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Entrevista al ingeniero Aquiles Córdova Morán
Tecomatlán, Puebla.- Al explorar las causas, objetivos y efectos del Movimiento Estudiantil de 1968, que sacudiera la estructura socio-política de México, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional hace una valoración desde nuevos ángulos ideológicos, a 50 años del Movimiento. Categórico, expone las contradicciones dialécticas que abonaron al fracaso del suceso y las limitaciones ideológicas de sus más mediáticos protagonistas. Crítico en su análisis, Córdova Morán lanza un reto: profundizar en la investigación de momentos clave, como lo ocurrido el dos de octubre de 1968, y arrojar luz sobre las incógnitas no resueltas del Movimiento. Y con visión global, traza la línea que ese año siguiera el proyecto imperial, anti-socialista, para intensificar la Guerra Fría, entre el 68 mexicano, el Mayo francés, la Primavera de Praga y otras expresiones afines.
Lo que no logró el 68
El Movimiento del 68 tuvo dos características: su origen espontáneo, pues no fue algo planificado, madurado en sus objetivos y, por tanto, fue muy fresco. Participaron las bases estudiantiles y, poco a poco, se incorporaron fuerzas populares que comenzaron a coincidir o vieron la oportunidad de plantear sus propias demandas. Hubo un reforzamiento mutuo nacido de la libertad del Movimiento que propiamente no controlaba nadie.
Otra característica fue que, al no ser planificado, sus demandas eran “improvisadas”. Solo se referían a las fallas más visibles; a las prácticas del gobierno que más directamente ofendían a la gente; pero que no necesariamente eran los verdaderos problemas del país. El Movimiento sí recogió algunos reclamos de una buena parte de la población, pero con demandas eminentemente políticas; dirigidas contra el monopolio del partido en el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Recordemos: la supresión del Artículo 145 del Código Penal (el famoso delito de disolución social); la del Cuerpo de Granaderos y una demanda de mayor democracia con derechos políticos. Ésa era una problemática real, que molestaba a muchos, fundamentalmente a grupos de clase media alta, intelectuales, universitarios y también a algunos dirigentes obreros y populares; pero no propiamente a la masa, que poco se plantea los problemas en estos términos.
Se convirtió, así, en un Movimiento de la pequeña burguesía, de la intelectualidad pensante, de grupos importantes, poderosos, que con razón se sentían marginados del desarrollo político del país. Ellos llegan a presionar y conducen el Movimiento. De ahí que no hubiera una sola demanda económica o un solo planteamiento de lo que pasaba en la estructura misma del país, que es precisamente la actividad económica.
Evidentemente, el Movimiento de 1968 es un hito en la historia de México. Fue la manifestación de problemas profundos relacionados con la forma en que se repartía la riqueza, creando gran inconformidad social. Pero se quedó en lo político y no tocó el verdadero fondo del problema.
Lo que sí promovió el 68 fue la democracia mexicana. Aumentaron las libertades (de protesta, de opinión y se logró que la prensa se inclinara menos hacia la línea oficial, pues esa parcialidad indignaba a la gente). El movimiento obligó a dar mayor pluralidad y apertura a voces disidentes.
Eso hizo que la clase dominante se diera cuenta de las inconformidades por el monopolio de un solo grupo. Fue un primer campanazo que llevó a la reforma política. Se legalizaron partidos que habían sido satanizados, como el Partido Comunista Mexicano.
La gran limitación de aquel movimiento estudiantil es que no fue al fondo del problema, no tocó al modelo económico, la falta de empleo, los salarios, los malos servicios y la mala educación. En una palabra, no tocó el reparto de la riqueza nacional.
Lo anterior demuestra que no fue un movimiento del pueblo, de la clase obrera, de los campesinos. Fue solo de clases medias que se sentían con el derecho a participar; el cerrado sistema político del PRI provocó este estallido. Sin embargo, no hubiera podido alcanzar la amplitud, resonancia y fuerza política que adquirió si no hubiera contado con la simpatía y fuerza del pueblo.
