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Característica indispensable de todo sistema social para perdurar es poder reproducirse en el largo plazo, lo cual exige tener una base real y acreditar su carácter necesario frente a las exigencias estructurales; dicho en otros términos, ser capaz de resolver contradicciones reales profundas y no dejarlas pendientes. Partiendo de este supuesto no es aventurado afirmar que la “Cuarta Transformación” (4T) no se sostendrá en el largo plazo porque es una obra de artificio, falsa solución a problemas complejos que, en consecuencia, permanecen desatendidos, concretamente: la creciente pobreza del pueblo y la brutal acumulación de la riqueza por la élite empresarial. En este contexto, la 4T no pasa de ser, si no un simple placebo, al menos un mero analgésico para un cáncer social, una realidad económica y social que sigue intacta.
En primer lugar, como lo admitió el propio Presidente, las fortunas de los multimillonarios siguen creciendo aceleradamente, medrando al amparo de programas y obras gubernamentales y protegidas por nuevas y más favorables leyes. Mientras tanto, los problemas sociales de fondo, que afectan al pueblo trabajador siguen desatendidos; y como es natural, lo que no se resuelve, se agrava. La pobreza aumentó, y hay casi diez millones en pobreza extrema: dicho crudamente, en el hambre. El apoyo a la agricultura se desplomó. La deuda externa creció como no lo hacía en décadas, para poder sostener el tren de gastos gubernamentales. Se construyó un costoso Tren Maya, elefante blanco que no resuelve las necesidades reales de los habitantes de la región.
He aquí sólo algunos de los problemas nacionales más lacerantes que siguen sin solución. La calidad educativa se deterioró gravemente. Prometió AMLO que tendríamos un sistema de salud como el de Dinamarca, una vacilada que, sin embargo, despertó esperanzas en algunos. Pero ahora que el señor termina, oficialmente, su sexenio, ¿qué mexicano con la cabeza en su lugar, salvo un fanático, podría afirmar que cumplió? El servicio médico en los hospitales populares es lamentable, como cualquiera puede constatarlo. El déficit de vivienda es enorme y millones de mexicanos carecen de servicios públicos elementales; subsisten problemas urbanos crónicos, como el hacinamiento en el metro o las inundaciones en Chalco, que el gobierno es incapaz de resolver. El medio ambiente se deteriora de manera alarmante, afectando la salud de los mexicanos. Como consta a la sociedad toda, la violencia se recrudeció: hubo más homicidios que en las anteriores administraciones (casi 200 mil), y la delincuencia controla mayores territorios. La promesa de regresar vivos a los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa fue un cruel engaño a los padres de familia y a toda la sociedad.
En fin, un abandono general. Y que el pueblo no reclame se explica fundamentalmente por su falta de educación política que, dicho sea de paso, no es culpa suya, mas ello no quita que sea una realidad. Se reparte dinero a los más pobres, dinero que, primero, los trabajadores mismos crearon con su esfuerzo y trabajo de años y consecuentemente les pertenece a ellos y no al gobierno ni al Presidente, que se aprovechan de la pobreza para exigir a cambio el voto. Esta combinación adormece la conciencia del pueblo, creando un falso sentimiento de satisfacción, pero que, como una droga, sólo otorga una momentánea sensación de felicidad. Las clases populares tienen indudablemente derecho a esas ayudas y deben recibirlas, incluso exigirlas, pero sin vender su voto a cambio y sin dejar de reclamar soluciones reales a sus grandes y añejas carencias que la 4T ha dejado desatendidas, muchas de ellas agravadas, como tenía que ocurrir. La realidad sigue ahí, pues, demandando atención real y no discursos. Por eso sostengo al inicio que este régimen no puede perdurar y tiene que ser remplazado por uno que sí resuelva.
Además de ignorar las necesidades sociales, la 4T es incapaz de mantenerse en el poder en el largo plazo por su origen político y su propia naturaleza de dictadura: las dictaduras no pueden perdurar. Suprimiendo los órganos de vigilancia autónoma y avasallando al Poder Judicial se están eliminando los controles y mecanismos sociales de control. Se ha perseguido, desactivado y comprado a organizaciones populares y avasallado a los sindicatos, convertidos, hoy más que nunca, en instrumentos de control. El charrismo sindical ha florecido a su máximo esplendor en este sexenio.
