta reunión. Ahora bien, el actor principal de esta cumbre estuvo presente en ausencia: Estados Unidos (EE. UU.). Y lo trataré de demostrar en el cuerpo de este artículo.

Se reúnen dos regiones; una de ellas fue conquistadora y otra conquistada. La región latinoamericana y caribeña fue subyugada de diferentes maneras y ahora, desde mi personal punto de vista, son las dificultades económicas las que orillan, fundamentalmente a Europa, a recurrir a los 33 países que conforman la Celac para robustecer su comercio dada su difícil situación. ¿Por qué?, precisamente porque en los ocho años que han pasado desde 2015, fecha de la ultima reunión, han sucedido cosas importantes: la pandemia, que paralizó al mundo y generó grandes contratiempos en las economías del orbe; el repunte de la economía china y el hostigamiento de los norteamericanos que, con su filosofía hegemónica, no quieren contrapesos y, finalmente, la situación de Ucrania, que ha generado una crisis económica, política y energética con Rusia, lo cual ha obligado a la UE a conseguir gas más caro de EE. UU. o de Venezuela.

La comunidad de América Latina y el Caribe cuenta con cerca de 550 millones de personas en una superficie de más de 20 millones de kilómetros cuadrados. Otrora se vio a América Latina como el proveedor de materias primas y receptor de los productos elaborados de la industria europea. Hoy, las condiciones son otras, pues Europa ya no posee la hegemonía del mundo como en el Siglo XVI, ahora está sujeta a las decisiones de EE. UU. quien, con la imposición de sanciones a Rusia y a China, quiere debilitar también a Europa y obligarla a entrar en su juego, por lo que la reunión de la UE con la Celac puede entenderse como un instrumento para: 1) competirle o quitarle mercado a China, 2) ganar adeptos para la causa norteamericana y europea en contra de Rusia y 3) aliviar las dificultades de colocar el exceso de capitales que hay en Europa y que no puede invertir ni en Rusia ni en China por el perverso juego norteamericano. Veamos.

En el primer caso, se anunció una inversión en América Latina y el Caribe de 44 mil millones de dólares (mdd), cifra mucho menor que la inversión de China en 2022 que fue de 146 mil 500 mdd (Monitor de la OFDI china en América Latina y el Caribe 2023 abril 15, 2023. Enrique Dussel Peters); sin embargo, con las restricciones derivadas de la guerra de semiconductores emprendida contra China, EE. UU. busca dejar de depender del gigante asiático; y qué mejor que tener inversiones europeas (“más confiables”) en América Latina y el Caribe, el traspatio de los norteamericanos, como ellos siempre lo han visto.

En el segundo caso, desde antes que iniciara la reunión se planteó con insistencia la famosa resolución conjunta que condenara a Rusia; sin embargo, no contaban con que los valientes nicaragüenses se opusieran terminantemente a firmar esa arbitrariedad y lograron frenar los intentos de obtener una respuesta hegemónica. Decimos en México: Nicaragua fue el “prietito” en el arroz. Una condena a Rusia significa, al mismo tiempo, un reconocimiento implícito a las atrocidades cometidas por EE. UU. en Panamá, en Irak, en Vietnam, en Afganistán, etc.; un reconocimiento a la entrega de las peligrosas y mortíferas bombas de racimo que, además de pertenecer a un viejo arsenal norteamericano, los ucranianos deberán pagar con su propio sudor. La resolución tuvo que matizarse y condenar la guerra en Ucrania sin mencionar a Rusia, lo cual fue un logro de la resistencia de los países latinoamericanos.

Y en tercer lugar, si se cerró el mercado ruso por las sanciones norteamericanas y también se obliga, de cualquier manera, a los países europeos a sumarse a la guerra emprendida por EE. UU. contra China, entonces, el exceso de capital que ya no puede invertirse en esas regiones tiene que buscar destinatario y encontraron que es la región de América Latina y el Caribe una buena oportunidad para invertir y, con ello, competir contra el avance chino y tener un mayor nivel de injerencia política sobre la región.

Lo que es cierto es que la actitud de los países latinoamericanos, en varios casos –Colombia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Brasil, Chile– no fue sumisa. Por el contrario, voces críticas se alzaron en contra de los bloqueos y las recurrentes sanciones solo porque afectan los intereses de los grandes poderosos; que deje de verse a Latinoamérica como el proveedor de materias primas; que se entiendan las regiones como pares; que el planteamiento de inversión europea en la región de la Celac no se convierta en una fuente de endeudamiento (préstamo) para luego cobrar y someter; finalmente, que la UE haga verdaderos esfuerzos por reducir sus tasas de contaminación, pues si lo que se pretende es incrementar la inversión, pero también la contaminación, parece entonces que no se está buscando contribuir a mejorar las condiciones ambientales del mundo y sigue prevaleciendo el interés económico por encima del interés de la humanidad.

Como se ve, la reunión no fue fácil. En otros tiempos, la sumisión latinoamericana era notable; sin embargo, en esta ocasión la reunión entre la Celac y la UE es una muestra de que la unidad de los pueblos puede poner un freno a la hegemonía de un solo país y se puede construir un mundo multipolar basado en el desarrollo conjunto y equilibrado donde tengan lugar también los pueblos de China y de Rusia.


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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