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Al filo de la democracia (II de II)
El documental Al filo de la democracia ilustra de forma nítida en qué discurren los procesos políticos en Brasil.
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El documental Al filo de la democracia ilustra de forma nítida en qué discurren los procesos políticos en Brasil. Terminado su segundo mandato, Lula y su partido, el Partido de los Trabajadores (PT) postularon e hicieron ganar a Dilma Rousseff en 2011. Pero el pragmatismo de Lula lo llevó a aliarse con la derecha, dado que en el gabinete quedó como vicepresidente Michel Temer un connotado miembro de ese partido. Según Petra Costa, Temer asechó a Dilma y urdió la destitución de la que en su juventud fue guerrillera y sufrió torturas que casi la matan en la época de la dictadura militar.

Cuando la narración de Costa llega a este punto, la documentalista –que se apoyó en una excelente fotografía– señala que, en Brasilia, capital del Gigante del Cono Sur, existen imponentes recintos que son la sede del poder legislativo brasileño, “son el símbolo de la ‘honorabilidad’ de la democracia brasileira”. Sin embargo, dice Costa, “son las instancias de gobierno más alejadas del pueblo”. Los diputados y senadores fueron piezas clave para la destitución de Dilma, a quien se acusó de corrupción. En 2013 se desató en Brasil una especie de “primavera árabe”, la clase media sale a las calles a protestar en contra de la corrupción en el gobierno (el descontento, sin embargo, no fue producto solo de la agitación de los grupos contrarios al PT, pues la economía brasileira sufría un descenso).

Dilma se atrevió a hacer –narra Costa– lo que no se atrevió a hacer Lula: bajó las tasas de interés bancarias y retiró del gobierno a importantes funcionarios, miembros del PSDB. La reacción de la derecha fueron las protestas alentadas por los poderosos medios de comunicación; protestas que hicieron caer la popularidad de Dilma en un 27 por ciento. En este contexto se inició la investigación de la Operación Lava Jato, que consistió en acusar a Dilma de corrupción derivada de la administración de Petrobras.

En 2015 se realiza el juicio en el poder legislativo. Pero el verdadero objetivo era acusar y encarcelar a Lula para impedir que se volviera a postular en las elecciones de 2018. Y en efecto, no solo fue destituida Dilma Rousseff, (meses después, Lula fue detenido y encarcelado). Para Petra Costa, para muchos analistas y políticos de Brasil y del mundo se trató simple y llanamente de un golpe de Estado, disfrazado de juicio político, para impedir que Lula volviera a ser presidente. La votación en la Cámara de Diputados fue de 277 a favor de la destitución y 223 en contra. Pero éste solo fue un paso previo para que llegara al poder la ultraderecha con Jair Messías Bolsonaro, un excapitán del ejército acusado de torturar a activistas presos en la época de la dictadura.

A Lula lo acusaron de recibir sobornos y fue condenado a nueve y medio años de prisión. Poco después, un jurista extranjero hizo un balance del juicio a Lula y dijo: “lo increíble del caso de Lula es que aquí el fiscal es al mismo tiempo el juez; el derecho más importante de una persona, al ser juzgada, es que su juez sea imparcial; y en el caso de Lula no es así”.

La suciedad de las élites brasileñas, permitió que Michel Temer no fuera juzgado, a pesar de las evidencias de que él sí cometió actos de corrupción. Durante el gobierno provisional de Temer, la gran burguesía brasileña y extranjera obtuvo importantes concesiones en el sector energético; las leyes que prohíben el “trabajo esclavo” fueron aminoradas y, sobre todo, el gobierno aplicó medidas económicas que golpearon a millones de familias trabajadoras. Lula fue absuelto.

El 30 de octubre de este año se realizará la segunda vuelta de la elección presidencial y las preguntas asaltan a propios y extraños ¿Volverá Lula a confiar y a aliarse con la derecha? ¿Sigue siendo el camino correcto el que sigue la llamada “izquierda democrática” latinoamericana para superar los graves flagelos que oprimen a cientos de millones del subcontinente? La práctica, por lo pronto, demuestra que esos vaivenes al elegir entre “izquierda” y derecha no han acabado con la miseria y la desigualdad de cientos de millones de trabajadores latinoamericanos.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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