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Todas las economías capitalistas en el mundo están padeciendo inflación alta. Sus bancos centrales, la gran mayoría autónomos, con el argumento de liberarla de la presión de los vaivenes de la “influencia política”, no están cumpliendo con su principal objetivo de política económica: el control de precios. La Reserva Federal de Estados Unidos (EE. UU.), que opera como banco central y tiene también el crecimiento económico como mandato, reportó en el último mes un alza del 6.2 por ciento en los precios al consumidor, la mayor en 30 años; la Unión Europea (UE) registró una de 4.1 por ciento –el doble de la prevista, que era del dos por ciento–; y en Inglaterra la inflación en el último mes fue del 4.2 por ciento.
Para unos economistas destacados, la causa de este fenómeno se halla en la demanda y para otros en la oferta. Los primeros, representantes de la teoría económica en boga durante las últimas décadas y que han tenido la economía mundial bajo sus riendas, piensan que se trata de un exceso de demanda que comenzó con las medidas de recuperación en las economías centrales. Es decir, los estímulos monetarios al consumo de los hogares y los fiscales otorgados por los gobiernos a las pequeñas y medianas empresas para superar la crisis del Covid-19 provocaron el exceso de demanda y con ella presionaron el alza de los precios.
Los segundos plantean que se trata más bien de un fenómeno de oferta relacionado con problemas en la cadena global de suministros que se ve afectada por todo tipo de prácticas logísticas como el cierre de fábricas en China y otros países manufactureros de Asia; la escasez de semiconductores para dispositivos electrónicos; el alto precio de los contenedores, cuyo mercado internacional es muy vasto; por el precio preferente de éstos que se brindan a EE. UU.; por su escasez en ciertas partes del mundo; por su prolongado estancamiento en muchos países y hasta por la falta de trabajadores que transporten las mercancías a su destino final.
Entre los primeros se hallan Janet Yellen y Jerome Powell –Secretaria del Tesoro y Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de EE. UU., respectivamente– y aunque saben que hay problemas en las cadenas de suministro, proyectan que éstos son únicamente desajustes temporales mientras continúan en la política económica seguida antes de la crisis por el Covid-19 con base en el aumento de la tasa de interés y pretenden volver a la austera disciplina fiscal para evitar la distorsión de los precios.
Esta explicación cae fácilmente porque, después de todo, no es que haya escasez de bienes (https://bit.ly/3I2G75K). El sistema sobre el cual había funcionado la globalización en las últimas décadas –el just in time– no está funcionando. Se trataba de una tendencia muy eficiente, con la que los embarques llegaban justo a tiempo, sin ningún problema de logística ni trámite ocioso. Así que fue una pequeña trabazón, en algún punto de la cadena de suministros, la que tuvo efectos amplificadores en otros lados y puso en jaque a dicha arquitectura mundial. Ha sido más bien, como señala Michael Roberts (https://bit.ly/3FUljeN), una cuestión de oferta que demanda mucho, y la política monetaria de las últimas décadas no funcionará.
Sin embargo, lo que hoy está sucediendo solo representa una aceleración de las tendencias mundiales. Desde la crisis global de 2008-2009 el comercio mundial ha disminuido; y las cadenas de valor se han desacoplado en las dos economías más grandes del mundo: China y EE. UU. Esto se debe a la política anti-China seguida por el gobierno de este país; pues desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, se activaron sanciones comerciales tanto en empresas chinas como en estadounidenses, por negociar con aquéllas. Nada de esto ha cambiado con Joseph Biden; y las élites gringas intentan poner trabas de todo tipo al ascenso económico de China; y ahora, el objetivo es que Wall Street y las grandes empresas tecnológicas se apoderen de los sectores financiero y tecnológico de la gran nación asiática (https://bit.ly/3rfPDwg).
El mundo está cambiando aceleradamente sin que se sepa todavía qué rumbo tomará la historia de la humanidad. La globalización, tal como la conocemos, está en jaque, la economía de EE. UU. no logra recuperarse desde la crisis de 2008 y su gobierno obstaculiza el ascenso chino y lleva al mundo al borde de una guerra mundial. ¿Qué plan tiene México ante la situación mundial? El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, llevado por una lamentable retórica anti-China, se ha puesto abiertamente al servicio de EE. UU. sin tener idea del mundo en el que está parado.
Bien aplican las palabras de Martí: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos”.
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Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.