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Los damnificados olvidados de Chalco
Para los habitantes de Chalco, este año será inolvidable, pero no por su bonanza, sino por las terribles inundaciones y la negligencia gubernamental que padecieron en los meses de julio, agosto y septiembre.
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La más prolongada y dramática de las inundaciones se produjo entre el dos y el 18 de agosto debido a la ruptura del colector Solidaridad, que a su vez provocó el desbordamiento de las aguas negras de los ríos La Compañía y Ameca.

Estos caudales fuera de control afectaron a cerca de dos mil viviendas habitadas por más de 140 mil personas de las colonias Los Héroes Chalco, Villas de San Martín, San Martín Cuautlapan, San Juan y San Pedro Tezompa, San Mateo Tezoquipan, Miraflores, Tres Marías, Jardines de Chalco, Emiliano Zapata, Pueblo Nuevo, Culturas de México y Jacalones, según un reporte del gobierno municipal fechado el 19 de agosto.

Pero el mismo 18 de agosto, las lluvias torrenciales volvieron a caer; y entonces, los daños mayores se produjeron principalmente en las unidades habitacionales Villas de San Martín y la colonia Los Naranjos, donde el agua alcanzó metro y medio de altura al interior de los domicilios de planta baja, donde derribó puertas y arrastró todos los enseres domésticos.

En la colonia Los Naranjos, el caudal de aguas negras del río Ameca sepultó un puente que permitía el paso de los vecinos de San Lorenzo Chimalpa hacia sus sembradíos, los cuales se perdieron; la inundación alcanzó los cuatro metros de alto debido a que el asentamiento no tiene drenaje, y a que la falta de desazolve del río desbordó la capacidad de encausamiento de las aguas pluviales y residuales, debido a irresponsabilidad de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

Fue hasta el martes 20 de agosto, casi un mes después, cuando la gobernadora del Estado de México (Edomex), Delfina Gómez, se presentó en Chalco para recorrer las áreas afectadas con el presidente municipal de Chalco, Miguel Gutiérrez, la presidenta municipal electa, Abigail Sánchez y Adrián Hernández Romero, coordinador general de Protección Civil y Gestión Integral, uno de los pocos funcionarios que apoyó a los damnificados desde el inicio de la tragedia.

La mandataria debió escuchar y aguantar los reclamos de los pobladores contra el alcalde de Chalco y del Organismo Público Descentralizado para la Prestación de los Servicios de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento (Odapas) municipal.

Gutiérrez sólo movía la cabeza mientras la Presidenta actuaba silenciosa, como dama de compañía; quien respondió con gritos y groserías fue Adrián Hernández, quien declaró que tenía más de mil gentes trabajando y que, en aquel momento, no los podía atender, contó a buzos Estefanía Rojas, vecina de Villas de San Martín; ella perdió todos sus muebles y ahora vive con un familiar.

Los funcionarios municipales brillaron por su ausencia en el largo periodo de inundaciones; sólo aparecieron durante la visita de la gobernadora; hasta ahora, los afectados nada saben de los trabajadores de las dependencias responsables del taponamiento del Colector Solidaridad y la falta de desazolve de los ríos La Compañía y Ameca: la Conagua y la Secretaría del Agua del Estado de México (SAEM).

 

 No querían “mojarse los pies”

“Era como la una y media de la tarde del 18 de agosto cuando, en cosa de segundos, mi casa estaba inundada, el carro flotaba en el patio, mi hija de trece años saltó como pudo a la planta alta y mi esposo, alto y fornido, no podía abrir la puerta por la fuerza de la corriente. Por momentos, el ruido del agua era ensordecedor y hasta macabro.

“Un muchacho arriesgó su vida para desconectar los centros de carga eléctrica del interior de la tienda exprés Aurrera, que colinda con nuestra casa. Se oían gritos; mucha gente se quedó atrapada y la tienda era una gigantesca alberca. Murió electrocutado un empleado que pedía auxilio a gritos y frente a nosotros pasó un taquero de carnitas que luego se agarró a un poste para que no se lo llevara el agua”, contó la señora Estefanía a este semanario.

También reportó que, el 20 de agosto, dos días después de que perdiera todos sus enseres domésticos, la comitiva de la gobernadora “al principio no se quería meter al agua. Pero no le quedó de otra, el reclamo de la gente ganó. Prometieron apoyarnos, nos han traído una despensa, un colchón matrimonial y uno individual. Los vecinos le reclamaron con enojo e insultos. Les preguntaban: ¿Dónde voy a cocinar tu despensa? Nos prometieron apoyo económico; de eso no hemos visto nada. Dijeron que iban a instalar comedores comunitarios, tampoco ocurrió”.

