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Guerra del petróleo contra Rusia rebota en México
El petróleo es hoy por hoy el producto geopolítico clave en las relaciones mundiales. Por tanto, hundir su valor mercantil a un nivel que no se veía desde hace 30 años es una estrategia de guerra.
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El petróleo es hoy por hoy el producto geopolítico clave en las relaciones mundiales. Por tanto, hundir su valor mercantil a un nivel que no se veía desde hace 30 años es una estrategia de guerra. En esa pelea están, por un lado, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) liderada por Arabia Saudita, y Estados Unidos (EE. UU.) productor independiente; y en el otro, figura Rusia. En este marco de volatilidad se perfilan como grandes perdedores México, Venezuela, Ecuador, Irán y Brasil. A todos urge la solución de esa guerra entre colosos, menos a su instigador, Donald John Trump, que así asegura la hegemonía energética de su país y, con ello, su reelección.

Una gota de petróleo concentra el valor de toda nuestra civilización. Paradójicamente, la pugna por controlar el mercado internacional de ese combustible, en el contexto de la pandemia generada por el brote de coronavirus (Covid-19), afectó de fondo los ingresos de países petroleros a quienes ahora urge nivelar sus economías.

Este duelo entre colosos productores de energía fósil es clave en este momento de crisis económica global derivada de la emergencia sanitaria. Toda nuestra civilización se sustenta en el consumo de petróleo, gas natural y carbón; recursos que se concentran en regiones como el Golfo Pérsico (con más del 65 por ciento de las reservas), y dotan de influencia a otros productores como Rusia.

barriles

Para proteger sus intereses, en 1962, los productores crearon la OPEP, liderados por Arabia Saudita, que posee entre el 23 y el 30 por ciento de las reservas, seguida de Venezuela, Libia, Irán, Nigeria, Argelia e Indonesia.

Su objetivo es obtener precios altos por barril de crudo; de ahí que fijen cuotas de producción para no saturar el mercado. En 2017, productores independientes como México −12 mil 352 millones de barriles (mdb) en reservas− y Rusia, con 80 mil mdb, se sumaron al cártel original y formaron el grupo OPEP+ de 23 países para mantener precios estables.

Pugna de hegemonías

El viernes seis de marzo fracasó el encuentro de la OPEP+ en Viena, previsto meses atrás para acordar un recorte a la producción petrolera de 1.5 millones de barriles diarios. Rusia no apoyó esa propuesta. Aunque no cerró la puerta al diálogo, el ministro de Energía ruso, Alexander Novak previó que a partir del 1° de abril “nadie, ni los miembros de la OPEP, ni los no miembros, están obligados a reducir la producción”.

Esta confrontación no es un simple desacuerdo entre Arabia Saudita y Rusia, segundo y tercero productores mundiales, sino la deliberada estrategia de EE. UU. para evitar una eventual alianza entre ambos colosos energéticos, que pondría en peligro su hegemonía geoestratégica en la región de Washington.

Intereses y política

Las divisiones al interior de la OPEP son comunes aunque, en diciembre de 2018, ese cártel, que defiende los intereses de la élite de países productores de petróleo, pasó por una de sus mayores crisis. En ese momento, el precio cayó casi 30 por ciento, la peor pérdida en una década para los 15 países miembros que controlaban el 44 por ciento del suministro mundial y el 82 por ciento de las reservas confirmadas.

Por un lado, el rico emirato de Qatar decidió abandonarla, una medida que tuvo un gran impacto político más que económico, pues solo produce 609 mbd (dos por ciento). La retirada obedeció al deseo de centrar sus esfuerzos en el desarrollo y aumentar la extracción de gas natural, recurso en el que ese país es el primer productor mundial. Esa retirada fue considerada como un ataque directo contra Arabia Saudita y los otros países árabes que acusan a Qatar de apoyar al terrorismo.

