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Los 28.3 millones de venezolanos, repartidos en sus 916 mil 445 kilómetros cuadrados, son los únicos dueños de las mayores reservas de petróleo del mundo, de las cuartas reservas de gas y oro, sextas de diamantes y octavas de hierro. Y lo son también de los estratégicos agua, litio, coltán, bauxita, níquel, aluminio, níquel y biodiversidad.
Para hacer de ese potencial la vía para alcanzar su desarrollo, los venezolanos han marcado un hito en la historia electoral sudamericana al realizar más elecciones que nadie en 25 años (seis presidenciales, seis legislativas, ocho regionales, siete municipales, dos para asambleas constituyentes y seis referendos).
Este año, el país de 30.5 millones de habitantes realizará elecciones regionales y nacionales. De ganar el Partido Socialista Unido de Venezuela, renovará la confianza en la democracia y gobernanza y socavará a la oposición. Por ello, cuando los think tanks imperiales difunden que Venezuela “es una dictadura”, habría que revirarles y preguntar ¿Qué entienden por dictadura cuando este gobierno tiene tal respaldo popular?
Y ellos deberían cuestionar a los millones de venezolanos que por más de 25 años han visto destruir su entorno socio-político y económico, además de lo que Armando Chaguaceda denomina la crisis humanitaria más masiva y notoria del hemisferio occidental. Seguramente ningún medio corporativo se atreverá a hacerles esa pregunta.
¡El poder es nuestro!
De esa narrativa falaz están conscientes los miles de venezolanos de todas edades, que por más de un cuarto de siglo han sufrido la guerra híbrida imperial y las medidas coercitivas unilaterales (sanciones). Sin embargo, eran esos ciudadanos los que colmaban las calles próximas a Miraflores refrendando con su presencia el voto que emitieron el 28 de julio.
Y pese a la intensa campaña de desinformación de un puñado de oligarcas, destinada a crear en propios y extranjeros la percepción de amenaza inminente, el clima general era de tranquilidad y nada indicaba que eso sucedería.
De todo el mundo llegaban llamadas preocupadas por la integridad de sus representantes ante un eventual golpe. Era la estrategia de tensión, que escaló desde el 28 de julio, cuando la violenta oposición rechazó el resultado electoral que no le favoreció. Cinco meses después las provocaciones no cesaban y se agudizaban en horas previas a la Juramentación presidencial.
A esa crispación el gobierno bolivariano respondió con múltiples convocatorias de diálogo, cooperación y, ante todo, con el llamado a combatir el fascismo, neofascismo y expresiones similares. Al aproximarse la asunción presidencial, el carácter festivo y pacífico de los venezolanos se tradujo en la convocatoria al Festival.
En ese marco entusiasta, ciudadanos de todo el país y de todas las latitudes llegaban y colmaban las hermosas calles y avenidas de Caracas, El 10 de enero, a las 10:35 am (hora local) en sesión solemne realizada en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, Nicolás Maduro Moros quedaba juramentado como presidente de Venezuela.
Lo hizo ante las autoridades del país y más de 125 Jefes de Estado y de Gobierno, diplomáticos, empresarios y organizaciones multilaterales. Ríos humanos colmaban las calles aledañas al Palacio de Miraflores y la Asamblea Nacional.
Poco a poco, unos dos mil delegados de partidos, movimientos y organizaciones académicas internacionales tomaban su lugar en tribunas dispuestas para la Juramentación pública. Ante el escaso espacio, iraníes, cubanos, nepalíes y brasileños se explayaban por la zona dialogando y sonrientes compartían experiencias de este momento histórico.
Mexicanos, iraníes, ugandeses, rusos, argentinos, catalanes y de otras nacionalidades disfrutaban la ocasión y entonaban la canción “Chávez Corazón del Pueblo” mientras bailaban con estudiantes y hasta miembros de las Fuerzas Armadas venezolanas.
