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Para reelegirse Biden cerraría la frontera con México
En los próximos días se complicará aún más la vida de millones de mexicanos de los estados norteños debido a la exigencia de Washington de cerrar la frontera a cambio de financiar al insolvente régimen de Ucrania que mantiene una guerra contra Rusia.
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México está en el centro del debate que sostienen los partidos Republicano y Demócrata de Estados Unidos (EE. UU.) en torno a la exigencia de cerrar la frontera a cambio de financiar al insolvente régimen de Ucrania que mantiene una guerra contra Rusia.

 

Este asunto, el de mayor complejidad en la relación de México con Washington, se decidirá en los próximos días y complicará aún más la vida de millones de mexicanos que viven o transitan en las entidades norteñas. 

Ansioso por aplacar lo que legisladores republicanos llaman “pésima gestión migratoria” en la frontera sur, el presidente de EE. UU., Joseph Biden, declaró en Carolina del Sur el 29 de enero: “Ahora mismo estoy dispuesto a cerrar la frontera con México” si a cambio, el Congreso emite un proyecto de ley que financie su plan de ayuda a Kiev.

Es decir, en la parte final de su gestión, Biden haría lo que en su campaña electoral prometió no hacer: cerrar la frontera con México y adoptar el mismo discurso republicano que en la ola migratoria ve una “invasión”; porque en ocasiones, la frontera es cruzada por unas cinco mil personas sin visa diariamente, y a veces el doble.

Biden imita la política de mano dura contra la inmigración, característica de su antecesor republicano Donald Trump, cuando México y EE. UU. conmemorarán los 102 años de sus relaciones diplomáticas y en la víspera de comicios presidenciales en ambos países.

El cierre de la frontera norte, de tres mil 152 kilómetros de largo, sería una medida en extremo agresiva para los miles de inmigrantes mexicanos y de otras naciones que la cruzan en busca de alivio al desempleo y la pobreza; además de que dificultaría los intercambios comerciales.

Según Biden, la ley “arreglaría nuestro fallido sistema de inmigración” y otorgaría acceso rápido a “quienes merecen estar aquí”. Sin embargo, esa medida de fuerza retrasará la ansiada reforma migratoria que esperan millones de inmigrantes, explica Coleen Long.

Es obvio que los debates entre republicanos y demócratas en el Congreso son lo que menos importa, ni el bienestar de los migrantes. A los primeros les apura resolver la que consideran una “desastrosa” situación interna; y a los demócratas les urge mantener la imagen de potencia mundial a través de su “ayuda” al gobierno de Ucrania.

 

 

Esta disputa conforma la agenda electoral estadounidense y tiene una enorme potencialidad desestabilizadora, advierte Michael Roberts. Al huésped de la Casa Blanca le preocupa que Donald Trump vaya en la delantera de las preferencias preelectorales (el 48 por ciento) contra su 42 por ciento en los siete estados “indecisos”.

A la mayoría de los ciudadanos los agobia la lenta salida de la depresión económica y la inseguridad, de la que responsabilizan a Biden, problemas que envían una señal negativa ante su perspectiva de reelección, según Bloomberg News/Morning Consult.

El cierre de la frontera no es “un concepto literal”, pues sería imposible paralizar el tránsito humano, el vial y el comercio legal; pero Biden lo usa para sugerir que está dispuesto a expulsar a los cinco mil indocumentados que cotidianamente la cruzan.

Y como en ocasiones se han registrado hasta 10 mil pases, la ley que se debate en el Congreso facultaría a Biden para frenar ese flujo fronterizo, lo que afectaría la relación con México a costa de que Washington financie al régimen fascista de Kiev. De ahí la constante percepción negativa de la inmigración latina en EE. UU., como revela el sondeo del NPR/Ipsos.

 

Frontera desconocida

El linde terrestre entre México y EE. UU. resulta fundamental para la geopolítica de ambos Estados, aunque no es conocida por la mayoría de los mexicanos y estadounidenses. Unos 15 millones de personas habitan a lo largo de los 152 kilómetros de esa terra incógnita, que en EE. UU. se distribuyen a lo largo de Arizona, California, Colorado, Nuevo México y Texas; y que en México se reparten entre Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua.

