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El rey (I de II)
La cinta presenta la vida del primogénito del rey Enrique IV, Enrique V (Timothée Chalamet), quien vive en la vagancia cuando es informado por su padre que no será el sucesor a la corona de Inglaterra.
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En la cinematografía mundial son extraños los filmes que hacen reflexión sociohistórica y política sobre todo en los países de Occidente. Sin embargo, existen algunas excepciones que son dignas de reseñar, dado su contenido crítico y progresista. Un ejemplo de este tipo de cintas es la película australiana El rey, del realizador australiano David Michod. Basada en las obras teatrales Enrique IV y Enrique V, de William Shakespeare (con adaptación muy libre), es un drama histórico que, gracias a su excelente guion, buenas actuaciones, fotografía de planos abiertos –sobre todo cuando describe la Batalla de Agincourt–, etc. Sin embargo, en mi opinión, lo mejor del filme es su mensaje antibélico en un periodo como el actual, cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con Estados Unidos (EE. UU.) a la cabeza, da un enorme impulso a la guerra en Ucrania a fin de que vierta en un conflicto militar más peligroso para la humanidad, solo para que esta potencia hegemónica mantenga a Europa bajo su control económico, militar y político y busque derrotar a Rusia para desmembrarla y aprovecharse de sus inmensos recursos naturales. Sí, el viejo propósito de la Alemania Nazi de Adolfo Hitler –el Lebensraum (espacio vital)– no desapareció y hoy sigue viviendo en el sueño del imperialismo yanqui y sus países satélites.

El rey presenta la vida del primogénito del rey Enrique IV, Enrique V (Timothée Chalamet), quien vive en la vagancia cuando es informado por su padre que no será el sucesor a la corona de Inglaterra; el rey Enrique IV (Ben Mendelsohn) ha decidido que su hijo Thomas (Dean Charles-Chapman) sea su sucesor. Enrique IV es un rey conflictivo a quien Harry Percy (Tom Glynn-Carney), noble que ha combatido contra los galeses, acusa de haber abandonado a su suerte a algunos miembros de la nobleza que han luchado por la corona inglesa.

Enrique V tiene a un amigo llamado John Falstaff (Joel Edgerton), quien siempre está atento a las necesidades de Hal, así lo llama por la confianza que le tiene. Cuando Thomas va a pelear para someter al “traidor” de Harry Percy, Hal le dice a su hermano: “no tienes que pelear esos pleitos que no son tuyos”. Hal se muestra, a pesar de su juventud y de haber sido un hijo “descarriado”, como una persona prudente, contraria a las pendencias y atrocidades de su padre el rey Enrique IV.

Poco tiempo después Thomas muere en batalla. Cuando el rey Enrique IV está moribundo, un miembro de la corte inglesa busca a Hal para decirle que debe ir a ver a su padre. Hal termina siendo nombrado sucesor de su padre y a su coronación como Enrique V asisten los reyes y los nobles más importantes de Europa con regalos de alto valor. Pero el delfín Luis, hijo del rey de Francia (Robert Pattinson), le manda una pelota de tenis, lo cual es interpretado por miembros de la corte inglesa como insulto, pues le está diciendo a Enrique V que aún es un niño tonto.

Entre los asistentes se halla también su hermana Felipa (Thomasin McKenzie), esposa del rey de Dinamarca. Durante un paseo, ella le dice que ha observado que los miembros de la corte y el clero se ven “tranquilos” pero que todos “tienen sus propios intereses” y, por tanto, debe cuidarse de ellos. Palabras premonitorias, porque en esa cúpula aristocrática anida la traición y la confabulación para utilizarlo y obtener más riquezas y poder.

Definitivamente, las versiones cinematográficas de las obras de William Shakespeare, como es el caso de Enrique IV y Enrique V, no suelen ajustarse a su contenido original, como lo han advertido algunos estudiosos de la obra del gran escritor inglés, quienes afirman que lo mismo han sido utilizadas para elogiar las acciones guerreristas de los gobernantes de finales del Siglo XV y comienzos del XVI, que para encomiarlas como obras antibélicas. La cinta de Michod sí es un alegato claramente antibélico.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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