Era alentador el ardor de ese pueblo que ha desafiado a la potencia imperial al reclamar su derecho a darse un presente y futuro digno. Ese día, los venezolanos se hermanaban con jóvenes indígenas panameñas de rostros hermosamente tatuados, con guatemaltecas de multicolores refajos y salvadoreñas cantarinas.
Cuando trascendía que el procesado expresidente colombiano Álvaro Uribe llamaba al Ejército a invadir Venezuela, los asistentes a la Juramentación de Maduro coreaban contentos las pegajosas tonadas de Yo voy a mi Gallo Nico y Los guerreros del PSUV que acompañaron la campaña de Maduro.
En el marco de la Juramentación presidencial, también se realizó el Tercer Congreso Internacional de la Comunicación, cuyo objetivo fue contrarrestar la campaña de desinformación. Al detallar los malabares mediáticos de la oposición violenta, la rectora de la Universidad Internacional de la Comunicación (UICOM), Tania Díaz, expresó que su país vive una gran movilización en defensa de la democracia con apoyo de los delegados extranjeros.
A su vez, el analista cubano Randy Castillo alertó que el imperio apuesta a demoler toda esperanza de los pueblos con mentiras y noticias falsas. Y denunció: “Hoy el escenario de combate no son las calles, sino el espacio digital y cada vez es más complejo combatir ahí”. Las condiciones han variado por el potencial de influencia de sus contenidos y los algoritmos, concluyó.
Geopolítica y altivez
El caraqueño cielo azul daba luz al punto de inflexión geopolítico de Venezuela, que ha sido pieza suculenta para el codicioso capitalismo corporativo con sede en EE. UU. Y hoy más, cuando coinciden en el tiempo el tercer mandato de Nicolás Maduro y el asalto de la tecno-política a la Casa Blanca.
Ese contexto binacional trae nuevos desafíos al país sudamericano, históricamente parte de las aspiraciones hegemónicas de EE. UU. en su objetivo de ampliar su poderío en América Latina y el Caribe, a la que EE. UU. ve como parte de su “espacio vital”,
Es sabido que la enorme disponibilidad de petróleo de Venezuela la posiciona como jugador clave en el suministro energético global. Y por tanto, posee recursos estratégicos para su desarrollo y relacionarse exitosamente con el mundo el resto del siglo actual, define el investigador Alfonso Insuasty.
Ante ello, días después de asumir Donald J. Trump afirmó que “no necesita” el crudo venezolano y sugería suspender la licencia de compra a Chevron. En realidad su objetivo es impedir que lleguen al erario bolivariano los 300 millones de dólares en impuestos que esa petrolera declaró como pago de impuestos en 2024.
Esquizofrénica, como siempre ha sido su gestión, el 22 de enero Trump suspendía el programa de admisión de refugiados venezolanos y su enviado para misiones especiales, Richard Grenell, informaba en X de su reunión con autoridades del país sudamericano. Sin dar mas detalles deslizó las frases: “La diplomacia ha vuelto” y “Hablar es una táctica”.
El interés geoestratégico de EE. UU. en América Latina también apunta a la posición estratégica de Venezuela. Cautelosamente, ese aspecto se oculta en estudios y análisis de expertos para impedir que las mayorías conozcan el alcance de su riqueza.
Por ejemplo, ahí está la importancia de la Amazonia, cuya extensión supera la de Europa, y que no sólo es el pulmón verde del planeta, sino territorio estratégico. Apoderarse de ese espacio también significa controlar las reservas energéticas del Esequibo, alerta la Maestra en Ciencias cubana, Acela Antonia Caner.
Abierta al mundo
Consciente de su potencial geoestratégico, la Revolución Bolivariana articuló su política exterior multipolar: con un eje en la integración regional y otro con esa visión global que trastoca los cimientos del ideario hegemónico.
