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Los bombardeos israelíes contra civiles en Gaza obligaron al mundo árabe –en particular a los estados del Golfo Pérsico– a repensar su posición hacia este país y a desatar una ofensiva marítima en una región donde Occidente no busca construir la paz, sino la guerra, y donde su fuerza naval es inoperante.
Esa ruta marítima, de dos mil 200 kilómetros de largo entre el Canal de Suez y el Estrecho de Bab el-Mandab (Puerta de Lágrimas, de sólo 26 kilómetros de ancho), resulta fundamental para la cadena de suministro global; ya que por ella navega más del 12 por ciento de buques mercantes (unos 20 mil anualmente). Egipto, Israel, Jordania, Egipto, Sudán, Eritrea, Arabia Saudita, Djibuti y Yemen bordean el Mar Rojo.
Los hutíes, situados frente a Bab al-Mandab, eligieron ese espacio para mostrar su solidaridad con los palestinos cerrando el paso a buques con rumbo al Estado sionista “hasta que Israel permita el ingreso de alimentos y medicinas para los pobladores de Gaza”, declaró en X el vocero de las fuerzas armadas yemeníes, Yahya Sare’e.
Tal actitud de los militantes hutíes que hoy gobiernan Yemen y reconocen instancias internacionales, abrió un nuevo frente sin precedentes en la guerra híbrida que Occidente mantiene en el Medio Oriente.
Esta acción estratégica, elaborada con cálculo magistral, dio un vuelco a la centenaria geopolítica de Occidente en el Medio Oriente, ya que se lanzó en el tercer mes de bombardeos israelíes contra palestinos de Gaza y Cisjordania en la búsqueda de efectos directos y colaterales significativos.
Entre los más relevantes destacan: un intolerable reto militar para EE. UU., la denuncia global de la naturaleza genocida ejercida por el régimen israelí, la proyección del movimiento hutí Ansar Alláh como actor clave en la región y la exhibición de la obsesiva hostilidad estadounidense contra la República Islámica de Irán, a la que acusa de alentar a los hutíes.
La llamada “guerra de los corredores económicos” (Choke Points: pasos marítimos esenciales para rutas comerciales) ha impactado en las economías de Occidente y el ocupante sionista al privarlo o encarecerle sus insumos básicos u otros bienes procedentes de Europa, Asia y América.
Mientras los tanques israelíes disparaban contra los palestinos, el cerco naval subió la presión política contra el gobierno de Benjamín Netanyahu, quien pagaba más caro los costos de su ataque genocida; además de que la operación de los hutíes exhibía, una vez más, el fracaso de los muy elogiados servicios de inteligencia hebreos y estadounidenses, que no lograron detectarla.
En suma: cuando tropas israelíes se escudaban con niños palestinos, los hutíes confrontaban el decadente orden unipolar de la segunda posguerra con el emergente orden multipolar, que exige soluciones modernas a los antiguos conflictos, como señala Alexander Langlois.
¿Quiénes son?
La temeraria acción de los hutíes, casi desconocidos para mexicanos y gran parte del planeta, extendió el campo de batalla a un espacio igual a la mitad del territorio de Europa Occidental. Son un poder político-social en la geografía regional, son expresión del pueblo yemení, no son diferentes de otras naciones árabes y rechazan el expansionismo israelí.
Hoy controlan amplias regiones del norte, centro y oeste de Yemen, incluida la capital Saná. Pertenecen a la secta Zayid, practican el islam chiita, se autodenominan Seguidores de Dios (Ansar Allah) y los lidera Mohammed Ali al-Houthi. Son combatientes muy motivados y con grandes habilidades en la guerra de guerrilla; y tienen experiencia política como gobernantes históricos de Yemen, explica el antropólogo William Beeman.
En 2011, luego de que Occidente subvirtió la región con su “primavera árabe”, estalló en Yemen la crisis interna; fue asesinado el presidente Ali Abdullah Saleh, quien había gobernado 30 años. En 2014, el presidente de la transición, Abd Rabbuh Mansur Hadi, suprimió los subsidios y los hutíes alegaron que era un gobierno de corruptos e incumplía sus promesas.
