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El imperialismo y los asesinatos a sangre fría
El pueblo ruso ha vivido asediado por lo menos desde la invasión de Napoleón, su inmenso territorio ha sido ambicionado por las élites de Europa y, desde fines del Siglo XIX, también por las de EE. UU.
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En la Franja de Gaza. O sea, en el diminuto jirón de tierra en el que Israel ha confinado a casi dos millones de palestinos, se asesina a sangre fría. Se trata de expulsarlos de ahí en definitiva porque en la costa hay petróleo y gas. La complicidad de Estados Unidos (EE. UU.) ha sido siempre evidente y está plenamente documentada. Desde que, en octubre del año pasado, Israel comenzó su más reciente arremetida contra Gaza, EE. UU. le ha enviado 10 mil toneladas de armamento en 244 aviones de carga y en 20 barcos y, entre todo ese material militar, ha mandado más de 15 mil bombas, incluyendo bombas de una tonelada y 50 mil proyectiles de artillería. Para ser usadas contra un pueblo totalmente inerme. Además, la administración Biden ha asignado a Israel más de 14 mil millones de dólares para la compra de más armamento estadounidense. El gobierno de EE. UU. ha puesto en manos de Israel también los bulldozers Caterpillar que, equipados especialmente con cierto tipo de blindaje, avanzan junto a los tanques israelíes aplastando bajo el peso de sus 64 toneladas todo lo que encuentran a su paso.

Las cifras del genocidio que se está cometiendo en Gaza son escalofriantes. Hasta el pasado ocho de marzo, se contaban 37 mil 534 personas asesinadas o desaparecidas y, entre ellas, ocho mil 900 mujeres; 364 miembros del personal médico asesinados, 32 hospitales completamente destruidos y se han destrozado 270 mil viviendas y 400 escuelas y universidades. Mención especial, por dolorosa e indignante, merecen los 13 mil 430 niños asesinados, cuyos padres, si viven, deben estar casi enloquecidos y los 17 mil niños que han perdido a sus padres y que ahora deambulan entre los escombros buscando algo que comer.

En el colmo del cinismo, el presidente estadounidense, Joseph Biden, criticó el nueve de marzo pasado al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, diciendo que “daña más (de lo) que ayuda a Israel, tiene el derecho de defender a Israel, el derecho de seguir persiguiendo a Hamas” pero, remató, supuestamente compadecido, “debe prestar más atención a las vidas inocentes que se están perdiendo”. El mundo debe saber que el asedio impuesto por Israel en complicidad precisamente con quien ahora le hace llamados públicos a la cordura, ha provocado además una catástrofe humanitaria pues, según Naciones Unidas, 2.2 millones de los 2.4 millones de habitantes están al borde de la hambruna. Un infierno frente al mundo.

Como ya se sabe, y una buena parte del mundo lo acepta, la colonización violenta de las tierras palestinas es ilegal a la luz del Derecho Internacional y la cuestión israelo-palestina debe resolverse mediante la “solución de los dos Estados”. Pero, el imperialismo, que desde fines del Siglo XIX ha estado financiando la agresión contra los palestinos no pretende, nunca ha buscado progreso, justicia y paz para ellos, sino expandir su ocupación de territorios, el control de vías de comunicación, la apropiación de materias primas y de fuerza de trabajo dócil y barata; quiere, en resumidas cuentas, el reforzamiento geoestratégico para perpetuar su dominación para lo cual se ha amartelado con los más feroces oligarcas judíos.

En Rusia. Cuatro sujetos esperaron a que un gran teatro de las afueras de Moscú estuviera casi lleno de niños, jóvenes y adultos que iban a escuchar un concierto de música moderna, para entrar con ametralladoras de alto poder, dispararles a quemarropa y luego incendiar el auditorio con ellos dentro. Pocas formas hay de mayor brutalidad para matar. Premeditación, alevosía y ventaja, todas las agravantes en grado superlativo. ¿Quién fue? Porque los que se aprehendieron por la policía rusa unas horas después son perros de correa y no son todos los criminales ni mucho menos. ¿Quién tiene interés en golpear a los rusos, en darles supuestamente una severa lección, precisamente en este momento?

