Cargando, por favor espere...

La libertad no existe para los trabajadores
El obrero es ahora “libre” de vender su fuerza de trabajo a quienquiera, e ir adonde le plazca para emplearse, pero no puede dejar de ser un asalariado que recibe a cambio de su trabajo no la paga completa, sino solo una pequeña parte.
Cargando...

Mucho se habla de que la nuestra es una sociedad libre; y ahora mismo, los dueños del mundo bombardean países débiles aduciendo que quieren llevar libertad a sus habitantes. Pero no hay tal. En una sociedad profundamente clasista como la nuestra, eso no existe. Históricamente, con el esclavismo la humanidad empezó a perder progresivamente la milenaria libertad que había disfrutado mientras vivió en su estado natural. La mayor parte de la sociedad perdería la libertad de que gozó mientras predominó la propiedad y el goce común de los bienes materiales, en una sociedad donde no existían ni Estado ni derecho. Una vez que fue posible generar excedentes, el hombre mismo pasó a ser propiedad de otros hombres, privado de vida personal, de derecho a familia y a participación en los asuntos públicos.

Caído el Imperio Romano de Occidente, en el Siglo V, se abrió paso una nueva sociedad, el feudalismo, donde, ciertamente, la propiedad privada sobre los seres humanos dejó de ser la característica en las relaciones de producción. Sin embargo, en esencia la suerte de los pobres no cambiaría. Los siervos de la gleba seguirían adscritos a la tierra formando parte de las heredades feudales, y pasando, con ellas, junto con los animales domésticos, de un propietario a otro. En México, los terratenientes podían perseguir con la acordada, la temible policía rural del porfiriato, a los peones insumisos que tenían la osadía de pretender evadirse de las haciendas a las que estaban atados por deudas. Los castigos corporales eran asunto cotidiano. El traslado forzoso de pueblos enteros, como los yaquis, era prerrogativa que el gobierno de los terratenientes se arrogaba.

Con la aparición del capitalismo se ha pretendido que los pueblos habrían alcanzado la cima de la libertad. Pero poco hay en realidad de qué presumir, como no sea que las cadenas se han hecho ahora invisibles y que las ataduras quedan ocultas por la apariencia de libertad. Desde las revoluciones burguesas clásicas, la libertad era una divisa, pero entendida como posibilidad para comprar y vender, para que la fuerza de trabajo pudiese desplazarse adonde fuera requerida.

Hoy, como antes, los pobres siguen perteneciendo a los señores, a los nuevos ricos, aunque a través de mecanismos más sofisticados. Ciertamente, el obrero es ahora “libre” de vender su fuerza de trabajo a quienquiera, e ir adonde le plazca para emplearse, pero no puede dejar de ser un asalariado que recibe a cambio de su trabajo no la paga completa, sino solo una pequeña parte. A lo sumo, puede cambiar de patrón, pero nunca escapar de su situación de oprimido; a diferencia del siervo de la gleba, no está obligado a permanecer como vasallo de un señor determinado, pero lo es de toda la clase de los señores.

En el advenimiento del capitalismo, en la Inglaterra de los Tudor, se promulgaron leyes terribles que castigaban con pena de muerte a los campesinos que, expulsados de su tierra, erraban por los campos como vagabundos, resistiéndose a establecerse en las ciudades como asalariados. Iguales castigos se aplicarían, a inicios del Siglo XIX, a los obreros luditas que, arrojados a la calle por la introducción de máquinas, se atrevían a destruirlas, creyéndolas la causa de sus males. En Inglaterra, los capitalistas aprobaron leyes que prohibían la salida del país de los técnicos calificados, “necesarios para la economía nacional”, considerándolos, de facto, propiedad de la clase dominante.

Pero no vayamos tan lejos. En nuestros tiempos, mediante sofisticados mecanismos de manipulación de masas, a través de la televisión, el cine y la radio, se maneja a los pueblos y se les hace “decidir” conforme los gobiernos y el capital lo necesitan, claro, siempre en la ilusión de libertad. En un país como el nuestro, con 83 millones de pobres, donde la gente no lee, con una escolaridad promedio superior apenas a la primaria y más de siete millones de analfabetos, fuente de fanatismo y violencia; donde unas cuantas familias detentan el poder, donde las grandes masas son mera escenografía en las elecciones, y donde el derecho de manifestación es perseguido y anatematizado, ¿podemos hablar de libertad? No, mientras la mayoría no pueda ejercer sus derechos por no tener dinero para pagar por ellos. El derecho en el papel no basta para garantizar su efectivo goce.