Obligado a dimitir, Hadi se asiló en Arabia Saudita, que formó una coalición de varios países contra los hutíes. Entre 2015 y 2021, el conflicto escaló y se sabía que Yemen era un Estado “fallido” con una sociedad fragmentada y, además, bajo el acoso del Estado Islámico.
La mayoría de sus 24 millones de habitantes vivieron la peor crisis humanitaria por este conflicto, que desplazó a 4.5 millones, mientras los hutíes controlaban más provincias. México estuvo entre los países que aportaron fondos para paliar esa grave crisis.
GENOCIDAS ANTE LA JUSTICIA
13 de noviembre de 2023. El Centro de Derechos Constitucionales de los palestinos en EE. UU., grupos de Derechos Humanos y residentes en Gaza, demandan a Joseph Biden, Antony Blinken y Lloyd Austin, en una Corte Federal de Distrito en California por su “complicidad en el genocidio” palestino y por su fracaso para “prevenirlo”. La denuncia, de 89 páginas, documenta 75 años de violencia y la retórica racista de Israel; además, argumenta que “bajo el Derecho Internacional, los EE. UU. deben tomar todas las medidas disponibles para prevenir un genocidio”.
Denuncian que los acusados han rechazado usar su “obvia y considerable influencia” para limitar el masivo bombardeo y sitio total a Gaza; que las políticas israelíes buscan infligir daño sustantivo sobre los palestinos y que Biden se opone al cese al fuego “que salve vidas y aligere el sitio”. También sostienen que estos funcionarios aumentan sus acciones para financiar, armar y respaldar la devastadora campaña de violencia, informa Prem Thakker.
29 de diciembre de 2023. El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, acusa a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por infligir castigo colectivo a los palestinos. Compara esta actitud con el régimen de Apartheid de la minoría blanca sudafricana y acusa al ocupante israelí por el genocidio “para destruir a los palestinos, lo que incluye asesinarlos o causarles serios daños físicos y mentales”. La CIJ fijó el 11 de enero para decidir cómo abordar esa denuncia.
México no ha manifestado interés por sumarse a estas iniciativas judiciales en favor de los palestinos, a pesar de que el Gobierno Federal se considera “humanista”. El tiempo corre y sería congruente que respaldara este discurso con acciones.
En 2021 se logró el cese al fuego con la mediación de China y Rusia, mientras Occidente atizaba la percepción de riesgo sobre los hutíes con el alegato de que son aliados del “terrorista” Hamás, que cuentan con el apoyo logístico de Irán “con barcos-espía” y que tenían vínculos con “la guerrilla” iraní Hezbollá.
El presidente de EE. UU., Joseph Biden, vio entonces que su país quedaba fuera de la pacificación en Yemen. Presionado por la creciente influencia de Beijing y Moscú, en febrero de 2021 borró a los hutíes de su lista de organizaciones que financian al terrorismo. Sin embargo, aún resiente que el triunfo hutí ha supuesto un “descalabro” estratégico para los intereses yanquis en la región.
Guerra de corredores
Históricamente, las naciones ribereñas de corredores marítimos como del Golfo de Adén, Ormuz o el Canal de Suez, han garantizado la libre circulación con acuerdos tácitos verbales. Pero los hutíes yemeníes han cambiado la situación con su estrategia no-convencional de bloqueo y captura a navíos por Bab al-Mandab.
Han asestado un golpe al flujo global de suministros, pues la navegación en el Canal de Suez y ese corredor ahorra a los buques casi nueve mil kilómetros de recorrido. El bloqueo afecta a naves petrolíferas y buques de corporaciones multisectoriales, poderosos actores de la logística marítima global y del capitalismo regional.
La suma de miles de millas náuticas a sus travesías representa un costo multimillonario para mega-corporaciones como la principal armadora mundial, danesa Maersk y la suiza MSC; las navieras CMA, CGM y la flota mercante japonesa. El mismo impacto es enfrentado por los navíos de la gigante petrolera BP; de la líder de contenedores Hapag-Lloyd, de Evergreen, OOCL y el grupo Frontline.
