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Entrevista: “La izquierda mundial pasa por un momento crítico”: Daniel Osuna
La izquierda mundial pasa por un momento crítico. En Europa, como en EE.UU., la izquierda hegemónica llevó a la radicalización delirante el juego de la política identitaria.
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“La izquierda autoproclamada ‘más libertaria’ y la derecha más liberal coinciden en imponer y defender la dictadura de lo políticamente correcto y el resultado es una sociedad cada vez más enfrentada y dividida, colectivizada y anestesiada. En contraparte, Israel Shamir y Alain Soral son dos actores clave de una izquierda crítica a posiciones oportunistas”, explica el internacionalista y profesor de geopolítica, Daniel Osuna.

¿Cuál es el reto para la izquierda mundial en este tiempo de Covid-19?

La izquierda mundial pasa por un momento crítico. En Europa, como en EE.UU., la izquierda hegemónica llevó a la radicalización delirante el juego de la política identitaria. Es decir, la llamada identity politics, que exalta el aspecto identitario de grupos colectivos pero con fines políticos.

Es una especie de comunitarismo político que dice representar las reivindicaciones de, por ejemplo, negros, homosexuales, mujeres, transexuales y otros grupos más. Por tanto, hoy vemos la apología de las fronteras abiertas, inmigración masiva, ecologismo radical, defensa a ultranza de la ideología de género y el lobby LGBT ¡Causas todas financiadas y promovidas por el capital financiero globalista!

Prácticamente, en nuestros países de habla hispana no se discute esa política identitaria, heredera de las revueltas del 68, que exalta la naturaleza de grupos llamados ‘colectivos’, siempre con fines políticos. Estas causas se adoptaron en ausencia del socialismo soviético, y desde la caída del Muro de Berlín, pues había que encontrar a nuevos opresores y a nuevos oprimidos.

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En el lenguaje de la identity politics, toda crítica a estos colectivos te valdrá la etiqueta de racista, homófobo o machista, y de “incitación al odio”. Y por eso en Occidente, cada vez más hay temas tabú de los que no se puede hablar; se cancelan conferencias porque las impiden turbas radicalizadas, pero bien organizadas, porque “ofenden” a su “colectivo”.

Hay muchos que han debido pagar multas o enfrentar demandas judiciales por sus críticas a esos colectivos. ¡Hasta izquierdistas que no se suben al tren de la identity politics son tachados de “extrema derecha”! Vivimos tiempos de histeria colectiva, como cita Douglas Murray en su libro La Locura de las Multitudes.

En estos días vimos en calles de EE. UU. y hasta en México los alcances de las multitudes ideológicamente fanatizadas. Recurren a la violencia sin que los medios los tachen de “extrema izquierda”. Ése es el doble rasero, no toda violencia se condena de la misma forma y aquí no aplican los “discursos de odio”.

¿Cuál es la consecuencia? El resurgimiento y fortalecimiento de organizaciones de derecha por toda Europa, desde España con Vox  y en Francia con el Front National, hasta la America First de Trump. Son grupos de derecha e izquierdistas opuestos a lo que los franceses llaman la Pensée unique (pensamiento único) y que Ignacio Ramonet definió como ese pensamiento único impuesto por la ideología neoliberal y globalista.

Para el filósofo francés Alain de Benoist se trata de un pensamiento no solo economicista, sino también socio-cultural. Hay una especie de monopolio ideológico que construye e impone una narrativa única y dominante y que ya impregnó medios de comunicación, gobiernos, universidades.

Su brazo represor es la corrección política, que demoniza, castiga y “reeduca”: en nombre de la “igualdad” y la “inclusión”, las mayorías pierden cada vez más libertad. Las redes sociales ya censuran el contenido políticamente incorrecto, pues la corrección política ya es una “neolengua”, bajo el concepto de 1984, de George Orwell.

Ese pensamiento único ha carcomido los mejores ideales de la izquierda auténtica y de la derecha, pues ambas han sucumbido a la agenda globalista. Sin embargo, frente a la pandemia mundial, se han vuelto indistinguibles una de la otra: cuando la enfermedad o la muerte amenazan al hombre, el velo ideológico se cae indefectiblemente. En síntesis, se trata de una inmensa operación de reingeniería social, como observa el investigador francés Lucien Cerise.

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¿Cómo influirán los nuevos actores de la izquierda en el debate de la postpandemia?

En este momento orwelliano de reducción de nuestras libertades individuales, vemos a Israel Shamir, en Rusia, y a Alain Soral, en Francia. Son dos pensadores que se lanzan al campo de batalla con gran arsenal intelectual.

Shamir es uno de los periodistas independientes más fascinantes. Antisionista y valiente opositor del lobby judío, defiende la idea de un solo Estado para judíos y palestinos. En Occidente es de los pocos que aborda la compleja realidad internacional bajo el prisma de la teología política y propone: “la batalla no solo es política sino sobre todo espiritual”.