El 49.5 por ciento de esa población se concentra en las ciudades San Diego, California y Tijuana, Baja California. Sería imposible cerrar la subregión llamada “Cali-Baja” porque ahí ambos países están asociados por asuntos de transporte (Caltrans), administrativos (Sandag) y proyectos ambientales, con 474 millones de dólares (mdd) destinados al saneamiento de agua. En 2023, San Diego recibió 3.2 millones de visitantes mexicanos.

Aunque en el primer día de su presidencia, Biden emitió una orden ejecutiva para suspender la construcción del muro fronterizo, su gobierno aumentó esa barrera entre Tijuana y San Diego. Hoy, hasta la reaccionaria América’s Voice admite que el discurso de “fronteras abiertas” del presidente demócrata resultó falsa, pues el muro aún se construye.

En el oeste, la cerca se incrementó más de un kilómetro hacia el Océano Pacífico y elevó su altura de cinco a 9.1 metros. En rechazo a esta arbitraria construcción, restos del Muro de Berlín, Alemania, llegaron a Tijuana en septiembre de 2023 para crear un monumento a favor de la relación bilateral.

El muro creció también en los 595.4 kilómetros del límite entre México y Arizona, donde únicamente se permite el paso a los vehículos del pueblo indio Cocopah y la Nación Tohono O’odham. En esa región están los puertos fronterizos Dennis DeConcini, Mariposa, Nogales (el más transitado con 10 millones de peatones), Puerta Morley, Douglas, San Luis I, Puerto Raúl H. Castro, San Luis II, Lukeville, Naco y Sásabe.

Los departamentos estadounidenses de Estado y de Seguridad Interior (DHS) –que gestiona la migración con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)– participan en las dinámicas políticas, demográficas y socioeconómicas de la frontera.

Los forcejeos entre republicanos y demócratas acondicionan hoy por hoy la actividad de la CBP. Los intereses de ambos partidos presionan las políticas migratorias, en particular la mano dura de los 20 gobernadores republicanos que están decididos a expulsar a los 10 millones de inmigrantes indocumentados residentes en sus estados.

Uno de ellos es Gregg Abbot, gobernador de Texas, estado que comparte con México dos mil 18 kilómetros de frontera desde el Golfo de México hasta El Paso. En esa entidad viven unos tres millones de personas, el 87 por ciento de origen mexicano y dos naciones nativas: los Kikapú (cerca de Eagle Pass) y los Ysleta del Sur Pueblo (en El Paso), según el Departamento de los Servicios de Salud de Texas.

En esa línea fronteriza hay ciudades hermanas y comunidades binacionales, como: McAllen-Reynosa, Río Grande City, Brownsville-Matamoros, Miguel Alemán y Camargo; Laredo-Nuevo Laredo, Eagle Pass-Piedras Negras; Del Río-Ciudad Acuña; Presidio-Ojinaga y El Paso-Ciudad Juárez.

 

 

Pese a esto, las medidas de Abbot contra la inmigración y las solicitudes de asilo son tan agresivas que, para disuadir los cruces a nado en el río Bravo, ordenó el despliegue de boyas a la mitad del afluente y enormes alambradas con cuchillas.

Numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG) han denunciado que tales medidas violan derechos humanos y arriesgan la vida de los inmigrantes. En agosto de 2023 se descubrieron los restos de dos personas en la ribera del Río Bravo en Eagle Pass, que posiblemente se ahogaron al burlar las boyas.

La Oficina de Washington para América Latina (WOLA) denunció a Abbot por separar a las familias inmigrantes de sus hijos. En el verano pasado, cuando concluyó la aplicación del Título 42, que limitaba el derecho a solicitar asilo en la frontera, el gobernador texano emprendió su Operación Estrella Solitaria, que ordenaba el arresto de los padres de familias inmigrantes.

Aunque el Consejo local revocó esa operación, en diciembre pasado, Abbot cerró dos cruces ferroviarios durante cinco días con el argumento de que eran usados por los migrantes ilegales. La medida afectó el intercambio comercial e impactó la economía fronteriza, denunciaron legisladores.

