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Omar Carreón Abud
Gaza: tregua en la horrenda carnicería, la abusiva guerra de clases continúa
Imposible tratar de elaborar y difundir en este momento un análisis sobre los graves problemas por los que atraviesa nuestro país y la nada remota posibilidad de que se compliquen en el corto plazo.


Imposible tratar de elaborar y difundir en este momento un análisis sobre los graves problemas por los que atraviesa nuestro país y la nada remota posibilidad de que se compliquen en el corto plazo, sin detenerse a compartir con los lectores la espantosa, sobrecogedora tragedia de una parte muy importante del pueblo palestino en la Franja de Gaza. Estamos atestiguando otra guerra salvaje de conquista y saqueo a un pueblo débil, o sea, ante una nueva fase del capitalismo en su fase imperialista ahora desesperado porque se encuentra en fase terminal.

La crueldad y el sadismo de los imperialistas, representados por el gobierno sionista de Israel, por las élites explotadoras de Estados Unidos, principalmente los dueños del complejo industrial-militar, por los ya muy disminuidos miembros de la Unión Europea, por ciertas monarquías árabes y otras clases parasitarias del mundo, no son nada nuevo, lo que sí es reciente, sobre todo ante los modernos medios de comunicación, es el cinismo, la prepotencia criminal y la insólita impunidad de los asesinos que sobrecoge y pasma.

En la Franja de Gaza, una tirita de tierra situada en la costa oriental del mar Mediterráneo, que tiene una superficie de 365 kilómetros cuadrados, hasta hace unas semanas, vivían poco más de dos millones de seres humanos literalmente amontonados, ya que Gaza tiene una densidad de población de cinco mil 46 personas por cada kilómetro cuadrado. Ese pequeño territorio se ha convertido en una de las mayores ambiciones del imperialismo actual por su ubicación frente al mar Mediterráneo, porque tiene una frontera de 51 kilómetros con Israel y por la cercanía con países que no controla el Occidente colectivo, tales como los que se encuentran en el oriente de África y en el occidente de Asia. Los imperialistas, pues, se han empeñado en la instalación y consolidación de un enclave geoestratégico, es decir, la construcción del Gran Israel.

El siniestro proyecto está en marcha. Inició esta etapa hace casi dos años, el siete de octubre de 2023. Las fotografías de lo que hay ahora en Gaza pueden inducir al que las mira a pensar que contempla a la Hiroshima arrasada en agosto de 1945 y, no por casualidad, por los mismos jefes que ahora encabezan la guerra contra los gazatíes y la desaparición de su ciudad del mapa. Haga usted lo posible, amable lector, por resistir las cifras negras de Gaza al momento de imponerse lo que la propaganda occidental ha llamado insistentemente “la paz”. Tratemos de conocer algo más de la impactante verdad: de cada 10 habitantes, uno perdió la vida o fue herido en un ataque israelí durante estos dos aciagos años; tres palestinos de cada diez no habían comido nada durante días; de cada cien niños, cuatro perdieron a uno o a ambos padres.

De cada diez edificios que existían en Gaza antes de la embestida israelí, ocho quedaron severamente dañados o están completamente destruidos (usando imágenes de Gaza desde el espacio, el Centro de Satélites de la ONU asegura que al menos 102 mil 67 edificios han sido destruidos) y de cada diez viviendas, nueve fueron bombardeadas y ya no existen. El bombardeo constante dejó a la Franja de Gaza cubierta con una manta de escombros que se calcula es el equivalente a 12 veces el tamaño de la Gran Pirámide de Giza y ahí están las ruinas de escuelas primarias, universidades, clínicas médicas, mercados, mezquitas y hogares.

Los ataques aéreos mataron a familias enteras en sus casas y más de dos mil personas fueron acribilladas mientras pedían comida en los centros de ayuda supuestamente protegidos. La heroica campaña de los sionistas de Israel y sus patrocinadores del Occidente colectivo, ha matado a más de 67 mil palestinos y herido a casi 170 mil (más de 40 mil de los heridos tienen lesiones con efectos irreversibles). Cientos de palestinos se agolpan todavía en cocinas de caridad luchando por un plato de lentejas y los bebés que quedaron vivos están tan desnutridos que pesan menos que al momento de nacer. La destrucción y la matanza en La Franja de Gaza son indescriptibles e inimaginables y acontecieron a los ojos del mundo en lo que se ha dado en llamar, no sin poca ironía, la civilización occidental.