Así lo evidenció el Festival Mundial Antifascista “Por un Nuevo Mundo” que, del siete al 15 de enero, reunió a cientos de representantes de 102 países. Esa afluencia se explica porque, desde hace 20 años, Caracas ha sido artífice del ALBA, la UNASUR y la CELAC; todos organismos que abonan a la integración y resistencia hegemónica bajo la Agenda 2030 y el Plan de la Patria 2025-2030.
Y si bien es cierto que desde julio pasado su relación con Brasil y Colombia sigue siendo una incógnita, mantiene su objetivo de vincularse regionalmente y con el Sur Global para garantizar inversiones, producir alimentos y avanzar en la cooperación tecnológica.
De ahí su alianza con potencias como China y Rusia, que enriquece con Irán, Norcorea, Vietnam, Turquía, India y naciones africanas para sortear juntos las duras restricciones unilaterales estadounidenses.
En 2024, Beijing y Caracas celebraron el medio siglo de relaciones diplomáticas. A la juramentación de Maduro llegó el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular, Wang Dongming, como enviado especial del presidente chino Xi Jinping, quien anunció que construirá un nuevo satélite con Venezuela.
Rusia y Venezuela mantienen relaciones diplomáticas desde 1946, y en la cumbre de los BRICS, celebrada en Kazán el año pasado, el presidente ruso Vladimir Putin reconoció la victoria electoral de Nicolás Maduro y a Venezuela como “un viejo y fiable socio en Latinoamérica y en el mundo”.
Al felicitar a Maduro por su nueva presidencia, el embajador ruso en Caracas, Sergey Mélik-Bagdasárov, anunció que la confianza mutua ha fortalecido las relaciones y por ello se firmaron 340 acuerdos de cooperación en distintas áreas.
Es paradójico que el día que Donald Trump asumía como 47º presidente de EE. UU., el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares reconociera que Nicolás Maduro “sigue siendo el mandatario de Venezuela ante la comunidad internacional”. Eso desafía a la Unión Europea y al propio Washington.
Seis días después, la agencia española EFE reconocía a Maduro como presidente constitucional y refrendaba las contundentes cifras económicas de su gestión anterior: que en 2024 la economía del país creció más de nueve por ciento con respecto a 2023 y que, pese a las indebidas sanciones occidentales, el sector petrolero creció un 14 por ciento.
¡Preparados!
Es previsible que este año el Occidente Ampliado aumente su presión sobre Venezuela. Como en el pasado, los EE. UU. de Donald Trump intensificarán las medidas restrictivas unilaterales (MRU) y desplegarán su estrategia de aislamiento y contención con los gobiernos de la región. Alentará una agenda de injerencia en “países vasallos”, con la excusa de la democracia y los derechos humanos.
El secretario general de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Jorge Arreaza, describe la estrategia de las “3R”: Resistencia, Renacimiento y Revolucionar del presidente Maduro para la nueva etapa de la transición al socialismo.
Renovar las comunas, relanzar las políticas sociales en todos los países del ALBA, captar recursos del mundo, relanzar la productividad (Venezuela hoy produce el 97 por ciento de los productos que consume, cuando hace años importaba el 90 por ciento) y lanzar un plan integral de ayuda a Haití.
Arreaza subraya que el capital no tiene fronteras y ante la riqueza venezolana no se descarta la tentación intervencionista. Por ello, hay expectativa en el interés de China y otros países por invertir y cooperar para el desarrollo común.
Neofascismo a sueldo
Desde las sombras del imperio, y en desafío al valiente pueblo venezolano, el día que asumía el presidente, la agonizante gestión de Joseph Biden ofrecía 25 millones dólares por información que condujera a su detención.
A la vez, Reino Unido ampliaba sanciones contra jueces, funcionarios y militares venezolanos y desde la cárcel colombiana de Cúcuta, el procesado expresidente Álvaro Uribe sugería una intervención militar contra Venezuela que respaldaron opositores autoexiliados y sin credibilidad.