Hoy Abbot insiste en desafiar a Biden con el mantenimiento de la alambrada y las boyas para cerrar el paso a los inmigrantes. El 26 de enero, el fiscal texano impidió que agentes federales acataran la orden del Supremo Tribunal de EE. UU. de acceder a Shelby Park (en Eagle Pass), para retirar el alambre de púas y reforzar la vigilancia migratoria.

“¡Aquí ya nadie cruza, señor presidente! ¡Ya resolvimos el problema! ¡Puede llevarse lejos a la Patrulla Fronteriza!”, retó el vicegobernador texano Dan Patrick, y advirtió: “¡Si los agentes de la BP quitan el alambre, nuestra Guardia Nacional volverá a colocar la barrera esta noche!”.

Con este choque político, además, ha reaparecido otro fenómeno social: la organización de grupos de extremistas armados antiinmigrantes. Abbot ha incitado a sus simpatizantes a actuar con violencia y ejecutar asesinatos en masa, denuncia Domingo García, director de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC).

Se autodenomina el Ejército de Dios y también Nosotros, el Pueblo. Sus integrantes son extremistas pro-vida y pro-armas que lanzan discursos religiosos y políticos cuando aparecen en la frontera para enfrentar la “invasión de indocumentados”.

Acampan en las orillas del Río Grande (en EE. UU. llaman así al Río Bravo) en Quemado, Texas, aunque también tienen un fuerte grupo en Yuma, Arizona. Sus consignas más famosas son “recuperemos la frontera” y “únete a la pelea de Dios”.

 

 

México, rehén

El lunes 29 de enero, cuando Biden ofrecía cerrar la frontera a cambio de que el Congreso estadounidense aprobara misiles y municiones a Ucrania, el presidente de México calificó esa expresión como “demagógica” y reiteró que era una humillación para el pueblo y el gobierno mexicanos que su homólogo estadounidense estuviese dispuesto a sacrificar una relación bilateral que, paso a paso, se ha construido en 200 años.

Apenas en noviembre de 2023, ambos mandatarios habían celebrado el bicentenario de la relación diplomática que, además, se expresa en una alianza estratégica económica que genera millones de empleos e intercambios comerciales por un monto de más de un mdd por minuto.

El 18 de noviembre en San Francisco, California, los presidentes de México y de EE. UU. coincidieron en afirmar que este dinamismo comercial hace de América del Norte “la región más dinámica, competitiva y próspera del mundo”. Pero dos meses después, en un viraje más cercano a la esquizofrenia que a la objetividad política, Biden ofreció cerrar la frontera con su vecino, “aliado estratégico” y primer socio comercial.

Detrás de esta posición se encontraba la reiterada narrativa republicana de la “invasión migratoria”, que cala en los estadounidenses. Según el sondeo de Associated Press-NORC, el 55 por ciento de los republicanos cree que el gobierno debe atender ese asunto, contra el 22 por ciento de demócratas.

Este discurso silencia las contribuciones de los inmigrantes latinos a EE. UU. La mayoría son mexicanos o de origen mexicano, que suman 38.2 millones de personas trabajadoras o estudiantes que crean o contribuyen en algo a la prosperidad de la superpotencia.

El cierre de la frontera para enviar municiones y misiles a Kiev y solventar su conflicto armado con Rusia se traduciría en un veto al libre flujo del millón de mexicanos que diariamente cruzan legalmente la frontera para trabajar, visitar a sus familiares, turistear o hacer compras en EE. UU., 400 mil de ellos conduciendo autos.

 

 

El problema migratorio es hoy objeto de disputa entre los republicanos y los demócratas de cara a las elecciones presidenciales; y ha puesto al gobierno mexicano en la disyuntiva de elegir entre la “America first” de Donald Trump y la “Disuasión integrada” de Biden; aunque ambas políticas mantienen la arcaica concepción de que México es su “patio trasero”.

Sería deseable que el próximo titular del Poder Ejecutivo mexicano posea la visión y la capacidad geopolítica para desplegar una estrategia con perspectiva, que consolide los intereses de México y no lo exponga más a que actúe como rehén de las intrigas estadounidenses; lo veremos el 20 de enero de 2025.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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