Trato de informarme y trato, no es fácil, de distinguir las noticias falsas de las que son o pueden ser verdades. Me parece creíble, muy creíble, por tanto, la declaración del presidente Vladimir Putin que le ha informado al mundo que los asesinos iban huyendo hacia Ucrania cuando fueron detenidos y que en la frontera tenían preparada una “ventana” para que entraran a ese vecino país de Rusia. ¿A dónde más habrían de huir? No olvidar que ante la impotencia de resistir el avance de las tropas rusas que combaten a los fascistas ucranianos y defienden a la población rusa del Donbás, las fuerzas de Volodymyr Zelensky, ya probadamente, han emprendido el camino de los asesinatos de civiles y el terrorismo penetrando furtivamente a Rusia.

¿Quién llevó al poder a Volodymyr Zelensky? ¿Quién financia a Volodymyr Zelensky y a sus fascistas? ¿A dónde ha acudido este señor en varias ocasiones a solicitar más dinero para matar en el Donbás y en Rusia? A EE. UU. Eso lo sabe el mundo entero. Nadie debiera confundirse y pensar que asesinar a 143 personas y dejar heridas a 182 fue obra del llamado Ejército Islámico que una buena parte del mundo creía extinto y otra buena parte ni siquiera sabía que existía. ¿Quién, pues, tiene la experiencia, el poder y el dinero para difundir a escala planetaria este tipo de farsas? ¿Quién urdió y ejecutó en 1964 el incidente del Golfo de Tonkín para justificar la matanza de más de diez años en Vietnam? ¿Quién dijo en 2003 que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva y respaldó la segunda guerra de Irak?

“Esta atrocidad –declaró el presidente de Rusia Vladimir Putin– puede ser sólo un eslabón de toda una serie de intentos de quienes, desde 2014, están en guerra contra nuestro país, a cuenta del régimen neonazi de Kiev” y, por su parte, “el jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), Alexánder Bórtnikov, sostuvo la idea de la muy posible implicación de Ucrania, EE. UU. y Reino Unido en el atentado terrorista contra el Crocus City Hall”. Es muy interesante añadir que la Banda Picnic, que se presentaba en el auditorio de Moscú el día del atentado sangriento, es un conjunto musical conocido por su postura patriótica y por donar fondos para las necesidades de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania. En política no hay casualidades.

No debería, pero no ha dejado de sorprenderme, la actitud serena y austera de los ciudadanos que rezan, reparten agua, asisten a los funerales y se solidarizan con los familiares. El pueblo ruso ha vivido asediado por lo menos desde la invasión de Napoleón, su inmenso territorio ha sido ambicionado por las élites de Europa y, desde fines del Siglo XIX, también por las de EE. UU., quienes, ya durante la Guerra Civil, tuvieron soldados “pie a tierra” en Rusia. Nadie debe olvidar que fue el pueblo más masacrado durante la Segunda Guerra Mundial, casi cada familia tiene un héroe entre sus antepasados y, para bien de la humanidad, derrotó a la pavorosa maquinaria bélica de Adolfo Hitler. El pueblo ruso, el de todo eso y el de la primera revolución proletaria en el mundo, no se arredrará y defenderá, como siempre, a su patria querida.

Termino. En tanto que personificación del capital en su fase superior, la élite norteamericana sólo busca asegurar su ganancia y reproducirla hasta extremos insólitos poniendo, incluso, a la humanidad entera en peligro. Los pueblos del mundo deben conocer y comprender que estos brutales asesinatos a sangre fría son consecuencia obligada del odioso sistema de la ganancia y tienen que organizarse para construir un mundo pacífico y justo. Y por lo que se ve, el tiempo apremia.


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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