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La lírica feminista de Alfonsina Storni
Hoy publicamos tres poemas feministas: ¿Qué diría?, un grito de rebeldía contra los convencionalismos sociales; Tú me quieres blanca, sobre el hombre y la mujer; e Irremediablemente, donde la poetisa se rebela a todo encarcelamiento de su espíritu.
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Oveja descarriada, dijeron por ahí.

Oveja descarriada. Los hombros encogí.

Alfonsina Storni.

 

Tres poemas feministas de Alfonsina Storni (1892-1938) publicamos hoy en este espacio. El primero de ellos vio la luz por primera vez en El dulce daño (1918), su segundo poemario y se titula ¿Qué diría?, es un grito de rebeldía en toda forma contra los convencionalismos sociales, firmemente arraigados a principios del Siglo XX, contra las “buenas conciencias” y las restricciones impuestas a la mujer en todos los ámbitos, incluida por supuesto la creación literaria. ¿Qué pasaría, dice, si de pronto, retando a quienes imponen normas de vestimenta, conductas y pensamiento, saliera a la calle a decir mis versos? Y acto seguido, sabiéndose adelantada a su tiempo, la poetisa se divierte ante la posibilidad de contemplar las escandalizadas reacciones de los censores.

 

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,

si en un día fortuito, por ultra fantasía,

me tiñera el cabello de plateado y violeta,

usara peplo griego, cambiara la peineta

por cintillo de flores: miosotis o jazmines,

cantara por las calles al compás de violines,

o dijera mis versos recorriendo las plazas

libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo en las aceras?

¿Me quemarían como quemaron hechiceras?

¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

 

Tú me quieres blanca es el segundo poema; también aparecido en El dulce daño, eleva a las alturas del arte el alegato de la igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres. Dividido en tres partes, el poema comienza planteando la exigencia de castidad en la mujer; con una cascada de metáforas crea un ambiente en el que predomina el blanco (espuma, nácar, azucena, luna, nieve, alba); en la segunda, el ámbito masculino se presenta lleno de sensualidad a través de colores y texturas (frutos, mieles, banquetes, pámpanos, morados, Baco, carne). “Me pretendes casta”, dice la poetisa, tú que “dejaste las carnes/festejando a Baco” y acto seguido invita al demandante a seguir una vida ascética hasta recobrar la pureza que demanda.

 

Tú me quieres alba,

me quieres de espumas,

me quieres de nácar.

Que sea azucena

Sobre todas, casta.

De perfume tenue.

Corola cerrada.

Ni un rayo de luna

filtrado me haya.

Ni una margarita

se diga mi hermana.

Tú me quieres nívea,

tú me quieres blanca,

tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas

las copas a mano,

de frutos y mieles

los labios morados.

Tú que en el banquete

cubierto de pámpanos

dejaste las carnes

festejando a Baco.

Tú que en los jardines

negros del Engaño

vestido de rojo

corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto

conservas intacto

no sé todavía

por cuáles milagros,

me pretendes blanca

(Dios te lo perdone),

me pretendes casta

(Dios te lo perdone),

¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,

vete a la montaña;

límpiate la boca;

vive en las cabañas;

toca con las manos

la tierra mojada;

alimenta el cuerpo

con raíz amarga;

bebe de las rocas;

duerme sobre escarcha;

renueva tejidos

con salitre y agua:

Habla con los pájaros

y lévate al alba.

Y cuando las carnes

te sean tornadas,

y cuando hayas puesto

en ellas el alma

que por las alcobas

se quedó enredada,

entonces, buen hombre,

preténdeme blanca,

preténdeme nívea,

preténdeme casta.

 

Irremediablemente (1919), es el tercer poemario de Alfonsina Storni, que contiene la siguiente muestra de la personalidad libérrima de su autora, que se rebela a todo encarcelamiento de su espíritu.

 

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,

suelta a tu canario que quiere volar...

yo soy el canario, hombre pequeñito,

déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,

hombre pequeñito que jaula me das.

Digo pequeñito porque no me entiendes,

ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto

ábreme la jaula que quiero escapar;

hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala,

no me pidas más.


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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