El entonces ministro de energía de Argelia, que presidía la OPEP, calificó como alto impacto psicológico esa salida, que podría dar un ejemplo a otros miembros por las decisiones “unilaterales” de Arabia Saudita. Y el experto del Fondo de Seguridad Energética de Rusia, Stanislav Mitrajovich, consideró que esa situación significaba que “la OPEP y el pacto de reducción de cuotas no son eficaces”.

Los miembros del grupo trabajaban en un acuerdo para reducir la producción de crudo en al menos 1.3 mbd para frenar la caída de los precios. Sin embargo, todo estaba por definirse, pues Rusia “tiene la palabra”, admitían los expertos.

EE. UU., que ve reducir sus ingresos por la crisis de la pandemia y tiene dificultades para sufragar los costos para producir gas de esquisto (producido por fracking). Pretende seguir vendiendo en el mercado ese crudo y, con ello, socavar los ingresos rusos. Para lograrlo, atiza la guerra de precios y alienta la puja entre Riad y Moscú.

Es obvio que producir un barril de petróleo en Rusia cuesta menos que en EE. UU. Detrás de la decisión del Kremlin está el temor de ser rebasado en el mercado por el crudo de esquisto de EE. UU., del que ya es el mayor productor. Junto a la presión de EE. UU., está su interés por evitar que caiga el precio de operación de su producción, mucho más alto que el de las plataformas convencionales.

A su vez, el reino saudita tiene como prioridad estratégica mantener a sus clientes asiáticos –la mayoría– y la alianza estratégica con EE. UU. En ese conflicto de intereses, le preocupa el descuento de siete dólares ofrecidos por las petroleras rusas, así como el aumento de 2.5 mdb en la producción de ese país (con lo que sumaría 12.5 mdb). Ambos factores atraerían a los compradores en perjuicio de Riad.

En 2019, el grupo OPEP+, donde Rusia representa el mayor peso entre los independientes, firmó el acuerdo petrolero. El objetivo fue contener la cíclica caída de precios; todo apuntaba, en ese momento, a que se estrecharan los lazos entre Riad y Moscú.

Sin embargo, en el invierno, la Unión Europea extendió sus sanciones económicas contra Rusia hasta el 31 de julio. Ese antecedente enturbió la relación del Kremlin con sus socios a lo largo del primer trimestre de 2020, cuando sobrevino el derrumbe de los precios por el impacto del Covid-19 en China, el mayor cliente energético global.

arabia

La escalada de tensiones entre Arabia Saudita y Rusia se produjo ante el desacuerdo sobre la forma de enfrentar ese desafío. Y paulatinamente se rompieron tres años de alianza exitosa cuando Riad propuso retirar del mercado 1.5 mbd y Moscú se negó, pues ha cumplido con los recortes, pese a su necesidad de obtener dividiendos debido a las crecientes sanciones occidentales por el conflicto en Ucrania.

Ante los reproches de Occidente, el presidente ruso Vladimir Putin acusó a EE. UU. de conspirar con Arabia Saudita para debilitar intencionalmente la economía rusa con la reducción de precios al crudo.

Días después del fracaso por reducir, con Rusia, los suministros de crudo, y ante el imparable avance del Covid-19, que disipa el crecimiento de la demanda mundial de petróleo, la OPEP pidió una acción coordinada de los actores en el mercado. La organización rebajó en casi un mbd sus cálculos sobre el crecimiento de consumo mundial.

México a la baja

Cuando se estimó el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para el año fiscal 2020, el Gobierno mexicano ubicó el precio del barril en 49 dólares. Sin embargo, en el curso de este año, nuestro petróleo cayó primero a 40.81 dólares (72.69 por ciento) y, el 24 de marzo, la mezcla mexicana se cotizaba en solo 15.33 dólares. Esos dígitos reflejan el impacto de la pugna geopolítica entre EE. UU. y Rusia.

