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La proclamación de independencia de la provincia kosovar de la República Serbia, además de violentar los derechos de la comunidad autónoma, tiene el sello inconfundible de estratagema occidental por tensar más la conflictiva situación que hoy vive Europa debido a la guerra entre Ucrania y Rusia.
El nuevo Estado de facto irrumpe, asimismo, como un protectorado de Occidente que busca reposicionar sus intereses geopolíticos en esa región estratégica frente a la emergente multipolaridad. México no lo reconoce y respalda a Serbia bajo el principio de indivisibilidad de las fronteras.
Una mirada retrospectiva al difícil conflicto balcánico asegura que ahora, como en el pasado, ocurrió mediante el uso del separatista autodenominado Ejército de Liberación de Kosovo, lo que representa una notoria injerencia de Occidente. En aquel periodo, lo que pudo ser un diálogo pacífico derivó en lucha terrorista que causó un desmembramiento étnico, cuyo efecto desestabilizador persiste.
En Yugoslavia era la Provincia Autónoma Socialista de Kosovo, cuya mayoría poblacional era musulmano-albanesa. En septiembre de 1991, durante la disolución de Yugoslavia, sus élites intentaron proclamar la independencia, que no se reconoció. La violencia separatista promovió el bombardeo contra Serbia por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), intervención no autorizada por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas(ONU), y que se ejecutó del 24 de marzo al 10 de junio de 1999.
Aunque el acuerdo de paz entre la extinta Yugoslavia y esa alianza define claramente que no habría independencia de esa provincia sin autorización de Serbia, en 2008 Kosovo se declaró independiente de forma unilateral, ya que la ONU la considera parte de Serbia y la Comunidad Internacional no avala del todo su Estado de facto.
Serbia ha manifestado abierta y reiteradamente su compromiso por una solución pacífica; en 2013 favoreció el Acuerdo para Normalizar Relaciones y Coexistencia, que fue firmado por serbios y albano-kosovares. En este documento sobre el llamado Acuerdo de Bruselas, en ningún momento la denomina “independencia” de Kosovo.
Sin embargo, la continua agresión y los actos unilaterales albano-kosovares impiden llevar a esa región la paz y tranquilidad deseadas, por lo que ese conflicto no se considera resuelto o “congelado”, sino “latente”. A la par, ha puesto a prueba la diplomacia estadounidense y europea; pues hoy el mundo pregunta: ¿por qué es incuestionable la soberanía de Ucrania sobre Crimea y el Donbás, mientras la integridad territorial de Serbia no tiene validez en Kosovo?
Esa situación llevó a la analista Tamara Djermanovic a revelar: “en Kosovo empezó el drama de la antigua Yugoslavia”. Esa provincia es cuna de la identidad serbia y de sus emblemas nacionales, recordaba en mayo el as del tenis mundial Novak Djokovic al escribir, en el torneo Roland Garros, el célebre lema: “Kosovo es el corazón de Serbia. Paren la violencia”.
No obstante, a toda hora está presente la tensión en Kosovo, aunque, en 1999, la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU estableció ahí la Fuerza de Pacificación de Naciones Unidas (KFOR), cuya misión consiste en “mantener el orden y la seguridad” y hacer respetar el acuerdo de paz.
En los hechos, la KFOR, antes bajo control de la ONU, hoy está bajo el mando de la OTAN, que la rediseñó. En agosto de 2005 reemplazó las cuatro brigadas multinacionales por cinco “fuerzas de tarea”; en febrero de 2010, las designó “grupos de batalla multinacionales”; y un año después, las redujo a dos “grupos de batalla”.
Este colosal despliegue de tropas y armas evidencia que la provincia serbia de Kosovo no es un Estado soberano, sino un ente vulnerable, con instituciones débiles e incapaz de actuar con autonomía ante foros multinacionales. No es miembro de la ONU ni lo respaldan cinco países de la Unión Europea (UE), aunque lo reconocen Estados Unidos (EE. UU.), el Reino Unido y Canadá, entre otros Estados.
Kosovo tampoco es un actor soberano para México, China, Rusia, India, Irán, Argelia, Grecia, España, Brasil, Cuba, Argentina, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Laos, Uruguay, Vietnam, Kazajastán, Kirguistán, Rumania, Ucrania, Malí e Indonesia entre muchos otros países. Además, 15 Estados nacionales más le han retirado su reconocimiento.
En contraste, y pese al falso discurso de que Serbia y sus 7.2 millones de habitantes sobreviven con la ayuda de Rusia, es un Estado con reconocidos vínculos multidimensionales con EE. UU. y la UE, con la que inició un diálogo de adhesión en 2014; tiene estatus como candidato desde 2012; y ya avanzó 12 capítulos de negociación. Serbia liberó su comercio; y aunque sectores fundamentales como el de energía y telecomunicaciones son estatales, mantiene su veto al comercio de productos biotecnológicos.