En ocasiones, la voz de Estefanía se corta al recordar el drama de su familia y sus vecinos, pero la recobra cuando rememora con enojo que cuando no quiso fotografiarse con una “gorrita de Bienestar” mientras recibía el folio del censo de damnificados, un policía estatal le dijo: “¿Lo va a querer o no? Porque a fuerza querían que nos sacaremos la foto. Muchos vecinos protestaron porque lo sintieron como un insulto. De todos modos, el policía no nos devolvió el folio, que es el comprobante de su registro de afectados”.

Villas de San Martín ahora luce sin lodo; pero la huella de la inundación aún se puede apreciar en las costaleras montadas para evitar nuevas inundaciones frente a las puertas de las casas. Los vecinos han hecho la limpieza con el apoyo de una maquinaria que les cobró 800 pesos por hora, monto que reunieron por cooperación, ya que la caja de los condóminos no tenía más. También tuvieron que pagar el servicio del váctor del Odapas.

“¡Uy, señito!, ahorita no tenemos tiempo, pero si coopera para el chesco, le podemos echar la mano… ¡sólo que ese refresco costó 500 pesos!”, dijo la señora Rojas, quien destacó que las labores de limpieza fueron realizadas por los vecinos de su propia unidad habitacional y por varios de los feligreses de la iglesia de San Martín, quienes les llevaron café, pan y tortas, inducidos por el párroco local.

Doña Rosa, originaria de Ejutla, Oaxaca, residente de la colonia Los Naranjos –una de las comunidades más humildes de Chalco– contó a buzos que la azotea de su casa quedó por debajo del nivel del río Ameca; y que, desde junio, ella y sus vecinos acudieron al Odapas y a la presidencia municipal para exigir que se reforzaran los muros del río porque podría romperse y desbordar sus aguas residuales con las de lluvia, pero jamás atendieron su petición.

El domingo cuatro de agosto, el agua de lluvias y la residual vencieron los bordos de contención del afluente e invadieron toda la colonia. “Pero como aquí no hay reflectores y la gente se debe rascar con sus propias uñas, desde agosto y hasta principios de octubre, el agua siguió en la colonia. El presidente municipal prometió todo el apoyo; pero sólo envió unas bombas que no funcionan bien por falta de refacciones; y un pequeño cárcamo, construido en la colonia Gonzalo López Cid, que recibe el agua anegada”.

Doña Rosa invitó a los reporteros de este medio a recorrer los bordos del río Ameca, que superan los cinco metros, sobre los que existe un centenar de costales que evitan el desbordamiento del afluente que ahora se halla a su máximo nivel. En ambas riberas hay mangueras de cuatro pulgadas que desaguan las casas de los vecinos. Una presa de gavión de unos 30 metros de largo por seis de alto, construida por las autoridades, es otro de los recursos de protección que tienen.

“Cuando los niños salen de la escuela, tienen que brincar de piedra en piedra para cruzar las calles completamente anegadas; otros vecinos, por allá, ayudan a desatascar una camioneta de una empresa de pan; otra, toma vuelo para no quedar en la inundación. Ésa es la vida en la colonia Los Naranjos. Digan, por favor, cómo estamos viviendo dentro del agua puerca. No pido más”, agrega doña Rosa, en cuyo rostro no hay amargura, pero sí coraje por el olvido en el que las autoridades la tienen a ella y a sus vecinos.

 

Cronología de desgracias 

Los municipios de Chalco y Valle de Chalco comparten la desgracia de las inundaciones desde hace varias décadas debido a la necesidad de muchas familias humildes y a la ambición de los fraccionadores y comisariados ejidales, concluye la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Elena Burns, en su ensayo Las inundaciones en Chalco, publicado en septiembre pasado.

Las inundaciones tenían solución hace años; pero aunque la planteamos, fue ignorada, aclara la investigadora para luego proponer: “Más que todo, necesitamos construir una fuerza social capaz de lograr que las autoridades prioricen el bien común para que la política hídrica no sea secuestrada por los intereses”.

En su texto, Burns se refiere especialmente al contubernio entre las autoridades municipales y ejidales, así como el del sindicato de transportistas, para rellenar el Lago Tláhuac-Xico y construir el fraccionamiento Bosques de Xico, en Valle de Chalco, lo que afectó el rescate y la recuperación del lago, que era el humedal más importante en los límites del Edomex con la Ciudad de México (CMDX).

Además, la sobreexplotación de los mantos acuíferos y la falta de un sistema para desfogar los torrentes pluviales hunden diariamente el seco lecho lacustre; y arriesgan a las familias pobladoras cada vez más a sufrir altas inundaciones y, por tal motivo, más trágicas.