¿En qué cambió México a partir del 68?
Siendo algo drásticos, diríamos que en nada. Se dice que el Movimiento fue síntoma de que el modelo económico estaba agotado. Pero ¿qué modelo produjo el 68? Ninguno; todo quedó en manos de los de siempre. ¡Y aquí estamos; el país no ha cambiado en el fondo! Pese a sus avances, el 68 nos llevó a la situación actual. Al no atacar el problema de fondo hizo que el enemigo afinara sus métodos.
La única lección verdadera que veo del 68 es que es posible movilizar a las grandes masas populares hacia una verdadera participación política y que ellas deben hacer los cambios. Evidentemente, ese Movimiento no hubiera podido alcanzar la resonancia y amplitud de no haber contado con el apoyo y simpatía del pueblo mexicano. Esto sucede con las clases populares: al no ser capaces de hacerse su propia idea de país, casi siempre están constreñidas a seguir a otros grupos capaces de verbalizar de manera coherente sus demandas. Sienten que los representan, que van contra el mismo enemigo.
Se fortaleció el enemigo
El gobierno recibió el campanazo del Movimiento. Y como las clases dominantes no solo tienen los recursos y la información, sino también a los científicos, a los sabios y politólogos, le sacaron el máximo jugo. El 68 lo aprovechó el gobierno.
La clase dominante fue muy eficiente. Ahí se comienza a trabajar la reforma política, cuyo teórico e instrumentador fue don Jesús Reyes Heroles. Un intelectual que conocía bien la obra de don Mariano Otero, que en la primera mitad del siglo XIX fue el verdadero creador de la reforma política, después instrumentada por Reyes Heroles.
Para Otero, la Constitución debe ser el terreno donde convivan todas las fuerzas y grupos de un país para que sea acatada y sea elemento de cohesión. Propuso incluir en el gobierno a los opositores y compartir con ellos el poder para terminar con la oposición radical. En 1968, el gobierno tuvo el acierto de recoger a Otero en el momento preciso y saberlo aplicar.
Contra el socialismo global
Da la impresión de que movimientos como el Mayo Francés, la Primavera de Praga, la crisis en Hungría y el asesinato del Che Guevara, que suelen mirarse como separados, pudieran no haber sido tan espontáneos. Pienso que el 68 mexicano fue parte de todo un proyecto mundial para cuestionar básicamente al sistema socialista que entonces privaba en la Unión Sovietica.
Es necesario pensarlo, porque tenemos varias perlas sueltas a las que les falta el hilo que las una. Es evidente que no se trataba solo de un movimiento de denuncia ante la falta de libertades y oxígeno democrático en los pueblos del socialismo de Europa oriental; sino que se planteaba como un movimiento libertario en general.
Todos esos movimientos y lo sucedido en México tienen una constante: la búsqueda de “Libertad, Libertad y Libertad”. Ésa es una palabra que la Humanidad adora pero ¿qué queremos decir cuando hablamos de Libertad? Se puede usar para hacer menos dura la vida de los pueblos o para esclavizarlos más.
“¡Prohibido prohibir!” fue la consigna genial del Mayo Francés que recorrió el mundo. Se disfrazaban de movimientos libertarios contra gobiernos opresivos; pero no se puede decir que el gobierno mexicano era igual de opresivo que el ruso, el húngaro o el checoslovaco. El verdadero objetivo era ahondar la Guerra Fría contra el bloque socialista en nombre de la Libertad.
Un reto que nadie ha recogido
El Movimiento del 68 mexicano sigue esperando una investigación más profunda y completa de hechos curiosos que llaman la atención. Por ejemplo, se habla de que hubo una masacre en la Plaza de las Tres Culturas, el dos de octubre, que algunos dimensionan hasta en 300 asesinados.
