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Guerra abierta entre Israel e Irán desde el pasado 13 de junio. ¿Quién comenzó? Israel comenzó. Desde entonces ha estado lanzando misiles y drones de largo alcance sobre centros estratégicos, centros de decisión, dirigentes muy importantes y áreas civiles de las ciudades iraníes. Irán, por su parte, ha respondido con fuerza y penetrado la defensa antiaérea de Israel que lleva el imponente nombre de Cúpula de Hierro para denotar que es impenetrable, pero que no solamente ha sido horadada ya en numerosas ocasiones, sino que el gobierno de Israel mantiene a su población paralizada y recluida en escondites subterráneos.
Irán posee el mayor arsenal de misiles de Oriente Medio, tiene una población de 100 millones de habitantes e Israel apenas llega a los 10 millones; Irán ocupa una extensión de un millón 648 mil kilómetros cuadrados, Israel, aun con sus violentas expansiones de muchos años, ocupa 22 mil 700, de manera que la superficie de Irán es 72 veces la ocupada por Israel. Irán no es, pues, la Franja de Gaza, ese jironcito de tierra situado en la costa del Mediterráneo, en donde Israel ha confinado, como en un siniestro calabozo, a cerca de dos millones de palestinos que apenas se visten y se alimentan y que en los últimos años han enterrado a casi 60 mil de sus padres e hijos, asesinados brutal e impunemente por el ejército sionista.
¿Cómo se explica entonces el desafío de Israel a Irán? Israel espera, o más bien, sabe que cuenta con el apoyo de Estados Unidos (EE. UU.), que intervendrá cuando lo considere conveniente, ya que la entidad sionista representa sus intereses en la zona de Medio Oriente. Estamos, pues, ante una gran provocación. Sólo que en esta ofensiva no está en juego solamente la vida de los iraníes, que es inmensamente valiosa, sino la existencia del género humano. Irán no está solo. Tiene amigos y aliados que están perfectamente conscientes de que, con todo lo importante y valioso que sea Irán y los iraníes, ellos no son el objetivo completo. Se trata de debilitar y exterminar a todos los países que representen con su existencia, su población y, sobre todo, con su producción y venta de bienes materiales, una amenaza a la dominación total de EE. UU. y su modo de producción capitalista. EE. UU. ha proclamado siempre la libre competencia, pero sólo para embaucar ingenuos; atrás de esa atractiva consigna se encuentra el monopolio feroz y la dominación total de una élite que se considera excepcional.
Ahora bien, ¿quién nos asegura que EE. UU., el más moderno pérfido, no aventó a Israel a combatir confiando en que Irán sería una presa fácil y que la victoria total de su agente sería cuestión de unos días y que, ya enfrentado en los hechos con una realidad diferente, no dejará a Israel en la estacada? ¿No ha abandonado ya a Ucrania y al payaso Zelenski? Nadie nos lo asegura. Israel comenzó a bombardear a Irán, alegando que Teherán está a punto de completar la construcción de una bomba nuclear y que lo puede atacar; pero el amable lector debe saber que, según el informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, correspondiente a este año, Israel posee aproximadamente 90 ojivas nucleares.
En consecuencia, es perfectamente posible que, en un momento dado y enfrentado a una dura resistencia, Israel decida arrojar una bomba atómica sobre Irán para garantizar su dominación sobre este país y varios otros en el Medio Oriente y en el mundo. La situación es muy preocupante. El presidente estadounidense Donald Trump, abandonó precipitadamente la reunión Cumbre del Grupo de los Siete, que se celebraba en Canadá, para regresar a Washington e hizo declaraciones muy amenazantes. “Irán debería haber firmado el acuerdo que les dije que firmaran, qué vergüenza y qué desperdicio de vidas humanas, en pocas palabras, Irán no puede tener una arma nuclear ¡Lo dije una y otra vez! ¡Todo el mundo debería evacuar inmediatamente Teherán!”. El señor habló como si fuera el dueño del mundo y de los seres humanos.