Compromiso roto

Arabia Saudita y Rusia, los dos mayores exportadores de petroleo del mundo, se comprometieron, el 18 de enero pasado, a controlar su producción este semestre con un límite de 10.31 y 11.19 mbd, respectivamente, conforme al pacto de diciembre en la OPEP y sus aliados.

De este compromiso fueron excluidos Irán y Venezuela, por el impacto de las sanciones occidentales en su contra, y Libia por el conflicto bélico, aunque pertenezca a la OPEP. En ese contexto, México –independiente, aunque aliado de EE. UU. y Arabia Saudita– redujo su producción a un millón 977 mil mbd, 40 mil menos de lo que produjo en octubre de 2019.

Para reducir el exceso de oferta de petróleo en el mercado, causada principalmente por la creciente producción estadounidense, en particular su petróleo de esquisto (shale), y frenar la caída de precios, se pactó retirar del mercado un total de un millón 195 mil mbd y a bombear, en conjunto, 43 millones 874 mil mbd hasta al menos el 30 de junio. Se fijó la siguiente reunión del Comité de Supervisión de la OPEP+ para el 18 de marzo en Azerbaiyán. No ocurrió así.

Este derrumbe en el precio del energético mexicano acarreó también el del peso frente al dólar que, tras mantenerse durante casi 18 meses como una de las monedas mejor posicionadas en el mundo, comenzó a derrumbarse en las últimas semanas. El 17 de febrero de este año, el peso sucumbió a la turbulencia OPEP+ y Rusia y, el 24 de marzo, se cotizó en 24.4 por dólar.

La única noticia relativamente buena en estos días ha sido la caída en EE. UU. hasta del 30 por ciento en el precio de la gasolina, tras la contracción mundial en la actividad del sector de transportes por la pandemia de Covid-19.

Antecedentes de un choque

En EE. UU., los gobiernos de Barack Obama y de Donald John Trump coinciden en un punto: lograr la autosuficiencia petrolera. El demócrata lo consiguió en 2018 con gas y petróleo shale, al intensificar la fractura hidráulica (fracking). El republicano maniobró en los primeros meses de 2020 hasta ocasionar el enfrentamiento por el mercado internacional de crudo entre dos antiguos aliados: Arabia Saudita y Rusia.

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Al iniciarse éste, se vislumbró que la estrategia del huésped de la Casa Blanca estaba en manipular el precio del petróleo, cuando escalaron las tensiones con Irán. Entonces hubo un incremento moderado del crudo que se estabilizó en 65 dólares el barril. Sin embargo, los expertos en prospectiva energética anticipaban que el precio del petróleo, para este año, dependería de tres factores: la posible baja en la producción de petróleo shale en EE. UU.; el nivel de cumplimiento de los recortes a la producción en la OPEP y la tensión entre Irán y EE. UU. Ninguno previó que la situación llegaría a un nivel insospechado de relevancia geopolítica por la pandemia de Covid-19.

Fracasa juego sucio contra Rusia

La gran capacidad rusa para proveer de gas natural a Europa alimenta la Guerra de Gasoductos entre la Casa Blanca y el Kremlin. El 13 de diciembre de 2019, la Cámara de Representantes de EE. UU. pidió a sus aliados europeos rechazar la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que transportará 55 mil millones de metros cúbicos (m³) de gas natural a Alemania por el fondo del mar Báltico. Sin bases, la Cámara Baja sustentó que ese gasoducto “es un paso atrás para la seguridad energética de Europa y los intereses de EE. UU.”. En reacción, la cancillería rusa acusó a Washington. Las amenazas de las autoridades estadounidenses contra la cooperación con Rusia en el campo de la energía es competencia desleal de magnitud global. Es un “juego sucio” en la economía” y oponerse a la cooperación es una locura para Europa, dependiente de energía. Rusia sostiene que, pese a las sanciones de EE. UU. para detener el avance de la obra, el megaproyecto estará funcionando para finales de 2020.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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