Acoso y estallido
La fragilidad que exhibe Kosovo hacia el exterior contrasta con la fuerza y maltrato ejercidos sobre la población serbia. Priva a miles de serbios de sus derechos elementales y alimenta la inestabilidad local y regional, lo que contrasta con el Kosovo bajo control serbio, cuando los serbios, kosovares y otras minorías convivían como una sola comunidad.
Múltiples hechos desmienten la versión de que esta provincia es un ente “multi-étnico”. En Prístina se borra el patrimonio nacional-cultural serbio de los monumentos, nombres de avenidas, calles y escuelas dedicadas a ambos pueblos; además de que ¡se destruyen cementerios serbios! En contraste, hay una estatua de tres metros que honra al presidente estadounidense William Clinton, quien aprobó a la OTAN lanzar bombas sobre Serbia.
Se estigmatiza a mujeres, niños y hombres serbios. Así se constató el seis de enero (la Nochebuena de serbios y cristianos), cuando un oficial de la Fuerza Especial albano-kosovar, fuera de servicio, disparó contra un niño de 11 años y su hermano de 21 años, solo por llevar la bandera serbia.
Éste es el Kosovo “multi-étnico”, denuncia el periodista Milan Dinic. Se obliga a los serbios a vivir en condiciones indignas y en la inseguridad, como han denunciado por años la ONU, la Cruz Roja Internacional, Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Sus informes muestran confiscaciones, destrucción de propiedades y hostigamiento en escuelas, transporte, cementerios, iglesias o empleos.
De ahí el éxodo forzado de serbios en Prístina, donde antes de 2003 vivían entre 30 mil y 40 mil serbios de los que, según el censo de 2011, quedaban menos de 600 (según el censo de 1991, en Kosovo había 194 mil 190). Otras estadísticas indican que, desde 1999 han sido expulsados de esa provincia más de 280 mil serbios.
México-Serbia, no tan distantes
Hace 77 años, el 24 de mayo de 1946, México y la antigua Yugoslavia establecieron relaciones diplomáticas tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, México y Belgrado han coincidido en foros internacionales sobre posiciones de política exterior, como la solución pacífica de las controversias y la no intervención.
En 1963 el líder yugoslavo Josip Broz Tito visitó nuestro país y recibió el Águila Azteca en reconocimiento a su liderazgo durante el Movimiento de Países No Alineados a ningún bloque político.
Como anécdota de la relación bilateral, en 2017, la BBC reseñó que, en los años 60, los yugoslavos adoptaron la música mexicana (sones de mariachi y boleros), que alentó lo que la emisora llamó “fusión mexicano-balcánica”, pues se imitó a los mariachis que triunfaban con corridos serbo-croatas.
Para conmemorar esa añeja amistad, la embajada de Serbia y el Instituto Matías Romero inauguraron, el 19 de junio, la exposición Patrimonio Cultural y Político de Milica M. Tomic, que enaltece a la mujer serbia. En la conmemoración de los 75 años de relaciones diplomáticas de 2021, se inauguró, en el Matías Romero, la exposición de los documentos históricos y archivísticos, testigos de las relaciones bilaterales siempre caracterizadas por amistad y respeto mutuos. Una exposición similar fue inaugurada en el Archivo de Serbia, en Belgrado.
El desdén a los derechos de serbios suscitó un serio conflicto en abril. Los separatistas albano-kosovares de esa provincia prometieron “evitar” el control de albaneses designados en municipios del norte, pero no cumplieron y eligieron alcaldes no serbios.
Los serbios boicotearon esa elección contra el derecho a elegir sus ayuntamientos; por lo que de 45 mil electores registrados únicamente votaron mil 500 (solo 3.3 por ciento). Pese a ello, la policía kosovar permitió a los regidores y alcaldes espurios en los municipios, denunció el representante serbio Goran Rakic.
Por esta arbitrariedad, los serbios protestaron a lo largo de mayo y junio, pero fueron reprimidos. Las balas albano-kosovares dejaron a 50 serbios heridos e incrementaron la presencia de la policía kosovar en sus municipios, reseñó Kosova Press.
La grave escalada de violencia llevó al gobierno de EE. UU. y a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, a instar al Primer Ministro kosovar de las instituciones provisionales, Albin Kurti, a rebajar urgentemente las tensiones.
No obstante ese llamado de atención, la sistemática discriminación albano-kosovar contra la minoría serbia en esa provincia impide la normalización de relaciones Belgrado-Prístina y obstaculiza el ingreso de Serbia a la UE. Para ocultar esta realidad ante el mundo, la narrativa de Prístina alienta la percepción de que Serbia es una amenaza para su supervivencia.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.