¡Los hutíes lograron que, para evitar sus ataques, esas embarcaciones trasnacionales ordenaran a sus capitanes cambiar de rumbo hacia el africano Cabo de Buena Esperanza! Fue tal la presión del acoso hutí en el mar Rojo, que estas corporaciones sugirieron en Washington y Tel Aviv su deseo de cesar la ofensiva contra Gaza.
Con ese inédito alcance geoestratégico, los hutíes desafiaron la hegemonía regional de EE. UU. de más de siglo y medio. En este periodo, la superpotencia bélica tejió un entramado de enormes bases militares, navales y aéreas (unas secretas y otras notorias) en Arabia Saudita, Egipto, Irak, Siria, Jordania, Kuwait, Omán y Emiratos Árabes Unidos sobre la región.
Sólo en Israel, EE. UU. opera el supersecreto Sitio 512 de Dimona a escasos 32 kilómetros de Gaza, cuya misión es vigilar a Irán (a más de mil 200 km); y donde el Pentágono pagó 35.8 millones de dólares a firmas alemanas para reacondicionarlo, según The Intercept.
EE. UU. tendría seis bases secretas en los territorios palestinos ocupados: una en Herzliya; otra en el aeropuerto Ben Gurión, una más en la frontera cisjordana y el resto en el sur, según el diario Maariv. En Yemen tuvo la base aérea de Al Anad que, ante el avance hutí, cerró en 2015, después de evacuar a 100 efectivos de fuerzas especiales y abandonar valiosos drones.
Ocho años después, la arrogante superpotencia recibió otro desafío cuando exhibió su incapacidad para frenar la estrategia no convencional de los hutíes, que únicamente concedieron a los barcos de naciones “afines”: iraníes, chinas, rusas y latinoamericanas. Su reacción llegó con la misteriosa explosión en un depósito de armas en Saná el pasado 30 de noviembre, atribuido a los servicios clandestinos israelíes, expertos en sabotajes.
Del rojo al escarlata
El 19 de noviembre, los hutíes “confiscaron” el buque británico Galaxy Leader, de registro IMO 9237307 con bandera de Bahamas, repleto de contenedores con automóviles y propiedad parcial del empresario israelí Abraham Rami Unger.
Entre sus 35 tripulantes se hallaban dos mexicanos de origen veracruzano, Manuel Rolón, jefe de máquinas, y Arturo Zacarías Meza, marino de la Escuela Náutica Mercante, quien habría bajado antes, según su hermano. La cancillería mexicana busca la liberación de ambos por medios diplomáticos, pero a la fecha no hay noticias.
En el inicio de 2024, ese navío ya era atracción turística con el que los hutíes ofrecen recorridos en cubierta; y en los que hay carteles con los lemas: “Vivan las Brigadas Al Qasam”, “Muerte a EE. UU. e Israel”, “Maldición a los judíos”.
Después de la conmoción inicial por tal captura, el bloqueo continuó en ese corredor; y en diciembre fue atacado al buque-tanque noruego, Strinda, procedente de Malasia, rumbo a Italia y paso previo por Israel. Un dron atacó al navío MSC Palatium II, y un misil incendió el Al Jasrah. Se ha atribuido también a los hutíes un ataque al balneario israelí de Eilat. A finales de diciembre, los precios del barril de petróleo escalaron 3.5 por ciento y la tensión subió al máximo.
Pero el gobierno estadounidense interpretó nuevamente mal la geopolítica y desplegó sus cañoneras en el mar Rojo. Lo hizo porque no quiere entender que los hutíes defienden su soberanía nacional y prefiere atribuirles la defensa de los intereses de Irán, su archirrival regional.
A instancias del presidente israelí Isaac Herzog, EE. UU. lanzó la Operación Guardián de la Prosperidad, con el apoyo de sólo 10 de los 20 países anunciados y una nación árabe, Bahréin. Es notable que el Congreso estadounidense no haya autorizado el uso de esta acción militar, subrayan firmas de inteligencia como Ambrey y Dryad Global.