A esa bravuconada se sumaban los rostros visibles de la oposición financiada que, instalada en su mundo paralelo, se negaba a admitir que su aventura terminó en fiasco. La prensa corporativa global reportaba el vergonzante periplo del candidato derrotado, Edmundo González Urrutia, mendigando atención a su falaz “toma de posesión”.
Su incoherencia política arruinó toda idea de dignidad. Ante la diáspora venezolana en Guatemala, él admitió: “Manteníamos la ilusión de asumir el 10 E” y exhibiendo su vana determinación, concluyó diciendo: “Lo estamos dejando para cuando la oportunidad lo permita”.
Más allá de lo irrisorio, pesa sobre González Urrutia una orden de detención por delitos de conspiración, complicidad en actos violentos contra la República, usurpación de funciones, forjamiento de documentos, legitimación de capitales e instigación a la desobediencia, entre otros.
Cientos de visitantes extranjeros aprovecharon la oportunidad para fotografiarse, sonrientes y justicieros, bajo el cartel de orden de captura en su contra, con la leyenda “Se busca” que los recibía en el aeropuerto de Maiquetía.
En cambio su titiritera, Maria Corina Machado, sigue ansiosa por seguir recibiendo el patrocinio exterior que la situó en el liderazgo de la violenta oposición local. Le es fundamental disfrutar las mieles del protagonismo mediático, aunque ese drama ya roce la comedia, como se vio el nueve de enero.
Esa exdiputada, inhabilitada por la Resolución 01-00-000285 del Tribunal Supremo para no ejercer funciones públicas por 15 años, instó a sus seguidores a marchar ese día e “impedir” que Nicolás Maduro asumiera su nuevo mandato.
En la mañana ella salió de su escondite –pues desde el 28 de agosto vive en la “clandestinidad”– para animar a sus huestes. En video que difundió la televisión se la ve como pasajera en una motocicleta que conduce un hombre quien, para esquivar a los simpatizantes, da un giro y ella cae al suelo.
Enseguida, miembros de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) la socorren: ayudan a incorporarse y verifican su estado de salud. Microsegundos después, sus seguidores fotografían la escena y en perversa campaña mediática diseñada para distorsionar un acto positivo, convertían el hecho en “secuestro”.
Y cuando esa mentira daba la vuelta al mundo, Cory ya había grabado un mañoso mensaje a su madre que no desmentía el secuestro, aunque afirmaba que estaba sana y salva. El engaño se confirmó cuando el gobierno bolivariano y el ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, dieron los pormenores de la falsa “detención” de Machado.
Pese a tan burdas maniobras, el 10 de enero visitantes extranjeros observaban el paso entusiasta de motoreros y caravanas hacia el centro histórico de Caracas; todos eran protagonistas en la juramentación presidencial. Millones se proclamaron “Presidente-Pueblo” y con esa convicción se posicionaban , una vez más, junto con los países anti-hegemónicos.
Expectativa: ¡Avanzar!
Los venezolanos que vimos en caminos rurales, puertos, calles y avenidas están conscientes de que navegarán por un mundo complejo y que su éxito depende de que se mantengan la estabilidad política y sus relaciones internacionales. Por ello, el nuevo gobierno anunció que su objetivo es la prosperidad económica con el Plan de la Patria 2025. Éste fue un ejercicio inédito de más de tres millones cuatrocientas mil personas, en más de 34 mil asambleas y es el acto de mayor nivel de esperanza, convicción y credibilidad jamás visto.
Contempla:
-Fortalecer la soberanía ante presiones externas y mantener la resistencia antiimperialista.
-Fortalecer su diplomacia antiimperialista en busca de alianzas en foros regionales y globales para obtener posiciones firmes en negociaciones y diálogo internacionales.
-Facilitar la atracción de inversiones.
-transferencia de tecnología y conocimientos para modernizarse y hacer frente a las medidas coercitivas.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.