Elena Burns fue simpatizante del proyecto de gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y funcionaria de la Conagua; pero fue despedida sin sustento legal ni notificación previa cuando, el 31 de octubre de 2022, un grupo de policías le impidió el acceso a la oficina donde despachaba como subdirectora general de Administración del Agua.

En la mañanera del siete de diciembre de ese año, AMLO ofreció su apoyo al director de la Conagua, Germán Martínez Santoyo, por haber tomado esta decisión, y negó que hubiera habido diferencias entre éste y la funcionaria despedida, minimizó el asunto y lanzó diatribas contra quienes denunciaron que había pleitos internos en su gabinete.

Sin embargo, la diferencia de intereses políticos que había entre los funcionarios de la Conagua fue un factor determinante para que las inundaciones en la zona oriente del Valle de México se agravaran este año; y la población del municipio Valle de Chalco fue su mayor víctima.

La madrugada del viernes cinco de febrero de 2010, un muro del canal de La Compañía no soportó el peso de las intensas lluvias, se fracturó y propició la inundación de los asentamientos de Providencia, Avándaro y San Isidro, además de provocar el cierre de la Autopista México-Puebla por un lapso de diez días.

Un año después, el 17 de abril de 2011, se fracturaron otra vez los muros del mencionado río y las aguas negras inundaron las casas de los vecinos de estas colonias, las más afectadas por el agua desde la fundación de este municipio en el periodo sexenal del expresidente Carlos Salinas de Gortari.

Las aguas de un aluvión son tolerables, pero cuando son demasiado frecuentes y fuertes provocan inundaciones como las del verano-otoño de este año, que causaron la desgracia de los vallechalquenses, provocando la pérdida de sus muy precarios bienes materiales y tuvieron que soportar la carga de heces fecales y más desechos contenidos por los aguas negras.

 

Verano de inundaciones en Chalco

El pasado 16 de mayo, el Centro Nacional de Prevención de Desastres, en el portal del Gobierno Federal, señala que la temporada de lluvias debía comenzar en el océano Pacífico el 15 de mayo, el primero de junio en el Atlántico, y terminar el 30 de noviembre.

El mismo informe incluyó un pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional que preveía de 15 a 18 ciclones tropicales en el Pacifico y de 20 a 23 en el Atlántico, aunque aclaraba que no todos necesariamente golpearían a México. Esta información fue compartida también por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Conagua.

Para beneplácito nacional, las lluvias acudieron puntuales a la cita y finalizaron el largo estiaje que dejó casi secos ríos, lagunas y presas, entre ellas las del Sistema Cutzamala, cuyo nivel de almacenamiento fue de 27.7 por ciento, uno de los más bajos en varias décadas, y que trazó un panorama sombrío para la Zona Metropolitana del Valle de México, especialmente para la CDMX, que depende de sus aguas en 25 por ciento.

La Conagua reportó, en julio de 2024, que el promedio de precipitación acumulada nacional de ese mes fue de 153.3 mm, comparado con los 125.9 mm de la climatología de julio de los años 1991-2020, y fue ese superávit pluvial de 27.4 mm a 21.8 por ciento el que provocó las inundaciones en la zona conurbada de la CDMX.

Pese a los pronósticos emitidos por las instancias gubernamentales, las autoridades federales y estatales –del Edomex, en específico– no tomaron previsión alguna para evitar los desastres, ni siquiera hicieron llamados a la población para tomar precauciones y evitar la pérdida de sus enseres domésticos y cosechas.

Pero además, los habitantes de Chalco, que fueron los que padecieron con mayor intensidad por las lluvias torrenciales, no fueron escuchados cuando el desbordamiento del río Ameca provocó la inundación de sus casas; y tampoco se atendió el mensaje de preocupación extrema que los colonos de San Lorenzo Chimalpa externaron el cinco de agosto a través del diario El Sol de Toluca. Estos damnificados tuvieron que cerrar la carretera Chalco-Mixquic para que el Odapas del municipio de Chalco acudiera al lugar del probable desbordamiento.

Las primeras inundaciones se dieron en julio. Chimalhuacán fue el municipio que denunció los primeros estragos en Villa de San Lorenzo y la colonia Arturo Montiel; este asentamiento no sólo se inundó por la lluvia, sino también por las aguas negras del río La Compañía, que llegaron a los domicilios.

Los reclamos y las alertas de los vecinos no fueron escuchados por el director del Odapas municipal, quien fue encarado por los afectados, que le reclamaron su falta de atención. El organismo ha sido cuestionado por los habitantes con marchas y bloqueos durante la mayor parte de la actual administración municipal, así como por la falta de agua potable. 

 


Escrito por Ale Torres .

Colaboradora


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