Pareciera que muy lejos quedaron los sufrimientos de las sociedades precapitalistas, pero no. Como se sabe, a los trabajadores les atormentan los horrores actuales y los del pasado. Por ejemplo, por insólito que parezca, en la Huasteca y Sierra hidalguenses, los indígenas siguen siendo víctimas de castigos corporales por parte de los caciques, y todavía, cuando se muestran indóciles, se les niega el derecho de sepultar a sus muertos en los panteones. Y subsiste aún la obligación de prestar trabajos “voluntarios”, pero a fuerzas, so pena de pérdida de derechos ciudadanos básicos. No hay ahí libertad.

Ésta llegará solo cuando todos tengamos las mismas oportunidades, como el acceso a la salud y la educación, cuando nadie carezca de lo necesario; cuando los salarios sean suficientes para garantizar a todos una vida digna. La libertad no es un ideal; demanda circunstancias económicas propicias; y no se diga que existe mientras unos vivan del trabajo de otros y se hagan ricos a sus expensas. Mientras haya seres humanos en la ignorancia, dependientes de los que sí saben, la libertad no dejará de ser una palabra huera, ah, pero eso sí, efectivísima como taparrabo de los poderosos para, en su nombre, someter a los débiles.


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


Notas relacionadas

En muchas de las manifestaciones de descontento popular que acontecen hoy en día se encuentra la repetición de un fenómeno: la violación total o parcial de monumentos.

El titular de la Fiscalía de Campeche, Renato Sales solicitó el desafuero del presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, por presunto enriquecimiento ilícito.

Ante la indiferencia del gobernador de Yucatán para resolver demandas sociales, el Movimiento Antorchista en la zona anunció una manifestación para el 21 de abril. Aseguraron que si no hay solución, escalarán su lucha a nivel nacional.

“Ya nos cansamos de que cada vez que queremos hablar con ellos no nos escuchan, y que cada vez que nos movilizamos, nos piden saber cuáles son nuestras necesidades".

Los dos errores fundamentales del PCM, que impedían su existencia real eran el autoritarismo y el dogmatismo, conceptos que en nuestros días han perdido su significado y son usados para atacar cualquier opinión política distinta a la personal.

La disidencia petrolera denuncia complicidad entre el líder sindical y el titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, Marath Baruch Bolaños.

La UIF y el INE suscribieron este miércoles un nuevo Convenio de Colaboración para el intercambio de información.

Están tragando camote el FAM por la tardanza para definir el proceso para elegir al jefe de gobierno de la Ciudad de México, Rubalcava.

Esta modificación asegura que el sueldo de los trabajadores nunca esté por debajo de la inflación.

“La parte donde se ve más presión es en la de alimentos y bebidas. La Canirac ha dicho que podría suponer la pérdida del 50% de los restaurantes en México".

Los moribundos partidos de “oposición” no deberían descartar una reestructuración o una alianza para ganarle poder al morenismo

México está entregado a las decisiones de EE. UU., por lo que sus decisiones como país están ligadas a las de los poderosos de Norteamérica. Así, eso de que el neoliberalismo está acabado por decreto es mentira. Y explico por qué.

En 21 día de funcionamiento la megafarmacia sólo surtió 67 recetas de las seis mil 364 solicitudes de medicinas. La SS no informa sobre el monto de la inversión ni exhibe contratos de compra, lo que habla de una “megaopacidad” en sus manejos financieros.

Para tener un sistema de salud como Dinamarca no basta decretarlo como “universal”, sino en que también el gasto que el Gobierno Federal destina a la salud debe parecerse al de Dinamarca.

Una señal de la reorientación de la política exterior brasileña es el compromiso no solo de participar en la próxima cumbre de la CELAC, sino de reincorporar a Brasil a ese organismo, antes marchado por una decisión del gobierno de Bolsonaro.