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Brasil Acosta Peña
El poder blando
Siempre que me encontraba en Tecomatlán con don Albino Rivera Morán, antorchista de profunda convicción, respondía de broma a la pregunta de cómo estaba, haciendo la siguiente enumeración: “Más pobre, más viejo, más jodido”; pero siempre estaba de buen humor.


Siempre que me encontraba en Tecomatlán con don Albino Rivera Morán, antorchista de profunda convicción, respondía de broma a la pregunta de cómo estaba, haciendo la siguiente enumeración: “Más pobre, más viejo, más jodido”; pero siempre estaba de buen humor. Quedó huérfano desde muy joven, lo que lo obligó a salir de su tierra a estudiar y logró ser radiólogo del Hospital General de México; sin embargo, afirmó su hija ante su tumba: “no dejó de ver los problemas de su pueblo y se regresó a contribuir en su solución integrándose de lleno a Antorcha Campesina, organización recién formada por el ingeniero Aquiles Córdova Morán”.

Por su parte, en su discurso ante la tumba de Albino, el Maestro Aquiles declaró: “Albino no solamente era inteligente, era trabajador, lúcido en las cosas que hacía, sino también le ponía todo el corazón antorchista al trabajo que realizaba. ¿Quién en este mundo se sacrifica por los demás sin pedir recompensa? ¿Quién regala su trabajo, como lo regalaba Albino? ¿Quién regala su salud, como la regaló Albino prácticamente hasta el final de su vida? ¿Quién lo hace? En este mundo lleno de egoísmo, lleno de gente con deseos de acumular dinero, olvidándose que La Biblia dice que ‛no hay que acumular en la Tierra riquezas que los ladrones roban y el orín corrompe’. Albino no estaba poseído con el afán de riqueza; trabajó como el mejor antorchista y los antorchistas del país agradecen su rendimiento. ¿Quién trabaja de día y de noche sin exigir recompensa? Los antorchistas y únicamente los antorchistas. Albino era un excelente y ejemplar antorchista. En paz descanse.

Paso a tratar el tema de esta semana. El Estado utiliza el llamado poder blando para manipular sectores de la sociedad o a sociedades enteras para orientar a esos sectores o masas hacia una dirección concreta. “Poder blando (o soft power) es un concepto fundamental en las relaciones internacionales, describe la capacidad de un país para influir en otros sin recurrir a la fuerza o coerción, sino mediante atracción, persuasión y legitimidad” (Rodrigo Castellanos, elordenmundial.com, 18 de agosto de 2025). “Joseph Nye, politólogo estadounidense que acuñó el término poder blando –un concepto que se contrapone a las políticas de coerción del presidente Donald Trump– murió a los 88 años, anunció el miércoles la Universidad de Harvard, donde fue profesor durante seis décadas” (www.lanacion.com.ar, siete de mayo de 2025).

Esta definición oculta el sentido imperialista del poder blando, pues no aclara que no se recurre a la fuerza o a la coerción, pero sí se usa la atracción, la persuasión y la legitimidad; sin embargo, en el fondo, el poder blando usa la manipulación, el control de las mentes mediante poderosos algoritmos que mandan información personalizada por dispositivos digitales (como el teléfono celular). Todos somos bombardeados con “información” o contenidos en nuestros teléfonos celulares, que nos resultan “atractivos”. Si logran engancharnos, pues el algoritmo “descubre” que algo nos llamó la atención, entonces envían una serie de videos, información, páginas, etc., de contenido similar para mantener enganchado al individuo en la pantalla el mayor tiempo posible.

El asunto está abundantemente estudiado: el cerebro reacciona liberando hormonas que le generan satisfacción, gusto, emoción, impacto y miedo. Por poner algunos ejemplos, ante los estímulos externos en las pantallas de nuestros celulares, se pueden generar bioquímicos como la serotonina, oxitocina, adrenalina, dopamina, etc., es decir, el organismo reacciona al estímulo generando las condiciones bioquímicas para su satisfacción.

El problema es que la realidad virtual no se corresponde con la realidad real. Por poner un ejemplo, un licenciado en España debió acudir a revisión con una psicóloga, pues sus hábitos habían cambiado sustancialmente. Decía la doctora que el licenciado, en su rutina normal, antes de la adicción al teléfono, acostumbraba a leer por las tardes; sin embargo, al poco tiempo, se percató de que se la pasaba horas viendo videos en TikTok y que no podía parar de verlos, inclusive, dormía ahora hasta después de las tres de la mañana por ver videos.

La doctora que explicaba la adicción, destacó que el cerebro no discierne entre “realidad real” o “realidad virtual” y, por tal motivo, el cerebro reaccionaba generando sustancias como la dopamina en dosis que la realidad real no podría compensar; de tal suerte que el individuo necesitaba fijarse en la pantalla y los videos, pues las dosis más altas de dopamina requeridas le incitaban a estar cada vez más tiempo en dicha pantalla.

La misma doctora propuso a un desarrollador de software, amigo suyo, que por qué no dejaban que, entre video y video, hubiera una pausa de cinco segundos; de tal manera que el cerebro reaccionara y se percatara de que los contenidos vistos eran realidad virtual y no real, con lo que controlaría el proceso y no se generarían sustancias bioquímicas adictivas en la misma proporción. Pero a los desarrolladores no les importa la salud mental de los usuarios de los teléfonos celulares, les importa recibir su paga mensual y, al propio tiempo, no perder su empleo; por su parte, a las empresas les importa menos la salud mental de los pueblos, pero sí se interesan en sus ganancias; y si por eso se crean muchos enfermos mentales, de paso benefician a los corporativos farmacéuticos, pues ellos se verían beneficiados por los tratamientos sugeridos en esas condiciones. Por ello son capaces de recurrir a cosas tan inhumanas como manipular y desarrollar herramientas de inducción que sirven al poder blando.

Pues bien, el poder blando es utilizado por el sistema imperialista para garantizar el control de los pueblos y que razonen en determinada dirección. Les interesa tener a los pueblos dominados, gobernados o mansos; pero si se rebelan, que no sea contra la opresión, por el contrario, contra todos aquellos movimientos que pretendan derrotar el dominio del capital. A esta tarea, el imperialismo destina millones de dólares: especialistas, agencias de noticias, plataformas digitales, etc., que pretenden hacernos ver como normal la muerte de los niños en Gaza a manos del ejército israelí; que nos tratan de convencer de que los malos de la película son los rusos o los chinos… y los buenos, los norteamericanos; sin embargo, “la única defensa eficaz es la conciencia, el pensamiento crítico y el rechazo a medios que, bajo la apariencia de periodismo, sirven a los intereses de una potencia hostil”, subrayó la escritora y activista de derechos humanos radicada en Teherán, Hoda Yaq, en su artículo: Los ‘medios’ en persa como instrumentos de guerra psicológica israelí contra Irán


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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