Aun así, el 31 de diciembre, el mar Rojo se teñía de escarlata con el primer choque frontal entre EE. UU. y los hutíes, frente al importante puerto de Al Hudeida. Los yemeníes atacaron al porta-contenedores Maersk-Hangzhou, que navegaba hacia la Palestina ocupada con bandera de Singapur y no acató la orden hutí de detenerse.
Mientras helicópteros de EE. UU. atendían el S.O.S. del buque, el equipo de seguridad de la empresa devolvió el fuego hasta que intervino la armada estadounidense, que aniquiló a 10 combatientes hutíes y hundió tres barcazas, según el Comando Central Naval de EE. UU. (CentCom).
Hoy, en la zona se pavonean los destructores USS Carney, el USS Mason y el USS Thomas Hudner, así como la fragata británica HMS Diamond. Pese a ese poderío, los hutíes lograron neutralizar a la fragata francesa Languedoc.
Entre los estadounidenses crece la frustración por el fracaso de las “eternas guerras” de sus gobiernos y sus estratosféricos gastos militares. Los analistas ven el despliegue militar estadounidense como una medida “ridícula” porque advierten que los hutíes no serán derrotados con ataques de ese tipo: “esa operación no detendrá a los hutíes”, apunta Kamran Bokhari.
También crece su escepticismo sobre la capacidad de Israel para vencer a Hamás. En The New York Times, Neil Mac Farquhar calificó este objetivo de “irreal e imposible”; y otros analistas aconsejan que Washington cese el envío de armas, dinero y apoyo logístico para que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aplique resoluciones en favor de los palestinos”.
Pese a la anhelada paz regional, el cuatro de enero fallecieron al menos 84 personas y otras 200 resultaron heridas en Irán por un ataque terrorista que, sospechosamente, reivindicaría el Estado Islámico. El crimen, cometido en el cuarto aniversario del asesinato –por fuerzas estadounidenses e israelíes– del general Qassem Soleimaní, recordó la capacidad de EE. UU. para dinamitar todo esfuerzo por la paz en esa región y en el mundo.
Diplomacia de colosos
Además de Irán, la diplomacia en la región ha corrido a cargo de dos influyentes actores: China y Rusia, cuyos dirigentes de Estado han acertado sobre una región que, desde muchos años, Occidente considera suya. En el mar Rojo, Beijín despliega gran parte de su iniciativa de la Ruta de la Seda y Rusia aumenta su influencia en África y Asia con su proyecto de desarrollo euroasiático.
Beijín ha respaldado la solución de dos Estados en el conflicto palestino-israelí; y tuvo su primera incursión diplomática de gran alcance en Medio Oriente con su mediación en Yemen. En 2023 se posicionó al centro de las petro-monarquías, después de auspiciar el restablecimiento de vínculos entre Arabia Saudita e Irán.
Esta gestión redujo la tensión regional al favorecer el anhelado cese al fuego en Yemen, según la oficina en Bahréin del International Institute for Strategic Studies. Y en 2022, el presidente Xi Jinping reiteró su apoyo a Yemen en la salvaguarda de su soberanía, independencia, unidad e integridad territorial.
Durante más de un siglo, Rusia ha sido amigo de Yemen, así como de los Estados árabes. Tanto así que, en 2009, el Kremlin instó al reino saudita a levantar el bloqueo marítimo, terrestre y aéreo contra Yemen, ante el deterioro de las condiciones de vida de la población. Más tarde firmó un pacto militar con Saná, que luego vertería en un acuerdo antiterrorista para proteger la navegación en el Golfo de Adén.
En febrero de 2022, cuando la Unión Europea (UE) se plegó a la política exterior estadounidense contra Rusia, el gobierno de Salvación Nacional de Yemen, en voz de Muhammad Ali Al-Houthi, reconoció la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Meses después, el embajador yemení en Moscú, Ahmed al Washishi, reconoció el importante rol de Rusia durante el restablecimiento de la paz en Yemen.
Hoy, empresas rusas participan en gran parte de los proyectos de restauración de la infraestructura del país. Este acercamiento preocupa a Occidente, temeroso de que esa atención rusa proyecte sus intereses geopolíticos y expanda su influencia en Medio Oriente, el mar Rojo en particular, revela Samuel Ramani.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.