Ante esta acometida, los partidos oficiales, los antiguos detentadores del poder y artífices del modelo neoliberal, haciendo gala de oportunismo, protector del propio pellejo, no han opuesto verdadera resistencia, y connotados personajes del régimen, en inescrupuloso pragmatismo, migran y son calurosamente admitidos en Morena (porque en esencia son lo mismo). Son los tránsfugas del PAN y el PRD, pero sobre todo del PRI, con lo que, sin faltar a la verdad puede afirmarse que Morena es el PRI rejuvenecido, el aggiornamento del neoliberalismo, modelo que sigue operando exactamente igual: las trasnacionales saquean al país y las grandes fortunas crecen a velocidades vertiginosas; es el mexicano un neoliberalismo más efectivo, y desde 2018 más fresco, con renovado apoyo popular.
En maniobra maestra cambió su apariencia para engañar a los incautos, como según la mitología hacía el dios Proteo, transformándose a voluntad, ya en león, ya en árbol, jabalí, pez, agua, para confundir a quienes querían atraparlo. Predecía el futuro, y quien quisiera consultarlo debía sujetarlo, sin dejarse engañar por las metamorfosis del taimado dios, que eran sólo cambios de forma, pero no de su esencia. A esta metamorfosis política del neoliberalismo se prestó, con su inveterada falta de escrúpulos, la vieja izquierda, a cambio de una cuota de poder, haciendo las veces de taparrabo para ocultar con su retórica el carácter neoliberal del actual gobierno y su subordinación al imperialismo. Ese recurso mimético fue el disfraz perfecto que convenció a las grandes masas inadvertidas de que ahora tenemos un gobierno de izquierda, del pueblo y para el pueblo.
Pero las cosas no son tan fáciles como los proteicos estrategas pretenden e imaginan. Morena se hizo más heterogénea y polarizada al absorber a los políticos tradicionales del neoliberalismo, aunque les dé envoltura izquierdista; y al hacerlo sólo consiguió atenuar temporalmente la contradicción externa con ellos, mas no la suprimió, sino que la trasladó a su interior, agudizando así su propia contradicción interna. Connotados (y mañosos) panistas, perredistas y priistas forman ahora los cuadros de primer nivel de la 4T, todos perdonados y bañados en agua bendita de Palacio Nacional, luciendo limpios y absueltos de sus antiguas fechorías. Morena queda conformada por políticos del poder y por grupos de discurso izquierdista, adversarios históricos, nuevos camaradas que ahora pelearán entre sí dentro del mismo ring. El partido, hoy exultante de poder, es en realidad un costal de perros y gatos. Y terminará estallando, condenado por su propio origen, carente de todo principio, buscando sólo sumar, lo que sea, con tal de sumar. Es el pecado original, y en el pecado le va la penitencia. El tiempo, pues, le cobrará cuentas. La dialéctica toma venganza de quienes la desprecian.
Mientras la problemática social real permanezca desatendida, siga acumulándose la riqueza y empobreciéndose la población, ningún artificio en las alturas superestructurales será sustentable y tarde o temprano terminará derrumbándose. Para evitarlo, Morena tendría como única salida, que no va a aplicar: primero, atender en serio el problema de la pobreza y promover la organización popular auténtica; y segundo, quitar el poder a los grandes potentados; pero, contrariamente, quiere quedar bien con Dios y con el diablo, y eso es imposible. Ésa es su condena, que le llevará irremisiblemente al fracaso, como ha ocurrido con las izquierdas latinoamericanas que han pretendido conciliar lo inconciliable y terminaron despreciadas por las masas que, una vez desvanecido el sueño de haber alcanzado el poder, se sienten decepcionadas y traicionadas.
Como decía Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Nadie puede engañar a la realidad. Como dice la tesis clásica: podrán olvidarse de la dialéctica, pero la dialéctica no se olvidará de ellos. Cierto, los grandes empresarios y su aliado el imperialismo habrán ganado un respiro, pero la realidad terminará abriéndose paso y rompiendo los diques que se le interpongan. Las necesidades populares insatisfechas terminarán estallando, en formas y tiempos impredecibles; y cuando ello ocurra, el pueblo necesitará una organización que lo guíe en la lucha por sus derechos y por la toma del poder político en sus propias manos, solución de raíz, única y definitiva, a sus problemas; solución que sí tendrá fundamento sólido que le garantice permanencia en el largo plazo, pues estará resolviendo los problemas sociales de fondo ahora desdeñados. Mientras tanto, conviene no dejarse engañar por la pirotecnia mediática de la 4T.
Las campañas electorales son más de lo mismo, Lamentablemente, este proceso electoral no ha mostrado que algún candidato provenga del pueblo; y ninguno ha sentido “en carne propia” lo que los mexicanos sufren todos los días.
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¿Y si existieran tatuajes que detecten cuándo y a qué le ponemos atención; o robots que “colaboran” con trabajadores? Estos avances tecnológicos relacionados con la neurociencia ya existen, pero ¿para qué y qué consecuencias trae a los millones de ciudadanos?
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.