De manera frontal, este pensador denuncia la tiranía del liberalismo y las fuerzas que la impulsan en su pretensión de esclavizarnos. Sutil y elegante, rechaza a los que llama “maestros del discurso” y sus escritos encienden el arsenal político-ideológico de la élite apátrida, atea e intolerante  a los que llama: los “señores de la palabra”.

En uno de sus textos, Shamir escribe: “Las leyes contra los ‘discursos de odio’ son el equivalente moderno a las leyes medievales contra la blasfemia”. Advierte que el mundo se precipita, bajo pretexto de la pandemia, hacia una “sombría distopía totalitaria”: un mundo de miedo, pobreza, hambre, arresto domiciliario.

Israel Shamir

(Rusia, 1947) Comunista en su juventud, peleó en el bando israelí durante la guerra de Yom Kippur de 1973. Se considera suceros de Israel Shahak, el escritor y militante izquierdista crítico de las políticas del Estado israelí. Shamri, judío converso al cristianismo, periodista y analista internacional, también es traductor de Homero y Joyce. Sus artículos son imprescindibles para todo lector en busca de un análisis alternativo y profundo de la realidad internacional. Daniel Osuna, traductor oficial al castellano de Shamir, prepara el libro La moderna tarinua y la rebelión de los esclavos, compilación de textos selector de este pensador ruso.

 

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Y anticipa que “Jamás los Bolsillos Profundos –amos del dinero asociados al ‘Estado Profundo’– habían soñado con semejante estado de control. En su intento por derrotar a la muerte, la Humanidad se ha entregado a la muerte”.

Defensor de la libertad de expresión, Shamir ve a Julian Assange como el moderno Prometeo que “no escapó a la ira de los Dioses autoproclamados del Estado Profundo (Deep State)”. De igual forma, afirma que Alain Soral, perseguido por el tribunal de la corrección política en Francia, no se pliega ante las etiquetas de antisemita, machista o transfobo.

También vemos en Francia a Alain Soral, que se convirtió en símbolo de una nueva resistencia. Soral, a diferencia de Israel Shamir, es un militante que aspira a convertirse en dirigente político. Se declara representante de la izquierda del trabajo y defiende un “nacionalismo de izquierdas”.

En su libro Comprender al Imperio (2011), afirma que el terrorismo islámico y el cambio climático son dos etapas de sumisión a la dominación oligárquica mundialista. Hay una tercera etapa –advierte Soral–: la pandemia del Covid-19, en la que fuerzas que quieren imponer un gobierno mundial libran una guerra contra los pueblos.

Este pensador es un desencantado con la izquierda formal europea, la tacha de burgueso-libertaria”, “hollywoodense”, “izquierda del 68” que “abandonó todas las causas serias para caer en la promoción del caos social” y de exaltar la transgresión, como norma.

Para Soral, “la izquierda burguesa y la derecha financiera tienen en común la inmoralidad: el desprecio por el pueblo, por las raíces, por el trabajo productivo, por la moral, por la familia, por el matrimonio, por los hijos. Están de acuerdo en todo”.

¿Qué pasará con ese pensamiento alternativo en el nuevo orden post-Covid 19?

La izquierda debe replantearse su papel en el juego político porque es evidente que la derecha tiene hoy un mayor impulso, pues ha sabido aprovechar esta debilidad y radicalización de las izquierdas. Pensadores como Shamir y Soral ayudan a abandonar la trampa de la prisión ideológica y no temen ir más allá de los cánones de uno u otro espectro político.

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A esto se debe que la investigadora francesa Maria Poumier llame al pensamiento único un “no pensamiento”. Sus trabajos sobre vientres de alquiler son una fuerte crítica desde la izquierda al radicalismo del lobby feminista y LGBT y al capitalismo más salvaje.

En tiempos de la dictavirus, como le llama Poumier, el pensamiento alternativo es más importante que nunca. Frente al pensamiento único, hay que anteponer el pensamiento crítico. Gracias a ellos y su defensa campal de la libertad de expresión, la gente ya comienza a abrir los ojos: la “Matrix Progre”, como le llama Juan Manuel de Prada, ya no es tan invisible y omnipotente como antes.

El plan de los globalistas es globalizarnos a todos, homogeneizarnos, crear un “hombre universal”: desarraigado, sin patria, sin fronteras culturales ni morales, sin religión, sin pensamiento crítico ni propio, sometido. Bajo este esquema, la dicotomía izquierda-derecha se vuelve obsoleta y esto se agudizará en el orden postCovid-19, pues el mundo tiende ya a dividirse en dos campos: los que apoyan a los globalistas y los que están a favor de la soberanía y los Estados-nación.

Alain Soral(Francia, 1958) Ensayista y activista político francés, exmilitante comunista y del Front National. Editor de Kontreculture y fundó la asociación política Égalité et Réconciliation, cuyo sitio web es el portal político más visitado de Francia. Por su pensamiento radical y subversivo, el establishment político-mediático de su país lo considera persona non grata y sus opiniones le han valido, en el país de la Liberté, más de 70 demandas judiciales.

 


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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