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Las protestas y la gran inconformidad que se está gestando en diversos centros médicos ante la falta de insumos para atender a pacientes de Covid-19 puede constituirse en un gran frente, en donde, en unión con otras expresiones populares, se constituya en un movimiento organizado. Reducidos a las paredes de nosocomios, no ven su fuerza ni a sus aliados reales.
Desde que inició la actual administración federal, como periodista he podido observar cómo la legislación mexicana para temas muy sensibles como la salud, se hicieron a un lado, no buscando conocerla de manera directa, sino más bien ajustándola a lo que se consideraba como prioritario para la nueva clase política que estrenaba oficinas gubernamentales. En toda esta transición, el personal médico es el más afectado, pues sus condiciones laborales están sujetos a los vaivenes gubernamentales más que cualquier otro sector dentro de la administración pública federal.
De esta visión se derivó el cambio de Seguro Popular al INSABI, en una inacaba operación que buscaba imponer la norma a costa de lo que fuera, incluso a costa del personal que ha sostenido el fragmentadísimo sistema de salud mexicano que, históricamente, ha tenido malos resultados en la atención del pueblo mexicano, incluso de aquel que aún tiene el privilegio de contar con prestaciones de seguridad social.
Hasta hace unos días, un importante número de los médicos y personal administrativo que trabajaban en el extinto Seguro Popular, y que por tanto había quedado fuera de la implementación del INSABI, pudieron lograr lo que ellos denominan “continuidad laboral”, es decir, la colocación en algún área del sector salud, aunque no sea precisamente en el puesto con el perfil obtenido a base de varios años de ejercicio como trabajadores de la salud. La continuidad laboral representa finalmente un empleo, con prestaciones relativas, pero finalmente una fuente de sustento.
Seguimos la adversidad con la que han logrado esta continuidad, algunos meses antes e incluso en el momento en el que la pandemia ya ha subyugado otros sistemas de salud más robustos, y aterra los pasillos de centros médicos públicos e incluso privados del país. Esa continuidad laboral, también hay que decirlo, se dio tras jornadas intensas de movilizaciones en diversos estados del país y en Palacio Nacional. Fue un gran movimiento en el que los propios médicos vieron su fuerza y capacidad de movilización así como de resistencia. No obstante, como todos los movimientos espontáneos, algunos grupos continuaron hasta lograr el cometido a través de mesas de negociación, mientras que otros tantos optaron por buscar nuevas rutas laborales perdiéndose así un gran esfuerzo de formación del país que hoy hace tanta falta en la cruzada contra el Sars-Cov-2.
Varios de los médicos que participaron en esas jornadas, se vieron convertidos en líderes naturales de sus compañeros. Dejaron el estetoscopio y las tablas de registro para convertirse en los dirigentes de un grupo muy numeroso de compañeros suyos que de un día para otro ya no tenían fuente de trabajo, por tanto, privados del sustento de sus familias. Éste aprendizaje es quizá lo más valioso de ese movimiento, porque demuestra que las protestas y la gran inconformidad que se está gestando en diversos centros médicos ante la falta de insumos para atender a pacientes de Covid-19 puede constituirse en un gran frente, en donde, en unión con otras expresiones populares, se constituya en un movimiento organizado. Reducidos a las paredes de nosocomios, no ven su fuerza ni a sus aliados reales. Alejados de sus familias para no ponerlos en riesgo o bien protagonizando una lucha de David contra Goliat con los infectados del mortal coronavirus, el cual se esparce vertiginosamente entre el único gremio que puede definir el número de bajas finales de esta contienda.
Por otro lado, también debo decir que son pocos los grupos políticos e incluso políticos que realmente han querido sumar su fuerza de base para apoyar los justos reclamos del gremio, ya sea porque no quieren confrontar al ocupante de Palacio nacional o bien tal fuerza de base no existe. Entre los legisladores de diversas fracciones, apenas se escuchan algunos pronunciamientos, pero nada de un respaldo de fuerza para salir a jugarse las justas demandas en la calle si fuera necesario. Varios de los grupos médicos que han salido a protestar, lo han hecho solos.
En ese sentido, mientras la negligencia gubernamental adquiera niveles mayúsculos, más personal estará expuesto; de ahí que no debe haber vacilaciones tanto para galenos como trabajadores. ¿qué pueden perder en alianza con un movimiento popular? Si no hay auxilio del gobierno mexicano, deben ver al pueblo y sus dirigentes y no desconfiar de ellos, pues de lo contrario, los féretros sumarán a nuevas víctimas aunque sean de bata blanca. No se trata de poner en jaque a un presidente, sino poco a poco reivindicar la noble profesión de salvar vidas, a la espera de mejores tiempos para luchar por un sistema de salud público vigoroso. A todos mis amigos médicos y personal de la salud, les comparto estas líneas y los invito a oponer una resistencia civil para las memorias de todas las generaciones.
La ANPEC reveló que una familia de 10 integrantes debe gastar en promedio 716 pesos para adquirir 20 tamales grandes o 40 pequeños, además de tres litros de champurrado y dos refrescos de 2.25 litros.
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Escrito por Francis Martínez Mateo
Periodista y reportera multimedia. Ex corresponsal en China 2022. Desde 2020 conductora en Canal 6 Tv. Síguela en X como @FranMartinezMx