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Desde el año pasado, multitudinarias protestas sociales sacuden Europa. Destaca Francia, donde la Confederación General del Trabajo, junto con otras organizaciones, ha movilizado más de dos millones de manifestantes en respuesta a la imposición gubernamental de una reforma en el sistema de pensiones que retrasa la edad de jubilación de 62 a 64 años y exige cotizar 43 años y no los 42 actuales para cobrar una pensión completa. Macron la impuso por decreto y se ha granjeado el repudio de más del 70 por ciento de los franceses. Él alega que el sistema de pensiones es financieramente inviable e impone estas medidas antiobreras; los trabajadores, en cambio, proponen impuestos a los ricos, a lo cual el presidente (exejecutivo de la banca Rotschild), se opone.
En Inglaterra, “Las enfermeras realizaron en diciembre una huelga nacional sin precedentes en los 106 años de historia del sindicato” (Expansión, 24 de enero de 2023). A manera de resumen: “150 universidades en huelga (…) conductores de ambulancias (…) la empresa de correos (…) Hasta medio millón de trabajadores irán a la huelga el miércoles 12 de febrero (…) escuelas permanecerán cerradas, debido a la huelga de casi 200,000 miembros del sindicato (…) maquinistas bloquearán por completo líneas ferroviarias …” (Vientosur, cuatro de febrero de 2023). Según Expansión (24 de enero de 2023), “El país vive su peor episodio de agitación laboral desde el gobierno de Margaret Thatcher…”; en otras fuentes, ésta es: “… la mayor huelga de la última década…” (Radio Francia Internacional, RFI (1º de febrero de 2023).
En Alemania, “Una huelga de un alcance poco común (…) comenzó este lunes a detener todo el sector nacional del transporte (…) las escuelas, los hospitales, el correo (…) movimiento conjunto entre los sindicatos EVG y Ver.di, que representan respectivamente 230,000 trabajadores de las compañías ferroviarias y 2.5 millones de empleados del sector servicios, es extremadamente raro (…) En la mayoría de los aeropuertos se anularon los vuelos (…) El terreno es cada vez más favorable para las huelgas en Alemania, que se aleja de la cultura de consenso que la ha caracterizado” (france24, 27 de marzo de 2023).
Los gobiernos responden con estrategias de contención. Aplican con saña la fuerza pública: atacan con antimotines a manifestantes, ejecutan detenciones masivas o prohiben las protestas, como en Lyon (newtral, 20 marzo). En el Reino Unido: “Los órganos de gobierno y el Partido Conservador están debatiendo medidas para prohibir las manifestaciones…” (Vientosur, cuatro de febrero de 2023). Deslegitiman las demandas: “No protestan por la reforma de las pensiones, sino que buscan desestabilizar las instituciones” (elmundo, 28 de marzo de 2023). En Inglaterra, el Primer Ministro “protesta” por: “… las “importantes perturbaciones” causadas desde hace meses por la multiplicación de paros (…) ha acusado a los trabajadores sanitarios en paro de poner en peligro a los pacientes (…) No hubo la mínima propuesta en las últimas cinco semanas”, le respondió la secretaria general Graham” (Expansión, 24 de enero de 2023). Lágrimas de cocodrilo. Y para colmo, el escarnio: “Nada me gustaría más (...) que tener una varita mágica y pagarles a todos más”, dijo el lunes el primer ministro” (RFI, 1º de febrero de 2023); y despiden trabajadores inconformes: “… siguiendo la estela del thatcherismo y del nuevo laborismo. Pretende criminalizar a los activistas sindicales, con despidos…” (Vientosur, cuatro de febrero de 2023). Dicho sea de paso, el conjunto de estas maniobras no nos es desconocido: son aquí pan de cada día.
