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En la escena final de este relato, indígenas mayas abren un boquete en el casco de la galera francesa El Lafontaine, evitan su venta como esclavos en Cuba y dilucidan, asimismo, el título de la novela. Ermilo Abreu Gómez (Mérida, 1894-Ciudad de México, 1971) lo ubica en la región sudoriente de Yucatán a finales del imperio de Maximiliano de Habsburgo (1864-1867) y en sus páginas denuncia las atrocidades que los grandes terratenientes de esa entidad cometieron en contra de aquéllos en el Siglo XIX.
Naufragio de Indios (1951) detalla las condiciones de esclavitud, brutalidad homicida y discriminación a las que la llamada “casta divina” sometió a la población originaria con la complicidad de las autoridades civiles y religiosas (Iglesia Católica Romana). Algunos de sus integrantes se decían españoles, herederos de títulos nobiliarios e incluso hubo uno que se dijo descendiente de Hernán Cortés, aunque no aclaró si también lo fue de doña Marina (Malinche).
Pero la mayoría provenían de familias de traficantes de indígenas mayas, afro-jamaicanos, mercancías ilegales, tabaco y armas, así como de abigeos, asaltantes de caminos, burócratas corruptos o “padrotes de bohío tropical”. Por ello en sus tertulias “aristocráticas” –como las organizadas por Don Torcuato en su residencia de Valladolid– sólo lucían ignorancia y extremo dispendio en lujosas vestimentas, joyas, candelabros de cristal cortado, vajillas de porcelana y cubiertos de oro y plata.
El cronista –sin duda simpatizante del gobierno republicano del presidente Benito Juárez, quien lideraba la guerra de resistencia a la intervención armada francesa y al imperio del príncipe austriaco– les impuso nombres de “calendario” católico romano como el del ya citado Torcuato, Folis, Atenógenes, Policarpo, Nicasio, Catrín, Brucéfalo, Homobono, Caralampio y Saguaripa, y femeniles como Amadesia, Sinforosa, Luperna y Nicanora.
El relator de la novela refiere que a estos “imperialistas” les molestaba hasta el ruido que los indios hacían al caminar con los pies descalzos; y cita dichos supremacistas como el de que “un indio más o un indio menos es nada” y que las “indias sólo son parideras”. Todo esto, más la revelación de que la visita a Yucatán de la emperatriz Carlota sólo fue un ardid para extorsionar a los hacendados y que Francia abandonaría a su suerte a Maximiliano derivó en un motín de los simpatizantes del presidente Juárez.
El saldo de esta asonada fue la muerte de 10 sublevados y el apresamiento de los mayas que el coronel Saguaripa intentó enviar a Cuba y pocas semanas después –como consecuencia de la derrota de los conservadores en el centro del país y el avance de las tropas republicanas hacia la región sureste de México– en la repentina conversión de éste en militante liberal y gobernador interino de Yucatán.
Los jóvenes Carlos y Hortensia y el padre Ávila, párroco de la iglesia de Santa Lucía, fueron los únicos criollos o mestizos que se solidarizaban con la población maya. En la trama de la novela participan simbólicamente Jacinto Pat, quien lideró la primera rebelión de la Guerra de Castas en 1847 y la anciana Xpet, que perdió dos hijos en los primeros años de esta rebelión, que se prolongó hasta 1901.
Abreu Gómez escribió otros 13 libros, entre los que destacan La Xtbay (1919), La ruta de Sor Juana (1938), Canek (1940) y Héroes mayas (1942).
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista y escritor.