Al ser designado embajador en España, en la gestión de José López Portillo, Gustavo Díaz Ordaz declaró: “Se me ha acusado de asesino y varias cosas más, pero no es verdad lo que dicen que sucedió en la Plaza de las Tres Culturas. Una prueba es que nadie ha presentado la lista completa de los muertos ni tampoco a los deudos, a las familias. ¿Dónde están esos cientos de muertos?”.
Ese reto nadie lo recogió ni ha respondido hasta el día de hoy. Ahí hay un problema que debería investigarse, porque ésa puede ser una noticia falsa. Es muy fácil alentar el imaginario popular, ayudado por una prensa que tiene ciertos intereses; las fake news no son nuevas están a la orden del día y se usan en México y el mundo entero.
¿Por qué nadie ha podido publicar la lista completa de los muertos?, ¿por qué no aparecen los parientes de esos muertos? Y en las celebraciones anuales, ¿por qué no van a la cabeza de las manifestaciones? La izquierda, prolífica en investigadores, amiga de detalles mínimos al investigar la guerrilla de Genaro Vázquez, de Lucio Cabañas o su muy completa cobertura del subcomandante Marcos no dice: “Mira, ésta es la lista completa de los muertos; y sus parientes están acá o allá”.
Movimientos del futuro
Estamos en la economía del conocimiento. Quien gane la carrera por la inteligencia artificial va a dominar el mundo; lo acaba de decir Vladímir Putin –que es un gran estadista–. Mucho más se está tejiendo en la tecnología, y si el pueblo no conquista su soberanía y no es el verdadero dueño del poder, todas esas tecnologías servirán para controlarlo, dominarlo y caer en una sociedad del Hermano Mayor de Orwell.
Las tecnologías son una terrible amenaza o una formidable promesa si el pueblo interviene. Si en algo está vivo el movimiento del 68 es en el sentido de que el pueblo debe ver que el pleito por el poder político no tiene sentido si no es para cambiar la economía. Debemos organizarnos, crear un verdadero partido popular sin nexos y plantearle al pueblo que el problema es económico.
El gobierno se debe sacudir a este capitalismo rapaz y voraz, muy bueno (por la buena o la mala) para producir riqueza y hacer que la gente trabaje, tenga alta productividad y le genere una alta ganancia al capital. Pero en México, esas ganancias se concentran en pocas manos, no hay mecanismos para repartir la riqueza. Somos el país donde los trabajadores laboran demasiadas horas al día y a mano; somos la 14ª economía mundial y tenemos 85 millones de pobres, muchos de los cuales se van a la cama con hambre. Esto no puede seguir así.
Para cambiar la situación hemos señalado cuatro ejes realistas, sin utopías ni revoluciones de humo. Primero, una reforma fiscal progresiva, en la que realmente paguen más los que ganen más y que no se cobren impuestos a las clases pobres, como hacen Suiza o Noruega, cuyos gobiernos captan entre 35 y 42 por ciento del producto interno bruto en impuestos, contra 17 por ciento que se capta en México.
Otro, es que la economía crezca y crear empleos para todos los mexicanos. Además, deben ser empleos de buena calidad con buenos salarios que alcancen para vivir. Finalmente, reorientar el gasto público. Que el gobierno invierta la mayor parte de sus recursos en elevar el nivel de vida de las personas. Una economía así no necesita programas asistenciales.
El pueblo tendrá que centrar su opinión, politizarse hasta entender que la lucha es de todos los pueblos. Como dijo Mandel, es la lucha por saber quién se queda con la plusvalía, no es por el poder político, es por la plusvalía.
La democracia occidental nunca fue concebida como el mundo feliz, el régimen de las libertades plenas. Siempre fue y siempre ha sido, una forma de Estado, una forma de dominación.
Los luchadores sociales, al planear y ejecutar sus acciones, no deben tener en cuenta solo los intereses particulares de su grupo, sino los de toda la lucha social de los marginados en general.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.