Como si se tratara de una boda o un cumpleaños, una buena parte de los autores intelectuales de la masacre se reunieron festivamente en Tel Aviv a celebrar su triunfo porque, para ellos, la mentada tregua no es otra cosa que una contundente victoria. A la luz de la destrucción apocalíptica parecería no sólo un error, sino hasta una estupidez, afirmar que el gobierno de Israel y las élites del mundo capitalista nunca se propusieron el exterminio ni la expulsión total de los palestinos de Gaza. Sin embargo, así es. No olvidar jamás que la ganancia, más precisamente, la plusvalía del capitalista, la produce siempre y en todas partes el trabajo del obrero, lo descubrió Carlos Marx, pero los explotadores del mundo, como los de Israel, no necesitan esas enseñanzas del genio de Tréveris, su práctica diaria se los hace patente e irrefutable.

Ya desde antes de esta acometida, los gazatíes y los palestinos que residen en el otro pedazo de territorio vecino a Israel que se denomina Cisjordania, escrupulosamente identificados y cacheados en los pasos fronterizos, pasaban a trabajar al territorio de Israel y regresaban a sus miserables viviendas por la tarde o noche para reponer algunas energías y regresar a la jornada diaria al día siguiente. Antes del siete de octubre de 2023, cuando inició le invasión de la Franja de Gaza por parte de Israel, 170 mil palestinos de Cisjordania y unos 18 mil 500 de la Franja de Gaza tenían permisos para trabajar en Israel y los asentamientos israelíes, principalmente en la agricultura, la construcción y los servicios. La diferencia en las cantidades no es casual ni se explica porque los gazatíes no necesitaran un empleo, se explica porque la población palestina de Cisjordania, gobernada por la Autoridad Palestina, después de años de adoctrinamiento y enajenación, era una masa trabajadora más sumisa y dócil que la población de la Franja de Gaza, gobernada por la Organización Hamás.

El capital mundial en problemas estaba urgido de ampliar y consolidar sus bases estratégicas de dominación y control en el Medio Oriente (y en el mundo), de apoderarse de más recursos naturales para su producción y de ampliar sus bases obreras de explotación ahí donde le fuera posible contratarlas. En ese sentido, los objetivos están cumplidos. Me inclino a creer que en la Cisjordania sometida está el modelo. Por eso la tregua, más allá de suspender los bombardeos de Israel sin plazo fijo, no es tregua y por eso no se precisa quién, cómo y bajo qué leyes va a gobernar Gaza ni cuáles serán los derechos de los gazatíes ni, menos aún, cuáles serán los castigos para los no pocos que hayan cometido el delito de genocidio. Muy pronto la clase trabajadora de Gaza estará, ahora en mayor cantidad que antes, mutilada y humillada, a la disposición y los caprichos del capital.

Baste, a este respecto, un dato más. “La mayor contribución económica para la reconstrucción de la Franja de Gaza tras el fin del conflicto en Oriente Medio provendrá de los países árabes, mientras que Washington deberá asegurar su intervención diplomática para garantizar el cumplimiento de los términos del acuerdo, aseveró este domingo el vicepresidente de EE. UU., James D. Vance” (RT, 12 de octubre). Comienza la recuperación de la inversión, porque ¿quién va a pagar los créditos para la reconstrucción de Gaza? ¿Los que la arrasaron? No, ni por pienso. La pagarán los trabajadores gazatíes con el sudor de su frente y, para “luego”, es tarde.

¿Qué lecciones deben sacar los trabajadores del mundo? ¿Los trabajadores de México? Estoy firmemente convencido de que deben hacer todo lo posible por hermanarse y luchar juntos, como un solo hombre y una sola mujer; deben conocer y hacer conciencia de las injusticias que se cometen todos los días contra los que crean la riqueza y nunca disfrutan de ella y que, antes al contrario, son víctimas de monstruosidades difíciles de creer. Los explotados del mundo pueden ver, oír, aprender y hacer conciencia, así se explica que la clase dominante gaste grandes cantidades de tiempo y de dinero para engañarla y taparle los ojos. El gigantesco volumen de esos esfuerzos y gastos sólo demuestra el horror, el peligro que les anuncia una clase explotada organizada y consciente. Y a eso deben llegar los condenados de la tierra, como alguna vez les llamara Frantz Fanon. 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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