Es importante tomar en cuenta que, en el conflicto, la prensa, o pagada o adicta a EE. UU. y a sus aliados de la OTAN, la prensa atlantista, como se le ha llamado, reporta preferentemente los golpes supuestamente demoledores que propina Israel a Irán y minimiza los daños que sufre por su parte Israel. La prensa atlantista no es neutral, es parte de la guerra. Dice, por ejemplo, en torno al gobierno israelí: “Pese a las escenas de pánico y de dolor, nada ha mermado el respaldo de los israelíes a Netanyahu y a su arriesgada operación contra Irán”. No obstante, otros medios, como el influyente diario israelí Haaretz, publicado en hebreo y con edición en inglés, informan lo siguiente:
“Cientos de personas están tratando de dejar el país vía marítima. Pocos son los que admiten estar huyendo de los misiles iraníes y la mayoría se niega a hablar abiertamente con periodistas. Sin embargo, existen testimonios de pasajeros que pagaron más de dos mil shekels (más de 500 dólares) por un viaje en yate hasta Chipre, otros comentan que les han llegado a pedir hasta seis mil shekels (casi dos mil dólares) por el traslado. Los yates parten desde distintos puertos con grupos de no más de diez pasajeros listos a embarcarse en una complicada travesía que puede ir de ocho a 25 horas”.
La verdad es, pues, que la victoria rápida y contundente esperada por el gobierno sionista de Israel no llega ni parece estar a la vuelta de la esquina. Eso explicaría la reacción de Donald Trump al salir de la reunión del G7 en Canadá y puede indicar que se está considerando el uso de armas más letales para garantizar el triunfo rápido de Israel. Se habla, por ejemplo, de proceder a destruir la instalación de enriquecimiento nuclear profundamente enterrada en un lugar llamado Fordo, lo cual pondría al descubierto la complicidad de EE. UU., ya que Israel no tiene las armas necesarias para desmantelar ese centro nuclear y es indispensable el uso del llamado “Penetrador de Artillería Masiva” o GBU-57, que sólo puede ser transportado por un bombardero B-2 estadounidense.
O también, y no son excluyentes las medidas, EE. UU. podría arrojar una bomba atómica sobre Irán. A unos 200 kilómetros al norte de Ciudad Juárez, en el estado norteamericano de Nuevo México, se encuentra White Sands, un inmenso campo de dunas de yeso blanco; ahí, el 16 de julio de 1945, poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de EE. UU. probó exitosamente la primera bomba atómica, desarrollada con la colaboración de científicos nazis alemanes, con el propósito de defender, ampliar y profundizar su dominio en el mundo. Esa élite fue la madre de la más poderosa arma de destrucción masiva que ha conocido la humanidad.
El Ejército Rojo había entrado a Berlín, Alemania se había rendido y la fuerza militar de Italia en la guerra había desaparecido. De las potencias del Eje ya sólo quedaba Japón, aislado en el Pacífico, y la Unión Soviética, ya liberada de la terrible carga de haber derrotado casi sola al ejército de Hitler, se había comprometido a participar en la quiebra final del gobierno guerrerista de Japón. EE. UU., defendiendo los intereses económicos de su élite imperialista, decidió acelerar la rendición de Japón ante sus militares, perpetrando la mayor matanza de seres humanos inocentes e inermes que se haya efectuado en toda la historia de la humanidad.
El siniestro presidente de EE. UU. Harry S. Truman dio la orden, y el seis de agosto de 1945, cuando ya la paz había sido firmada en Berlín el ocho de mayo, un avión de la fuerza aérea norteamericana arrojó una bomba atómica sobre los pacíficos habitantes de la ciudad de Hiroshima y, en unos cuantos segundos, murieron asesinadas 166 mil personas. No conformes con los resultados, tres días después, el nueve de agosto, los imperialistas norteamericanos dieron la orden de arrojar una segunda bomba atómica, esta vez sobre las familias de la ciudad de Nagasaki, en la cual murieron instantáneamente otras 66 mil personas. Nunca más, en ninguna otra parte del mundo, se ha vuelto a arrojar sobre la población una bomba atómica. Los trabajadores del mundo, los creadores de la inmensa riqueza que existe, deben saber quién ha arrojado ya bombas atómicas sobre poblaciones pacíficas, a quién hay que temer y de quién hay que defenderse. No olvidar ahora, con la agresión por encargo a Irán, como con la agresión por encargo a Rusia, a Hiroshima y a Nagasaki.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".