Y sin embargo, se mueve. La inconformidad crece. Pero, ¿qué razones llevan a tantas personas a protestar? Como causas inmediatas: la caída del salario real ante una inflación desatada. Dice DW (cinco de septiembre de 2022): “Todo se encarece en Alemania desde el comienzo de la guerra rusa en Ucrania. En la Unión Europea, la inflación roza el 10%. Los países con mayor inflación son Estonia, Letonia y Lituania, con tasas que superan el 20%...”. Ante ello, en Francia los trabajadores exigen 10 por ciento de aumento salarial; los patronos ofrecen cinco por ciento, como en Alemania, donde la inflación registra su máximo en 25 años (euronews, 22 de octubre de 2022); en el Reino Unido “… alcanza máximos de 40 años (…) más de 10 años de estancamiento salarial (…) el venerado Servicio Nacional de Salud lleva años sufriendo una financiación insuficiente (…) los sueldos cayeron 20 por ciento en términos reales desde 2010…” (Expansión, 24 de enero de 2023). La inflación “… deja a muchas familias sin más opción que los bancos de alimentos…”. Los trabajadores se oponen, además, a “… los planes de recortar camas hospitalarias y puestos de trabajo” (Rebelión, siete de abril de 2023).
A la inflación contribuye el aumento en los energéticos. Al bloquear la importación del gas natural ruso, del cual depende en 40 por ciento, y con el sabotaje de Estados Unidos al gasoducto North Stream 2, Europa queda obligada a comprar gas licuado (40 por ciento más caro) a Estados Unidos, dueño ahora del mercado. Además, para contener la inflación, gobiernos y bancos elevan las tasas de interés, encareciendo el crédito, castigando el consumo y frenando el crecimiento.
Como causa de nivel más profundo está la guerra en Ucrania y la militarización, que el pueblo, como siempre, paga, como ilustra el siguiente texto de Rebelión. Los gobiernos integrados en la OTAN, dice: “Tienen una reserva de dinero aparentemente muy grande que están gastando en una nueva carrera armamentística. Gran Bretaña gasta bastante más en gastos militares que sus vecinos. Sin embargo, el Gobierno británico ha decidido conceder al ejército 11,000 millones de libras (12,500 millones de euros) adicionales, mientras que para el personal de enfermería, el profesorado o el funcionariado no hay dinero. El gobierno francés afirma que las jubilaciones son inasequibles, pero en enero anunció de paso que aumentaría más de un tercio el presupuesto de defensa en los próximos años, es decir, cinco veces más que los sacrificios que se requieren para pagar las jubilaciones. Debido a los elevados costes energéticos, los hospitales alemanes se enfrentan a déficits financieros.
Como consecuencia, tendrán que reducir la plantilla y se aplazarán operaciones ya planificadas. Aparentemente el gobierno alemán es incapaz de intervenir y tapar un agujero de nueve mil millones de euros, pero sí ha anunciado que destinará 100 mil millones de euros más a las fuerzas armadas en los próximos años. El Gobierno griego, que supuestamente no puede permitirse mantener una red de transporte segura, ha aumentado el gasto militar en más de 60 por ciento desde 2019.
La pobre Grecia ya paga proporcionalmente casi tres veces más en gastos militares que el resto de Europa. Una cuestión central de la democracia es en qué gasta su dinero un gobierno. Deja claro cuáles son las prioridades y sus opciones sociales. ¿Gastamos más dinero en sanidad, bienestar o educación o, por el contrario, destinamos más dinero a la militarización y el armamento?” (Rebelión, siete de abril de 2023). Pero la causa más profunda de las movilizaciones es que el imperialismo está registrando una caída progresiva en la tasa de ganancia y busca resarcirse, suprimiendo derechos a los trabajadores para arrancarles hasta la última gota de plusvalía posible.
Pero, aunque es impresionante, no nos confundamos solo con el número y el coraje de los manifestantes. Entendamos que, no obstante ello, por sus demandas y objetivos el reclamo social está restringido al ámbito económico, a mejorar un poco, o a lo más a resarcir la pérdida del poder adquisitivo. No cala en la raíz profunda del problema: las relaciones de propiedad y de poder entre clases, concretamente el monto y forma de distribuir la riqueza, la estructura económica y política, basada en el monopolio de los medios de producción por los tiburones del capital.
La lucha económica sindical es necesaria, pero teniendo siempre conciencia de sus limitaciones, y de que debe ir más allá. La solución de raíz es la formación de partidos propios que eduquen políticamente a los obreros; que les enseñen que mientras impere el neoliberalismo, y los gobiernos le obedezcan, la situación seguirá esencialmente igual. Si los trabajadores desean un gobierno que vea por ellos, deben tomar directamente el poder político en sus manos, y para tal fin, el instrumento no puede ser el sindicato, por grande que sea y por miles o millones de manifestantes que mueva. El partido es la única e insustituible herramienta.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.