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Un género cinematográfico que las plataformas de entretenimiento han explotado en los últimos años es el bélico. Particularmente, estas plataformas exhiben cintas europeas centradas en la Primera y la Segunda guerras mundiales. Estos filmes europeos frecuentemente tratan sobre la resistencia a la invasión de la Alemania nazi en naciones como Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega, etc. En la mayoría de estas películas, sus historias no se centran en críticas antibelicistas –están muy lejos de las cintas de realizadores como Stanley Kubrick, Oliver Stone, Dalton Trumbo, etc., las cuales no hicieron ninguna concesión a los principales causantes (los imperialistas) de las guerras y sus nefandas consecuencias en los pueblos que las han sufrido–.
No. 24 (2024), dirigida por John Andreas Andersen, nos cuenta la historia de Gunnar Sønsteby (Sjur Vatne Brean), patriota noruego quien, con una férrea disciplina y un probado heroísmo, luchó por sabotear y desgastar al ejército fascista hitleriano. Sønsteby dedicó toda su juventud a participar en el movimiento clandestino de resistencia; se convirtió en el más eficaz combatiente, cuya capacidad de camuflaje era tal que, aunque los nazis lo buscaron por todos los rincones de Noruega, nunca pudieron descubrirlo.
Esa capacidad de disfrazarse le permitió, prácticamente desde que Noruega se rindió a los nazis en 1940, realizar actos como voladura de centros de produccion y almacenamiento de acido sulfúrico controlados por los alemanes, así como el robo de 75 mil libretas de racionamiento, lo cual presionó a los nazis y sus compinches noruegos para no afectar a decenas de miles de familias en su alimentación; contribuyó a la destrucción o avería de 40 aviones o equipos de reparación e incluso robó las planchas para imprimir dinero noruego, lo cual permitió a la resistencia hacerse de recursos para financiar sus movimientos. En fin, Sønsteby actuó de forma muy eficaz para ir debilitando al ejército nazi. En la histotia narrada por Andersen, quien se apega, al parecer con cierto rigor histórico, a la verdad, Sønsteby fue reclutado por la SOE (Special Operations Executive), órgano de inteligencia británico, que lo entrenó durante varios meses en Escocia (al término de los Segunda Guerra Mundial, la inteligencia británica intentó reclutar a Gunnar para que siguiera participando como agente de espionaje, a lo cual éste se negó, eligiendo ir a estudiar a Estados Unidos (EE. UU.) y después regresar a Noruega, donde se casó y fundó una empresa ligada a su profesión.
Las partes más interesantes del filme de Andersen son, a contrapelo de las cintas de este género cuando ya, en edad avanzada, Gunnar imparte una conferencia en una escuela en Oslo, donde narra sus experiencias como agente que luchó contra la invasión nazi; el relato de Gunnar atrapa la atención del público; sin embargo un jovencito comienza a hacer preguntas muy inquietantes para el expositor; como: “¿se siente orgulloso de haber asesinado a alemanes?”. Hay una pregunta que todavía le cala aún más a Gunnar, pues el adolescente le pregunta si conoció a un familiar suyo, muerto a manos de la resistanecia noruega. Gunnar niega haber conocido a ese familiar; pero en su mente brota nítidamente el recuerdo de aquel joven, miembro de la resistencia antinazi; él no participó en la liquidacion de aquel joven –quien habia traicionado la causa de Noruega delatando a algunos de sus camaradas ante los nazis–, pero sí pudo observar cómo fue liquidado. Al final de la conferencia, el adolescente se acerca a Gunnar y platica amablemente con el expositor; la tormenta había pasado para ese momento.
No 24,como otros filmes europeos, sigue condenando al nazismo alemán y sus actos de barbarie, que provocaron la muerte de miles de europeos. Sin embargo, esa industria cinematográfica europea no puede –ni de chiste–, al igual que los gobiernos europeos y las élites gobernantes de las naciones del viejo continente, denunciar o siquiera criticar al neonazismo, que está sirviendo al imperialismo norteamericano y europeo para agredir a Rusia. La guerra de Ucrania fue desatada por la OTAN; y los que la provocaron fueron EE. UU. y sus acólitos de Europa. Ellos armaron y dirigieron a las hordas nazis que dieron el golpe de Estado en Ucrania en 2014; ni una palabra de condena al fascismo ucraniano que durante ocho años bombardeó al Donbás. Aunque los europeos sigan condenando al nazismo alemán, ese silencio los vuelve cómplices de una guerra que le sirve a la gran burguesía gringa y europea para tratar de aplastar la lucha por un mundo multipolar, la defensa de Rusia, la batalla de los partidarios de un mundo más justo. Hay hipocresía y complicidad, pues los gobiernos europeos han enviado cientos de miles de millones de dólares en armas y han movilizado a miles de mercenarios para sumarse a los nazis ucranianos.
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Periodista, poetisa y activista de los Derechos Humanos de ascendencia palestina.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA