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Olavo Bilac
En 1907 fue reconocido como “príncipe de los poetas brasileños” por sus cuentos y crónicas.
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Poeta brasileño nacido el 16 de diciembre de 1865 en Río de Janeiro. Inició estudios de Medicina y Derecho, pero los abandonó para dedicarse al periodismo. Fue perseguido por el gobierno de Floriano Vieira por exigir la abolición de la esclavitud y el servicio militar obligatorio. Como literato, fue miembro de la Academia Brasileira de Letras, era conocido por sus composiciones en verso clásico perfecto, sin forzar la rima para que pareciera artificial; este estilo lo enmarca dentro del Parnaso brasileño. En 1907 fue reconocido como “príncipe de los poetas brasileños” por sus cuentos y crónicas. En vida publicó Poesías (1888) y póstumamente Tarde (1919). Falleció el 28 de diciembre de 1918. 

 

El pecador

Pecó, mas es el pecador sereno

que sofoca el sollozo en la garganta,

y que a los labios, sin temblar, levanta

la rebosante copa de veneno.

 

Manchó su excelsa clámide en el cieno

del mal. Y al cabo de flaqueza tanta,

ningún remordimiento lo quebranta,

ni lo sonroja el parecer ajeno.

 

Lleva ocultas las lágrimas consigo,

y erguido lleva el corazón doliente

cual un pendón de reto enarbolado.

 

Y acepta la amargura del castigo,

con la misma altivez con que sonriente

probó todo el deleite del pecado.

A las campanas

Campanas de las torres, ¡resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las cosas
se eternicen en una primavera de gracia.

 

Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.

 

En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de l’altura.

 

Y, ¡oh campanas! Decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos.

Exilio 

¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado

de mi primer amor a otro amor que imagino…

Adiós carne amorosa, rapazuelo divino

de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!

 

En ti, como en un valle, me adormecí embriagado

en un sueño de amores a mitad del camino;

quiero darte ya mi último beso peregrino

como quien abandona la patria, desterrado.

¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,

nido de blandas plumas de mi primer idilio,

jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!

 

¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,

como el pan que se come lejos, en el exilio,

amasado con hieles y humedecido en llanto.

Vía Láctea

Sale al jardín cuando la aurora aclara,

y envuelta en muselinas vaporosas,

muestra a las rosas del jardín las rosas

trémulas y encendidas de su cara.

 

Todo el jardín al verla se prepara

a la oblación. Y hay voces misteriosas

que, al pasar, la saludan jubilosas

como si leve sílfide pasara.

 

La luz la besa; el aire es más sonoro;

tiemblan las flores cándidas; el bando

de las aves salúdala en un coro,

 

y ella va, dando al sol el rostro blando,

dando a los vientos el cabello de oro,

y a los rosales sus sonrisas dando.

Vanidad

Ciego, febril, insomne, con nerviosa porfía,

pule el artista el mármol de la estrofa anhelada:

quiérela palpitante, quiérela emocionada,

quiere infundir al mármol un temblor de agonía.

 

Triunfa gallardamente de la forma bravía;

lucha, repule, y la obra resplandece acabada:

–“¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada!

¡Hija de mi trabajo!”– luce a la luz del día.

 

“Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,

eras la piedra tosca; te di brillo profundo

e iricé tus facetas con esmeros de orfebre.

 

Puedo esperar, pues vives, una muerte serena”.

E imagina que exhausto rodará al pie del mundo,

y, ¡oh vanidad! Sucumbe junto a un grano de arena.

Abstracción

Hay millares de estrellas en la altura

que puedes alcanzar con la mirada;

mas tú buscas la estrella que, ignorada,

en espacios ilímites fulgura.

 

Hay mujeres de núbil hermosura

que te cercan en ronda apasionada;

pero tu buscas la mujer soñada,

una mujer pretérita y futura.

 

Arriba, el cielo es fúnebre, nublado;

la tierra en rededor es yermo triste...

y así habrás de morir abandonado,

 

con los sueños de amor que perseguiste:

la imposible mujer que no has amado

y la estrella ideal que nunca viste.

vita nouva

Si con los mismos ojos abrasados,

al mismo gozo antiguo me convidas,

mata el recuerdo de las horas idas

en que los dos vivimos separados.

 

Y no me hables de lágrimas perdidas,

ni me culpes por besos disipados;

caben en una vida cien mil vidas,

como en un corazón cien mil pecados.

 

¡Te amo! ¡La llama del amor, más fuerte

revive! ¡Olvida mi pasado, loca!

¿Qué importa el tiempo que viví sin verte?,

 

si aún te quiero, después de amores tantos,

y si aún tengo, en los ojos y en la boca,

¡nuevas fuentes de besos y de llantos!


Escrito por Redacción


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